viernes, 1 de mayo de 2009

A PALABRAS SABIAS, OÍDOS SORDOS.

A

Como algunos saben, fui tabernero durante ocho años. En Jimena de la Frontera para más inri. Entre otras cosas me sirvió para aprender un principio de la comunicación: el volumen de voz –en decibelios- con que se habla es inversamente proporcional a la importancia de lo que se dice. Mientras más estupideces se dicen, más alto de habla, por eso, en una taberna como aquella, el tabernero está condenado a embrutecerse escuchando sólo chorradas. Porque si algunos tiene una conversación importante, se sienta en una esquina, hablan en voz baja y el tabernero no se entera. ¿Cómo se discute de futbol? A grito pelado. ¿Cómo nos decía Solbes que estamos en la ruina? No forma que no nos enteráramos. ¿Cómo hablan los políticos en la elecciones? Pues eso.
Por otra parte, posteriormente, estuve trabajando ocho años en una factoría del acero y salí de allí con los oídos un poco, digamos, menos ágiles de lo normal. El otorrino me lo dijo:
-¿Usted ha trabajado en la metalurgia?
-Sí.
-Entonces ya está.
Dicho esto, os cuento que anoche asistí a una mesa redonda –aunque las mesas fueran cuadradas- de unos cineasta de la comedia española que organizó la UNED. Lógicamente no me enteré de casi de nada. Oía la conversación, eso sí, pero justo en el límite de decibelios para no poder entender el mensaje, Y salí cabreado, porque los duros de oído estamos discriminados en esta sociedad. Dime si no es verdad esto: A una persona ciega se le dice:
-Tenga usted cuidado, permítame que le ayude. Ya está. Estupendo.
Sin embargo a los duros de oído se les recrimina:
¡Venga ya, que estás más sordo que una tapia, cojones!
Y no hay derecho. Protesto enérgicamente. Y alguien dirá:
Pues llama la atención del conferenciante y señálale tu oído, que él entenderá:
-Un poquito más alto, picha.
Pues no señor, no lo hacemos porque la experiencia me dice que sube el volumen 30 segundos y después se le olvida y si repites el gesto, la gente se vuelve diciendo:
-¡ Y este!
Anoche yo veía que el público se reía de vez en cuando a carcajadas y, a más veces que ocurría, más cara de tonto se le ponía a uno. O sea, que voy a tener que dejar de ir a las conferencias, seminarios y similares, porque solamente para salir en la tele local, como que no.
Al final, la lectura va a ser la única forma.
Qué le vamos a hacer.
¡Y menos mal!
Luiyi

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