Amigo Juan de Dios. Tu artículo
sobre el laicismo y sus consecuencias con respecto a la formación de los niños
y adolescentes en las escuelas denuncia muchos factores que han de ser tenidos
en cuenta a la hora de legislar. Pero... no sé si a otros, pero a mí su lectura
me ha dejado un regusto desagradable. Me ha parecido que la visión del laicismo
que hay tras tu escrito no es muy positiva (o al menos haces hincapié en aspectos
negativos) y es muy posibles que muchos de los que se autoproclaman laicos
piensen como tú dices o apuntas.
Yo entiendo que abriendo la mente
a una comprensión amplia del hecho de la evolución de la consciencia a lo largo
de los milenios, la visión sobre el laicismo es positiva. Por ello me atrevo a
exponer aquí en el blog un artículo que escribí hace unos años en mi blog
personal. Es largo y puede que pesado, pero creo que viene a cuento...
Es el siguiente:
Del laicismo o de
una etapa más en la evolución del Espíritu
He de comenzar este escrito confesándome
hombre de fe, y de fe en Jesús, el Cristo. Toda mi educación ha venido marcada
por la presencia constante en mi vida de Jesucristo, y en modo alguno he
renunciado a él, antes bien, quiero hacer en mí lo que ya hicieron los
místicos, tanto teístas como no teístas, y que en una línea cristiana marca, a
mi entender, el Evangelio Gnóstico de María Magdalena:
“ He puesto mis huellas dentro de
las Suyas y me he sentido libre por el mero hecho de no haber imitado Su actitud,
sino haber descubierto su esencia.
...esto no es cuestión de
creencias, la creencia es una fuerza ciega, suele reposar en la simple
confianza ingenua, a veces en lo arbitrario... a veces se alimenta de una falta
de lógica, que lleva al fanatismo, no es algo razonado... Yo te hablo de fe,
que es una certeza, un conocimiento directo, y fuera del tiempo, de Aquello que
es... una certeza que viene a alcanzarnos hasta la profundidad de nuestro
cuerpo. ...Es como un soplo que ningún muro o prisión podría contener, ni
siquiera frenar. Os sitúa en el Espíritu del Maestro, en ese espacio que
ninguna palabra podría describir. Ahí es donde se redescubre el sentido del
amor y de la libertad.”
Y puesto que lo que quiero es
esto, le fe, a la que alimento cada día dejándome llevar al centro (meditari) y
no la creencia, cada vez me siento personalmente más distante de cualquier
institución que exija que se deponga todo criterio personal en favor de la
creencia en sus afirmaciones y dogmas, en sus mandamientos e ideologías. Jesús
de Nazaret fue un hombre verdaderamente libre, como lo fueron Buda, Lao Tse,
Mahoma, Francisco de Asís, Lutero, Eckhart y todos los místicos que en el mundo
han sido.
Creo que esta confesión personal
ha de ser suficiente para que no se me alinee en una línea de no-espiritualidad
a la que no pertenezco. Veo que todo cuanto es en el Kosmos no es sino la
manifestación plena y libre, en cada momento, de la evolución del Espíritu. Sin
Espíritu no hay Kosmos y sin éste tampoco hay Espíritu, como bien dice Raimon
Panikkar, pues el Kosmos no es sino el modo de manifestación del mismo
Espíritu.
Ya en varias entradas que he
realizado en este blog hay material que ayuda a reflexionar sobre el tema que
ahora propongo. De todas maneras he decidido hacer la reflexión desde una perspectiva nueva, aunque lógicamente utilice
mucho material del ya empleado.
Para llevar a cabo esta
reflexión, se han de precisar varios conceptos, no definirlos, puesto que se
trata de algunas realidades que van mucho más allá que nuestra mente humana
racional, pero sí, como decimos, hemos de precisarlos, puesto que los términos
como laicismo, Espíritu, religión...se utilizan para decir cosas muy distintas,
en función de todo un contexto y de la persona que utilice el término.
Por Espíritu se entiende en este
escrito la Meta y el Sustrato del que están hechos todos los peldaños de la
evolución, el Misterio que abarca cuanto es tanto en el mundo manifiesto de las
cosas, como en el no manifiesto, o quizás podamos decir: Aquella Plenitud que
me saca de mi aislamiento, respetando mi soledad, en una palabra lo que quiere
decir la palabra Dios sin todo el peso idolátrico que la historia ha cargado
sobre la misma. Las cosas son el Espíritu en su forma manifiesta. Se huye
expresamente de cualquier concepto dentro del cual queramos encerrarlo, pues se
trataría de un ídolo mental (al que por desgracia estamos muy acostumbrados los
hombres[1] en todas las religiones). Creo que la misma palabra Dios, como
Yahvé, Alá... ha dejado en buena medida de ser un símbolo para convertirse en
un ídolo. Así cuando afirmamos que Jesús es Dios, le estamos atribuyendo a
Jesús aquellas cualidades que nuestra mente ha ido elaborando a través de la
historia como pertenecientes a la Divinidad, cuando lo correcto sería la
actitud inversa, si creemos que Jesús es Dios es porque Dios es Jesús, o sea,
porque Dios no es sino lo que es Jesús y nada más. No lo que nosotros podamos
pensar que es.
El Espíritu ha sido expresado de
muchas maneras y formas en las más variadas teorías humanas teístas
(religiosas) y no teístas: Vacío, Libertad absoluta, Amor, Tercera Persona de
la Trinidad, Trinidad, Inspiración, Aliento...
El laicismo, es una palabra a la que se
aplican muchos matices. Proviene del latín (laicus) que a su vez proviene del
griego laicos que significa: perteneciente al pueblo.
En la iglesia católica la palabra laico ha
significado: el que carece de órdenes religiosas. Y en su jerga teológica
significa lo mismo que secular o perteneciente al mundo, en contraposición al
clérigo que se “considera” consagrado y perteneciente a lo Divino. Como vemos
es una palabra que en una estructura humana patológicamente jerarquizada ha
sido muy utilizada con connotaciones algo peyorativas.
Pero, ¿Qué significa laicismo en los
últimos tiempos? ¿Qué sentido damos a esta palabra? Por supuesto que los
matices varían mucho según el uso que se haga de ella, y de quien lo haga.
“Este término tomó significado a partir de
la raíz latina original para designar el impulso moderno (surgido durante el
llamado Siglo de las Luces) de los Estados, organizaciones y personas para la
independencia de las instituciones respecto al poder eclesiástico, el deseo de
limitar la religión al ámbito privado, particular o colectivo, de las personas y
permitir mejores condiciones para la convivencia de la diversidad religiosa,
poniendo al Estado de árbitro y, como reglas del juego, los derechos humanos.
En general, los laicistas afirman que la laicidad es un principio indisociable
de la democracia, porque las creencias religiosas no son un dogma que deban
imponerse a nadie ni convertirse en leyes.”
Y en este sentido describimos el laicismo
en este estudio como la doctrina que defiende la existencia de una sociedad
organizada aconfesionalmente y cuya máxima representación se da hoy por hoy en
el Estado Laico y en la que las reglas del juego vienen marcadas por los
derechos humanos.
En el Estado Laico la confesión religiosa
es un derecho privado, personal o colectivo, y nunca un deber que se puede imponer
a nadie.
Por último nos falta describir de alguna
manera qué entendemos en estas páginas por religión.
Como podemos suponer, no es una cuestión
baladí ni nada fácil porque la religión pertenece a lo más íntimo y sagrado de
la persona, a un santuario que fácilmente puede ser afectado por cualquier
virus (tal como están las suspicacias de muchos) y en la que muchos se juegan
con verdad o erróneamente su seguridad vital. Aparte de la inercia de muchos
siglos en nuestro país, en el que la confesión
religiosa católica con su Jerarquía ha venido imponiendo las normas sociales a
seguir.
No podemos olvidar que la Fe, que no es más
que la Vida, es riesgo, como lo es la Vida, y no porque la Fe pueda estar
errada (es una certeza vital que transforma todo en Amor, no una creencia,
menos un fanatismo), sino porque estamos en el tiempo y el tiempo es riesgo,
aunque ni la Fe ni la Vida lo sean.
Además la multitud de acepciones que ha
tenido esta palabra a través de los siglos aún hace más confuso el problema.
Proponemos el concepto de religión como
sigue: La palabra religión, como bien sabemos, tiene una etimología
controvertida: “relegere”, “religare”, “reeligere”. Es una cuestión que tiene
su importancia, pues la etimología nos acerca a los orígenes. Personalmente me
inclino claramente por “religare” por su significado de Unión ontológica. Pero,
no es el tema principal de estas reflexiones incidir en la etimología, sino en
la pluralidad de sentidos con que se utiliza hoy día la palabra religión, dando
lugar a una ambigüedad conceptual, que llama frecuentemente a equívocos. Para
evitarlos, sería conveniente especificar qué contenido le damos a la palabra en
cada caso.
La religión como compromiso no racional
Esta acepción significa para los
teólogos que la religión se ocupa de aspectos válidos, pero no racionales, como
fe, gracia, transcendencia… Para los positivistas no puede ser un conocimiento
válido, podría tener un “significado” emocional, pero no se trataría un
conocimiento verdadero al no ser racional.
Esta visión es la que se refleja
en el común de las gentes: “La religión no es racional, pertenece a la esfera
de la creencia, o de lo que vulgarmente se llama fe (identificando fe y
creencia, cosa que como hemos dicho es un error.)” Para la gente normal, de la
calle, los dioses míticos de los “antiguos” serían algo religioso, pero no lo
sería los conocimientos científicos actuales, ni el mismo laicismo que nos
ocupa.
Según este uso, la religión no se
realiza en todos los niveles de la conciencia humana, sino sólo en los que no
son racionales. Y normalmente estos niveles racionales son los que se aprecian
como los más elevados a los que puede llegar el ser humano. La religión, por
consiguiente, sería una actitud humana que tendría que ser superada.
Pero, eso de que los niveles más
elevados de la conciencia humana sean los racionales está en cuestión. Las
experiencias místicas, las experiencias cumbres de conciencia, la
transracionalidad, los principios fundamentales de la filosofía perenne… están
siendo estudiados muy seriamente, y sus logros no pueden ser echados en saco
roto, más bien todo lo contrario, apuntan a una clara superación de la
racionalidad.
Nuestra cultura occidental es
deudora, ya por un tiempo, excesivo, del principio de racionalidad cartesiano:
“Cogito ergo sum”. Posiblemente R. Descartes expresó el error más básico,
aunque lo adoren millones de racionalistas, al identificar el Ser con el
pensamiento (reduciéndolo). El Ser es la Vida, es la Conciencia y ésta va mucho
más allá que el pensamiento, ¿Dónde si no queda el amor, la alegría, la
ilusión, el gozo, la tristeza, la ira…?
Por descontado que la
racionalidad es un gran logro conseguido por la raza humana. Que ha tenido que
evolucionar muchos cientos de milenios desde la primera etapa de conciencia, a
la que podríamos llamar arcaica o pleromática, para conseguir la etapa
racional, pero ésta no es la meta, no es el Punto Omega, que nos dirá Theilard.
La humanidad ha de transcender la racionalidad para auparse hasta esas nuevas
etapas, sutiles o causales, a esos niveles transpersonales que las conciencias
más evolucionadas (los místicos) de la Historia ya han conseguido.
Muy unida a esta visión está la del uso
de la palabra y del concepto religión como una regresión a las actitudes
infantiles y prerracionales. Está esta visión muy de moda hoy, sobre todo con
la visión del mundo que dejó Freud. En este sentido se ha de considerar que la
religión no es una actitud racional, pero tampoco pre-racional, sino
trans-racional, supone no una regresión a las actitudes de la infancia, sino
una transcendencia de la racionalidad que es asumida y negada a la vez, como
afirma Hegel.
La religión como compromiso en extremo
significativo e integrador
Según este uso, la religión es una actividad
funcional particular, no es que sea racional o no racional, sino que actúa en
cualquier nivel de conciencia tanto racional como no, y dicha actividad
consiste en buscar significado, integración…
Este uso, que es frecuente, refleja la
búsqueda de lo que Wilber llama maná en cada nivel, del significado… Cada
estado de conciencia exige una permanencia en sí mismo, una continuidad y para
ello necesita alimentarse, y lo hace comiendo de todo aquello que aumente su
poder, su fuerza, su eros. Así una persona que esté en el segundo grado de
conciencia, o estado mágico, p.e. Un practicante del vudú, se alimentará de
toda práctica, ceremonia, conversación… que le signifique a él un aumento de su
magia, sea real dicho aumento, o no. Pero, también un científico, que está en
el nivel racional, se alimentará de todo conocimiento, experimento… que le
sirva para alimentar su estado de racionalidad pura. En ambos casos encontramos
un compromiso humano con la realidad que da más cohesión y significado a la actitud
propia, al estado de conciencia en que se halla cada persona. Para el primero
la magia y para el segundo la ciencia tienen un carácter religioso.
De hecho afirmamos en nuestra forma
coloquial frases como la siguiente: “la ciencia es para él su religión” “su
verdadera religión es el dinero”.
La religión como proyecto de
inmortalidad
La idea, que en esta frase se contiene,
es que la religión consiste, en lo fundamental, en una creencia anhelante,
defensiva, compensatoria, creada para mitigar la inseguridad/angustia, creada
en la conciencia del ser cuando se hace consciente de que su muerte es un hecho
inevitable. En el fondo, muchísimas personas buscan en la religión el rechazo
de la muerte. La creencia en dicha inmortalidad, bien sea porque se crea que el
alma no muere, bien porque se espere la resurrección de los muertos, o la
reencarnación, o cualquier otra forma de supervivencia. Es una constante del
fenómeno religioso tal como lo conocemos y lo experimentamos en nosotros
mismos. Nuestra conciencia, esté en el nivel en que esté, necesita defenderse
de la angustia que produce la muerte cierta, y utiliza la religión como defensa
contra ella.
Quizás tengamos que meditar un poco
sobre el asunto y darnos cuenta que realmente no somos inmortales, meditar un
poco y aceptar el hecho de nuestra mortalidad. Algo que no se opone en absoluto
a otra verdad incuestionable, y que han conocido en su profunda experiencia los
grandes místicos: “Nuestro ego es mortal, nuestro YO es eterno, no conoce ni el
nacimiento, ni la muerte.”
Los cristianos debiéramos vivir la
resurrección no como un proyecto de inmortalidad, sino, como dice nuestro amigo
Panikkar, como Misterio de eternidad de cada momento y en cada momento.
AHORA[2].
Los cuatro significados de la religión
que a continuación se exponen, creo, que son de una gran importancia a la hora
de calibrar nuestra actitud religiosa y ver en cuál de ellas estamos de cara a
nosotros mismos, teniendo en cuenta que el Ser, el Misterio o Dios es “intimior
intimo meo”
Religión exotérica
Se suele llamar religión exotérica, (del
griego ezwteros = exterior) a todos los aspectos exteriores y preparatorios de
la práctica religiosa. Suele ser un sistema de creencias utilizado para apoyar
la fe. No es una religión inútil, si coexiste con la dimensión esotérica, pero,
sin esta es puro teatro. En el aspecto exotérico se ha de incluir todas las
doctrinas y rituales que constituyen al armazón de una religión
institucionalizada. Si alguna religión carece por completo de una dimensión
esotérica, entonces se la conoce como exotérica.
Religión esotérica
Se llama religión esotérica (del griego
‘esóoteros = interior) a todos los aspectos superiores, interiores y más
avanzados de la práctica religiosa, cuya meta es la transformación de la
conciencia y en última instancia la experiencia de Unión, de Identidad
Absoluta, la experiencia mística, que no tiene nada que ver con el éxtasis. El
éxtasis acompaña muchas veces a estas experiencias, pero no hay una relación de
identidad, ni siquiera de igualdad. Puede darse un éxtasis sin experiencia
mística, sino por razones muy diversas, desde el uso de drogas, hasta una
situación extrema en la vida; y puede darse, de hecho se da, la experiencia
mística sin éxtasis alguno. En nuestra cultura urbana hay una cierta
identificación que es totalmente falsa.
Religión legítima y religión auténtica
Me voy a permitir recordar en estos
momentos una pequeña anécdota personal. Formaba yo una tarde parte de una mesa
que presentaba un libro de carácter “religioso” (versaba sobre el cristianismo
oficial.) En el turno de preguntas y respuestas un señor que asistía al acto se
dirigió a mí para interpelarme: “¿Puede usted decirme cuál es la religión
verdadera? Porque de sus palabras se puede deducir que lo son todas.”
No viene a cuento la respuesta que le
dí, pero esta frase nos sirve para introducir el problema de la religión
verdadera, algo que desde pequeño viene sonando en nuestros oídos con machacona
insistencia, porque la iglesia institucional ha hecho causa beligerante de la
que ella llama “verdadera” sin tener en cuenta las diversas acepciones de la
palabra religión, ni la validez de la diversas experiencias religiosas que ha
tenido la Humanidad.
Lo primero que hemos de tener en cuenta
es la misma palabra verdadera. Religión verdadera sería en todo caso la que
estuviera fundamentada en la verdad. Sería muy pretencioso y vano de nuestra
parte afirmar que la verdad está aquí y no allá y por otra parte sería absurdo,
infantil, irracional negar la verdad o autenticidad de las experiencias
religiosas de todos los hombres que no profesen la misma religión exotérica que
nosotros (el Espíritu sopla cuándo y dónde quiere). Negar la autenticidad de las
experiencias de Buda, Lao-Tse, Mahoma, sólo por poner algunos ejemplos, es
sencillamente estúpido. Por ello creo que hay que comenzar precisando bien los
conceptos.
Y lo segundo que hemos de tener en
cuenta es el mismo concepto de verdad. Según la filosofía escolástica verdad es
la adecuación entre la mente que conoce y el objeto conocido. Si acudimos a lo
que se piensa por la mayoría de las personas sobre qué es la verdad, nos
daremos cuenta que se trata de una realidad representacional, pues todo el
mundo piensa que la verdad es una especie de plano de algo que llevamos en la
cabeza, cuanto más preciso sea el plano, o sea, cuanto más responda a ese
“algo” más verdad es. En ambos casos estamos viendo que la verdad está
exigiendo un dualismo: sujeto que representa frente a objeto representado.
Precisamente la religión, al menos en su
acepción esotérica, es un intento de superar este dualismo, si nos fiamos de
los místicos, que son quienes más profundamente han vivido la religiosidad. Por
ello, llamar a una religión verdadera es algo contradictorio.
Por lo dicho, entiendo que es más
preciso y correcto hablar de religión legítima y de religión válida.
Religión legítima
Es la que valida principalmente la
traslación, o sea, el movimiento, el cambio, que se produce en la conciencia
sin cambiar de nivel de evolución. Lo hace proporcionando, dicen los estudiosos
del tema, un buen maná y ayudando a evitar el tabú, proporcionando significado
y símbolos de inmortalidad.
Se trata de una escala horizontal. El
grado de legitimidad se refiere al grado relativo de integración,
valor-significado, buen mana, facilidad de funcionamiento, evitación del tabú.
“Más legítimo” significa más integrativo-significativo dentro de ese nivel.
Cuando el maná y los símbolos de
inmortalidad predominantes cesan, se produce la crisis de legitimidad. Esto
puede suceder en los niveles inferiores de la religión mítico-exotérica (por
ejemplo, las encíclicas del Papa, basadas como están en nociones biológicas
aristotélico-tomistas, superadas desde hace mucho tiempo, han perdido
legitimidad para mucha gente) y similar en otros niveles, p.e. El paradigma
newtoniano.
Es la religión de la que normalmente se
habla en muchos tratados de teología, en las homilías, encíclicas. Es la
religión asumida como compromiso, como proyecto de inmortalidad, la que
responde a las ansias que tenemos de no morir, de asegurarnos una vida eterna
(inmortal), cuando somos formas mortales, la exotérica[3]…
Cuando la religión en
cuestión deja de proporcionar
significado, integración o símbolos de inmortalidad, surge la crisis
llamada de fe, pero, sólo se trata de una fe legítima, no auténtica.
Religión auténtica
Es la que valida principalmente la
transformación de un nivel-dimensión particular. Esto es, la que exige con una
actitud verdaderamente esotérica el ascenso a un nivel de consciencia superior
al que se tiene. Normalmente estamos entre los niveles 3 ó 4 según el
desarrollo personal de la conciencia
Una crisis de autenticidad, como he
dicho, ocurre cuando una visión del mundo (o lo que es lo mismo, una religión)
prevaleciente se enfrenta con una visión de un nivel superior, que empieza a
emerger y gana legitimidad por sí misma. La nueva visión del mundo encarna un
poder transformativo nuevo y superior que se enfrenta a la vieja visión. Y ello
exige la transformación en la conciencia.
Corolario: El “grado de autenticidad” se
refiere al grado relativo de transformación real expresado por una religión
dada. Ésta es una escala vertical: “más auténtica” significa más capacitada
para llegar a un nivel superior.- (Cada uno, como cada místico, o cada experto
indicará cuál es su nivel superior).
Puede ser que todo lo dicho sobre la
religión aclare algunas cosas y confunda otras, pero es necesario para que
enfoquemos debidamente el problema de la relación del laicismo con la evolución
del Espíritu.
Pequeña historia de la evolución de la
conciencia
Todo empezó con un juego del Espíritu,
dicen los orientales, y por ello el Espíritu creó el Universo, el Mundo de las
Formas. La Biblia, nos dice algo similar: “...la tierra era un caos informe...
Y el Aliento de Dios (el Espíritu) se cernía sobre la faz de las aguas”
(Gen.1,2). Con el Big Bang hace más de 15.000 millones de años (en la
utilización que los estadounidenses hacen de los números, sería 15 billones)
comenzó todo. Es el origen de los orígenes. Los homínidos aparecieron, según
consta hoy, hace unos seis millones de años.
Hasta muy avanzado el siglo pasado, en
el seminario de Cádiz, por ejemplo, se enseñaba el creacionismo (aún hay
lugares superconservadores en los que
personas fanatizadas lo enseñan). Yo personalmente recuerdo alguna anécdota de
mi vida en el seminario, que me habla de mi furibunda oposición al
evolucionismo. Ya hacía más de un siglo que Darwin había hecho su famoso viaje
(1831-1836) que le sirvió para elaborar la teoría de la evolución. Hoy ya en
círculos teológicos muy serios se habla de la co-creación del mundo, han
cambiado mucho las cosas.
Pero la evolución, cuyo conocimiento se
ha desarrollado ampliamente desde Darwin, no sólo se atiene a los factores
materiales y biológicos (al cuerpo), sino que afecta a todo cuanto es, a todas
las dimensiones físicas, biológicas, psicológicas y espirituales de la
existencia, y por tanto, también a la conciencia. Quizás convenga señalar que
hoy se está haciendo una investigación sobre la conciencia que es una especie
de correlato psicológico del proyecto del genoma humano.
Y este estudio colectivo sobre la
conciencia ha conseguido ya muchas metas. La primera que tenemos que destacar
es el paralelismo, no identidad, entre la ontogenia (desarrollo individual) y
la filogenia (desarrollo colectivo) de la conciencia. Los pasos y peldaños que
va adelantando la raza humana, también lo adelantan casi sin esfuerzo los
individuos posteriores, por ejemplo, nosotros hoy tenemos una relativa
facilidad para acceder a la escritura, en pocos meses lo conseguimos, pero
fueron muchos cientos de miles (¿millones?) de años los que tardó la humanidad
en expresar algo por escrito.
La Dinámica Espiral considera que el
desarrollo (tanto ontogenia como filogenia) humano (de la conciencia) procede a
través de ocho estadios generales a los que denomina memes. Un meme no es sino
un estadio básico de desarrollo, que no es rígido, sino como olas fluidas que
dan lugar a la compleja dinámica espiral de la conciencia.
Por su parte Jean Gesber, y otros estudiosos
de la evolución de la conciencia posteriores, ha dividido la filogenia en
varios períodos que van desde el Arcáico hasta el Existencial. Esta división es
un tanto arbitraria, o como se diría en filosofía escolástica medieval,
distinctio rationis cum fundamento in re, podría dividirse en más estadios,
pero estos explican suficientemente el desarrollo de la misma a través de la
historia y prehistoria.
Esta evolución de la conciencia a lo
largo de los siglos, este ascender constante del Universo hacia niveles siempre
más elevados, no es sino la manifestación del Espíritu en la Forma, este Eros
que impulsa constantemente la realidad universal hacia un Telos siempre más
allá, es el Espíritu volviendo a la casa de la que partió al Principio, pero
sólo en apariencia porque “volvemos a la Casa de la que nunca en verdad, en
esencia hemos salido” según las afirmaciones de todos los místicos habidos en
la humanidad. Cuando se busca algo es porque ya de alguna manera se conoce ese
algo, de lo que no sabemos absolutamente nada no nos preocupamos en absoluto,
mucho menos lo buscamos.
Y esta evolución de la conciencia o
presencia del Espíritu en la Forma ha pasado muchas etapas, todas ellas
cargadas de esa Presencia y Plenitud, la propia de cada momento. Comparar la
etapa Arcaica con la Racional es una insensatez total, es como querer comparar
el ir de un lugar a otro caminando o hacerlo en avión. Todo es Presencia el
Espíritu, pero adecuada al momento y la forma.
La
primera etapa es la llamada Arcaica o Pleromática en la que el hombre
(la humanidad) sólo intenta sobrevivir, en la que no importa más que el
alimento, el agua, el calor, el sexo, la seguridad. Apenas si existe el yo
diferenciado, la vida requiere la agrupación en hordas para sobrevivir. (Por desgracia, o no, aún
hoy hay muchos humanos en este nivel primitivo, prehistórico).
La segunda es la llamada Mágica. Es el
período determinado por el pensamiento animista. Los espíritus mágicos llenan
la tierra y hay que satisfacerlos con hechizos. Los hombres se agrupan en
tribus étnicas que quedan cohesionadas por los ancestros, los espíritus de los
antepasados. (De esto tiene mucho los equipos deportivos, las supersticiones
mágicas, muchas de las oraciones de petición y no digamos las promesas hechas a
la Virgen y a los santos, las apariciones... Se trata de una de las primeras
etapas de religiosidad habidas en la prehistoria. ¿No habrá que ayudar a toda
esta gente a evolucionar en el nivel de conciencia?).
La tercera es la Agraria, también
llamada de Mítico-pertenencia. Agraria porque el nivel de conciencia del hombre
promedio sube hasta este peldaño en el Neolítico, cuando se hace cultivador de
los campos y comienza a vivir en ciudades-estados. Y Mítico-pertenencia porque
el hombre se integra en la ciudad en un orden mítico. La magia ya no le
satisface, se ha dado cuenta con el paso de cientos de miles de años, de que
los espíritus de los antepasados o no existen o no tiene poderes sobre las
cosas. Se da cuenta de que la vida tiene un sentido, un Orden impuesto por Otro
que al no conocerse se re-crea en el mito (las mitologías)[4], que nada tiene
que ver con la fe, que recibe distintas formas en distintos contexto culturales
sobre la base de una experiencia trascendente similar. Este orden impone un
código de conducta basado en principios absolutistas y fijos acerca de lo que
está “bien” y de lo que está “mal”. Quien acate el código será recompensado,
quien lo rechace será condenado. Se establecen las jerarquías sociales y religiosas
rígidas y paternalistas. Sólo hay un modo correcto de pensar. (Establece el fundamentalismo
religioso que todavía inunda el mundo, y no precisamente sólo el musulmán. A
este respecto se puede consultar, si se quiere, mi entrada en este blog sobre
la mentalidad agraria de la iglesia católica). Aún cerca de la mitad de la
población mundial está en esta etapa de la conciencia, con sus consecuencias de
fundamentalismo religioso. Miremos a nuestro alrededor. Y no afirmo que en esta
etapa no haya presencia del Espíritu, sino que es una etapa que gran parte de
la humanidad ha dejado atrás, y que el Espíritu se manifiesta de una forma más
avanzada. Así como sería improcedente tratar de imponer una religiosidad laica
en el seno de una sociedad inundada de dioses, también lo es a la inversa,
mantener una visión agraria en una etapa de la conciencia que habla de
racionalidad. ¿Por qué no seguimos alumbrándonos con antorchas? ¿Por qué no nos
trasladamos de una ciudad a otra a pie? Es la mentalidad azul (el color del
meme) de los conservadores.
La etapa racional.
En esta ola el yo escapa de la
mentalidad azul del rebaño y busca la verdad y el significado en términos
individuales. Es un nivel hipotético-deductivo, experimental, objetivo,
mecánico... en definitiva científico. El mundo se presenta como una máquina
engrasada que funciona siguiendo sus leyes
naturales que pueden ser aprehendidas, dominadas y manipuladas en propio
beneficio. Aunque los comienzos de esta etapa se puedan colocar allá por el
entorno de 1000 años antes de Cristo, su expansión y momento álgido se
corresponde con el Renacimiento y la Ilustración. Galileo al querer medir las
cosas, Descartes al introducir la racionalidad como forma de alcanzar la verdad
y más tarde Kant con sus demostraciones de la falta de fundamento cognitivo de
la metafísica son los prohombres de esta etapa naranja (meme) de la evolución
de la conciencia. Y como todas las etapas son la expresión, adecuada al
momento, del Espíritu en el mundo de las Formas.
Hay otras etapas superiores del nivel de
conciencia (visión-lógica, psíquica, sutil, causal, no dual, y de todas ellas
hay místicos que dan testimonio de su existencia), pero a nosotros por lo que
compete al tema que nos trae el título, no nos interesan, por lo que las vamos
a dejar para en otra ocasión poder estudiarlas con alguna seriedad.
Como ya se ha dicho repetidamente, la
Forma propia de cada etapa de la evolución es la expresión o manifestación del
Espíritu en la Forma y querer mantener una etapa ya pasada, como la mítica o la
mágica, es oponerse al desarrollo propio del Espíritu en el mundo manifiesto,
es poner obstáculo al proceso por el cual el Espíritu se va haciendo patente
identificándose con la conciencia.
Estas etapas no son simplemente formas
distintas de ver el mundo concreto ya predeterminado, sino que en la medida en
que el Kosmos llega a conocerse a sí mismo más plenamente, emergen realmente
mundos diferentes. Las diferentes visiones del mundo crean, actualizan
diferentes mundos, lo cual es algo muy distinto al hecho de contemplar el mismo
mundo de forma diferente. No es que exista un mundo concreto y predeterminado
que pueda ser contemplado de formas distintas, sino que, en la medida en que el
Kosmos llega a conocerse a sí mismo más plenamente, emergen mundos diversos. El
Kosmos no está acabado, se está realizando continuamente, cada vez es mayor la
manifestación del Espíritu. No es el Mundo del momento del Big Bang que el
actual. Y el Mundo, no sólo la materia, sino la biosfera, la noosfera, la
conciencia... siguen ampliando su realidad y co-creando un Mundo que manifiesta
el Absoluto, el Vacío (budista), el gran Otro, el Espíritu, Dios...
La visión que se tenía, y se tiene, de
las cosas no es algo dado que se va percibiendo, sino también algo no realizado
que se va co-creando. No tenemos más que mirarnos a nosotros mismos y
compararnos con nosotros mismos, cuando teníamos treinta o cuarenta años menos,
¿No hay algo ganado y otro algo perdido en el camino?
En esta última etapa, la racional, hay
que destacar ciertos aspectos. Aunque empezara hace unos 3.000 años, no quiere
decir que toda la humanidad haya avanzado hasta este nivel de conciencia, ya se
ha dicho que estas etapas son como olas que se confunden unas sobre las otras.
Sólo hablamos del nivel promedio de la humanidad. Por supuesto, hay muchos
niveles de conciencia dentro de la sociedad, e incluso los hay dentro de cada
individuo en función de la línea que se considere en él (moral, cognitiva,
religiosa, afectiva...). Los aspectos a considerar son: la religión y
metafísica premoderna o premodernidad, la modernidad y la postmodernidad.
Y es necesario considerar estas
subetapas porque la visión del mundo (y su realidad) y con ella la religión ha
cambiado radicalmente.
En la premodernidad, la subetapa de la
Edad Media se mantuvo la visión del mundo que venía dada por la Gran Cadena del
Ser. Visión que puede ser resumida, por razón de la brevedad, en el Gran Tres:
Arte, Moral y Ciencia. El Arte era la subjetividad, la Moral la
intersubjetividad, y la Ciencia era el ello. Toda esta visión estaba animada
por la religiosidad, que era de orden mítico, religiosidad que aún hoy sigue
dominando muchas mentes y estructuras humanas y religiosas. El Arte, la Moral y
la Ciencia no se concebían tal como son concebidas hoy, sino que formaban en sí
mismas una fusión, una sola cosa, no cabía Arte, Moral ni Ciencia que no
fueran dominadas por el criterio
religioso de la jerarquía eclesiástica. El Arte expresaba comúnmente las
distintas mitologías religiosas, sobre todo la cristiana, la Moral de los
decretos eclesiásticos imperaba, junto con la fe (asentimiento externo) en los
dogmas, y todo bajo del peligro constante de la inquisición, la Ciencia
argumentaba a partir de los prejuicios concebidos por aquellas mentes
infantiles a partir de una lectura literal de algunos pasajes de la Biblia. No
me entretengo en repasar algunas de las páginas de la llamada Ciencia Medieval
que argumentaban por ejemplo que el rostro del hobre tenía que tener siete
orificios y sólo siete, o que la tierra era el centro del Universo... pues todo
esto es anecdótico y lo importante es destacar que el Arte la Moral y la
Ciencia estaban fusionadas y bajo el criterio déspota del dogma impuesto y
alejado del verdadero sentido del amor de Cristo.
Con la modernidad apareció un vuelo en
la conciencia del hombre. Hace 1600 años Galileo se empeñó en medir las cosas.
Y comprobó que la que rota es la tierra y no el sol, y la Ciencia empezó a
despegarse de la Moral y del Arte. Y así, poco a poco, empezó la grandeza de la
modernidad que primero con Descartes y más tarde con Kant y la Ilustración
diferenció el Gran Tres: Arte, Moral y Ciencia, que ya no tuvieron que someterse
el uno al otro y sobre todo no tuvieron que someterse al despótico imperio de
una fe mítica que los subyugaba y no los dejaba caminar su propio camino. Esta
diferenciación fue la gran conquista de la Modernidad.
Mas poco a poco, la Ciencia y el
empirismo sensible fue enamorando a las mentes y fue dominando a la Moral y al
Arte, y sobre todo terminó despreciando todo aquello que no cayera bajo el
control de los sentidos, del empirismo craso de los mismos. Con lo cual aquella
diferenciación inicial entre las parte del Gran Tres se convirtió en
disociación, es más se eliminó toda dimensión que no fuera sensible y
experimentable por los sentidos. Con lo que consiguieron, como dice Wilber,
tirar al niño que bañaban (lo espiritual y subjetivo) junto con el agua sucia
del baño (la fusión del Gran Tres).
Para que haya verdadera evolución es
necesaria la diferenciación posterior a la fusión, pero luego ha de venir una
integración en la que los elementos diferenciados pasen a ser parte de un todo
emergente superior.
Posteriormente, el idealismo de los
siglos XVIII y XIX con Schelling y Hegel a la cabeza intentaron esta
integración, considerando la Historia como el Espíritu en acción, pero
carecieron de los medios prácticos para perpetuar sus logros e intuiciones, a
parte del fervor con que el mundo académico recogió los avances del empirismo
radical (en buena medida como reacción ante la imposición tiránica del dogma
religioso).
El postmodernismo reaccionó contra la
visión estrecha de la modernidad que no tenía en cuenta la relación de los
sujetos entre sí a la hora de formar una Cultura (No voy a introducirme ahora
en la versión patológica del postmodernismo radical, que hasta llega a caer en
una clara petición de principio). Sus teorías (nueva forma de avance de la
evolución del Espíritu) se basan en tres ideas fundamentales:
1. La realidad no está, en modo alguno, predeterminada,
sino que es en muchos sentidos una construcción, o una interpretación. (Este
principio que no tenemos tiempo de desarrollar, ni es nuestra misión, elimina
de un tajo toda la metafísica medieval, algo que ya había hecho con mucha
hondura I. Kant con sus famosas y profundísimas “Críticas”).
2. Todo significado depende del contexto y
estos son ilimitados.
3. La cognición no es privilegio de ninguna
perspectiva concreta, con lo que dan origen al “aperspectivismo integral”
En este aperspectivismo integral
es donde se sitúa, o ha de situarse, el laicismo, un laicismo sin patologías.
Ha de ser esa postura que tenga en cuenta todas las subjetividades (y por ende
religiosidades) y no prime a ninguna sobre las demás, sino que a todas las
mantenga en la realización justa y adecuada de los derechos humanos. Esto, sin
dudas, es, a mi entender, un gran avance en el camino de la realización del
Espíritu, del Amor en el mundo de las Formas y del Tiempo en el que nosotros
aún estamos.
Llegar hasta aquí ha costado muchos
miles de años de evolución, evolución que aquí no ha de quedar parada, sino que
ha de avanzar hacia nuevos horizontes, hasta llegar al Punto Alfa, que nos dice
Theilard, que no es otro que la Plenitud, que a veces atisbamos en un gesto de
amor hacia alguien tan entrañable como la pareja, un hijo, una nietecita...,
Punto Alfa que los cristianos vemos en la consumación en Cristo y en el Padre
por el Amor que es el Espíritu, ese Espíritu que no para de manifestarse bajo
las más diversas formas y maneras (entre ellas el mal “o bien” llamado
ateísmo). Por ello Jesús nos advertía: ”Quien tenga oídos para oír que oiga”.
Por supuesto, no todas las formas de
religión reaccionan de la misma manera ante el laicismo. Por ejemplo: la
religión asumida como proyecto de inmortalidad, que lo que intenta es sólo
mitigar la inseguridad existencial del ser humano, si se sitúa en la época
agraria, como sucede con muchísimos católicos que no han avanzado más, el
laicismo es el horror que ataca directamente su propia seguridad existencial.
La religión exotérica, la que se refiere
a los aspectos exteriores de cualquier religión que tiene aspectos interiores y
sublimes. La que tiene un sistema de creencias utilizados para apoyar la fe,
pero carece de toda dimensión esotérica en la mayoría de sus adictos, algo que
también pasa mucho con la religión católica oficial. Esta se interpreta a sí
misma como la única verdadera y legítima, pues es la única que a su juicio se
basa en hechos históricos fundamentados (algo dudoso en principio que el hecho
histórico sea fundante de la mal llamada “religión verdadera”). Para esta expresión
externa el laicismo es la personificación del mal, pues en su postura
aperspectivista equipara la verdad con el error.
Para la religión auténtica el laicismo
no es más que un paso adelante hacia un nivel de transformación más profundo,
impulsado por un amor universal. Es más el laicismo en sí se convierte en una
mayor exigencia de autenticidad, de Amor que sabe ponerse en la perspectiva del
otro. ¿No nos suena esto a ama a tu prójimo como a ti mismo (porque es tú
mismo)?
José A. Carmona
[1]Una vez más me niego a emplear
la manida fórmula hombre/mujer por dos razones.
La primera porque hombre no se
opone a mujer, pues no es sinónimo de varón, sino que en su significado abarca
los dos polos de la humanidad
La segunda porque no haría más
que un servicio al machismo, actitud que se quiere reprochr con la fórmula
hombre/mujer, porque estaría identificando
a hombre (ser de la especie humana) con varón (uno de los dos polos de
la humanidad).
[2] El tema de la resurrección
merece un Tema aparte. Como apunte sólo diré que resucitar es la meta de
nuestra vida, o sea, caer en la cuenta de que en lo más profundo de nuestro Ser
somos Amor y Eternidad. Y con este significado podemos leer más profundamente
el relato de la resurrección en los evangelios.
[3] Casi todas las formas
institucionales: liturgia, doctrina, moral… de la religión católica pertenecen
a la religión legítima. Tan sólo los místicos (de todas las épocas y
religiones), los espirituales fueron capaces de asumir la transcendencia
vertical, dejando la legitimidad horizontal
[4]Hay una acepción de la palabra
mito que es totalmente positiva, cuando éste no es interpretado de forma
literal, sino que se percibe su contenido transcendente. Contenido que en cada
etapa de la evolución de la conciencia tendrá una forma de expresión diversa.
Por ejemplo, para los cristianos (y los no cristianos) la resurrección como
Realidad que supera el tiempo, el espacio y las formas y nos aboca a lo más
profundo de nuestro Ser.
____________________________________
José Antonio Carmona Brea