lunes, 28 de febrero de 2011

EN CONSTANTE CAMPAÑA ELECTORAL

Los españoles estamos en continuas campañas electorales. Al día siguiente de la celebración de unas elecciones todos hacen sus valoraciones y todos han ganado, aunque algunos hayan recibido un fuerte castigo por el rechazo ciudadano. Se buscarán estrategias para, desde el primer día, empezar la persecución del “enemigo”. También, en lo que se suele llamar “precampaña”, los “aparatos” de los partidos políticos están muy ocupados preparando sus listas electorales, colocando a sus fieles, a los que se les debe un favor o se espera recibir apoyos de ellos o de sus familias.

¿Olvidan los dirigentes políticos que la gente honrada y preparada no dará su voto a personas que hacen de la política su “modus vivendi”? La mayoría de los ciudadanos esperan que la noble acción política se desempeñe con dignidad y siempre al servicio del ciudadano. La gente está harta de que, una vez elegidos se olviden de las promesas electorales y busque sus propios intereses. ¿Por qué tienen tanto miedo los “Aparatos” de los Partidos a las listas abiertas? No sirve la respuesta simplona de que habría que cambiar la Ley Electoral. Leyes se modifican e incluso se inventan algunas que nada tienen que ver con los verdaderos intereses de los ciudadanos.

La sociedad necesita personas en las que poder confiar y que sepan administrar los recursos públicos con justicia, equidad, con eficacia y eficiencia. Se suele decir que el perfil de los políticos debería ser de personas preparadas bien pagadas; sería rentable. Se evitaría la multitud de asesores y enchufados. Por supuesto esos sueldos deberían ser fijados objetivamente y de forma reglada. No tendrían cabida los mediocres puesto que al ser listas abiertas el pueblo elegiría a los mejores. La política se convertiría en un servicio al pueblo, desde el pueblo y con el pueblo.

Continúa, una vez más, el baile de descalificaciones improcedentes. Los programas electorales de los diferentes partidos los conoceremos a través de las críticas que les hacen los adversarios. No aprenden que “la crítica por la crítica” no es aliciente para la gente razonable. En el 2011 se necesitan personas que sean referentes objetivos, despojados de intereses partidistas, que sean una especie de aldabonazo para que los ciudadanos se fíen de sus representantes.



A veces los nuevos ricos surgen de la corrupción La corrupción nunca puede verse como un hecho normal, ni se pueden admitir “niveles de corrupción”, ni consensuar acuerdos para pasar página. Desde una genuina interpretación política no se puede aceptar, de ninguna de las maneras, la existencia de la corrupción, sin una lucha contundente contra ella. La lucha contra la corrupción está en la misma naturaleza de los partidos políticos democráticos y en la misma naturaleza humana, cuando busca el bien.

La corrupción, el robo, el fraude y el engaño, la opresión y la pobreza son realidades concretas. Y también son concretos los responsables. Hay repetir una vez más que el ejercicio de la autoridad política en las instituciones representativas debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común. Es entonces cuando los ciudadanos estamos llamados a colaborar en el bien común. Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, abusa de su autoridad los ciudadanos tienen la obligación de defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de la autoridad que se haya convertido en ilegítima buscando sus propios intereses.

Los Partidos, dentro de sus estrategias, deberían esmerarse en presentar, bajo sus siglas, a personas honradas y dispuestas a consagrar sus esfuerzos al bien común. ¿No serán las Listas Abiertas el antídoto de la corrupción?

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com

viernes, 11 de febrero de 2011

Reduccionismo simplista


José A. Carmona Brea
Quiero comenzar este breve escrito con una afirmación que nos es más que una obviedad, mas lo hago con la intención de que esté muy presente en mi conciencia mientras escribo esto. “No soy puro”, por tanto, todo cuanto digo aquí nace del conocimiento de mi propias imperfecciones, y no sólo por ser humano, sino también por ser José Antonio. “Quien esté libre de pecado tire la primera piedra (Jn 8,7)”.
Me preocupa y seriamente el reduccionismo simplista (la expresión no es usada comúnmente, incluso el Diccionario de la RAE en 21ª edición no la recoge, pero es inequívoca) que nos rodea en esta sociedad y que llega hasta los rincones más íntimos y recónditos de nuestras vidas. Llega a nuestros escritos y envenena nuestros pensamientos. Cierto que hay escritos en este blog -Compañía 19- que, a mi juicio, están impregandos de aquella soberana sencillez que nos aconseja el Sermón del Monte: “prudentes y sencillos”, sin doblez, verdaderamente in-genuos en su sentido etimológico ( en sánscrito: “el que no divide”, el que ama a todos), pero muchos otros están empapados de ese reduccionismo, tan ¿humano? -¡y tan poco cristiano!- ¿No es acaso lo cristiano lo que es profundamente humano?

Llamo “reduccionismo simplista” a la actitud, siempre llevada a cabo, de reducir las cosas, y sobre todo, las causas de los hechos a una sola, cuando en verdad son múltiples y complejas, y hacerlo con una perspectiva simplista: de simplón -mentecato-, no de sencillo: aquel que ha llegado a amar sin exclusiones. El que ha llegado a la no-dualidad. Todos nos sentimos con el poder de enjuiciar las situaciones, los hechos e incluso a las personas, sin haber procurado antes adquirir el conocimiento suficiente para emitir dichos juicios con equilibrio y ponderadamente. No me estoy refiriendo a un análisis crítico, sino a la crítica que procede con poco fundamento-conocimiento, y sale de las emociones irracionales: odio, antipatía, desprecio, aversión...

Tenemos el maniqueísmo inyectado en la sangre: Los buenos y los malos. Éstos son los culpables de todos los males, aquellos pobres víctimas de los segundos. A mi juicio, tan limitado por mi experiencia y tan válido por humano, ya en el seminario (con la mejor intención sin dudas) ya nos educaron en esta línea, nos educaron para que nos consideráramos los buenos y elegidos y para condenar como culpables a los otros. Nos proponían en cada lección de teología un apartado con los que llamaban enemigos (de la tesis propuesta en la lección), los que pensaban de forma distinta a la propuesta en dicha tesis que se enseñaba como verdad, muchas veces “de fide, o de fide catholica”... “Nosotros y los enemigos -adversarii-” Pese a ello, se condenaba “de palabra” el maniqueísmo como “herejía”.

Se nos cuela en lo que pensamos, en lo que decimos y escribimos, nace en nuestras entrañas y es más fuerte que la razón. ¡Tenemos que echar a alguien las culpas de que haya cosas que no nos gustan! Y nuestro juicio elaborado desde nuestra parcialidad nos parece la cosa más evidente, la más verdadera del mundo. Y como tal lo exponemos a los cuatro vientos.

Lo que para mí es más curioso de todo esto es que dichos juicios no sólo los emitimos convencidos de su verdad, sino que creo que todos la tienen, mas solamente en parte. La tienen dentro del contexto evolutivo al que pertenecemos las personas que los emitieron y los emitimos. Sinceramente no creo que nuestros escritos, en general, pretendan mentir, confundir, sino aclarar lo que a juicio del que lo escribe, seamos quienes seamos, es la verdad.
Pero, no podemos olvidar que la verdad es evolutiva, queramos aceptarlo o no. Y lo que sirvió como verdad (intencional, proposicional...) en la Prehistoria o el Medievo en muchos aspectos (religioso, moral, político, social, médico, filosófico, astronómico, matemático...) hoy no es sino ignorancia y despropósito, pues el hombre evoluciona con la conciencia. La idea de lña existencia del infierno, por ejemplo, en aquellos momentos mediavales sirvió a aquella sociedad, hoy no sirve de nada, al contrario es un palo puesto a las ruedas de la razón. Y los mismo hemos de decir de los absolutismos, dictaduras, geocentrismo, antropocentrismo, visión mítica de Dios...

Por descontado que estoy hablando de la verdad proposicional o interpretativa: El mapa mental -intencional- que tiene el sujeto del objeto representado, -lo real-. Pero, conforme va cambiando la conciencia en su evolución o desarrollo, cambia también el mapa y el objeto (se va transformando el mundo) y no meramente en el aspecto físico.

La conciencia del hombre mágico está polarizada en extremo entre el bien y el mal. Es una conciencia tribal que aún permanece y no solamente en las tribus urbanas, sino en todos nosostros. Los de mi tribu (los que piensan como yo, los de mi iglesia, los de mi partido, los de mi equipo de fútbol...) son los buenos. Los otros, los malos a los que hay que borrar del mapa (a tiros, con la palabra, con la descalificación, la demonización, el desprecio...). ¡Esos brujos y brujas son la causa de todos los males! ¡El miedo a lo diferente! ¡La falta de conciencia que no percibe fronteras, sino cercanías!

Tenemos mucho aún de esta conciencia mágica, transformada para gran parte de los humanos más evolucionados -con carreras, estudios, profesiones liberales, como profesores, sacerdotes...- en mítica, sobre todo en materias religiosas o políticas. En la misma nuestra interpretación de la Realidad responde al acatamiento de un código de conducta impuesto por Otro (al que se le llama Absoluto, Poder político, Jerarquía religiosa...). Para este tipo de conciencia no hay evolución posible. Lo que está mal, está mal. Lo que está bien, está bien.

Pero la conciencia humana ha seguido evolucionando y seguirá in saecula.
“No juzguéis y no os juzgarán. No condenéis y no os condenarán...(Lc 6,37)” Palabras puestas en boca de Jesús que en modo alguno significan que no tengamos criterios, que seamos unos conformistas, que no nos muevan las injusticias... Jesús de Nazaret mostró tener un criterio tan pleno y válido que lo mantuvo hasta la cruz. Su criterio fue estar a favor de todos, sin excepción. Amar sin exclusiones. Lo que no se opone al discernimiento: ¿Nos dice el mismo evangelio de Lucas: “Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que se debe hacer? (12,57. También Mt 16,2..)”

Y como Jesús, todos los grandes místicos axiales de la historia, Buda, Zoroastro, Mahoma. Recordemos a Lao Tsi: “Vence al mal con el bien.” ¡Y qué decir de los místicos seguidores de Jesús! Desde Pablo a Teresa de Calcuta.

Nada tiene que ver tener criterio, ni hacer una crítica seria y ponderada a las instituciones, que normalmente se esclerotizan, con el reduccionismo simplista. Mas bien, tener criterio exige no caer en el reduccionismo simplista, pues aquél sólo puede estar basado en una fuerte formación humana (no la confundamos con la erudición, con unos estudios universitarios...), que nos aleja de culpabilizar y nos acerca a la comprensión, y el reduccionismo es el recurso de quien no la tiene, aunque pueda tener muchos estudios, es la actitud simplona -no sencilla- de mirar siempre hacia afuera y de culpar de todo lo que no me gusta a aquel que peor me cae. Pese a ello, entiendo que nadie hay tan ignorante o malvado que no tenga algo de verdad (proposicional) en sus afirmaciones.

Criticar no es culpabilizar, ni despreciar, ni minusvalorar, ni insultar... y no olvidemos que la crítica conlleva en sí misma el riesgo de que lo que se dice sea verdadero o erróneo, a la vez que nos exige una seria preparación tanto intelectual como moral. No soy árbrito de nadie, sólo expongo mi pensamiento.
José A. Carmona Brea

martes, 1 de febrero de 2011

UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA AVANZADA


En el Preámbulo de nuestra Constitución hay objetivos y aspectos que aún no están plenamente conseguidos. Puede ser oportuno hacer una reflexión sobre el grado de cumplimiento en la consecución de estos objetivos y las acciones que serían necesarias emprender para aproximarnos al objetivo concreto fundamental: "Establecer una sociedad democrática avanzada". Es verdad que hace unos años se experimentó un avance importante en el orden económico, pero no se pusieron los pilares adecuados para que ese progreso hubiera sido socialmente justo y duradero y las consecuencias se están pagando ahora. Hay quiénes dicen que en los años de bonanza empezamos a vivir por encima de nuestras posibilidades y, sin darnos cuenta o a sabiendas, nos lanzamos a disfrutar con más posibilidades de bienestar que las que realmente teníamos. Tal vez se olvidó que la cultura y la economía han de asegurar a todos una calidad de vida digna. ¿Abandonamos la cultura y creímos que con sólo la economía podíamos progresar? ¿Progresar hacia dónde?

Ahora hemos de preguntarnos si toda la sociedad ha colaborado realmente tanto en ese falso bienestar, callándonos a la hora de participar en la apropiación de regalos propagandísticos que nunca debieron ofrecernos ni pertenecernos como en dormir plácidamente en el silencio cómplice de la injusticia. El fortalecimiento de las relaciones pacíficas depende de la participación de todos. Me decía un amigo que no podemos permitirnos ahora mirar si todos los poderes públicos promueven las condiciones para que sean reales y efectivas la libertad y la igualdad y el bienestar para todos Ha llegado el momento, me decía, de arrimar el hombro para que haya bienestar para todos. Tal vez más que nunca sea necesario establecer un marco de prioridades y relaciones entre los valores superiores que propugna la Constitución: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Aunque pretender conciliar estos valores presenta complejos problemas, máxime en estos momentos difíciles por el paro.
Sin embargo, hay que jerarquizar esos valores y parece lógico que el primer principio que debe presidir la acción política ha de ir encaminado a proporcionar el marco más amplio posible de igual libertad para todos, hasta donde sea compatible la de cada individuo con la libertad y los derechos de los otros..
El segundo principio debe garantizar la existencia real de igualdad de oportunidades de manera que las desigualdades sociales, económicas y culturales que puedan darse sólo sean debidas al esfuerzo y mérito desarrollados por cada individuo.
El tercer principio debe exigir que la riqueza producida en la sociedad contribuya a mejorar la calidad de vida de los menos favorecidos. Las desigualdades sociales y económicas que existan en la sociedad, deben ser reducidas o corregidas mediante la intervención directa o indirecta de los poderes públicos.
Lo anterior lleva a fijar como primer objetivo de una sociedad democrática avanzada el desarrollo más pleno posible de las libertades; y como segundo, la liberación de las desigualdades injustas. Esto quiere decir que hay que promover la igualdad de oportunidades y garantizar un mínimo social adecuado a la dignidad de la persona.
Si pretendemos conseguir "ir a más" hemos de recordar que "progresista" no lo es todo el que lo dice, sino que progresista es aquel que contribuye a que haya más libertad, a que los derechos humanos estén mejor garantizados y sean más efectivos, a que las instituciones sean más democráticas y participativas, a que el pluralismo se desarrolle, a que el poder esté más distribuido y descentralizado, y a que la igualdad de oportunidades y el bienestar social estén cada vez más universal e íntegramente asegurados, sin privilegios.
Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...