viernes, 21 de noviembre de 2008

Falibilidad

Falibilidad
José Antonio Hernández Guerrero

Según la doctrina católica más ortodoxa, ni siquiera el Papa es infalible en todo lo que dice y en todo lo que hace, pero, sin embargo, si prestamos atención al tono categórico con el que hablan muchos cardenales, obispos, sacerdotes, laicos, políticos, profesores y periodistas, llegamos a la conclusión de que estamos rodeados por seres privilegiados que se consideran portadores y guardianes de las verdades más absolutas sobre cualquier cuestión humana o divina. Y esto lo hacen no sólo cuando hablan de sus asuntos, sino también, y sobre todo, cuando se refieren a temas alejados de su ocupaciones profesionales.
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No me estoy refiriendo, por lo tanto, a la modesta expresión de opiniones formadas a partir de nuestras experiencias personales sino a la formulación solemne de verdades indemostrables. Menos mal que los hechos se encargan de poner las cosas en su sitio y de desmentir esas afirmaciones categóricas, contundentes y dogmáticas.
Un ejemplo actual lo tenemos en el ámbito de la economía: hay que ver cómo los grandes especialistas y los políticos más cualificados se han visto obligados a confesar que se equivocaron en sus pronósticos, que ignoran las causas reales de las súbitas y bajadas de las bolsas, de la galopante inflación, de la pérdida de puestos de trabajo y que desconocen qué va a ocurrir en las próximas semanas. Pero si somos capaces de escuchar los gritos de los tertulianos, llegaremos a la conclusión de que son muchos los que sí saben con toda seguridad el origen, la naturaleza y las consecuencias de la actual crisis económica, financiera e hipotecaria, y no escasean quienes afirman, con idéntica contundencia, que ellos ya hacía tiempo que habían anunciado el derrumbe inmobiliario y que, como consecuencia, ya conocían con exactitud el aumento de las filas de desempleados.
En realidad, esta manera de comportarnos tiene que ver más que con nuestros conocimientos, con nuestro talante y, paradójicamente, con nuestras inseguridades. Paradójicamente este dogmatismo tienen el mismo origen la esa duda radical y permanente, esa inseguridad temerosa de quienes no se atreven a afirmar ni siquiera su propia existencia, de quienes temen ser rechazados por todos: son eses “imbéciles” –recordemos la etimología- que carecen del bastón de las convicciones en las que apoyar sus afirmaciones.
Mientras que no reconozcamos que somos falibles, que podemos equivocarnos, aun cuando hayamos considerado la prueba con el mayor cuidado y hayamos aplicado nuestras más altas capacidades mentales. El falibilista sabe que no está exento de cometer errores en su apreciación de las cosas. Se forma opiniones y las toma en serio, pero siempre tiene en cuenta la posibilidad de que a fin de cuentas no esté en lo cierto. Por eso está permanentemente pendiente para aprender de los demás, por eso, antes, mientras, y después de hablar, escucha y piensa.
Pero, quizás, lo más sorprendente de estos momentos sea el aumento de adivinos, de videntes, de echadores de cartas y de lectores de las manos y, en consecuencia, la creciente clientela de quienes acuden para conocer el futuro económico, familiar, social y profesional de ellos y de sus parientes.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El vuelo del alcatraz

El vuelo del alcatraz
José Antonio Hernández Guerrero

Invitado por la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía, acabo de realizar un sorprendente vuelo al ritmo cadencioso de un alcatraz, uno de esos pájaros mezcla de pelícano y gaviota, que, desde tiempo inmemorial, decidieron que los lugares más adecuados para vivir, para trabajar y para disfrutar eran los bordes marinos. Este sorprendente viaje ha sido posible gracias a la exposición que “Tannhausser Estudio” ha montado en el Centro de Arqueología Subacuática situado en el antiguo y remozado Balneario de la Palma de nuestra Caleta.
Les confieso que, aunque he disfrutado de lo lindo contemplando las vistas panorámicas de Javier Hernández, un fotógrafo sevillano que durante varios años ha sobrevolado la franja marina de Andalucía a bordo de un paramotor, también he experimentado cierto preocupación y, en ocasiones, he hecho algunas reflexiones propiciadas por los comentarios que, elaborados por 37 escritores, periodistas y poetas andaluces, explican cada una de estas fotografías.
A lo largo del recorrido por esta sorprendente exposición que nos dibuja la sinuosa franja que armoniza los tres factores principales de nuestro paisaje natural -la tierra, el cielo y el mar-, he podido comprobar cómo los bordes marinos son unos de los emplazamientos más propicios para la vida humana: para el trabajo y para la diversión, para el negocio y para el ocio. Pero también he advertido que son espacios muy frágiles porque están amenazados por la acción corrosiva de la propia naturaleza y por la actividad devastadora de los comportamientos humanos. Sus múltiples alicientes, que atraen a los que buscan trabajo y a los que desean descanso, a los artistas que eligen ambientes plácidos y a los deportistas ansiosos de superar retos, también constituyen permanentes incitaciones para los especuladores que pretenden beneficios rápidos y suculentos.
En mi opinión, esta sugerente manera de llamar la atención a los ciudadanos es un complemento valioso –quizás imprescindible- para que todos adquiramos conciencia de la importancia ambiental, estética y económica de nuestras costas, y de la obligación que todos contraemos en su conservación. Las investigaciones que realiza, los cursos que desarrolla y los trabajos que publica el equipo universitario dirigido por el catedrático Juan Manuel Barragán Muñoz, las actividades que lleva a cabo la Estrategia Andaluza de Gestión Costera de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, e, incluso, la participación de los agentes que intervienen en el litoral andaluz serán insuficientes para evitar las amenazas que se ciernen debido al imparable aumento de la población, al crecimiento de las actividades económicas, al agotamiento de los recursos e, incluso, al cambio climático.
Para lograr el objetivo de la dinamización de la economía mediante un desarrollo sostenible es necesario –urgente- que, además de propiciar un cambio radical en las pautas trazadas por la administración que gestionan nuestro litoral, los empresarios y, en general todos los usuarios seamos plenamente consciente de que, para evitar su deterioro, hemos de cuidarlo con esmero. Es posible –seguro- que, si se deciden visitar esta exposición, experimenten unas sensaciones inéditas ya que, sin duda alguna, redescubrirán otro litoral mágico muy diferente del que ustedes conocen en el que luces y colores se funden con el lejano brillo de las olas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

EL LOCO DE LA SALINA

ME TIENEN QUE MATAR PARA NO IR

No hay derecho. Se casan así de golpe y no han sido capaces de invitarme a la boda. No es que yo tuviera una especial amistad ni con él ni con ella, pero me ha dolido mucho el que ninguno de los dos se haya acordado de mí, aunque solamente fuera por cumplir conmigo y por guardar las formas. Deben saber que yo soy alguien. No en vano me tomé algunas copas con el novio y una vez me saludó la novia. Sin embargo se equivocan, si creen que me voy a dar por vencido y que voy a tirar la toalla así por las buenas. Yo estoy en la boda, cueste lo que cueste. Como no tengo otras cosas mejores que hacer, hoy mismo se pone en marcha la maquinaria. Hoy mismo voy a hablar con todo el que se ponga a tiro, porque yo voy a esa boda al precio que sea. Sé que él tiene amigos en Sevilla y lo primero que voy a hacer es colarme por allí y hablar uno por uno sobre el tema. Ella también tiene amigas que me pueden ayudar en la empresa. De mí no se pasa así alegremente. Cuando pienso que el cura les va a dar la bendición y que yo no voy a estar allí, me entran repelucos por el cuerpo y me pongo malo. Si se me viene a la cabeza el convite, ya es que me hundo en la miseria de pensar que yo no voy a brindar con los privilegiados asistentes que han recibido la invitación. Encima sé que han invitado al vecino del quinto, como si yo fuera menos que el desgraciado del quinto. Otra solución es colarme por la cara en la iglesia, pero no me parece bien, no me vayan a dar el corte de mi vida. De todas formas, si no me invitan, me lo pensaré, porque desde luego donde caben veinte, caben veintiuno.
Lo que más me duele es que han repartido invitaciones a gente que son menos que yo y que no tienen la categoría que yo tengo. Además debo tener cuidado, porque, basta que se entere el novio de que quiero ir a su boda, para que se emperre en que no. Y es que la última vez que le vi le faltó el canto de un euro para escupirme en la cara, porque le llevé la contraria al muy macarra.


No hay derecho, ¡mira que dejarme fuera por la misma cara! No es que yo me considere imprescindible, pero casi. Tampoco hace falta que me sienten en la mesa principal, ni que me den el mejor puro habano de la noche, ni siquiera que me den mi parte de la tarta. A mí me basta con sentarme en la última mesa y, aunque me pongan en un platito unas cuantas migajas, a mí no me importa, pero yo tengo que estar allí.
Tengo un sinvivir horroroso y no paro de dar vueltas nerviosas por el patio. Quizás no me han invitado porque saben que estoy loco, o porque para ellos soy un mojón pinchado en un palo. Se van a enterar de quién soy yo. Voy a dar tanto coñazo, que o me invitan o alguien va a acabar con los nervios de punta.

Desde aquí mismo, desde esta Información que llega a tantos lectores lo digo: que todos sepan que no me han invitado, pero que quiero ir a esa boda y que me tienen que matar para no estar allí con los demás comensales.

Bueno, me voy a tomar la pastilla y me voy a la cama antes de que se mosquee alguno y me perjudique en mis propósitos. ¡Vivan los novios! ¡Hijos de su madre!


Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...