sábado, 1 de noviembre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

EL LOCO DE LA SALINA

ME TIENEN QUE MATAR PARA NO IR

No hay derecho. Se casan así de golpe y no han sido capaces de invitarme a la boda. No es que yo tuviera una especial amistad ni con él ni con ella, pero me ha dolido mucho el que ninguno de los dos se haya acordado de mí, aunque solamente fuera por cumplir conmigo y por guardar las formas. Deben saber que yo soy alguien. No en vano me tomé algunas copas con el novio y una vez me saludó la novia. Sin embargo se equivocan, si creen que me voy a dar por vencido y que voy a tirar la toalla así por las buenas. Yo estoy en la boda, cueste lo que cueste. Como no tengo otras cosas mejores que hacer, hoy mismo se pone en marcha la maquinaria. Hoy mismo voy a hablar con todo el que se ponga a tiro, porque yo voy a esa boda al precio que sea. Sé que él tiene amigos en Sevilla y lo primero que voy a hacer es colarme por allí y hablar uno por uno sobre el tema. Ella también tiene amigas que me pueden ayudar en la empresa. De mí no se pasa así alegremente. Cuando pienso que el cura les va a dar la bendición y que yo no voy a estar allí, me entran repelucos por el cuerpo y me pongo malo. Si se me viene a la cabeza el convite, ya es que me hundo en la miseria de pensar que yo no voy a brindar con los privilegiados asistentes que han recibido la invitación. Encima sé que han invitado al vecino del quinto, como si yo fuera menos que el desgraciado del quinto. Otra solución es colarme por la cara en la iglesia, pero no me parece bien, no me vayan a dar el corte de mi vida. De todas formas, si no me invitan, me lo pensaré, porque desde luego donde caben veinte, caben veintiuno.
Lo que más me duele es que han repartido invitaciones a gente que son menos que yo y que no tienen la categoría que yo tengo. Además debo tener cuidado, porque, basta que se entere el novio de que quiero ir a su boda, para que se emperre en que no. Y es que la última vez que le vi le faltó el canto de un euro para escupirme en la cara, porque le llevé la contraria al muy macarra.


No hay derecho, ¡mira que dejarme fuera por la misma cara! No es que yo me considere imprescindible, pero casi. Tampoco hace falta que me sienten en la mesa principal, ni que me den el mejor puro habano de la noche, ni siquiera que me den mi parte de la tarta. A mí me basta con sentarme en la última mesa y, aunque me pongan en un platito unas cuantas migajas, a mí no me importa, pero yo tengo que estar allí.
Tengo un sinvivir horroroso y no paro de dar vueltas nerviosas por el patio. Quizás no me han invitado porque saben que estoy loco, o porque para ellos soy un mojón pinchado en un palo. Se van a enterar de quién soy yo. Voy a dar tanto coñazo, que o me invitan o alguien va a acabar con los nervios de punta.

Desde aquí mismo, desde esta Información que llega a tantos lectores lo digo: que todos sepan que no me han invitado, pero que quiero ir a esa boda y que me tienen que matar para no estar allí con los demás comensales.

Bueno, me voy a tomar la pastilla y me voy a la cama antes de que se mosquee alguno y me perjudique en mis propósitos. ¡Vivan los novios! ¡Hijos de su madre!


1 comentario:

luiyi dijo...

¡¡Buenísimo!!! Genial.

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