viernes, 25 de junio de 2010

EL SER HUMANO COMO INTERROGANTE

Juan de Dios Regordán Domínguez

El ser humano es un interrogante constante para sí mismo y para los demás. Nunca está acabado y siempre busca respuestas: ¿Por qué y para qué vivimos? ¿Qué es la felicidad? ¿Por qué se ceba el dolor con los más débiles?, ¿Cualquier tipo de vida es buena? ¿Qué es la muerte? ¿Y después de la muerte qué? ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene mi vida? Estas y otras muchas preguntas surgen inevitablemente a lo largo de la vida del ser humano.
A veces parece que podemos vivir sin plantear preguntas ni responderlas, pero, de vez en cuando, determinados acontecimientos las hacen patentes. La enfermedad, la vida misma y la muerte, nos las evocan. Tarde o temprano estas preguntas exigen respuestas, ya que la felicidad personal depende en gran medida de la capacidad que la persona tiene para responderlas en profundidad.
Lo que define con propiedad al ser humano es la necesidad de felicidad, de amor, alegría, paz, belleza, en términos insaciable y de plenitud. El ser humano no se queda en sí mismo, sino que aspira a la trascendencia. A través de la historia se ha expresado especialmente con el arte, las grandes obras y la religión que le liga a lo divino. El ser humano desde la infancia se manifiesta con estructura débil, pero con sed de infinito.
En momentos de silencio y de sinceridad profunda nos preguntamos qué somos y hacia dónde vamos, con quién y por qué nos acercamos al horizonte sin alcanzarlo. Precisamente desde este horizonte encontramos el sentido del presente. Horizontes claros ayudan a tener esperanza para caminar y vivir el presente. La esperanza va unidad a la utopía, a propuestas todavía no realizadas, pero que podrán llegar a ser.
La palabra “esperanza” está llena de sentido en su doble vertiente: saber caminar “hacia” y estar convencido del “todavía no”. La esperanza sólo es verdadera si el deseo que la fundamenta se encuentra orientado “hacia algo concreto”. Si no existe esa orientación a saber lo que se quiere, el ser humano siempre estará en una encrucijada en la que todo es posible. Si no hay valores que fundamenten las alternativas, si cualquier camino es efímero, si hay libertad sin contenido, no estaremos hablando de “esperanza” sino de vacío y desorientación del propio ser, caminando al absurdo.
Caminar en esperanza es saber aceptar el “todavía no”. Se trata de un sentimiento de deseos de plenitud, pero que nunca llega a tocar el horizonte. La esperanza se sitúa en ese espacio en el que sabemos que la vida se vive en continuidad y por etapas. Se experimenta la fragilidad de lo alcanzado y al mismo tiempo el deseo de alcanzar lo que vemos en el horizonte. Futuro y presente van cogidos de la mano. El futuro envuelve lo temido y lo esperado, pero si nos puede lo temido debilitaremos la esperanza.
Sin embargo, la toma de conciencia de la precariedad de nuestras actuaciones da a la esperanza una especial aptitud para acompañar al ser humano en su vivencia cotidiana. Se trata de saber que caminamos en la vida acompañados de unos sentimientos profundos que alimentan las expectativas para evitar que nos sintamos derrotados y al mismo tiempo evitar poner las metas del horizonte en lo imposible. Sin perspectiva y sin mirada al horizonte la vida humana dejaría de tener sentido. Por el contrario, caminar creyendo que todo tiene solución y luchar por ello llena de sentido la existencia humana El ser humano ha de evitar la desesperación y el orgullo. Hay que vivir con equilibrio la vida, sin miedo a la esperanza.

viernes, 11 de junio de 2010

LOS NUEVOS MITOS

Los mitos siempre han estado presentes en el hombre desde la antigüedad hasta nuestros días. Aparecen unos, se olvidan otros.

El hombre siente esta necesidad, no puede vivir sin tener esta referencia.
Alrededor de la vivienda, fundamental derecho del ser humano, se han creado los nuevos mitos.

Haciendo un poquito de historia reciente, observamos que de la casa de pueblo rural, se paso al patio de vecinos, posteriormente al piso en un bloque de hormigón, casa adosada…

Comienzan a crearse los mitos en torno al piso, que tiene que tener un salón más o menos grande, bien amueblado, recargado con cuadros y diversos abalorios que le den prestancia, distinción, dedicado a la recepción de visitas, cerrado habitualmente, no se usa. La mejor pieza de la casa inservible todo el año por si acaso llega alguien a vernos.

Para el “trote diario” de los moradores de la vivienda se crea “la salita” una habitación más pequeña, donde se vive apelotonado, con mesa camilla, sillas, mueble librería, televisión etc, etc, etc. Una existencia estrecha toda la vida, mientras el salón está ¡¡ ea ¡¡ “Esperando a Godó”.

La humanidad siempre evolucionando pensó que el piso era poco, había que llegar al chalet de los ricos, y si esto no podía ser, al menos acercarse lo mas posible, así nació la casa adosada que es “un quiero y no puedo”, un sucedáneo.

Esta conversación se podía escuchar fácilmente :

-Me voy a comprar una casa “endosada” porque ya estoy harto de piso, se está mas libre, así no tengo que aguantar al vecino de arriba.
Gran error, porque había que soportar al del lado derecho, izquierdo y al de detrás.
En lo que se acertaba plenamente, sin querer, es en llamarle “ un endosado” porque la vivienda era del Banco. Se había firmado una escritura hipotecaria que básicamente decía que si no se pagaba, la propiedad pasaba al Banco, se había firmado algo a favor de………, es decir un endoso.

Al adosado había que dotarlo, como estaba mandado, de algunos elementos imprescindibles, en primer lugar una buena barbacoa para las fiestas y reuniones, donde todo el mundo invitado, disfrutara muchísimo, solo que, en las convenciones, los dueños tenían que sufrir los rigores del fuego en pleno verano. A estos eventos acudía, como elemento básico, el cuñado con esposa e hijos, los vecinos de turno…, todos se ponían “morados” de comer. El color interno y externo del dueño era negro de servir platos de la barbacoa. La reflexión de los propietarios era simple, había que disfrutar y para eso se había hecho este artilugio.

Otra pieza importante era la chimenea que alimentaba “el fuego del hogar”, en esta tierra nuestra se usaba dos días al año en los que hacía un poquito mas frío de lo habitual. Este artificio ponía a prueba la paciencia del varón por el calvario de tareas a realizar antes de encender el fuego, ir por la leña a la huerta de…., apilarla en el sótano con cuidado en un lugar seco, barrer toda la broza. La siguiente fase subirla al sitio para encenderla.Cuando esto sucedía, en ocasiones, el humo sutil se extendía por toda estancia dándole un sabor a cueva del paleolítico. Había que estar presto para que las ascuas no se apagasen, ni el chisporreteo quemase el suelo de alrededor. Toda una odisea.

No se acaba aquí la cosa, el cuarto de baño había que dotarlo de un “yacusi” de no te menees, con múltiples chorros para un buen relax. Pero, eso si, como cosa cómoda para ducharse en verano la manguera del patio y en invierno en el cuartito de aseo, mas recoleto, muy asequible situado en la planta baja.

Otro de los sueños a realizar era construir una piscina en el trocito de terreno que tenía el adosado. Esto también era importante para pasar el verano sin tener que ir al mar. Te podías dar un chapuzón en cualquier momento sin tener que desplazarte, ni tragar la arena de la playa. ¡¡ Que delicia llegar del trabajo y encontrarse la piscina y el césped llena de amigos propios y de los hijos tomando el sol, algunas cervecitas y refrescos, esperando la llegada del trabajo del “rey de la casa”¡¡.

El tiempo se puede encargar de sustituir estos mitos por otros, si somos observadores ya los iremos viendo, de hecho, algunos se están ya desarrollando aunque el momento de crisis que vivimos no es el más idóneo para que afloren.
Algeciras, 10.06.10
Andrés Baquero

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...