jueves, 30 de octubre de 2008

Pensar en la muerte

Pensar en la muerte
José Antonio Hernández Guerrero

El filósofo vienés, Ludwig Wittgenstein, en un par de anotaciones de su Diario Secreto, tras confesar que siente cierta fascinación por la muerte, se lamenta de que, en la vida presente, no existe lugar para pensar en ella. Es posible que esta valoración –junto a motivaciones morales- le impulsara para que, a pesar de haber sido declarado inútil por problemas de salud, se alistara como voluntario en el ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial.


Nosotros, sin necesidad de recurrir a elucubraciones filosóficas, sabemos que nuestra existencia humana -ese entramado de recuerdos, de episodios y de deseos- es una ineludible convivencia con las muertes de los que nos han dejado la dolorosa huella de su ausencia y con el anticipo –más o menos consciente- de nuestra propia muerte.
Por mucho que pretendamos hacernos los despistados, la muerte es nuestro acompañante más fiel desde el instante del nacimiento. Hemos de reconocer, además, que, de la misma manera que los sufrimientos que acarrea -independientemente de sus circunstancias- pueden ser agravados por una inadecuada preparación, también, pueden ser suavizados por una oportuna preparación y por una correcta ayuda: igual que la zigzagueante ruta de la vida, el trance de la muerte puede ser bueno, malo y horroroso.

Es sorprendente, sin embargo, la coincidencia con la que, en la actualidad, desde sus respectivas perspectivas determinadas por sus diferentes intereses, los reclamos sociales y las propuestas culturales están logrando que, autoengañados, nos olvidemos totalmente de este ineludible y “vital” episodio.
El hecho cierto es que los pensadores, los periodistas, los educadores, los médicos y hasta algunos sacerdotes consideran este asunto como tabú y, sobre todo, que han perdido el sentido del valor de la muerte en su relación con las actividades diarias, y que no tengan en cuenta que es un componente esencial de la vida e, incluso, un factor que puede ayudar para que, aunque no prologuemos nuestro tiempo, sí intensifiquemos la conciencia de nuestra existencia.

La consideración de la brevedad de la vida y de la inevitabilidad de la muerte, en vez de paralizarnos y de diluir nuestro tiempo, debería estimularnos para que extraigamos de cada uno de nuestros episodios los jugos más esenciales y sustanciosos. ¿No creen ustedes que, en vez de agobiarnos negando la muerte, podríamos convertirla en un estímulo para aprovechar cada minuto de vida, para respetarnos, para querernos y para ayudarnos?

Es posible que –sin necesidad de recurrir a aquellas truculentas meditaciones sobre los novísimos- el pensamiento sereno sobre la muerte –sobre la nuestra y sobre la de nuestros seres queridos- nos empuje para que, de forma explícita, con amor y con respeto, hablemos de todas esas cosas buenas y bellas que, con demasiada frecuencia, sólo decimos en los funerales. Desde la perspectiva de la muerte vemos la vida de otra manera y, mientras algunas cuestiones pierden valor, otras por el contrario, recobran su importancia: hace posible un mirada distinta sobre la realidad, nos proporciona una claridad que disuelve esos ruidos que trivializan los asuntos que, reconsiderados, están llenos de sentido.

Si al pensar en la muerte miramos retrospectivamente a los momentos difíciles y soñamos ilusionados en un mañana mejor, es posible que intensifiquemos nuestro presente y prosigamos nuestra andadura liberados de lo peor de nosotros mismos y, quizás, nos ilusionemos con una convivencia más grata y más placentera.

lunes, 27 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA



EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

He leído en la prensa que llega a cuentagotas al manicomio que el comedor
de “El pan nuestro” de La Isla cumple hoy 16 años de existencia. Además leo que la cifra de personas necesitadas que recurren a ese comedor social va aumentando cada vez más y veremos cuándo se detiene, si se detiene.
La crisis sigue dando que sufrir y el número de parados no hay quien lo pare. Nosotros aquí tenemos por lo menos un techo, un plato de comida y un patio donde pasear y sacar a ventilar nuestras difíciles ideas, pero hay gente que no tiene nada de nada. Los locos estamos locos, pero no somos insensibles a tanta pobreza y miseria como estamos viendo y tendremos que ver por desgracia. Por eso desde aquí, antes de que me pongan la camisa de fuerza por decir verdades, le quiero tocar unas palmitas al padre Juan Mariano Jiménez Zayas, porque este hombre sí está llevando a cabo simplemente lo que dicen que dice el evangelio. Ni más, ni menos. Lo demás son gaitas, pamplinas y excesivos golpes de pecho delante de cualquier imagen de las muchas que saturan este pueblo. Como comprenderán yo no he inventado el orden de prioridades que marcaron los evangelios hace ya algún tiempo. Eso de dar de comer al hambriento está por encima de misas, credos y salves.


Nunca se cerraron las puertas de ese comedor, así lloviera, nevara, hiciera calor o frío, fuera sábado, domingo, martes, día festivo o año bisiesto. Y eso tiene un mérito extraordinario en una sociedad como ésta que va a lo suyo exclusivamente y que se olvida de los más débiles, porque la cuerda se parte siempre por ahí.


Hay otras personas que renuncian a ir al comedor, porque van tirando con lo que piden en la calle, aunque de esto se podría hablar largo y tendido, nunca mejor dicho. Algunos de estos señores y señoras dan un espectáculo gratis y denigrante a los que pasan por su vera, sobre todo a los niños. Siempre se les ve con una litrona de cerveza en la mano, borrachos y borrachas, sucios y sucias…

Por cierto, al parecer aquí se puede beber en la calle a garganta libre sin que la policía local se quiera dar por enterada del asunto. Lo que cuento no es una calumnia, porque se puede comprobar a cualquier hora del día en el mismo centro a la vista del que acierte a pasar por allí. Y eso no es necesidad, sino otra cosa que también tiene nombre. Por lo menos es lo que he podido ver cuando he salido de este manicomio a pasar unos días en la civilización. Y ya no sé si eso es normal o el que no es normal soy yo.


El padre Juan ha pasado por muchos agobios viendo que no podía más, que la economía no es de chicle y que tiene unos límites claros. Tampoco ha recibido ningún tipo de inyección de ésas que ahora sacan a flote a los bancos. Solamente ha contado con las escasas ayudas que ha podido recibir y sobre todo con esa fuerza interior que da la lucha por los más desfavorecidos. Enhorabuena. Aquí en el manicomio lo comentamos muchas veces. ¿No tendrá La Isla algún detalle con este hombre que, aun siendo cura, tanto se está entregando por los pobres?


Ya mismo parece que va a iniciar la campaña de Navidad recogiendo víveres, porque este año pintan bastos. Desde nuestro manicomio deseamos que el “Pan nuestro” cumpla otro montón de años más y que nosotros lo veamos, aunque por favor fuera ya de estas cuatro paredes, que ahora les toca a otros más locos que yo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Club de Letras Algeciras

Supongo -querido amigo Luis- que no te habrá llegado la información sobre el posible creación de un CLUB DE LETRAS en Algeciras.
Es un proyecto del Vicerrectorado de Extensión Universitaria que funciona con "excesivo" éxito de público en Cádiz y en Jerez.
Me han aceptado la condición de que la inscripción sea gratis, pero el Vicerrectorado exige que, al menos se inscriban diez miembros.

Mucho me temo que, debido que allí soy un desconocido, no se llegue a ese número.
Si conoces a algún aficionado a la lectura o a la escritura -de cualquier género y estilo- puedes decirle que entre en la página del Vicerrectorado de Extensión y se inscriba. Si llegamos a ese número, tendremos la ocasión de reunirmos una vez al mes para conversar sobre libros y leer nuestros textos.
Las sesiones serían los terceros viernes de mes por la tarde y durarían dos horas.

Club de letras en Algeciras


Definición
El Club de Letras no es sólo un taller de escritura.
Evitamos una concepción estrecha de sus actividades y, sobre todo, rechazamos de manera categórica una noción simplista de la escritura: no existen fórmulas mágicas ni procedimientos rápidos para la adquisición de las destrezas literarias.
Las expectativas de remedios milagrosas entorpecen el desarrollo de un proceso que es apasionante y divertido pero, también, arduo, lento.
Posee todas las características del crecimiento físico, de la maduración intelectual y de la educación de la sensibilidad artística.
El Club de Letras de Algeciras no se limitará a proporcionar técnicas, a dibujar pautas y a proponer recetas para redactar de manera correcta un texto, sino que, además, orientará y estimulará la formación de profesionales que estén dispuestos a contemplar, analizar, valorar y crear la realidad. Escribir es una manera diferente de interpretar la vida, una forma crítica y profunda de ver y de recrear el mundo.

ObjetivosLas diferentes actividades se apoyan, desde el principio, en una reflexión seria sobre la naturaleza de la literatura que estimula, orienta y fundamenta los procesos de lectura y de escritura. A partir de esta "teoría", se propone alcanzar los siguientes objetivos concretos:
1. - Abrir un espacio de encuentro, de trasvase de informaciones, de contraste de opiniones, de reflexión y de debate sobre la lectura y sobre la escritura de textos periodísticos, ensayísticos y literarios de los diferentes géneros, estilos y corrientes.
2. - Proporcionar principios rigurosos, criterios válidos y pautas prácticas de lectura y de escritura de artículos de opinión y de composiciones literarias.
3. - Orientar y estimular la crítica rigurosa de obras literarias.
4. - Suministrar métodos, procedimientos y recursos variados que faciliten la escritura de obras de diferentes niveles, contenidos y estilos.


Método
Esta reflexión compartida se apoya en unos ejercicios escalonados que estimulan y encaminan una práctica progresiva de la lectura crítica y de la escritura creativa.
Nuestra concepción de la Literatura, por lo tanto, es vital, englobadora y totalizante. La definimos como "una manera más consciente, más intensa y más plena –más humana- de vivir la vida". En consecuencia, partimos del supuesto de que los principios básicos de las diferentes Ciencias Humanas -en especial de la Lingüística, de la Semiótica, de la Antropología, de la Psicología y de la Sociología- constituyen una base sólida e imprescindible para la adquisición y para el desarrollo de las difíciles y complejas destrezas de la lectura y de la escritura.
Si nos apoyamos en esta fundamentación teórica, estaremos en condiciones de seleccionar y de aplicar los criterios de análisis diferentes desde las distintas perspectivas interpretativas y valorativas de los textos de distintas épocas, géneros y corrientes.
Trazaremos unas pautas claras que nos permitan generar unos hábitos que estimulen el disfrute de la lectura y el placer del comentario riguroso.
Ofreceremos unos modelos de identificación, presentaremos unas propuestas de ejercicios y unos programas de actividades que despierten el interés alcanzar textos de calidad y, para lograr este fin, estimularemos la preocupación por cuidar el matiz, la inquietud por la búsqueda del adjetivo oportuno y la voluntad de lograr el procedimiento más original y expresivo, en cada uno de los escritos.
A manera de ejemplo, adelantamos que, para lograr textos interesantes, amenos y originales, aplicaremos algunas técnicas para desbloquear la imaginación utilizando los recursos de la realidad y del absurdo, y pondremos en marcha algunos mecanismos que faciliten la práctica de la concentración, del recuerdo, de la sensación y de la experiencia.
Provocaremos la invención a partir de las relaciones de palabras, estrategias de sustitución, eliminación, ampliación, descentrando los textos, etc.
Miembros de ClubDesde el primer momento, manifestamos una explícita voluntad de constituir un grupo relativamente homogéneo de escritores que participen en una concepción actual de la literatura, y una visión crítica y comprometida de la existencia humana.
Pretendemos crear las condiciones para que los miembros se sientan identificados con la creación de un proyecto común y para que intervengan de una manera activa en la generación de un ambiente de comunicación y de un clima de colaboración.
En resumen: puede participar todos los que -de cualquier edad y nivel de enseñanza- manifiesten amor a las letras, a la lectura y a la lectura

La vida empieza hoy

Mientras alentemos esperanzas, formulemos proyectos y miremos hacia el mañana, podemos decir con todo derecho que la vida empieza hoy, que tenemos toda la vida por delante y que lo mejor de la vida nos queda por vivir.

José Antonio Hernández Guerrero

LIBRO RECOMENDADO


Ensayo Título:

Ayudar a morir.

Con un prefacio y doce tesis de Jhon Berger
Autora: Dra. Iona Heath
Editorial: Katz, Buenos Aires


José Antonio Hernández Guerrero


Las propuestas que ofrece a sus colegas, los médicos, constituye, a nuestro juicio, oportunas, claras y prácticas


En la actualidad –debido a progreso de los procedimientos científicos y técnicos, y al ajetreo de la vida familiar, laboral y ciudadana-, corremos el riesgos de vivir el comienzo y el final de nuestra existencia temporal, aislados y alejados de esa atmósfera cordial imprescindible para, simplemente, morir en paz.


De igual manera que, para nacer, para sobrevivir y para crecer, necesitamos el servicio de unos profesionales expertos, para morir precisamos de la compañía alentadora y de la ayuda eficaz de otras personas que, además de respeto y de cariño, acierten con las expresiones y con los procedimientos adecuados. Lo mismo que anhelamos mejorar la calidad de nuestras vidas, hemos de aspirar a mejorar la calidad de nuestras muertes. Ésta es la razón por la que las diferentes civilizaciones han cuidado escrupulosamente las maneras de acompañar a sus seres queridos en esos difíciles momentos en los que afrontan este ineludible trance humano. No es de extrañar, por lo tanto, que esta cuestión haya sido objeto de serias reflexiones y de prolongados debates entre los que, profesionalmente, se dedican al cuidado de los enfermos.


Pero hemos de reconocer que, en la actualidad –debido a progreso de los procedimientos científicos y técnicos, y al ajetreo de la vida familiar, laboral y ciudadana-, corremos el riesgos de vivir el comienzo y el final de nuestra existencia temporal, aislados y alejados de esa atmósfera cordial imprescindible para, simplemente, morir en paz. Esta delicada cuestión cobra especial trascendencia en estos momentos, debido a la multiplicidad de las dimensiones médicas, éticas, religiosas y políticas que se imbrican. Por eso nos sorprende tanto la frivolidad con la que, con excesiva frecuencia, en los medios de comunicación se formulan unas afirmaciones categóricas carentes, en muchos casos, de fundamentos o apoyadas en prejuicios ideológicos apriorísticos.


El libro escrito por la doctora Iona Heath, médico generalista, miembro de la Real Comisión para el Cuidado de la Ancianidad, y de la Comisión de Genética Humana, directora del Grupo sobre Desigualdades de la Salud, responde a unas cuestiones que, a nuestro juicio, centran el actual estado de la cuestión: ¿Por qué son tan escasas las personas cuyas muertes podemos calificar de "buenas"? ¿Qué entendemos por una "buena muerte"? ¿Cómo es la muerte que queremos para nosotros y para nuestros seres queridos?


Tras constatar cómo en nuestras sociedades actuales, no sólo cerramos los ojos al hecho cierto de la muerte, sino también pretendemos negarlo, propone que consideremos este desenlace como un don, como una estimulante advertencia "que nos da el tiempo y su transcurso, sin el cual nos veríamos perdidos en un caos de eternidad, sin motivo alguno para actuar ni, de hecho, para vivir". Analiza las diferentes formas de morir y valora las ventajas e inconvenientes de las muertes repentinas y de las que acaecen tras un dilatado tiempo de progresivo agotamiento, entre los que fallecen anestesiados y los que se preparan de manera adecuada, entre los que se libran del sufrimiento y los que lo asumen con entereza y estoicismo.


Especialmente luminosas nos parecen sus reflexiones, sobre a dimensión trascendente de todas las vidas humanas, sobre el tiempo y la eternidad: sobre el presente, el pasado y el futuro, y, en especial, sobre la conexión –indispensable y alentadora- de cada una de las vidas humanas con los antepasados que la hicieron posible y con los herederos en los que pervivirán en el futuro. Las propuestas que ofrece a sus colegas, los médicos, constituye, a nuestro juicio, oportunas, claras y prácticas: les anima para que, además de los instrumentos terapéuticos, utilicen los ojos, "para ver la humanidad y la dignidad de nuestros pacientes y para evitar apartarnos del sufrimiento y de la angustia"; palabras, "para tratar de minimizar la inevitable soledad del que muere"; contacto físico, "para expresar un nivel más profundo de consuelo y de comunicación"; paciencia, para sincronizar con el ritmo de la muerte.


Es posible que la conclusión, apoyada en su dilatada experiencia y en sus múltiples lecturas a muchos resulte incongruente pero en nuestra opinión, es pertinente, valiosa e inevitable: los médicos –científicos y humanistas- necesitan la ayuda de los poetas.


John Berger, crítico, dramaturgo, guionista, novelista, ensayista y cuentista.

jueves, 16 de octubre de 2008

De Paco Melero

EL LOCO DE LA SALINA

¡HAY CADA ELEMENTO!

Decían los antiguos que el mapamundi y el resto del universo cosmos se compone de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Yo no estoy muy de acuerdo. He visto muchos más elementos de carne y hueso paseando por la calle, pero, si los antiguos lo dicen, será así. El sábado pasado pudimos comprobar en nuestras propias carnes que no hay cosa peor que el agua, cuando se pone patosa y pertinaz. En todo caso, cualquiera de esos cuatro elementos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Y yo, que no tengo otra cosa que hacer en el manicomio más que comerme el tarro, he pensado los brillantes pensamientos que siguen.
La tierra, por ejemplo, sirve para plantar las flores y para mantener firmes los árboles. Incluso algunos la emplean para echársela encima a algún asunto turbio. También se ha dicho siempre que los errores de los médicos los tapa la tierra. Sin embargo, tiene el inconveniente de que, cuando se mueve a lo bestia, nos mete el susto en el epicentro del cuerpo. De ella sabemos que al final va a ser empleada en darnos cristiana sepultura en nuestro entierro, palabra que nunca entenderé, pues debería ser “entierra”. Cambiemos de tema y dejemos tranquilos a los muertos, que ya tendremos tiempo de sobras el dos de noviembre y hasta entonces no vamos a estar tocando madera.
El aire es bueno, cuando está tranquilo, angelito. Es el padre directo de la sal y, si no fuera por el levante, nos comían a besos los mosquitos. Sin embargo el aire es capaz de despeinar a todos los que se le ponen por delante, excepto a los calvos. Lo mismo hincha las velas que sube las faldas.
El fuego es horroroso. No en vano, a la hora de inventarse un lugar jodido donde se pueda sufrir de verdad, los curas inventaron el infierno y además nos colaron de matute el Purgatorio, lugar de paso pero al parecer allí se disfruta de un fuego más llevadero. Otra cosa que escapa a mi cerebro. Aquí todos los incendios, duren más o duren menos, se apagan. Por lo visto allí en la otra vida el fuego del infierno no hay quien lo apague, de lo que se podría deducir que los bomberos no van al infierno. Sin embargo también el fuego tiene sus ventajas. Lo mismo sirve para hacer el puchero que para encender un cigarrillo.
El agua es para darle de comer aparte. A Dios el sábado se le fue la mano. Y mira que el agua tiene sus ventajas. Te quita la sed, te regala la playa y con ella lo mismo te puedes duchar que te puedes hacer el té de las cinco. Sin embargo, aunque aquí en el manicomio la vimos caer a chorros por las ventanas, no pasamos lo que padecieron el sábado muchas criaturas que se ven ahora en la calle por culpa de ella.
Por eso creo que el mundo está mal hecho, aunque la Biblia diga que Dios vio que todo era bueno. Y yo no tengo más remedio que preguntarme. ¿Todo esto ha sido por culpa de comerse una manzana Adán y Eva? ¿Con toda el agua que ha caído no se podría haber apagado el infierno para los restos? ¿Acaso no cayó agua para apagar incluso parte del Purgatorio? Después de lo visto el sábado ¿no será mejor amenazar a los malos con un infierno en el que hubiera agua en lugar de fuego? O en todo caso ¿no sería más justo darles a los malos la doble opción de quemarse o de ahogarse? Para volverse loco. Vamos a terminar pasando de la crisis bursátil a la crisis de los principios en los que nos hemos criado.

viernes, 10 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

A VER SI NOS ACLARAMOS

Tengo un lío en el coco que no me aclaro. El que comparte habitación conmigo en el manicomio es un picado de la astronomía y siempre tiene volando la imaginación.
El otro día me dijo que nosotros, los humanos, funcionamos de una forma muy rara y que hemos echado a perder la realidad a base de decir pamplinas.
Afirma con rotundidad que en el espacio exterior no existen los conceptos de arriba y abajo por mucho que se empeñen los dibujitos animados con tanto detrás-delante, cerca-lejos, arriba-abajo. Y pone un ejemplo para ilustrar su idea. Si uno mira hacia arriba por la noche puede ver la Luna en todo lo alto, pero si uno estuviera en la Luna, satélite que aquí frecuentamos por razones obvias, vería la Tierra también arriba. Para volverse loco. Dice que en el espacio todo es relativo y que todo depende de donde te coloques, con lo difícil que es buscar un trabajo.
Llevo varias semanas dando vueltas por el patio masticando esa idea y ya comienzo a poner cierto orden en mis escasas células grises. Por resumir he llegado a la conclusión de que, si no existe el arriba ni el abajo, tampoco debe existir la izquierda ni la derecha. Por supuesto que el centro se va directamente al agujero negro del cielo, que debe ser algo así como el culo del universo. Entonces me pregunto: ¿Puede decir alguien alegremente que es de izquierdas o de derechas? Evidentemente y, según mi amigo, puede decirlo, pero no respondería a la cruda realidad.

La verdad es que yo tengo amigos fuera de este manicomio que se atribuyen el ser de izquierdas o de derechas, porque el papel del carnet lo aguanta todo y la lengua es capaz de muchas cosas, sin especificar. Dentro de mis pocas luces me parece que se puede ser presentable o impresentable independientemente de que se esté a la izquierda o a la derecha. ¿Estaba el buen ladrón a la derecha o a la izquierda de Cristo? Depende. Para Cristo estaría a la derecha, pero para el que mira la estampita seguro que está a la izquierda. Sin embargo muchos están empeñados en que se distinga quién es de izquierdas o de derechas y cuanto más empeño ponen más me lío yo.
Unos defienden que los que están a la izquierda son progresistas y los de la derecha son conservadores. Esto no lo acabo de entender, porque todo el que progresa tiende a conservar lo que consigue y todo el que conserva algo es porque le sirve para progresar. Hasta el más tonto del pueblo, aunque se diga de izquierdas, tiene en la despensa de su cocina unas cuantas latas de conserva que no regala ni a tiros.
Otros dicen que la izquierda es pobre y que la derecha es rica. Pregunto: Y el que dice que es izquierdas toda la vida de Dios y de golpe le toca el Euromillón ¿de dónde es después del pelotazo? Otros dicen que la izquierda es honrada (la verdad es que cada vez lo dice menos gente) y que la derecha se lleva bien todo lo que haya que llevarse. La honradez no es de quienes se la atribuyen por la cara. Creo que para ser un chufla, un miserable o un cantamañanas lo mismo da que uno sea de izquierdas o de derechas. Algunos se presentan como presuntos revolucionarios o como salvadores de la tradición y ponen en ello más saliva que ejemplo. En fin, que Dios los cría y ellos se juntan, pero a mí me están volviendo majara del todo.

Por eso ya lo tengo claro. Cuando alguien me diga que es de izquierdas o de derechas, le voy a preguntar si ha ido alguna vez a la Luna. Aunque, si no hay izquierda ni derecha, tampoco debería hacerse la distinción entre locos y cuerdos, por lo que pido que me dejen salir ya de este manicomio y que metan aquí dentro a perpetuidad a unos cuantos que yo me sé y ellos también.

sábado, 4 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

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NO SÉ CÓMO DECIRLO

Acabo de abrir el primoroso sobre que todos los años por estas fechas me envía el Corte Inglés para felicitarme por mi santo.

Deberán emplear mucho esfuerzo, pues los Pacos abundan más de lo deseado. Dentro del sobre, en una cartulina candorosa, están mi nombre, dos apellidos y dirección presidiendo la fantástica carta.
Me felicitan efusivamente, hasta el punto de que tanta euforia me mosquea y me pone a la defensiva. Mañana es 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, y mucho me temo que, sabiendo de la total pobreza de este santo, hayan decidido ahorrar conmigo a base de escritos, cuyo infalible destino es la papelera, lo que se van a ahorrar con un simple regalo.
“En este día tan señalado para usted y los suyos, me es grato poder acompañarle en su alegría, expresándole mi más cordial y sincera felicitación. Reciba al mismo tiempo, un afectuoso saludo”.

Agradezco ese acompañamiento y esa cordialidad, aunque ya les he dicho por activa y por pasiva que no me manden papeles por muy bonitos que sean. En realidad a mí me llama más la atención el día del cumpleaños, porque siento mejor en mis carnes el paso del tiempo, pero el santo no me dice casi nada, porque hay tanto trabajo en la Tierra, que los santos deben estar muy ocupados y ninguno se va a acordar de mí y menos en época de crisis.

Si quieren felicitarme y que yo salte de alegría, lo tienen muy fácil. Yo me conformo con poca cosa. No soy de los agonías que quieren un carrito lleno y gratis. Por ejemplo, ya que San Francisco de Asís era el amigo de los animales, entre los cuales se encuentra el cochino, me podrían obsequiar uno de esos jamones tan fantásticos que cuelgan a racimos contra la pared de la carnicería o apilados en algún pasillo central. Son tantos los que tienen allí expuestos, que quién iba a notar la ausencia de uno cualquiera de ellos. Tampoco hace falta que sea de bellotas. Eso sí, que no sea un hueso con carne salada. Aunque este loco no es delicado, el paladar lo conserva intacto.

Pues nada, no escarmientan. Tampoco le haría asco a una cajita de botellas o a un simple bolígrafo.
Allí nadie echaría de menos cualquiera de estas cosas y además quedarían divinos, pues parece que su lema es tener satisfechos a los clientes. Que sepan que yo así me quedaría gratamente impresionado y más satisfecho que el Cádiz cuando gana fuera, e incluso cuando gana dentro. Sin embargo son duros, me mandan la cartita de siempre, como si los locos careciéramos del sentido del gusto.

No sé si estas líneas caerán en manos de algún ejecutivo del Corte Inglés. Tampoco sé si las partirán cuando vean el remite del manicomio. Sin embargo guardo la firme esperanza de que alguno decida seguirme la corriente por aquello de la locura y comprenda mi punto de vista.

Por si faltara algo, mi santo no es el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, sino el 2 de abril, día de San Francisco de Paula. Ambos eran más pobres que las ratas, pero esto no debe ser una excusa, porque eran tíos muy espléndidos. De hecho San Francisco de Paula era de familia acomodada y se cuenta que un día le dio su lujosa capa a un pobre. ¿Le servirá esto de ejemplo al Corte Inglés?

Lo dicho, gracias por la carta, pero que conste que no me quedo satisfecho y que, si doy saltos en el patio del manicomio no es por la alegría, sino por funcionarme esta cabeza como me funciona.


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DE JOSE ANTONIO HERNÁNDEZ.

Palabras pasadas de moda

José Antonio Hernández Guerrero

Las mismas razones que provocan que, en un momento determinado, algunas palabras irrumpan en nuestro vocabulario y las repitamos sin cesar, influyen para que, de pronto, otras desaparezcan de la circulación y, a veces, hasta se borren de los diccionarios. Y es que las vicisitudes de nuestro lenguaje dependen, como es natural, del rumbo y del ritmo de la vida, de la evolución de los gustos y, en cierta medida, de los "caprichos" de la moda.

La moda se define -como es sabido- por su radical transitoriedad, por la rapidez con la que surge y se esfuma, por la aceptación entusiasta con la que, ilusionados, la acogemos y por la fría displicencia con la que, aburridos, la rechazamos. Si es cierto que todas las modas son pasajeras, también es verdad que, a veces, regresan mostrando nuevos alicientes.
Seguimos la moda para expresar nuestra disposición de conectar con el momento presente, para mostrar que seguimos estando vivos y coleando, pero hemos de evitar que, con la obsesión de cambiar para seguir siendo los mismos, corramos el riesgo de desechar unos objetos o unos usos que son valiosos, y los sustituyamos por otros que carecen de utilidad y, quizás, de belleza.

Este fenómeno, que es tan frecuente en el ámbito de los vestidos y del glamour, también lo observamos en el terreno de la literatura y del lenguaje en general. Fíjense cómo, por ejemplo, una buena promoción publicitaria convierte en best-seller cualquier novela, con independencia de su valor literario.
Éste fenómeno es tan frecuente que muchos lectores han llegado a creerse que un libro, por ser el "más vendido", es una obra que está dotada de calidad. Con las palabras nos ocurre algo parecido: algunos cambian el léxico impulsados por el deseo vehemente de mostrarse modernos, o movidos por el comprensible temor de que, el simple hecho de pronunciar un vocablo algo desfasado les pueda granjear la etiqueta de persona que no está "al loro", o mejor dicho, que no está al día, al corriente de las modas actuales.
Pero aunque es cierto que algunos hablantes emplean palabras insólitas por el simple deseo de llamar la atención, también es verdad que los cambios léxicos son inevitables, debido a causas lingüísticas, históricas, sociales y psicológicas, o, dicho de otra manera, por la permanente evolución de la vida y por la aparición de realidades nuevas. Por esta razón, opinamos que nos puede resultar interesante repasar esas palabras que hace escaso tiempo empleábamos.
De esta manera podremos comprobar cómo, efectivamente, el mundo de hoy es muy diferente al de hace escasos años.
Con esta intención -y a propuesta de algunos lectores adictos- en este espacio, que lleva por título genérico "Del Puente a la Alameda ", podremos recordar ese pasado nuestro que, aunque haya transcurrido escaso tiempo, se ha separado notablemente de nuestra actual manera de pensar, de hablar y de actuar. Es una forma fácil de advertir la extraordinaria capacidad que poseemos para adaptarnos de manera casi insensible a situaciones nuevas.
Si prestan atención, ya verán como ustedes mismos se sienten sorprendidos al comprobar cómo, casi sin advertirlo, el vocabulario que emplean en la actualidad para designar, por ejemplo, los vestidos, las viviendas, los muebles, las herramientas, las profesiones o los cosméticos, han cambiado en una proporción bastante mayor de la que podrían imaginar y cómo algunos términos que muchos de nosotros empleábamos con relativa frecuencia, en la actualidad, son desconocidos por los más jóvenes.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...