sábado, 4 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

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NO SÉ CÓMO DECIRLO

Acabo de abrir el primoroso sobre que todos los años por estas fechas me envía el Corte Inglés para felicitarme por mi santo.

Deberán emplear mucho esfuerzo, pues los Pacos abundan más de lo deseado. Dentro del sobre, en una cartulina candorosa, están mi nombre, dos apellidos y dirección presidiendo la fantástica carta.
Me felicitan efusivamente, hasta el punto de que tanta euforia me mosquea y me pone a la defensiva. Mañana es 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, y mucho me temo que, sabiendo de la total pobreza de este santo, hayan decidido ahorrar conmigo a base de escritos, cuyo infalible destino es la papelera, lo que se van a ahorrar con un simple regalo.
“En este día tan señalado para usted y los suyos, me es grato poder acompañarle en su alegría, expresándole mi más cordial y sincera felicitación. Reciba al mismo tiempo, un afectuoso saludo”.

Agradezco ese acompañamiento y esa cordialidad, aunque ya les he dicho por activa y por pasiva que no me manden papeles por muy bonitos que sean. En realidad a mí me llama más la atención el día del cumpleaños, porque siento mejor en mis carnes el paso del tiempo, pero el santo no me dice casi nada, porque hay tanto trabajo en la Tierra, que los santos deben estar muy ocupados y ninguno se va a acordar de mí y menos en época de crisis.

Si quieren felicitarme y que yo salte de alegría, lo tienen muy fácil. Yo me conformo con poca cosa. No soy de los agonías que quieren un carrito lleno y gratis. Por ejemplo, ya que San Francisco de Asís era el amigo de los animales, entre los cuales se encuentra el cochino, me podrían obsequiar uno de esos jamones tan fantásticos que cuelgan a racimos contra la pared de la carnicería o apilados en algún pasillo central. Son tantos los que tienen allí expuestos, que quién iba a notar la ausencia de uno cualquiera de ellos. Tampoco hace falta que sea de bellotas. Eso sí, que no sea un hueso con carne salada. Aunque este loco no es delicado, el paladar lo conserva intacto.

Pues nada, no escarmientan. Tampoco le haría asco a una cajita de botellas o a un simple bolígrafo.
Allí nadie echaría de menos cualquiera de estas cosas y además quedarían divinos, pues parece que su lema es tener satisfechos a los clientes. Que sepan que yo así me quedaría gratamente impresionado y más satisfecho que el Cádiz cuando gana fuera, e incluso cuando gana dentro. Sin embargo son duros, me mandan la cartita de siempre, como si los locos careciéramos del sentido del gusto.

No sé si estas líneas caerán en manos de algún ejecutivo del Corte Inglés. Tampoco sé si las partirán cuando vean el remite del manicomio. Sin embargo guardo la firme esperanza de que alguno decida seguirme la corriente por aquello de la locura y comprenda mi punto de vista.

Por si faltara algo, mi santo no es el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, sino el 2 de abril, día de San Francisco de Paula. Ambos eran más pobres que las ratas, pero esto no debe ser una excusa, porque eran tíos muy espléndidos. De hecho San Francisco de Paula era de familia acomodada y se cuenta que un día le dio su lujosa capa a un pobre. ¿Le servirá esto de ejemplo al Corte Inglés?

Lo dicho, gracias por la carta, pero que conste que no me quedo satisfecho y que, si doy saltos en el patio del manicomio no es por la alegría, sino por funcionarme esta cabeza como me funciona.


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