lunes, 27 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA



EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

He leído en la prensa que llega a cuentagotas al manicomio que el comedor
de “El pan nuestro” de La Isla cumple hoy 16 años de existencia. Además leo que la cifra de personas necesitadas que recurren a ese comedor social va aumentando cada vez más y veremos cuándo se detiene, si se detiene.
La crisis sigue dando que sufrir y el número de parados no hay quien lo pare. Nosotros aquí tenemos por lo menos un techo, un plato de comida y un patio donde pasear y sacar a ventilar nuestras difíciles ideas, pero hay gente que no tiene nada de nada. Los locos estamos locos, pero no somos insensibles a tanta pobreza y miseria como estamos viendo y tendremos que ver por desgracia. Por eso desde aquí, antes de que me pongan la camisa de fuerza por decir verdades, le quiero tocar unas palmitas al padre Juan Mariano Jiménez Zayas, porque este hombre sí está llevando a cabo simplemente lo que dicen que dice el evangelio. Ni más, ni menos. Lo demás son gaitas, pamplinas y excesivos golpes de pecho delante de cualquier imagen de las muchas que saturan este pueblo. Como comprenderán yo no he inventado el orden de prioridades que marcaron los evangelios hace ya algún tiempo. Eso de dar de comer al hambriento está por encima de misas, credos y salves.


Nunca se cerraron las puertas de ese comedor, así lloviera, nevara, hiciera calor o frío, fuera sábado, domingo, martes, día festivo o año bisiesto. Y eso tiene un mérito extraordinario en una sociedad como ésta que va a lo suyo exclusivamente y que se olvida de los más débiles, porque la cuerda se parte siempre por ahí.


Hay otras personas que renuncian a ir al comedor, porque van tirando con lo que piden en la calle, aunque de esto se podría hablar largo y tendido, nunca mejor dicho. Algunos de estos señores y señoras dan un espectáculo gratis y denigrante a los que pasan por su vera, sobre todo a los niños. Siempre se les ve con una litrona de cerveza en la mano, borrachos y borrachas, sucios y sucias…

Por cierto, al parecer aquí se puede beber en la calle a garganta libre sin que la policía local se quiera dar por enterada del asunto. Lo que cuento no es una calumnia, porque se puede comprobar a cualquier hora del día en el mismo centro a la vista del que acierte a pasar por allí. Y eso no es necesidad, sino otra cosa que también tiene nombre. Por lo menos es lo que he podido ver cuando he salido de este manicomio a pasar unos días en la civilización. Y ya no sé si eso es normal o el que no es normal soy yo.


El padre Juan ha pasado por muchos agobios viendo que no podía más, que la economía no es de chicle y que tiene unos límites claros. Tampoco ha recibido ningún tipo de inyección de ésas que ahora sacan a flote a los bancos. Solamente ha contado con las escasas ayudas que ha podido recibir y sobre todo con esa fuerza interior que da la lucha por los más desfavorecidos. Enhorabuena. Aquí en el manicomio lo comentamos muchas veces. ¿No tendrá La Isla algún detalle con este hombre que, aun siendo cura, tanto se está entregando por los pobres?


Ya mismo parece que va a iniciar la campaña de Navidad recogiendo víveres, porque este año pintan bastos. Desde nuestro manicomio deseamos que el “Pan nuestro” cumpla otro montón de años más y que nosotros lo veamos, aunque por favor fuera ya de estas cuatro paredes, que ahora les toca a otros más locos que yo.

No hay comentarios:

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...