viernes, 27 de febrero de 2009

¡Y dos bombillas!



Estos chicos se nos han vuelto marxistas. Bueno, la verdad es que nunca habían entrado ni salido. Siempre tuvieron, como todos los malos estudiantes, una cierta aversión a posar sus ojos sobre los libros, a hincar los codos o a meterle el diente a "El Capital " de don Karl. Y menos aún con espíritu crítico. Vivieron -mientras les fué rentable- de los tópicos/dogmas de la lucha de clases, las plusvalías, las superestructuras, la alienación y la "religión como opio del pueblo"...

Cuando Felipe dijo aquéllo de "antes socialistas que marxistas" ya era demasiado tarde. Porque, por entonces, más o menos, Boyer se quedó con Rumasa, Alfonso gritó "tós iguales, tó p'al pueblo" mientras mienmano concedía favores a cambio de cafelitos, surgía lo de Filesa y Malesa y Roldán y el mismo Felipe se enriquecía, capitalismo puro y duro, con el venezolano Cisneros...

Eran otros tiempos. Lo de la "lucha de clases" sólo la predican hoy algunos clérigos trasnochados, curas progres y rebotados, iletrados, ayunos de economía, sociología e historia...

Ahora, a los nuevos chicos, les ha dado por metamorfosear la "lucha de clases" en violencia de género, machismo, homofobia y lenguaje sexista...Es el igualitarismo rampante y falaz.

Ahí tienen si no a los nuevos ideólogos del partido: el Zapa, Pepiño, la de la Vogue y el Zerolo de los orgasmos.

Y doña Miembra con sus (¿será esa la mal llamada discriminación positiva?) bibliotecas para mujeras miembras. .( Sugiero se "concedan los mismos derechos" a simios y simias...)

Bueno, a lo que voy. Que han vuelto al marxismo.
Pero no al de don Carlos. Al de Groucho: ¡Y dos huevos duros!
Ahora, según el ministro Sebastián, para cada ciudadano/ciudadana....¡dos bombillas!
Ingenuo. Luisuarez
Luis J. Suárez Alvareez
DNI 31062170 Cádiz

miércoles, 25 de febrero de 2009

CARTA DE ARTURO PÉREZ REVERTE A UN JOVEN VASCO.

SOLO TRES MINUTOS ... MERECE LA PENA.
07/09/2007.
Corto de razones, largo de espada.


Eres joven y guipuzcoano, según deduzco por tu carta y el remite. Escribes como lector reciente de la última aventura de nuestro amigo Alatriste, contándome que es el primer libro de la serie que cae en tus manos.
Te ha gustado mucho, dices, excepto el hecho «poco riguroso» y «poco creíble» de que una galera española estuviera tripulada por soldados vizcaínos que combatían al grito de “Cierra España”; en referencia a la Caridad Negra, que en los últimos capítulos combate a los turcos, en las bocas de Escanderlu, llevando a bordo a la compañía del capitán Machín de Gorostiola. Y añades, joven amigo -lo de joven es importante-, que eso no disminuye tu entusiasmo por la historia que has leído; pero que el episodio de los vizcaínos te chirría, pues parece forzado. «Metido con calzador -son tus palabras- para demostrar que los vascos (y no los vascongados, don Arturo) estábamos perfectamente integrados en las fuerzas armadas españolas, lo que no era del todo cierto.»


Son las siete últimas palabras del párrafo anterior las que me hacen, hoy, escribir sobre esto; la triste certeza de que realmente crees en lo que dices. Te gusta la novela, pero lamentas que el autor haga trampas con la Historia real; la auténtica Historia que -eso no lo cuentas, pero se deduce- te enseñaron en el colegio.

Así que, con buena voluntad y con el deseo de que yo no cometa errores en futuras entregas, me corriges. Debería, a cambio, escribirte una carta con mi versión del asunto. El problema es que nunca contesto el correo. No tengo tiempo, y lo siento.

Esta página, sin embargo, no es mala solución. La lee mucha gente, y así quizás evite otras cartas como la tuya. De paso, extiendo mi respuesta a la cuadrilla de embusteros y sinvergüenzas de los sucesivos ministerios de Educación, de la consejería autonómica correspondiente, de los colegios o de donde sea, que son los verdaderos culpables de que a los diecisiete años, honrado lector, tengas -si me permites una expresión clásica- “la picha histórica hecha un lío”.

Machín de Gorostiola es un personaje ficticio, como su compañía de infantería vizcaína. En efecto. Pero uno y otros deben mucho al capitán Machín de Munguía y a los soldados de su compañía, «la mayor parte vascongados», que, según una relación del siglo XVI conservada en el Museo Naval de Madrid, pelearon como fieras durante todo un día contra tres galeras turcas, en La Prevesa. En cuanto a lo de 'Cierra España', ni es consigna franquista ni del Capitán Trueno. Quien conoce los textos de la época sabe que, durante siglos, ése fue usual grito de ataque de la infantería española -en su tiempo la más fiel, sufrida y temible de Europa-, que en gran número, además de soldados castellanos y de otras regiones, estaba formada por vizcaínos; pues así, vizcaínos, solía llamarse entonces a los vascos en general, «a veces cortos de razones pero siempre largos de bolsa y espada».

Y guste o no a quien manipuló tus libros escolares, amigo mío, con sus nombres están hechas las viejas relaciones militares, de Flandes a Berbería, de las Indias a la costa turca. Los oprimidos vascos fuisteis -extraño síndrome de Estocolmo, el vuestro- protagonistas de todas las empresas españolas por tierra y mar desde el siglo XV en adelante. Ése fue, entre otros muchos, el caso de los capitanes de galeras Iñigo de Urquiza, Juan Lezcano y Felipe Martínez de Echevarría, del almirante Antonio de Oquendo, su padre y su hijo Miguel, o de tantos otros embarcados en las galeras del Mediterráneo o en la empresa de Inglaterra.

Las relaciones de Ibarra, Bentivoglio, Benavides, Villalobos o Coloma sobre las guerras del Palatinado y Flandes, los asedios, los asaltos con el agua por la cintura, las matanzas y las hazañas, las victorias y las derrotas, hasta Rocroi y más allá incluso, están salpicadas de tales apellidos, sin olvidar las guerras de Italia: en Pavía, por ejemplo, un rey francés fue capturado por un humilde soldado de Hernani, en el curso de una acción sostenida por tenaces arcabuceros vascos.

Y te doy mi palabra de honor de que aquel día todos gritaron, hasta enronquecer, “¡Cierra España!”: voz que, en realidad, no tenía significado ideológico alguno. Sólo era un modo de animarse unos a otros -eran tiempos duros- diciéndole al enemigo de entonces, fuera el que fuera: Cuidado, que ataca España.

Así que ya ves, amigo mío. No inventé nada. El único invento es el negocio perverso de quienes te niegan y escamotean la verdadera Historia: la de tu patria vasca -«La gente más antigua, noble y limpia de toda España», escribía en 1606 el malagueño Bernardo
de Alderete- y la de la otra, la grande y vieja. La común. La tuya y la mía. ¡¡¡¡¡ESPAÑA!!!!!

jueves, 19 de febrero de 2009


Apiñarse
José Antonio Hernández Guerrero

“No hay mal que por bien no venga”, repetía una y otra vez Lola. Y es que, a causa del estropicio que Rocky causó en la vivienda del vecino, toda la familia se unió para defenderse de los ataques que, sin duda alguna, eran desproporcionados y, por lo tanto, injustos. Hacía tiempo que cada miembro de esta familia “vivía su vida”, alejado de los demás, sin ni siquiera coincidir en el hogar a las horas de dormir.

Por lo visto Rocky, siguiendo a Tara -aquella perra amiga suya, que, inicialmente había despertado sus celos y con la que, después, se había encariñado- se coló en la casa de los dueños de ésta, rompió varias macetas e, incluso, destrozó el sofá preferido de Agustín, el cabeza de familia.


Cuando éste regresó del trabajo, su esposa, Magdalena, con incontrolada indignación, le exigió que diera la cara y que denunciara a los dueños de ese “perro tan salvaje y tan mal educado”. Lola, que había escuchado los desaforados gritos de su vecina, pidió a sus hijos y a Sebastián, su marido, que permanecieran en la casa con el fin de afrontar unidos las embestidas de “ese fiero enemigo de nuestra familia”.
Recuerden cómo la semana pasada, los integrantes de la Junta Nacional del Partido Popular -tras tener noticias de las diligencias que el juez Garzón había iniciado con la intención de desmantelar una presunta trama de corrupción política de personajes próximos a esta agrupación- decidieron comparecer ante los medios de comunicación rodeando a Rajoy para de transmitir la imagen de unidad.
Nos resulta sorprendente que, en algunas ocasiones, los seres humanos -y, en especial, los partidos políticos- sólo logramos unirnos cuando nos enfrentamos a los enemigos. Ignoro si las raíces de estos comportamientos se ahondan en nuestros estratos genéticos, si su origen está en nuestra secular historia de guerras o si su explicación reside en una interpretación simplista de la actividad política, pero el hecho constatable es que los “unos” y los “otros” conciben y realizan las relaciones dialécticas como una lucha permanente cuyo objetivo consiste, no sólo en contradecir las propuestas de los adversarios, sino también en desacreditar y, si es posible, en aniquilar a sus representantes más destacados. Muchos están convencidos de que hacer política significa negar, atacar, derribar y destruir al que milita en un partido diferente e, incluso, al que, en el propio partido piensa, de una manera distinta.
Ya sé que algún periodista se ha mostrado satisfecho porque Mariano Rajoy, finalmente, ha decidido atacar para defenderse. Nosotros nos permitimos pedirles a unos y a otros que, por favor, no nos fatiguen con sus mutuas descalificaciones personales ni nos irriten con sus insultantes improperios; les rogamos que hagan lo posible por evitar que crezca otra vez el clima de crispación política, y que, por favor, no abusen del arma del descrédito del adversario.
En contra de lo que piensan sus respectivos asesores de imagen esta técnica retórica no sólo es ineficaz para contrarrestar los demoledores efectos de los espías, de las corrupciones y de las cacerías, sino que, además, menoscaba la autoridad y la dignidad de quienes la emplea y, lo que es peor, lesiona gravemente el sistema democrático ya que la ausencia del más elemental respeto al adversario afecta negativamente a la credibilidad de quien pronuncia los discursos.

No me llames escalafón

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Siempre había creído, con María Moliner, que "escalafón" era simplemente:"lista de los empleados de un cuerpo, ordenada por su categoría o antigúedad". Y que la tal lista existía en el estamento militar y en algunos cuerpos de la Administración del Estado. Nunca pensé que tuviera carta de naturaleza entre los "miembros de un mismo cuerpo", clérigos o laicos, de una misma Iglesia...

Tampoco soy tan ingenuo como para ignorar el afán de algunos, clérigos y laicos, por trepar por esa presunta escala...Ni me escandalizo por ello. Aquella buena mujer, la madre de los Zebedeos, pedía un puesto, un carguete, para sus hijos. Sin importarle -clara vocación política- que fuese a derecha o a izquierda...Todos conocemos la respuesta de Jesús: "quien quiera ser el primero que sea vuestro ministro" . (O sea, vuestro servidor, vuestro siervo).

Creo que estoy divagando. Lo que quería decir es que en la Iglesia de Jesucristo no existe, no debe existir, tal escala. Y, menos aún, llamar escalafón, no al listado sino a las personas...

No me lo estoy inventando. Lo he leído, días pasados, en una reseña de la prensa local. Con motivo de un acto religioso, de una misa, se escribía: "estaba el escalafón más alto de la jerarquía diocesana".

No sé quienes serían, ni me importa, esos ministros. Pero yo que ellos pediría que no me llamasen escalafón. Ni alto ni bajo. Porque, además de ser una palabra muy fea y poco evangélica, puede rimar facilmente -y eso es peligroso en estos tiempos de rancio anticlericalismo y laicismo progresista- con paredón y con cosas todavía más feas...
LUISUAREZ. INGENUO
Luis J. Suárez Alvarez
DNI 31062170. Cádiz

sábado, 14 de febrero de 2009

¿SE ESTÁN QUEDANDO CON NOSOTROS?

EL LOCO DE LA SALINA

Aunque le parezca mentira a usted y a mí también, debo confesarle que los locos estamos enganchados a Internet. Hay que ver la cantidad de cosas de las que uno se entera a través de este increíble invento.

Muchas veces terminamos con la cabeza echando chispas con lo poquito que a nosotros nos falta. Además estamos conectados casi todos los locos del mundo y entre nosotros nos contamos cosas tan raras, que hacen que no cojamos fácilmente el sueño.

Estamos convencidos de que podríamos cambiar el mundo a base de pensar, ya que de los cuerdos poco se puede esperar a estas alturas. Internet es para nosotros como una camisa de fuerza, porque nos deja quietos, sentados, tranquilos y con los ojos abiertos de par en par a verlas venir.

El otro día me envió un amigo un mensaje de ésos que te dejan el coco pensativo tirando a tonto. Yo no sé si llevará razón en este caso, porque a mí las matemáticas nunca se me han dado bien, pero él lo tiene claro y desde luego los números nunca se dedicaron a la política, por lo que no nos van a engañar.
Dice mi amigo que, después de hacer unos sencillos cálculos, le salen unas cuentas que son para enmarcarlas.

Dice que en Estados Unidos el plan de rescate a los Bancos con dinero de los contribuyentes costará la cifra de 700.000 millones de dólares, más los 500.000 millones que ya se le ha entregado a la Banca, más los miles de millones que entregarán los gobiernos de Europa a los Bancos en crisis en ese continente. El tío está enterado y es evidente que se lo curra leyendo todo el día y toda la noche tal como hacía el Quijote.
Asegura, como si los hubiese contado uno a uno, que el Planeta Tierra tiene 6.700 millones de habitantes. Si se divide “sólo” los 700.000 millones de dólares entre los 6.700 millones de personas que habitan el planeta, equivale a entregarle 104 millones de dólares a cada uno. Esto quiere decir que automáticamente somos millonarios todos los habitantes de la Tierra. Yo me he quedado de piedra y hasta me he rebuscado en el bolsillo sin ningún éxito.
Le he preguntado a mi vecino y me asegura que él tiene también los bolsillos más vacíos que su cerebro.

Pero para dejar las cosas más claras y sencillas, me cuenta que en vez de hablar del mundo mundial se quiere referir a España que nos cae más cerca, aunque se nos caiga encima.
El Estado español da a los Bancos 30.000 millones de euros que salen de los bolsillos de los españoles, entre los cuales me debo encontrar yo, aunque no tengo conciencia de haber dado ni un solo duro a nadie.
El Estado comprará 30.000 millones de deuda a la Banca para evitar el colapso financiero. La población española es: 46.063.511 habitantes, según datos del padrón municipal de 2008. Dentro de poco y en cuanto nazca mi nueva nieta habrá 46.063.512.
Un sencillo cálculo dice que: 30.000.000.000 de euros dividido entre 46.063.511 habitantes sale a: 652,18 millones de euros para cada español (o sea, 108.261 millones de pesetas por cada habitante de España). Puede usted suponer mi indignación al verme tieso como me veo.
Teniendo una media de 4 personas cada familia, corresponderían 2.500,72 millones de euros por familia (o sea, 415.119,52 millones de pesetas por familia).

Hasta aquí es lo que me cuenta mi amigo. He buscado hasta debajo de la cama y no consigo localizar mis correspondientes millones de euros. Es probable que, como hay tanto sinvergüenza en este manicomio, hayan aprovechado mi locura para quedarse con ellos por la cara. Si todas esas cuentas son de verdad, estamos haciendo el candado y alguien se está columpiando a costa nuestra.

Por eso lo mejor es no entender de matemáticas. Y, para que no me amargue más la vida con esas cuentas, he decidido quitar a mi amigo de la lista de favoritos en Internet.

viernes, 13 de febrero de 2009

Nerviosismo

José Antonio Hernández Guerrero

A pesar de que, siguiendo las indicaciones del veterinario, Lola le colocó a Rocky alrededor del cuello un amplio cono de un rígido cartón con el fin de que, por mucho que inclinara la cabeza, no se viera la cola, al perro no le desapareció el nerviosismo sino que le aumentó de forma alarmante. Se movía de manera permanente por todas las habitaciones de la casa, tanto durante el día como durante la noche; perdió el apetito y, de vez en cuando, emitía unos ladridos lastimeros, parecidos a los aullidos de los lobos en celo.

La causa de este extraño comportamiento la descubrió Lola gracias a las pistas que le proporcionó su compañera Encarna cuyo perro también había sufrido las mismas alteraciones. “Repasa todos los muebles de tu vivienda y comprueba si, en las últimas semanas, has hecho algún cambio. Estos perros son excesivamente conservadores y, cuando advierten alguna alteración en su territorio, se sienten inseguros y desamparados”.

Lola no tuvo necesidad de hacer revisión alguna porque conocía con detalle los numerosos cambios que, como era su costumbre, había hecho al comienzo del año. Ella necesitaba un cambio de decoración en su vivienda para sentir la sensación de que también ella había cambiado y de que, incluso, renacía a una vida nueva. Por eso dedicaba los primeros días del mes de enero a sustituir las cortinas, la ropa de cama y a redistribuir los muebles para tener la impresión de que vivía en otra casa.

A Rocky, por lo visto, le ocurría lo contrario: que cuando advertía que la mesa ya no estaba situada en la mitad de la habitación sino junto a la pared, y que las sillas ya no rodeaban la mesa sino que estaban alineadas como los asientos de un autobús, se sentía desorientado y sufría un vértigo parecido al que experimentamos cuando estamos en un lugar extraño y tememos no ser capaces de adaptarnos por no medir bien las distancias.

Algo parecido está ocurriendo durante los últimos meses en nuestra ciudad en la que, para preparar esa gran conmemoración de “La Pepa”, se proyectan cambios en la configuración urbana: mientras que unos ciudadanos, aplauden todos los cambios, otros, por el contrario, expresan su malestar por las transformaciones de unas reliquias que ellos consideran intocables y sagradas. Pero, quizás resulte más sorprendente analizar las actitudes de los grupos políticos ante las propuestas novedosas de sus adversarios. En mi opinión, el origen de la negativa no estriba en razones psicológicas o en argumentos sociológicos, sino en unos intereses exclusivamente partidistas: las propuestas propias siempre son las acertadas, las de los adversarios siempre son erróneas.

Piensen en cualquiera de los edificios sobre los que, durante las últimas semanas, hemos debatido en los medios de comunicación provinciales –Aduana, los quioscos, la plaza de Sevilla, el nuevo aparcamiento de Canalejas, el asfaltado de la ronda de circunvalación o la tribuna del Estadio Carranza-. Como afirmaba en estas mismas páginas José Landi: “no se trata de que un edificio sea bonito o feo, no se trata de que una plaza esté más o menos despejada, no se trata de que un bar sea mayor o menor”, sino del promotor del cambio. Por eso son muchos los gaditanos que, antes de expresar su opinión, preguntan a quién se le ha ocurrido la idea.

jueves, 12 de febrero de 2009

Carguetes y carguetas

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Aquí, en Cádiz, entre nosotros los gaditanos, se entiende por "carguete" a ese puesto, esa colocación a la que normalmente se accede por recomendación o enchufe... Y también al individuo que, sin méritos, exámenes ni oposiciones, a dedo, es nombrado para dicho cargo.

Nada nuevo. Ya lo cantaban, ingenuamente, hace bastantes carnavales el Mayeto, el Poleo y otros amigos dedócratas: "aquí no pasa ná/ esto es un cachondeo/ porque todos los cargos/ y nombramientos/ han sío a deo"...

La novedad consiste en que el actual nepotismo no es, etimológicamente, de nietos o sobrinos, sino de los mismísimos "hijos de papá".

Algunos llaman a esto la "quinta de Bibiana", relevo generacional o desembarco progresivo en cargos públicos de hijos de históricos socialistas de la provincia.

La verdad pura y dura es que los aidos y aidas, saucedos y saucedas, marquezes y marquezas, pizarros y pizarras, perales y peralas, carguetes y carguetas, los "hijos de papá", son los nuevos psoeñoritos de este "cortijo andalú".

Y que ya en Alcalá y Chiclana no hay paro ni crisis....¡para alguno y alguna!
Pues eso, que viva el deo paterno.

Y como "probablemente" Dios existe: Laus Deo.
Ingenuo.Luisuarez
Luis J. Suárez Alvarez
DNI 31062170 C,adiz

viernes, 6 de febrero de 2009

EL LOCO DE LA SALINA

¿QUIÉN DISFRUTA AQUÍ?

Algunos ya se están llevando las manos a la cabeza asustados, porque los autobuses de esta bendita tierra van a llevar pintada en sus laterales la frase “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida” Tampoco es para ponerse así.

Se nota que los autores de esta frase no pisan la calle por muy ateos que sean. Quizás crean que el personal está preocupado por el tema de la existencia de Dios y que los currantes se pasan el día con la cara arrugada pensando en la posible existencia de ese ser que los creyentes pintan todopoderoso, con las barbas blancas y metido todo el santo día en la iglesia (católica por supuesto). Nada más lejos de la realidad. ¿Quieren saber los ateos lo que trae a los paisanos de cabeza y sin coger el sueño? A la gente lo único que le importa ahora mismo es la crisis que aprieta agobiante y el terrible paro que se les viene encima. Por eso difícilmente pueden muchos disfrutar adecuadamente de la vida, crean o no crean, lean el cartelito o no lo lean. La fe moverá montañas, pero desde luego no te da de comer por mucho que te comas el coco. En el manicomio somos más prácticos. Aquí pensamos, si a eso se le puede llamar pensar, que el ser humano es muy cucaracha como para describir, pintar, imaginar siquiera eso que con tanta alegría algunos llaman Dios y después se quedan tan tranquilos dándose un montón de golpes de pecho. ¿Quiénes somos nosotros para decir quién es Dios, si existe o deja de existir, cómo es Él y a qué dedica el tiempo libre? Hace ya algún tiempo Santo Tomás se estrujó la cabeza para demostrar con la fuerza de la razón que Dios existe. Puso encima de la mesa una serie de argumentos y al final tuvo que dolerle la mollera, porque aquello era un querer y no poder. En todo caso, si alguien no se lo creía, intervenían las autoridades eclesiásticas y ya iba apañado para los restos. Seguramente Santo Tomás no tendría otra cosa mejor que hacer o estaba más aburrido que cualquier aficionado del Real Madrid.

Exista Dios o no exista, las cosas son como son y, si fueran de otra manera, me imagino que los locos, hechos también a semejanza suya, según nos cuentan, no estaríamos prisioneros entre estas cuatro paredes, sino libres como dicen los creyentes que Dios lo es. En fin, tiene que haber gente para todo.

Después vendrán otros que pintarán en los autobuses que Dios existe y que Cristo es la salvación. Pero, bueno, ¿aquí es que nos hemos vuelto locos? Y no lo digo por mí, que ya lo estoy, sino por el peatón que va a estar todo el día leyendo historias para no dormir. Todo esto está generando tanto gasto en puntura, en cartelitos, en contratos con las empresas de autobuses, que más nos valiera emplearlo en terminar por ejemplo las eternas obras del Ayuntamiento. Pero el tema está en la calle y la gente va a terminar hartita de tantas películas sin sentido. El periquito de la calle entiende que lo que no se papee él no se lo va a arreglar nadie, incluidos ateos y creyentes.

De modo que los ateos no deberían preocuparse de poner anuncios por todas partes, sino que deberían disfrutar la vida. Así no disfrutan, porque tienen que estar pendientes de todos los detalles que los anuncios llevan consigo. Por otra parte, los creyentes tampoco disfrutan de la vida, porque entre los cartelitos de los ateos y entre que van a ir al infierno y que esto es un valle de lágrimas, pues ya verá usted lo que les espera.

Y yo, viendo tanta discusión, tampoco disfruto. ¿Para esto vine al mundo?

Perdón_sábado_7_febrero

Perdón

José Antonio Hernández Guerrero

“La culpa de los problemas que nos origina Rocky con sus trastornos la tienes tú con esa manía de cambiar todo”. “El culpable eres tú por haberlo metido en esta casa”. Esta recíproca acusación que, con tono malhumorado, se entrecruzaron Sebastián y Lola, no sólo impidió un planteamiento correcto del problema, sino que a punto estuvo de ensuciar el cálido y apacible clima que ellos, hasta entonces, habían respirado en el hogar. En esta ocasión, en vez de analizar los hechos, examinar la propia responsabilidad e, incluso, pedir perdón, cada uno descargó su indignación contra el otro. Desgraciadamente aún no habían comprendido que estos comportamientos, por muy comprensibles que fueran desde una clave psicológica, no sólo no resuelvían los problemas sino que, además, abrían unas heridas que, al menos, dejarían cicatrices.

En recientes manifestaciones en la CNN, Obama acaba de confesar que “metió la pata”, “que asumía la responsabilidad” y que “pedía perdón”. Se refería al nombramiento del senador Tom Saschle como aspirante a dirigir la Secretaría de Salud.
Daschle anunció el pasado martes su dimisión irrevocable por no haber pagado unos 140.000 dólares en impuestos por el uso de un vehículo con chófer que le cedió la empresa de un amigo, quien, además, es donante del Partido Demócrata.
“Pienso que cometí un error y se lo dije a Tom Daschle”. Obama admitió que el pasado martes fue “un día muy embarazoso para nosotros”, y aseguró que estaba “enfadado”, “decepcionado” y “frustrado conmigo mismo”.

Hemos de reconocer que, a pesar de que todos alguna vez hemos experimentado la eficacia del perdón tanto en la vida individual como en la familiar, social y política social, nos resulta difícil que lo pidamos y que lo concedamos. Aunque es cierto que el perdón, entendido en su sentido más rico y profundo, es una aportación específicamente cristiana, hemos de reconocer que posee múltiples valores humanos. Recordemos que esta palabra procede de “donar” y significa renunciar libre y gratuitamente a castigar un delito o una ofensa, a cobrar una deuda o a exigir una equivalencia. Perdonar y ser perdonado son experiencias vitales muy hondas, dotadas de múltiples dimensiones vitales, no sólo religiosas individuales y colectivas, sino también antropológicas, psicológicas, sociológicas, jurídicas y políticas.

Por muy petulantes o ingenuos que seamos, hemos de reconocer que, por el mero hecho de ser humanos, desde el nacimiento hasta la muerte, estamos rodeados de limitaciones y cargados con deudas y con culpas, y que, en consecuencia, el perdón, más que rebajamiento, es una necesidad y una grandeza. Todos –por muy íntegros que nos creamos- para vivir en paz con nosotros mismos y con los demás, para recuperar la salud, necesitamos continuamente perdonar y ser perdonados.

La experiencia del perdón fortalece la convicción de que no estamos de más, de que podemos ser algo, de que no somos simplemente tolerados y, sobre todo, nos eleva para que seamos nosotros mismos y para que se autonomice nuestra libertad crítica. Cuando la experiencia del perdón es sincera, además de saludable es creativa porque instauramos nuevas relaciones interhumanas y nuevos lazos interpersonales que, incluso, pueden dar origen a una amistad más profunda, a una colaboración más eficaz y, en consecuencia, a una nueva vida. Perdonar, efectivamente, es asumir la apuesta y el riesgo de rememorar el pasado asumiéndolo, y de encontrarnos con el otro adoptando una actitud positiva.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...