viernes, 13 de febrero de 2009

Nerviosismo

José Antonio Hernández Guerrero

A pesar de que, siguiendo las indicaciones del veterinario, Lola le colocó a Rocky alrededor del cuello un amplio cono de un rígido cartón con el fin de que, por mucho que inclinara la cabeza, no se viera la cola, al perro no le desapareció el nerviosismo sino que le aumentó de forma alarmante. Se movía de manera permanente por todas las habitaciones de la casa, tanto durante el día como durante la noche; perdió el apetito y, de vez en cuando, emitía unos ladridos lastimeros, parecidos a los aullidos de los lobos en celo.

La causa de este extraño comportamiento la descubrió Lola gracias a las pistas que le proporcionó su compañera Encarna cuyo perro también había sufrido las mismas alteraciones. “Repasa todos los muebles de tu vivienda y comprueba si, en las últimas semanas, has hecho algún cambio. Estos perros son excesivamente conservadores y, cuando advierten alguna alteración en su territorio, se sienten inseguros y desamparados”.

Lola no tuvo necesidad de hacer revisión alguna porque conocía con detalle los numerosos cambios que, como era su costumbre, había hecho al comienzo del año. Ella necesitaba un cambio de decoración en su vivienda para sentir la sensación de que también ella había cambiado y de que, incluso, renacía a una vida nueva. Por eso dedicaba los primeros días del mes de enero a sustituir las cortinas, la ropa de cama y a redistribuir los muebles para tener la impresión de que vivía en otra casa.

A Rocky, por lo visto, le ocurría lo contrario: que cuando advertía que la mesa ya no estaba situada en la mitad de la habitación sino junto a la pared, y que las sillas ya no rodeaban la mesa sino que estaban alineadas como los asientos de un autobús, se sentía desorientado y sufría un vértigo parecido al que experimentamos cuando estamos en un lugar extraño y tememos no ser capaces de adaptarnos por no medir bien las distancias.

Algo parecido está ocurriendo durante los últimos meses en nuestra ciudad en la que, para preparar esa gran conmemoración de “La Pepa”, se proyectan cambios en la configuración urbana: mientras que unos ciudadanos, aplauden todos los cambios, otros, por el contrario, expresan su malestar por las transformaciones de unas reliquias que ellos consideran intocables y sagradas. Pero, quizás resulte más sorprendente analizar las actitudes de los grupos políticos ante las propuestas novedosas de sus adversarios. En mi opinión, el origen de la negativa no estriba en razones psicológicas o en argumentos sociológicos, sino en unos intereses exclusivamente partidistas: las propuestas propias siempre son las acertadas, las de los adversarios siempre son erróneas.

Piensen en cualquiera de los edificios sobre los que, durante las últimas semanas, hemos debatido en los medios de comunicación provinciales –Aduana, los quioscos, la plaza de Sevilla, el nuevo aparcamiento de Canalejas, el asfaltado de la ronda de circunvalación o la tribuna del Estadio Carranza-. Como afirmaba en estas mismas páginas José Landi: “no se trata de que un edificio sea bonito o feo, no se trata de que una plaza esté más o menos despejada, no se trata de que un bar sea mayor o menor”, sino del promotor del cambio. Por eso son muchos los gaditanos que, antes de expresar su opinión, preguntan a quién se le ha ocurrido la idea.

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