lunes, 25 de enero de 2010

LAS PUÑETERAS CADENAS Y EL CORREO BASURA

EL SACRITAN DE SANTA ANA

Con motivo de haber llegado a la edad, supuestamente reglamentaria, me temí que mi párraco hubiera pasado a engresor la lista de los que durante todo el día andan habitualmente "tocándose las pelotas" (Lo que le faltaba): Don Ingenuo en esencia. En su salsa!
Pero no. Mi gozo en un pozo. Así que, de mi situación de excedencia, paso de nuevo a la actividad. Vuelvo a mi primitivo estado de sacristanito obrerito.
Disculpen el inciso. No es éste el tema que quiero exponer hoy.
Hoy quiero hablar sobre las cadenas y el correo basura, y ahí va eso.
Últimamente estoy recibiendo con bastante frecuencia correos electrónicos en los que, con historias fantasmales, amenazas de virus, falsas advertencias, e incluso con amenazas, se me invita a redistribuirlos a todos mis conocidos y amigos.
En general se trata de crear o proseguir cadenas para que lleguen al mayor número de usuarios posibles.
Créeme que en el 99% de los casos no son más que bulos elaborados para aprovechase de la mucha desinformación existente entre los internautas y de la ingenuidad, sensiblería y poca picardía de la mayoría.
Todos conocemos y habremos recibido en nuestros correos historias conmovedoras en las que se nos pide solidaridad; sensibleras fábulas y patrañas de amor y paz en las que se nos dice que alguien nos quiere; o promesas de beneficios si los reenviamos a un determinado número de personas. E incluso amenazas de que si lo ignoramos, puede ocurrirnos algo malo, destinado sobre todo a las personas más pusilánimes o supersticiosas.
Existe una larga lista de mensajes que en realidad se trata de bromas o engaños, conocidos en la red como "hoaxes" o "bulos", y que circulan a través del correo electrónico, advirtiendo, como ya he dicho, sobre historias, promesas o virus inexistentes.
Su común denominador, es pedirnos que se los reenviemos a todos nuestros conocidos. ¡Jamás lo hagas!.
No sólo terminarás saturando muchas casillas de correo, sino que estarás divulgando tu dirección de correo, y las de tus amigos, a los spammers: Los inescrupulosos generadores de correo basura.
Para reducir la cantidad de mensajes de este tipo que se propagan a través de la red, y para evitar molestar a otras personas, no reenvíes jamás estos mensajes, y no propagues estas advertencias, y mucho menos las creas, a menos que hayas verificado su exactitud con alguna fuente seria y responsable.
Con el tiempo, la experiencia y un buen olfato, detectarás enseguida si es o no un bulo o una cadena. Y si no, haz lo que yo cuando tengas dudas: Coge el enunciado del texto y pégalo en Google. Te sorprenderá que en el 99% de los casos tus sospechas estarán más que fundadas. Y para concluir, cuando estés a punto de enviar un mensaje de este tipo, hazte estas tres preguntas:
1. ¿Escribió alguien más este mensaje?
2. ¿Estás enviándolo a una lista larga de personas?
3. ¿Es un chiste, advertencia de cualquier clase que te llegó por correo, llamada de atención, poesía?
Si la respuesta es SI a cualquiera de ellas, NO lo envíes!
Hoy está lloviendo y no he podido salir al jardín. Así que no hay flores para nadie.
Manolo Argumedo

viernes, 22 de enero de 2010

UN SACRISTÁN EN EXCEDENCIA


Llegaron los fondos del Estado, y se iniciaron proyectos y obras para lavar la cara a la aciaga y triste situación de desempleo que padecemos en España y de la que infaustamente no nos libramos tampoco en Algeciras. Pero créanme que, ciertamente, estos planes y estas trabajos, antes de iniciarse, ya estaban condenados a tener puesta su fecha de caducidad. Es algo a todas luces perentorio que, en la mayoría de los casos, no va a servir absolutamente para nada y que, en definitiva, no va a ser más que una política afarolada, de engañabobos, en aras de seguir tergiversando el contexto de la realidad a la población, ocultando la gravedad de la crisis que venimos padeciendo. ¿Qué se habrá logrado entonces cuando se agoten los plazos y los presupuestos? Pues nada! Bueno, perdón, nada no! La verdad es que no nos podemos engañar a nosotros mismos. Vamos a ser sensatos. La realidad está ahí y se muestra por sí misma: Cuando todos estos proyectos montados en la falacia concluyan, volveremos a nuestra situación inicial y tornaremos a los índices porcentuales de paro de antes, agravados con los que se hayan sumado al carro desde entonces hasta ahora. Porque todo lo que se ha hecho no me parece el procedimiento definitivo y más adecuado para solucionar al problema creciente del desempleo en España y, por ende, en Algeciras. Y además, en la mayoría de los casos, el dinero invertido se habrá tirado prácticamente a la basura, porque se habrá usado en desmontar y volver a montar lo que previamente ya estaba realizado. ¿Y cómo se ha conseguido? Muy fácil: con el dinero depositado en las arcas del estado que hoy por hoy administra el partido en el poder. Y es que parece que el dinero no es de nadie. Más bien, como dice el rapsoda, el dinero es del tiempo. Sí, el tiempo que tardan los diferentes órganos ejecutivos, locales o estatales, en embargar mi vivienda o mi nómina si no estoy religiosamente al día en mis obligaciones tributarias. No señores. El dinero es de los vecinos, de los andaluces y en definitiva de todos los españoles. Y serán todos estos ciudadanos los que, en su momento, exijan a los gobernantes criterios de eficacia y eficiencia en la gestión administrativa. Y si no, díganme Vds. qué fue del dinero que se invirtió en la instalación de esos famosos maceteros que parecían coches de choque? Esa remodelación fue muy reciente y supongo que bastante cara. Pero claro, como había que seguirle la jugada al gobierno con el “Fondo de Inversión Local”, todo eso se fue al garete, y hala! a poner patas arriba de nuevo a la calle Ancha. Centrémonos ahora en lo que, a nivel local, personalmente nos atañe y nos ocupa. ¿Qué se está haciendo en Algeciras?. Y para responder a esta pregunta lo mejor es darse una vuelva por la ciudad.

Esta foto fue tomada el día 8 de Noviembre, cuando hacía varios meses, desde el mes de Julio, que se estaba trabajando en la supuesta remodelación de esta céntrica vía algecireña. Ya en esa fecha eran múltiples las quejas de los comerciantes. Personalmente, mientras hacía las fotos, estuve entrevistando a varios de ellos, y todos coincidían en lo mismo: Falta de planificación, muy pocos obreros trabajando, múltiples molestias a los ciudadanos, pérdidas en las ventas en torno a un 50%, necesidad de despedir a parte de la plantilla… Y sobre todo, la falta de compromiso por parte del Ayuntamiento que prometió paralizar las obras a partir del día 18 para facilitar la venta a los comercios en la campaña de Navidad.


Esta foto la hice precisamente el pasado miércoles día 6 y fíjense el aspecto que aún presentaba la calle Ancha.

Y esta instantánea la tomé exactamente ayer, mientras me dirigía a hacer un reportaje en el parque María Cristina. Es increíble que, desde el mes de Julio, todavía no se haya concluido y que estemos soportando a diario polvo, ruidos y constantes molestias. Pero es que además, por otra parte, en los tramos ya terminados, existen otras contrariedades que también han denunciado los ciudadanos.
Y es que no sé que tipo de baldosas se han utilizado, que, nada más colocarlas, empiezan a acumular bastante suciedad, por lo que la calle presenta indisolublemente un aspecto envejecido, mugriento, sucio e indecoroso. Yo me pregunto si todo este dinero no se pudiera haber empleado en otros menesteres o fines más apropiados y necesarios.
Por ejemplo construir unos servicios en el Llano Amarillo, a la altura del “Pollo Caporal”, para que mi querido Helmut pueda hacer sus necesidades. Porque es insoportable deambular por esa zona, sobre todo cuando sopla nuestro inseparable viento de levante. Yo a Helmut lo conozco hace muchos años. Concretamente desde el 75. Y lo recuerdo permanentemente limpiando la zona de la desembocadura del río. Ahora el hombre ya ha envejecido y busca zonas más apacibles y abrigadas donde guarecerse. Pero siempre lo veo recogiendo papeles y adecentando el entorno donde se desenvuelve habitualmente.
Siguiendo con mi habitual entrega de flores a personas destacadas, y ya concluyo, este cestillo de claveles se lo concedo a la encantadora Irene que me facilitó la labor de reportero gráfico para que pudiera hacer las fotos desde el balcón de su tienda. Para ti, amable Irene. Porque, si bonito tienes el nombre, más linda y dulce tienes la cara. Manolo Argumedo.

sábado, 16 de enero de 2010

Odio

José Antonio Hernández Guerrero

En la actualidad, un amplio sector de nuestra sociedad se muestra especialmente sensible ante la creciente proliferación de una serie de episodios tan reprobables como las agresiones sexuales (todas criminales), la violencia de sexo (todas perversas) y las guerras fraticidas (todas injustas). Estos comportamientos crueles constituyen el pertinaz objeto de muchas de nuestras conversaciones habituales y la materia preferida de un elevado número de análisis periodísticos de diversos géneros y de distintos calados. Todos coinciden en calificar estas acciones con unos epítetos tan expresivos y con unas expresiones tan contundentes como crímenes horrendos, asesinatos vergonzosos, delitos crueles u ofensas atroces a nuestra condición humana.Nos sorprende, sin embargo, la escasa atención que prestamos al examen de las sinuosas raíces que, atravesando las capas de nuestra compleja personalidad, nacen en la profundidad oscura de nuestras inhumanas entrañas. Me refiero al odio, esa fuerza mortífera -homicida y suicida-, ese veneno pernicioso, ese virus contagioso que -difícil de controlar e imposible de disimular- se alimenta permanentemente con unos mensajes que, de manera burda o sutil, lanzan quienes profesionalmente deberían colaborar en la construcción de un modelo de ciudadano más digno y de una sociedad más humana. El odio, como todos sabemos, nubla la vista, ofusca la razón, carcome los sentimientos más nobles, desacredita al sujeto que lo alberga y devora a la sociedad que lo sustenta. Aunque, en ocasiones, puede ser una reacción natural y momentánea a agresiones injustas, suele ser el fruto podrido de unos gérmenes que, plantados en una tierra propicia, se han regado con las turbias aguas del resentimiento y han respirado el ambiente viciado de rencor. Resulta doloroso comprobar cómo, de una manera permanente, los líderes políticos de diferentes signos ideológicos, con la intención de que sean más eficaces sus consignas, cargan sus propuestas e impulsan sus decisiones con la pólvora mortal del odio, una fuerza que amplía hasta el infinito el diámetro de sus ondas expansivas, gracias a la considerable ayuda que le prestan los medios de comunicación. A veces, incluso las instituciones sociales, políticas y religiosas incluyen una variable dosis de odio en la dieta con la que alimentan a sus miembros con el fin de reforzar la capacidad de difusión con mayores energías agresivas. Ayer mismo, con el fin de censurar a un determinado político, un lector me enviaba un mensaje en el que me comentaba que tal señor no era digno de ocupar un puesto de responsabilidad porque carecía de la agresividad necesaria para dedicarse a la política. A través de estas líneas me permito expresarle mi opinión de que los seres inicuos que alimentan el odio de los ciudadanos constituyen un permanente peligro para las instituciones en las que están integrados, profanan las causas que defienden y manchan el prestigio de sus respectivas ideologías porque, paradójicamente, debilitan las razones y los argumentos en los que se apoyan y acrecientan los problemas que pretenden resolver. El odio es un viento incontrolable que levanta tempestades e, irremisiblemente, hace zozobrar las barcas en la que juntos navegamos.Creo, además, que deberíamos ser más cuidadosos en el empleo de esta palabra tan grave y evitarla cuando, quizás, sólo pretendemos expresar las sensaciones de disgusto, de desagrado o molestia, o los sentimientos de antipatía, de enemistad o de animadversión. Es evidente que exageramos cuando, por ejemplo, afirmamos que odiamos el calor o el frío, la música moderna o la pintura abstracta, o, simplemente, levantarnos temprano o acostarnos tarde. Ni siquiera el odio merece ser objeto del odio.

Odio

José Antonio Hernández Guerrero

En la actualidad, un amplio sector de nuestra sociedad se muestra especialmente sensible ante la creciente proliferación de una serie de episodios tan reprobables como las agresiones sexuales (todas criminales), la violencia de sexo (todas perversas) y las guerras fraticidas (todas injustas). Estos comportamientos crueles constituyen el pertinaz objeto de muchas de nuestras conversaciones habituales y la materia preferida de un elevado número de análisis periodísticos de diversos géneros y de distintos calados. Todos coinciden en calificar estas acciones con unos epítetos tan expresivos y con unas expresiones tan contundentes como crímenes horrendos, asesinatos vergonzosos, delitos crueles u ofensas atroces a nuestra condición humana.Nos sorprende, sin embargo, la escasa atención que prestamos al examen de las sinuosas raíces que, atravesando las capas de nuestra compleja personalidad, nacen en la profundidad oscura de nuestras inhumanas entrañas. Me refiero al odio, esa fuerza mortífera -homicida y suicida-, ese veneno pernicioso, ese virus contagioso que -difícil de controlar e imposible de disimular- se alimenta permanentemente con unos mensajes que, de manera burda o sutil, lanzan quienes profesionalmente deberían colaborar en la construcción de un modelo de ciudadano más digno y de una sociedad más humana. El odio, como todos sabemos, nubla la vista, ofusca la razón, carcome los sentimientos más nobles, desacredita al sujeto que lo alberga y devora a la sociedad que lo sustenta. Aunque, en ocasiones, puede ser una reacción natural y momentánea a agresiones injustas, suele ser el fruto podrido de unos gérmenes que, plantados en una tierra propicia, se han regado con las turbias aguas del resentimiento y han respirado el ambiente viciado de rencor. Resulta doloroso comprobar cómo, de una manera permanente, los líderes políticos de diferentes signos ideológicos, con la intención de que sean más eficaces sus consignas, cargan sus propuestas e impulsan sus decisiones con la pólvora mortal del odio, una fuerza que amplía hasta el infinito el diámetro de sus ondas expansivas, gracias a la considerable ayuda que le prestan los medios de comunicación. A veces, incluso las instituciones sociales, políticas y religiosas incluyen una variable dosis de odio en la dieta con la que alimentan a sus miembros con el fin de reforzar la capacidad de difusión con mayores energías agresivas. Ayer mismo, con el fin de censurar a un determinado político, un lector me enviaba un mensaje en el que me comentaba que tal señor no era digno de ocupar un puesto de responsabilidad porque carecía de la agresividad necesaria para dedicarse a la política. A través de estas líneas me permito expresarle mi opinión de que los seres inicuos que alimentan el odio de los ciudadanos constituyen un permanente peligro para las instituciones en las que están integrados, profanan las causas que defienden y manchan el prestigio de sus respectivas ideologías porque, paradójicamente, debilitan las razones y los argumentos en los que se apoyan y acrecientan los problemas que pretenden resolver. El odio es un viento incontrolable que levanta tempestades e, irremisiblemente, hace zozobrar las barcas en la que juntos navegamos.Creo, además, que deberíamos ser más cuidadosos en el empleo de esta palabra tan grave y evitarla cuando, quizás, sólo pretendemos expresar las sensaciones de disgusto, de desagrado o molestia, o los sentimientos de antipatía, de enemistad o de animadversión. Es evidente que exageramos cuando, por ejemplo, afirmamos que odiamos el calor o el frío, la música moderna o la pintura abstracta, o, simplemente, levantarnos temprano o acostarnos tarde. Ni siquiera el odio merece ser objeto del odio.

martes, 12 de enero de 2010

La devaluación de los valores

Palabras menudas
La devaluación de los valores

José Antonio Hernández Guerrero

En la nueva etapa que iniciamos en el año que acaba de nacer, me propongo afrontar el difícil reto de abordar con un lenguaje actual esos asuntos que, a pesar de ser determinantes de nuestro bienestar, se han devaluado debido al mal uso que hacemos de sus nombres. Me refiero a esos valores que, de manera genérica, constituyen el contenido de los discursos de los políticos, de las conferencias de los profesores, de los sermones de los sacerdotes y de los comentarios de los periodistas, pero que, en la mayoría de los casos, no suelen explicarlos con claridad o lo hacen de una manera incompleta o excesivamente académica, solemne o superficial.

Estoy convencido de que, por ejemplo, una de las razones del menosprecio actual de las virtudes reside en el tono altisonante y en las connotaciones espiritualistas cuya consecuencia ha sido el desgaste de un lenguaje tópico y pasado de moda. Pero, si penetramos en esos nombres que nos suenan a música celestial, descubriremos cómo encierran unos contenidos que hoy mantienen plena vigencia porque tienen que ver con nuestro bienestar, con la salud de nuestros cuerpos y con el equilibrio de nuestros espíritus. Sus significados se refieren a esos aspectos de nuestras vidas que hacen que nos sintamos bien con nosotros mismos y con los seres con los que convivimos: son esas sustancias que nos hacen crecer como personas y que no sólo nos proporcionan paz, alegría y satisfacción, sino que, además, facilitan la convivencia y la colaboración.

Como habrán advertido, me refiero a la Ética, a esa disciplina que Aristóteles explica diciendo que es la ciencia que nos enseña a ser buenas personas y que tiene como meta la felicidad. Con excesiva frecuencia nos han inculcado la idea de que, para ser buenos, era necesario que nos negáramos a disfrutar, a divertirnos y a pasarlo bien. Recibíamos la impresión de que la bondad era aburrida, triste y cansada. La moral era un conjunto de reglas que prohibían pensar, imaginar, sentir y actuar con libertad y con alegría. Sin embargo, los autores clásicos han repetido que ésta es la fórmula para pasarlo bien, para estar contentos, y nos explican que ser virtuoso es vivir de una manera razonable y placentera. Es claro que, de vez en cuando, necesitamos sacar los pies del plato, tirar la casa por la ventana, perder los estribos, liarnos la manta a la cabeza, irnos de picos pardos e, incluso, echar una cana al aire, pero a condición de que no perdamos definitivamente las llaves, las riendas o los frenos ni que nos demos un golpe mortal.

jueves, 7 de enero de 2010

El deleite de la relectura

En estos días, en los que nos incitan para que compremos libros y nos estimulan para que leamos las “novedades editoriales”, me permito animarles -queridos amigos- para que relean también algunos de esos libros que tienen olvidados en las estanterías de sus salas de estar, en ese mueble decorativo, cubierto por el manto del olvido.

Es probable que allí encuentren algunas obras que, entre sus páginas, guarden una estampa, una hoja de almanaque, unos apuntes de clase, la carta de un amigo, quizás el pétalo de una rosa o algún otro detalle evocador de experiencias vitales. Es seguro que, si los releen con parsimonia y con regusto, las palabras más triviales les resonarán en sus oídos con ecos nuevos; los datos consabidos les revelarán desconocidos misterios y, quizás, las imágenes trasnochadas les despierten sensaciones inéditas y emociones dormidas en los pliegues más íntimos de sus entrañas.

Ya verán cómo, hasta aquellos Manuales de Historia de España, de Matemáticas Elementales o de Filosofía les descubren mundos fascinantes o pensamientos nuevos; quizás les formulen preguntas insospechadas y les planteen problemas sorprendentes. Y, a lo mejor, la novela rosa que leyó en la adolescencia les aviva inéditas ganas de seguir imaginando.

Si la lectura de un libro puede constituir un placer, la relectura, además de proporcionar un deleite intenso, puede ser, también, el mejor método para aprender a escribir. Santa Teresa se recreaba leyendo una y otra vez los mismos libros de caballerías; Cervantes releía hasta los papeles arrugados que se encontraba por el suelo; Borges repasaba con fruición las enciclopedias y Cansinos Assens disfrutaba volviendo a leer las mismas novelas policíacas.

No se trata, por lo tanto, de comprar muchos libros, ni tampoco de leer demasiados, sino de leer los textos profundizando en sus secretos íntimos. Ni siquiera los alumnos de Literatura deberían sentirse obligados a desmenuzar los textos con una frialdad analítica. Las obras literarias no están destinadas al estudio sino a la lectura “recreativa”.

Leer Literatura

- es comprenderla paladeando el sabor de una imagen afortunada;

- es seguir el zigzag de una trama apasionante;

- es sentir el pulso de una narración, sintonizar con el ritmo y con la musicalidad de una estrofa:

- es extraer la médula de su sentido, para que nos enriquezca y nos ayude a celebrar la fiesta de la vida.

La lectura “recreativa” identifica, por ejemplo, las cuestiones que, en otro tiempo y desde una situación diferente, suscitaron observaciones curiosas, asombros infantiles, turbaciones incomprensibles o sonrisas ingenuas.

- Releer es evocar la memoria y dejarnos llevar por los deseos.

- Releer consiste en aplicar el tacto, orientar la mirada, estimular el sueño y sondear el presentimiento; es sumergirse en otra atmósfera; es colaborar con el autor para crear una nueva obra.

- Releer es recordar, repasar, repensar, reconocer, redescubrir y revivir.

- Es conversar con un cuerpo vivo, poblado de ecos y de correspondencias.

miércoles, 6 de enero de 2010

Pestiñicil compositum (Comprimidos).El sacristán de Santa Ana

DESCRIPCION
El Pestiñicil es un potente laxante muy utilizado antiguamente desde la invasión del imperio otomano que posteriormente heredaron los califas árabes cuando ocuparon la península.
El pestiñicil posee propiedades analgésicas y laxantes parecidas a las de las tortitas de Navidad pero no tiene actividad antiinflamatoria, ni ejerce ningún efecto antiplaquetario.

El pestiñicil se utiliza en el tratamiento del atascamiento moderado agudo y crónico, y es considerado como el laxante de elección por la mayor parte de los autores en los pacientes de más de 70 años. También es el laxante de elección cuando las tortitas no son bien toleradas o cuando están demasiado enmeladas.
El Pestiñicil se viene utilizando desde finales del siglo IV y se puede adquirir sin prescripción médica, especialmente después de un buen atracón de higos chumbos.

Mecanismo de acción:
Se desconoce el mecanismo exacto de la acción del Pestiñicil, aunque se sospecha que inicia su actuación en las paredes del estómago a nivel central.
Los efectos laxantes del Pestiñicil tienen lugar bloqueando el pirógeno endógeno en el centro hipotalámico regulador de las cagaleras, inhibiendo la síntesis de las prostaglandinas.

La miel es disipada por vasodilatación, aumento del flujo sanguíneo periférico y sudores de muerte.
Las sobredosis de Pestiñicil o el uso continuo de este fármaco pueden ocasionar deposiciones continuas, debidas a las bolitas de colores que le sirven de coadyuvante y, en menor grado, al aceite de freír.

Fármacocinética:
Después de la administración oral, el Pestiñicil se absorbe rápida y completamente por el tracto digestivo. Las concentraciones máximas se alcanzan a los 30-60 minutos, aunque no están del todo relacionadas con los máximos efectos laxantes.

Después de una sobredosis, en presencia de chocolate calentito, o de anís del mono existe una probabilidad muy alta de que se vaya uno de vareta crónicamente.
También puede ocurrir que se potencie el metabolismo cuando el Pestiñicil se administre junto con una buena ingesta de churritos de “La Guapa”, papas con chocos, polvorones de Estepa o alfajores de Medina

La semi-vida de eliminación del Pestiñicil es de 2-4 horas en los pacientes con disfunción capilar aguda, siendo prácticamente indetectable en el plasma 8 horas después de su administración.

INDICACIONES Y POSOLOGIA
Tratamiento del estreñimiento ligero, moderado o agudo.
Administración oral o rectal:
Adultos y niños > 12 años: 1 comprimido por vía oral cada 4-6 horas.
Mariquitas, moñas y medio pensionistas: > 16 años: (sin consentimiento paterno) la misma dosis pero por vía rectal.
No deben sobrepasarse dosis de más de 1 píldora de golpe o más de 4 unidades al día.

CONTRAINDICACIONES Y PRECAUCIONES
Los pacientes tonsurados, con alopecia vírica u otras tonteridas diabéticas, tienen un riesgo mayor de una pestiñitoxicidad por la alta concentración de hidrocarbonos, debido a que la conjugación del fármaco puede ser reducida. Por lo tanto, en los pacientes con enfermedad glotona estable, se recomienda la administración de las dosis mínimas durante un máximo de 5 días.

Los pacientes clericales no deben automedicarse con pestiñicil si dicen más de tres misas, o consumen más de tres bebidas alcohólicas al día.
Los pacientes no deben automedicarse con pestiñicil durante más de cinco días sin consultar al médico, debido al alto riesgo que existe de embarazos no deseados.

REACCIONES ADVERSAS
Este fármaco está especialmente contraindicado en personas diabéticas, célibes y alopécicas.

PRESENTACION
* Cajita de 25 comprimidos de 500 mg.
* Cajita de 50 comprimidos de 500 mg. para casos más graves.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...