jueves, 7 de enero de 2010

El deleite de la relectura

En estos días, en los que nos incitan para que compremos libros y nos estimulan para que leamos las “novedades editoriales”, me permito animarles -queridos amigos- para que relean también algunos de esos libros que tienen olvidados en las estanterías de sus salas de estar, en ese mueble decorativo, cubierto por el manto del olvido.

Es probable que allí encuentren algunas obras que, entre sus páginas, guarden una estampa, una hoja de almanaque, unos apuntes de clase, la carta de un amigo, quizás el pétalo de una rosa o algún otro detalle evocador de experiencias vitales. Es seguro que, si los releen con parsimonia y con regusto, las palabras más triviales les resonarán en sus oídos con ecos nuevos; los datos consabidos les revelarán desconocidos misterios y, quizás, las imágenes trasnochadas les despierten sensaciones inéditas y emociones dormidas en los pliegues más íntimos de sus entrañas.

Ya verán cómo, hasta aquellos Manuales de Historia de España, de Matemáticas Elementales o de Filosofía les descubren mundos fascinantes o pensamientos nuevos; quizás les formulen preguntas insospechadas y les planteen problemas sorprendentes. Y, a lo mejor, la novela rosa que leyó en la adolescencia les aviva inéditas ganas de seguir imaginando.

Si la lectura de un libro puede constituir un placer, la relectura, además de proporcionar un deleite intenso, puede ser, también, el mejor método para aprender a escribir. Santa Teresa se recreaba leyendo una y otra vez los mismos libros de caballerías; Cervantes releía hasta los papeles arrugados que se encontraba por el suelo; Borges repasaba con fruición las enciclopedias y Cansinos Assens disfrutaba volviendo a leer las mismas novelas policíacas.

No se trata, por lo tanto, de comprar muchos libros, ni tampoco de leer demasiados, sino de leer los textos profundizando en sus secretos íntimos. Ni siquiera los alumnos de Literatura deberían sentirse obligados a desmenuzar los textos con una frialdad analítica. Las obras literarias no están destinadas al estudio sino a la lectura “recreativa”.

Leer Literatura

- es comprenderla paladeando el sabor de una imagen afortunada;

- es seguir el zigzag de una trama apasionante;

- es sentir el pulso de una narración, sintonizar con el ritmo y con la musicalidad de una estrofa:

- es extraer la médula de su sentido, para que nos enriquezca y nos ayude a celebrar la fiesta de la vida.

La lectura “recreativa” identifica, por ejemplo, las cuestiones que, en otro tiempo y desde una situación diferente, suscitaron observaciones curiosas, asombros infantiles, turbaciones incomprensibles o sonrisas ingenuas.

- Releer es evocar la memoria y dejarnos llevar por los deseos.

- Releer consiste en aplicar el tacto, orientar la mirada, estimular el sueño y sondear el presentimiento; es sumergirse en otra atmósfera; es colaborar con el autor para crear una nueva obra.

- Releer es recordar, repasar, repensar, reconocer, redescubrir y revivir.

- Es conversar con un cuerpo vivo, poblado de ecos y de correspondencias.

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