sábado, 23 de mayo de 2009

¡BASTA DE TOROS!

EL LOCO DE LA SALINA

Parece que existe cierto nerviosismo en un minoritario sector de La Isla, porque las obras que hay que hacer en la Plaza de Toros todavía no han comenzado. Por lo visto hay que arreglar muchas cosas que tienen que ver con la seguridad e higiene de todos los que participan en la salvajada consentida, excepto con la seguridad e higiene del toro, al cual no se le prepara ni una tirita de mala muerte.

También en Cádiz hay quienes piden una portátil como si pidieran un ordenador. Yo creía que los nervios solamente entraban por culpa de la crisis, pero por lo visto también entra la crisis de nervios cuando falta pan y circo.

Según mis cálculos, estamos ya terminando la primera decena del siglo XXI. Y ya está bien. El resto del mundo nos mira espantado. Aparecemos en Internet como los bárbaros de la piel de toro y los Dráculas de pelo en pecho, algunos muy valientes delante de un toro, pero muy cobardes cuando se trata de pensar con el corazón. Los toros hay que suprimirlos ya por decreto ley y sin más contemplaciones, simplemente porque nos debe dar vergüenza mantenernos en la barbarie y sobre todo por un mínimo sentimiento de amor hacia los animales. Ya sé que los listos de siempre me van a preguntar si me gusta la carne de toro estofada, a ver si por ahí me entero de que al toro hay que matarlo para comerlo. Pues sí, me encanta la carne de toro, pero con patatas fritas, por favor, y en su salsa. Sin embargo al toro, como a otros muchos animales, hay que matarlo civilizadamente y no a base de tortura y de verdugos llenos de falsas luces. No pienso molestarme en escribir las razones que tengo para pedir esa supresión, entre otras cosas, porque la sed de sangre que algunos tienen les apaga y nubla las entendederas y la sensibilidad. En todo caso, que se quiten de la cabeza eso de que el toreo es un arte que tiene muchos años. Antiguamente se pensaba que los gladiadores del circo romano tenían mucho arte y sobre todo el emperador, cuando bajaba el dedo y con mucho arte decretaba la muerte del vencido. El vencedor ejecutaba la orden con mucho arte. Hoy no hay gladiadores y nadie los echa de menos, que yo sepa, aunque muchas veces pienso que harían un buen papel en el Ayuntamiento. También era un arte sobrellevar a un montón de esclavos. Hoy ya no existen esclavos, aunque bien pensado y viendo el trato de algunos empresarios a sus empleados, tengo grandes dudas sobre el particular. También era un arte la caza del zorro para los hijos de la Gran Bretaña y aquello se acabó. El arte es algo sagrado e incapaz de llevar las manos manchadas de sangre. Muchos creen que los locos no sabemos más que de locuras y pamplinas. No es así. Un loco no puede disfrutar viendo a un animal sufriendo. Es superior a sus fuerzas.

Por otra parte tampoco pasaría nada si se suprimieran los toros. ¿Acaso no habría a quien torear? Con un buen capote, usted puede usted torear al vecino que es un plomo, a su cuñado que es un impresentable, al guardia, al vigilante, al gobernador, incluso a Hacienda, aunque esto más que toreo es una temeridad.

Por tanto, si se hace una portátil en Cádiz o se arregla la Plaza de Toros de La Isla, que sea para organizar algo que merezca la pena y que no envilezca la condición humana a base de tortura calculada y de sangre inocente.

Ahora bien, si a los alcaldes también les gustan los toros o si ven en ese público una buena fuente de votos no desperdiciables, esto durará algo más hasta que vengan otros que tengan lo que hay que tener y que acaben suprimiendo de una vez esa hambre insaciable de jugar con el sufrimiento y el martirio de un pobre animal.


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