jueves, 15 de octubre de 2009

A mi párroco

EL SACRISTÁN DE SANTA ANA


Mi querido, respetado y Rvdo. Párroco:
Me está resultando vd. un pelín subversivo.
Créame que lo entiendo, lo respeto y lo comparto. Al fin y al cabo, yo hubiera procedido de igual manera, porque para lo que le queda a uno en el convento, escupo dentro, (como en el Cómico).
Si es que vd. tiene unas cosas… Mira que ir a rejuntarse en el cine con la clase privilegiada… Y después se queja de que le llueven lapos o gargajos.
No señor! Hay que convivir y sufrir con el pueblo llano: Con la señora gorda que envenena el ambiente emanando hediondos efluvios de sus axilas. Con el pescaero que huele a caballa caletera y le apestan los pies. Con el marinero de delante que no te deja ver la película tratando de sobetear infructuosamente a la chorva de al lado. Con la cadencia ininterrumpida, tediosa y cansina del crujir de pipas y cacahuetes. Con la bocanada fétida que proyecta hacia tus narices el fumador de turno, impenitente consumidor de celtas cortos.
¿Habrá algo más humano y reconfortante, y que a uno le ponga los vellos de gallina, que disfrutar de un sentido pasodoble de Martínez Ares dedicado a las coñetas del puente canal, sentado en el gallinero del Falla? ¿Y esas rimas entre copla y copla?

Así le va: predicando el evangelio a los beduinos.
Estoy divagando. ¿A qué venía esto? ¿A santo de qué me he metido en este lío? Ah, sí: “Lo de las misas y los besos”. Es que me pongo a escribir y yo mismo me enrollo. Y al final la termino pagando con algún concierto para piano del pobre Tchaikovsky (Votkinsk, Rusia, 1840 - San Petersburgo, 1893)
Y es que, mire vd. padre, lo de San Pedro está bien, no le digo que no, pero la doctrina de este Apostol habría que trasladarla a los tiempos presentes y quedarnos sólo con el mensaje, pero no llevarlo a la práctica literalmente.
Además el de Betsaida, príncipe de los apóstoles, nunca estuvo pescando en la Caleta, y que yo sepa tampoco era de Cai Cai. Así que…
Porque convendrá vd. conmigo en que lo de “daos fraternalmente la paz”, en muchos casos, se ha convertido en un auténtico cachondeo. Al principio, yo recuerdo que se le deseaba la paz al de al lado con un beso o con un apretón de manos, según el caso. Hasta ahí todo correcto. Pero hoy, no.
Hoy ya no nos conformamos con practicar el formulismo con los que están junto a nosotros. No! Hoy se besuquea a la vecina del banco de delante, que no te vea, al primo de mi novio que está de muerte y que se encuentra dos bancos más atrás, a la que vende los periódicos enfrente del Merodio, que pa qué decirte, y que está en el banco de al lado.
Ya sabrá vd. por experiencia, reverendo, el revuelo que se forma en cada misiva de paz.
Así que mi querido párroco, no sea vd. tan “ritual”, que después pasa lo que pasa y, sin venir a cuento, puedan darle un tirón de orejas.
Ah!, antes de terminar, padre: Como vd. se va a jubilar pronto, a ver si me deja arreglado con el obispado el asuntillo ese que hemos hablado sobre lo de la subida de sueldo, que está la cosa mu mala. Y si no, un subdiaconato apañaíto, que con mi pronunciada alopecia, no tengo que gastar en barberos para que me haga la tonsura.
Con todos mis respetos, beso su mano.
El Sacristán.





Para la que vende los periódicos

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