viernes, 6 de marzo de 2009

Francisco Álvarez Mateo

Fallece el padre Francisco Álvarez Mateo
Un servidor de su pueblo que cumplía la gozosa tarea de anunciar el Evangelio

José Antonio Hernández Guerrero

Francisco Álvarez Mateos, con sus gestos sobrios y con sus actitudes discretas, nos ha animado para que nos despojáramos de poses ridículas, de fórmulas estereotipadas, de posturas artificiales que, máscaras inútiles, ocultan o disimulan nuestra radical pequeñez. “Tenemos -repetía- que confiar en el amor misericordioso de nuestro Padre que está en el cielo y en la tierra, en las iglesias, en las calles, en nuestras casas y en el fondo de nuestro corazón”, y explicaba aquella frase del Evangelio: “Él se revela, no tanto a los sabios y a los entendidos, sino a la gente sencilla”.
Estaba convencido de que la oración sólo es cristiana si es una conversación con el Padre nuestro, con el Dios de Jesús, el “Dios de los pobres”, el defensor de los desvalidos, el que se ha encarnado para “buscar y para salvar lo que estaba perdido”. “Dejadme, por favor, que sea un cura a mi estilo”.


Con esta petición -reiterada insistentemente a los que, desde situaciones diferentes, mostraban sus deseos de que sus actitudes, sus palabras y sus acciones, respondieran a patrones clericales trasnochados o novedosos- el padre Paco, defendía su modelo personal de sacerdote, enraizado en el Evangelio, fundamentado en el Concilio e interpretado según su propio talante humano.


Repetía que, más que predicador, se conformaba con ser pregonero de su fe en Jesús de Nazaret; más que maestro, pretendía mostrarse como testigo de la misericordia y de la bondad del Padre, como un servidor de su pueblo que cumplía la gozosa tarea de anunciar el Evangelio y de invitar a los hombres y a las mujeres para que creyeran y vivieran las enseñanzas de la Madre Iglesia.

Esperanzado creyente en los seres humanos, animaba a sus colaboradores directos para que, con templanza, con serenidad, con respeto y con cariño, entablaran un diálogo abierto con todos los hombres de buena voluntad pero que, de manera preferente, se acercaran a los enfermos y a todos los que sufren.

Hace escasas fechas, me dijo, con cierto tono de tristeza, “muchos están convirtiendo a Dios en un ser demasiado abstracto e irreal; por eso no se atreven llamarlo Padre, por eso no rezan; y es que no les resulta fácil invocar con confianza a un ser lejano y difuso al que consideran ajeno e indiferente a sus problemas y a sus sufrimientos”. Paco, nos explicaba, con palabras sencillas, cómo teníamos que rezar a un Dios Padre e invocarle siempre con corazón de niño. "Sólo este Dios bueno puede hacer que este mundo deje de ser un valle de lágrimas". Se nos ha muerto una persona aparentemente insignificante, que nos ha dado una lección de profunda humanidad y de sencillez evangélica. Que descanse en paz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Este F. Alvarez Mateos es el que yo imagino, de un curso posterior al mio, con cara aniñada (cuando teníamos 18), rubio, que tocaba la guitarra en la rondalla?
¿Es ese?
Leche.
¿Dónde vivía?
Si es ese, ni siquiera tenía los 65.
La leche.
Lo siento y me deja un poco fuera de juego.
Luiyi

Juan dijo...

El año 70 volví a encontrarme con el Popi en Salamanca. Fueron dos años intensos de convivencia profunda y de búsqueda personal, que se prolongaron con los cuatro que compartimos en Puerto Real. Hasta fuimos compis de casa durante más de un año. Me vine a Algeciras y luego me casé. Sólo en dos ocasiones nos vimos. ¡Hace tanto tiempo! ¡Nos distanció el espacio y el tiempo! Nos distanció la vida!
Pero siempre lo tuve cerca de mi corazón como un buen amigo, buena persona. Bueno es poco: profundo, sereno, cariñoso, cercano. No importaba ni tampoco importa, que él fuera cura y yo ya no (perdona, Juan Cejudo), somos amigos.
Un abrazo, Popi.

Juan dijo...

Lo anterior fue un desahogo, ahora me comunico con vosotros.
Me he quedado de piedra, anonadado, en el aire.
Me acabo de enterar por el blog. Sirve para estar en contacto.
Gracias a todos.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...