lunes, 16 de marzo de 2009

EL LOCO DE LA SALINA

YA ESTÁ BUENO LO BUENO

El pasado fin de semana me dieron por fin permiso y aproveché para darme una vuelta por La Isla. Y me dieron permiso ahora y no antes, porque el director del manicomio dice que el carnaval era cosa de locos y que lo que nos conviene a nosotros es la Semana Santa. Pues no lo entiendo. ¿Quién puede comprender que nos aparten de lo nuestro y nos recomienden lo que es propio de personas formales? Es lo que menos soporto de este manicomio, que me priven de febrerillo el loco y que me adoctrinen en marzo. ¿Será por vivir en pecado permanente y en un año repleto de semanas no santas?

En fin, que dando unas vueltas por La Isla y, aparte de que la calle Real no la está conociendo ya ni la madre que la parió, como aseguraba el otro, tengo que decir que hay cosas que me siguen llamando mucho la atención.

De siempre La Isla ha tenido gente pidiendo por las calles, pordioseros, estafadores de las limosnitas, pobres de solemnidad, pobres de apariencia, lectoras de manos a cambio de euros, personal ofreciendo ramitas de romero a cambio de lo mismo, inundaciones de estampitas de cualquier santo, mecheritos encima de un papel…
Eso ha pasado desde que yo empezaba a estar loco y sigue pasando ahora que mi locura me lleva al pozo de las pamplinas más gordas.

El problema es que La Isla se está llenando de pordioseros tirados por las calles, incluso las más céntricas, en un plan que se pasa ya del marrón Obama. La estampa cotidiana es un señor o una señora sentado de día o tirado de noche, con un perro a sus pies, siempre con un tetrabrik o con una litrona, con muchísima mierda encima tanto el personaje como la presunta manta, diciéndole impertinencias y groserías a todo el que pasa, con una peste encima que el mismo perro se tapa sus cinco sentidos como puede…

Además Dios los cría y ellos se juntan. De vez en cuando se reúne el grupo de los que andan por ahí sueltos y dan el numerito completo a la vista de todo el mundo.
En La Isla tenemos todos los días el ejemplo más claro en la calle Rosario, calle céntrica y de muchos comercios. Una señora coge unas tajadas impresionantes, de las que únicamente sale para coger otras más gordas. El tinto peleón o la cerveza preside el lugar escogido. Si hay que mear en un momento dado, se mea allí mismo y eso es lo que hay. Si hay que hacer otras necesidades mayores, se hacen allí mismo o se busca una casapuerta cercana y todo el mundo a aguantar. A lo que se ve, deben pensar que, como hay libertad y la democracia los hace medio tontos (el ejemplo lo tienen en mí mismo), pues nada, todo esto es normal y hay que soportarlo. El ejemplo para la gran cantidad de niños que pasan por esa calle es desastroso. El comercio no protesta para nada, que yo sepa. El director de la Caja Rural, cuya entrada por esa calle Rosario, es el lugar favorito de estos señores y señoras, debe ser un hombre paciente y de nombre Job, por aguantar ese espectáculo diario sin pestañear.

En fin, que dicho queda, porque una cosa es la pobreza y la necesidad, y otra bien distinta es hacernos ver que es posible una vida propia de animales en un mundo mínimamente civilizado como es éste que sufrimos. Estas personas padecen la enfermedad del alcoholismo y de alguna manera habría que socorrerlas, tanto si se dejan como si no se dejan. A mí, por ejemplo, me metieron a la fuerza en este manicomio.

En todo caso tengo que destacar la pasividad de las autoridades ante situaciones extremas como éstas que son infrahumanas, no constituyen un ejemplo para los niños y jóvenes, y no benefician para nada a esta ciudad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues llevas toda la razon amigo.jesus brea perez

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