domingo, 18 de julio de 2010

EXPERIENCIA DE CULPA Y CORRUPCIÓN

El sentimiento de tristeza, de remordimiento, de culpabilidad que se siente después de haber cometido una acción moralmente reprobable, es un estado emocional propio de cualquier persona normal. Sin embargo puede suceder que una persona experimente estos sentimientos de culpabilidad sin haber cometido una acción moralmente mala o que exagere su gravedad. También puede darse que una persona cometa acciones moralmente graves, sin que sienta el más leve sentimiento de culpabilidad. En el primer caso se trata de deformaciones de carácter patológico y en el segundo de falta de formación moral.
Aunque la conciencia moral presupone la conciencia psicológica, sin embargo la conciencia moral no es simplemente una aplicación de la conciencia psicológica al campo moral. Hay que dejar claro que la conciencia moral tiene su originalidad y sus propias reglas. No obstante, es verdad que la conciencia moral está psicológicamente condicionada, sin que ello signifique que la conciencia esté estricta y totalmente determinada por los factores psicológicos. Pero la experiencia nos demuestra que, más o menos, siempre se recibe influencia de los factores psicológicos y ambientales. Por ello, se puede llegar a creer que una acción es buena o mala según el mayor o menor número de personas que actúen de esa manera. En ese caso el concepto religioso se tambalea, llegándose a negar a Dios, con palabras o con hechos.
La conciencia moral se va formando, poco a poco, desde la edad más temprana a través de diversas etapas, de una manera similar y correlativa a la del desarrollo mental. Estas etapas pueden ser precisadas y se suceden en un orden fijo, pero de tal manera que su duración pueda variar de un ser humano a otro y hay siempre una imbricación de una etapa a otra. Para facilitar la comprensión de estas ideas podemos decir que el proceso se realiza de una manera similar a lo que sucede con las olas del mar cuando hay marea alta. Estas distintas etapas y características corresponden a los diversos niveles del psiquismo humano, de tal manera que la conciencia moral se va formando a estos niveles, pero según las leyes psicológicas, de modo que cada nivel superior integra el nivel inferior y cada nivel inferior determina más o menos el nivel superior.
En esta sociedad parece prohibido hablar de “pecado” y a robar y se le denomina “corrupción”. ¿Por qué llamar corrupción a acciones con las que individuos se apoderan de bienes pertenecientes al conjunto de la sociedad? En el Antiguo Testamento la infracción de la Ley de la Alianza es como una rebeldía contra el Dios de Israel. El pecado no consiste sólo en no cumplir unas normas externas, sino que es apartarse de Dios mismo, serle infiel. En la descripción del primer pecado, antes de la infracción de la norma, aparece el deseo de poseer, el afán de autonomía, de ser dueño del bien y del mal, de darse a sí mismo la Ley. Esta actitud interior se pone también de relieve en los pecados de Israel (Isaías 5,20: ”¡ Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal!”. La actitud culpable está en el corazón del hombre pecador. El pecado más grave es rechazar a Jesucristo y no aceptar el Reino de Dios, que por medio de Jesucristo se hace presente.
Los pecados contra el prójimo aparecen como oposición a Cristo, y de ahí su gravedad Mt 25,41-46. El daño contra el prójimo es pecado contra Dios y contra Jesucristo. Hay que redescubrir la conciencia de pecado para llamar las cosas por su nombre.

Juan de Dios Regordán Domínguez

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