viernes, 27 de noviembre de 2009

LOS AYUNTAMIENTOS

Están apareciendo últimamente como setas, noticias de Ayuntamientos que están al borde de la ruina. El de La Línea, por ejemplo, no puede pagar la nómina de sus empleados. El de San Roque dice que es posible que no pueda pagar en diciembre la extra de diciembre. Y en todos los sitios se cuecen habas. Todos los ayuntamientos están entrampados de tal forma que pagar los intereses de los créditos bancarios es una de las mayores partidas y esto no puede más que generar una trampa mayor.
Y es normal que esto ocurra. No sé de quién fue la idea de que al frente de los ayuntamientos estuviera un político. Un señor que tiene buena labia consigue entrar en un partido y con buena labia consigue ponerse el primero de lista y ¡pluf! ya es alcalde de la ciudad o pueblo, cuando en realidad no es capaz ni de llevar la administración de su casa.
Porque un ayuntamiento tiene que llevar la administración del pueblo. Se supone que todos los ingresos de un ayuntamiento deben revertir en beneficio del pueblo haciendo cosas buenas para sus paisanos y sobre todo para los más necesitados. Claro está que esta gestión cuesta dinero, pero lo normal debería ser que la gestión se llevara un treinta por ciento de los ingresos y el 70% restante revertir en el pueblo. Pues bien, resulta que gracias a los políticos que gobiernan las ciudades y pueblos, con todos los ingresos que tienen no basta para pagar a los administradores. Y para el pueblo ¿qué? Porque todas las obras que se están haciendo ahora en las ciudades las paga Zapatero yo no sé de dónde. Cuando Zapatero ya no pueda dar más dinero para obras ¿qué pasará?
Siguiendo la cosa como va, es posible que sea necesario recurrir a un gestor para que dirija el ayuntamiento. Pero un gestor de carrera. Un economista por ejemplo. Y el político/alcalde que se vaya a su casita que seguramente le hace falta a su respetable señora.
Aunque os digo una cosa: en el futuro, habrá que recurrir a la privatización de los ayuntamientos. No os riáis. Empresa privada que tras una puja se quede con la licitación por un par de años y, si lo hace bien, el pueblo le prorroga el contrato, con una votación, por otros dos años más, y dos más… hasta que se equivoque queriendo o sin querer.
Esto terminará así. Y si no me creen, háganme el honor vuestras señorías de no morirse en los próximos 50 años y veréis que tengo razón.
Luiyi

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