José Antonio Hernández Guerrero
Una de las consecuencias más graves de la crisis económica es, a mi juicio, la devastadora corriente de pesimismo –quizás patológico- que sacude a una sociedad que, paradójicamente, sufre los achaques de la opulencia. Es cierto que estos momentos no son los más propicios para euforias, pero también es verdad que pueden ser –y en otras situaciones análogas ha sido- el momento adecuado para enarbolar esperanzas y para imaginar posibles salidas. Los logros culturales, sociales, científicos y hasta políticos deberían, al menos, mitigar esa embriaguez de desolación que, de manera más o menos interesada, a veces inundan los medios de comunicación. Tengamos en cuenta que los efectos de este estado de ánimo deprimido pueden ser tan negativos como, por ejemplo, el aumento descontrolado del escepticismo político, de la indiferencia social, de la insolidaridad e, incluso, de la frívola asunción de una vida cómoda.
Creo que, precisamente en esta situación, los líderes de opinión, con el fin de evitar que este estado de ánimo multiplique los efectos devastadores de la crisis, deberían intensificar sus análisis mediante una reflexión seria e, incluso, a través del aumento de unas propuestas imaginativas. Es posible que ése sea uno de los mejores servicios que los periodistas ofrezcan a los dirigentes políticos quienes, por lo visto, carecen de tiempo y de espacio para pensar y para imaginar. A lo mejor de esta manera podríamos extraer algún beneficio –aunque sea psicológico- de esta de la crisis que aqueja, sobre todo, a los menos favorecidos.
Los periodistas, aunque carezcan de poderes políticos- quizás por estar más entrenados para el raciocinio, para la fantasía y para la crítica, podrían, además de denunciar los engaños y las contradicciones, rendir el servicio de atisbar pistas nuevas para la salida de la crisis, podrían proponer fórmulas imaginativas y, sobre todo, emplear procedimientos eficaces para animarnos a todos en medio de este avispero de controversias.
Creo que fue Mario Benedetti quien, hace ya más de un cuarto de siglo, afirmaba que el pobre es quien puede permitirse el lujo del optimismo aunque sólo sea por lo mucho que le queda por alcanzar. Se cumple así, efectivamente, la ley de las compensaciones: el pesimismo es, en cierta manera, una actitud conservadora, autodefensiva, destinada a resguardar lo que ya se tiene; mientras que el optimismo es el gesto primario destinado a alcanzar aquello de lo que se carece.
Los medios de comunicación, que poseen hoy una influencia decisiva para fomentar la esperanza y la confianza en nuestras capacidades reales, han de explicar y “documentar” los fundamentos de esa confianza en vez de sembrar la desconfianza que genera por doquier un peligroso recelo. El periodista serio y consciente puede ayudar de una manera muy positiva para que la opinión publica descubra una vía por la que, con los pies en la tierra, caminemos juntos hacia el bienestar posible y necesario. No olvidemos que la confianza aumenta la confianza. Estoy convencido de que, además de denunciar las injusticias y de criticar los abusos, podríamos emplear de vez en cuando la fórmula -razonable y eficaz- para explicar algunos de testimonios humanos que constituyen los patrones que hemos de seguir para abrir surcos por los que discurran las mejores virtudes, los valores que nos definen como personas y comos seres sociales titulares de derechos y de libertades fundamentales.
viernes, 23 de octubre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
Lo peor de la crisis
José Antonio Hernández Guerrero
Les confieso que, una vez más, he sido incapaz de responder de manera adecuada a la mayoría de las preguntas que varios exalumnos de nuestra Facultad de Filosofía y Letras me han formulado en la última reunión que hemos celebrado: ¿Es verdad que lo peor de la crisis ha pasado? ¿Dónde está lo peor de la crisis? ¿Es cierto que, gastando más dinero, se solucionará la crisis? Y, la definitiva: ¿Cuándo encontraremos trabajo?
Ignoro a quién se dirige el Presidente del Gobierno cuando, con tanta convicción, afirma que lo peor de la crisis ya ha pasado, pero tengo la impresión de que a la gran mayoría de los ciudadanos que sufren las consecuencias de la crisis, no les ha transmitido el consuelo de la esperanza sino que, por el contrario, les ha generado una serie de angustiosos interrogantes sobre su presente y sobre su futuro inmediato. Son muchos los que, desorientados, se preguntan para qué les han servido tantos años de estudio y tantas horas restadas a la diversión y al descanso. A mi juicio, una de las principales consecuencias negativas de esas afirmaciones propagandísticas es el galopante descrédito en el que están cayendo los principales líderes políticos, los conductores de nuestro bienestar colectivo.
Algunos alumnos han comentado también la frivolidad con la que políticos, economistas, periodistas y publicistas proclaman a coro que la solución de la crisis estriba en el aumento del consumo. Les ha llamado la atención cómo todos están de acuerdo en que, si compramos muchos objetos, si gastamos el escaso dinero que tenemos e, incluso, si nos endeudamos, la economía saldrá de la profunda depresión en la que se encuentra instalada y, en consecuencia, todos nos sentiremos más felices.
Juan -que acaba de terminar la carrera de Psicología- ha aprovechado esta oportunidad para explicarnos detalladamente cómo esa patología del consumo, en vez de paliar, agrava algunos trastornos psicológicos que tienen su origen en la búsqueda ansiosa de aprobación, en la necesidad de dependencia, en la baja autoestima, en la demanda de excitación y en la falta de autocontrol. Él, incluso, opina que esa compra compulsiva es un grave síntoma de una inestabilidad emocional que puede generar una profunda depresión.
Hemos llegado a la conclusión de que, a pesar de la crisis, somos muchos los que, por haber confundido la abundancia con la prosperidad, y la prosperidad con el bienestar, hemos acumulado tal cantidad de objetos e, incluso, de conocimientos, de sensaciones y de emociones que apenas nos dejan huecos para nuevas adquisiciones. En la actualidad nos faltan espacio, tiempo y, sobre todo, tranquilidad. Tengo la impresión de que, en contra de las propuestas de los políticos, no nos vendría mal elaborar un riguroso plan para reducir la cantidad excesiva de bienes materiales y espirituales. Estoy convencido de que uno de los problemas que padecemos en nuestros hogares, en nuestros trabajos y en nuestros bolsos, igual que en nuestro cuerpo y en nuestra mente, es el del exceso. De la misma manera que, en la vida doméstica al comienzo del curso, además de renovar los instrumentos desgastados por el uso hemos de deshollinar los huecos y las ranuras en los que se depositan residuos de suciedad, sería aconsejable que, de vez en cuando, limpiáramos los rincones de nuestro espíritu de esas agrias sensaciones que nos amargan la vida diaria.
Les confieso que, una vez más, he sido incapaz de responder de manera adecuada a la mayoría de las preguntas que varios exalumnos de nuestra Facultad de Filosofía y Letras me han formulado en la última reunión que hemos celebrado: ¿Es verdad que lo peor de la crisis ha pasado? ¿Dónde está lo peor de la crisis? ¿Es cierto que, gastando más dinero, se solucionará la crisis? Y, la definitiva: ¿Cuándo encontraremos trabajo?
Ignoro a quién se dirige el Presidente del Gobierno cuando, con tanta convicción, afirma que lo peor de la crisis ya ha pasado, pero tengo la impresión de que a la gran mayoría de los ciudadanos que sufren las consecuencias de la crisis, no les ha transmitido el consuelo de la esperanza sino que, por el contrario, les ha generado una serie de angustiosos interrogantes sobre su presente y sobre su futuro inmediato. Son muchos los que, desorientados, se preguntan para qué les han servido tantos años de estudio y tantas horas restadas a la diversión y al descanso. A mi juicio, una de las principales consecuencias negativas de esas afirmaciones propagandísticas es el galopante descrédito en el que están cayendo los principales líderes políticos, los conductores de nuestro bienestar colectivo.
Algunos alumnos han comentado también la frivolidad con la que políticos, economistas, periodistas y publicistas proclaman a coro que la solución de la crisis estriba en el aumento del consumo. Les ha llamado la atención cómo todos están de acuerdo en que, si compramos muchos objetos, si gastamos el escaso dinero que tenemos e, incluso, si nos endeudamos, la economía saldrá de la profunda depresión en la que se encuentra instalada y, en consecuencia, todos nos sentiremos más felices.
Juan -que acaba de terminar la carrera de Psicología- ha aprovechado esta oportunidad para explicarnos detalladamente cómo esa patología del consumo, en vez de paliar, agrava algunos trastornos psicológicos que tienen su origen en la búsqueda ansiosa de aprobación, en la necesidad de dependencia, en la baja autoestima, en la demanda de excitación y en la falta de autocontrol. Él, incluso, opina que esa compra compulsiva es un grave síntoma de una inestabilidad emocional que puede generar una profunda depresión.
Hemos llegado a la conclusión de que, a pesar de la crisis, somos muchos los que, por haber confundido la abundancia con la prosperidad, y la prosperidad con el bienestar, hemos acumulado tal cantidad de objetos e, incluso, de conocimientos, de sensaciones y de emociones que apenas nos dejan huecos para nuevas adquisiciones. En la actualidad nos faltan espacio, tiempo y, sobre todo, tranquilidad. Tengo la impresión de que, en contra de las propuestas de los políticos, no nos vendría mal elaborar un riguroso plan para reducir la cantidad excesiva de bienes materiales y espirituales. Estoy convencido de que uno de los problemas que padecemos en nuestros hogares, en nuestros trabajos y en nuestros bolsos, igual que en nuestro cuerpo y en nuestra mente, es el del exceso. De la misma manera que, en la vida doméstica al comienzo del curso, además de renovar los instrumentos desgastados por el uso hemos de deshollinar los huecos y las ranuras en los que se depositan residuos de suciedad, sería aconsejable que, de vez en cuando, limpiáramos los rincones de nuestro espíritu de esas agrias sensaciones que nos amargan la vida diaria.
No se lo digas a mamá
EL SACRISTAN DE SANTA ANA
Mariló Montero, periodista, esposa (de Carlos Herrera, también periodista) y madre (de una adolescente).
DIARIO DE SEVILLA - 31/03/09 Mariló Montero
Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres. Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres.
Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella.
Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.
El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.
Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.
Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia.
Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé?
Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.
Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres.
Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley de
l aborto? Una cuestión más: ¿Meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la necesitas".

Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola.
Porque soy su madre.
jueves, 15 de octubre de 2009
A mi párroco
EL SACRISTÁN DE SANTA ANA
Mi querido, respetado y Rvdo. Párroco:
Me está resultando vd. un pelín subversivo.
Créame que lo entiendo, lo respeto y lo comparto. Al fin y al cabo, yo hubiera procedido de igual manera, porque para lo que le queda a uno en el convento, escupo dentro, (como en el Cómico).
Si es que vd. tiene unas cosas… Mira que ir a rejuntarse en el cine con la clase privilegiada… Y después se queja de que le llueven lapos o gargajos.
No señor! Hay que convivir y sufrir con el pueblo llano: Con la señora gorda que envenena el ambiente emanando hediondos efluvios de sus axilas. Con el pescaero que huele a caballa caletera y le apestan los pies. Con el marinero de delante que no te deja ver la película tratando de sobetear infructuosamente a la chorva de al lado. Con la cadencia ininterrumpida, tediosa y cansina del crujir de pipas y cacahuetes. Con la bocanada fétida que proyecta hacia tus narices el fumador de turno, impenitente consumidor de celtas cortos.
¿Habrá algo más humano y reconfortante, y que a uno le ponga los vellos de gallina, que disfrutar de un sentido pasodoble de Martínez Ares dedicado a las coñetas del puente canal, sentado en el gallinero del Falla? ¿Y esas rimas entre copla y copla?
Así le va: predicando el evangelio a los beduinos.
Estoy divagando. ¿A qué venía esto? ¿A santo de qué me he metido en este lío? Ah, sí: “Lo de las misas y los besos”. Es que me pongo a escribir y yo mismo me enrollo. Y al final la termino pagando con algún concierto para piano del pobre Tchaikovsky (Votkinsk, Rusia, 1840 - San Petersburgo, 1893)
Y es que, mire vd. padre, lo de San Pedro está bien, no le digo que no, pero la doctrina de este Apostol habría que trasladarla a los tiempos presentes y quedarnos sólo con el mensaje, pero no llevarlo a la práctica literalmente.
Además el de Betsaida, príncipe de los apóstoles, nunca estuvo pescando en la Caleta, y que yo sepa tampoco era de Cai Cai. Así que…
Porque convendrá vd. conmigo en que lo de “daos fraternalmente la paz”, en muchos casos, se ha convertido en un auténtico cachondeo. Al principio, yo recuerdo que se le deseaba la paz al de al lado con un beso o con un apretón de manos, según el caso. Hasta ahí todo correcto. Pero hoy, no.
Hoy ya no nos conformamos con practicar el formulismo con los que están junto a nosotros. No! Hoy se besuquea a la vecina del banco de delante, que no te vea, al primo de mi novio que está de muerte y que se encuentra dos bancos más atrás, a la que vende los periódicos enfrente del Merodio, que pa qué decirte, y que está en el banco de al lado.
Ya sabrá vd. por experiencia, reverendo, el revuelo que se forma en cada misiva de paz.
Así que mi querido párroco, no sea vd. tan “ritual”, que después pasa lo que pasa y, sin venir a cuento, puedan darle un tirón de orejas.
Ah!, antes de terminar, padre: Como vd. se va a jubilar pronto, a ver si me deja arreglado con el obispado el asuntillo ese que hemos hablado sobre lo de la subida de sueldo, que está la cosa mu mala. Y si no, un subdiaconato apañaíto, que con mi pronunciada alopecia, no tengo que gastar
en barberos para que me haga la tonsura.
Con todos mis respetos, beso su mano.
El Sacristán.
Mi querido, respetado y Rvdo. Párroco:
Me está resultando vd. un pelín subversivo.
Créame que lo entiendo, lo respeto y lo comparto. Al fin y al cabo, yo hubiera procedido de igual manera, porque para lo que le queda a uno en el convento, escupo dentro, (como en el Cómico).
Si es que vd. tiene unas cosas… Mira que ir a rejuntarse en el cine con la clase privilegiada… Y después se queja de que le llueven lapos o gargajos.
No señor! Hay que convivir y sufrir con el pueblo llano: Con la señora gorda que envenena el ambiente emanando hediondos efluvios de sus axilas. Con el pescaero que huele a caballa caletera y le apestan los pies. Con el marinero de delante que no te deja ver la película tratando de sobetear infructuosamente a la chorva de al lado. Con la cadencia ininterrumpida, tediosa y cansina del crujir de pipas y cacahuetes. Con la bocanada fétida que proyecta hacia tus narices el fumador de turno, impenitente consumidor de celtas cortos.
¿Habrá algo más humano y reconfortante, y que a uno le ponga los vellos de gallina, que disfrutar de un sentido pasodoble de Martínez Ares dedicado a las coñetas del puente canal, sentado en el gallinero del Falla? ¿Y esas rimas entre copla y copla?
Así le va: predicando el evangelio a los beduinos.
Estoy divagando. ¿A qué venía esto? ¿A santo de qué me he metido en este lío? Ah, sí: “Lo de las misas y los besos”. Es que me pongo a escribir y yo mismo me enrollo. Y al final la termino pagando con algún concierto para piano del pobre Tchaikovsky (Votkinsk, Rusia, 1840 - San Petersburgo, 1893)
Y es que, mire vd. padre, lo de San Pedro está bien, no le digo que no, pero la doctrina de este Apostol habría que trasladarla a los tiempos presentes y quedarnos sólo con el mensaje, pero no llevarlo a la práctica literalmente.
Además el de Betsaida, príncipe de los apóstoles, nunca estuvo pescando en la Caleta, y que yo sepa tampoco era de Cai Cai. Así que…
Porque convendrá vd. conmigo en que lo de “daos fraternalmente la paz”, en muchos casos, se ha convertido en un auténtico cachondeo. Al principio, yo recuerdo que se le deseaba la paz al de al lado con un beso o con un apretón de manos, según el caso. Hasta ahí todo correcto. Pero hoy, no.
Hoy ya no nos conformamos con practicar el formulismo con los que están junto a nosotros. No! Hoy se besuquea a la vecina del banco de delante, que no te vea, al primo de mi novio que está de muerte y que se encuentra dos bancos más atrás, a la que vende los periódicos enfrente del Merodio, que pa qué decirte, y que está en el banco de al lado.
Ya sabrá vd. por experiencia, reverendo, el revuelo que se forma en cada misiva de paz.
Así que mi querido párroco, no sea vd. tan “ritual”, que después pasa lo que pasa y, sin venir a cuento, puedan darle un tirón de orejas.
Ah!, antes de terminar, padre: Como vd. se va a jubilar pronto, a ver si me deja arreglado con el obispado el asuntillo ese que hemos hablado sobre lo de la subida de sueldo, que está la cosa mu mala. Y si no, un subdiaconato apañaíto, que con mi pronunciada alopecia, no tengo que gastar

Con todos mis respetos, beso su mano.
El Sacristán.
Para la que vende los periódicos
martes, 13 de octubre de 2009
De Luis Suárez
Misas y besos
Estos chicos (bueno, la verdad es que ya no son tan chicos) llegaron alardeando de ser los sucesores del mayo francés y del "prohibido prohibir"...
Pero en cuanto se montaron en el machito, asomó la oreja dictatorial y comenzaron a dictar prohibiciones. Empezaron con el "prohibido fumar". Le cogieron gusto... y han llegado hasta el extremo de prohibir la objeción de conciencia a los médicos que se niegan a practicar abortos, a los farmacëuticos que no quieren vender la "pilula del after day" y hasta a los padres que no les gusta que sus hijos sean manipulados con esa falaz "educación para la ciudadanía"...
Recuerdo que las prohibiciones, a mediados del pasado siglo, con "la otra dictadura", eran bastante más inocentes e ingenuas. Se limitaban a los trenes, tranvías y cines: "asomarse al exterior", "hablar al conductor", "por higiene, no escupir".
(En los cines Municipal y Gades de mi juventud gaditana, en las antesalas, junto a un desconchado escupidor de porcelana, se invitaba a no hacerlo "en el suelo"...En el Cómico, por el contrario, los escupitajos y gargajos llovían del cielo, desde el paraíso al patio de butacas...)
Estoy divagando.
Lo que quería decir es que ahora la "fiebre prohibitiva" ha entrado en los templos.
Por mor de una presunta pandemia de gripe A, los autoritarios sanitarios o las autoridadas sanitarias pretenden impedir, controlar, dictar normas, regular los besos en mejillas, manos y pies...
Se ha escrito sobre "la actitud abierta de los rectores de la Iglesia de Cádiz y su capacidad para amoldarse a las necesidades y requerimientos de la sociedad civil". (?)
Y, por contra, de "la triste postura adoptada por otros miembros de esta comunidad, curas y feligreses, que se enfrentsron sin ningún decoro al propio obispo"...(???)
Pues eso.Que por encima de sugerencias, orientaciones, insinuaciones o prohibiciones, presuntamente higiénicas, asépticas, preventivas, prefiero el consejo del apóstol Pedro: "Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno, con el ósculo de la paz".
Lo dicho. Misas y besos.
Estos chicos (bueno, la verdad es que ya no son tan chicos) llegaron alardeando de ser los sucesores del mayo francés y del "prohibido prohibir"...
Pero en cuanto se montaron en el machito, asomó la oreja dictatorial y comenzaron a dictar prohibiciones. Empezaron con el "prohibido fumar". Le cogieron gusto... y han llegado hasta el extremo de prohibir la objeción de conciencia a los médicos que se niegan a practicar abortos, a los farmacëuticos que no quieren vender la "pilula del after day" y hasta a los padres que no les gusta que sus hijos sean manipulados con esa falaz "educación para la ciudadanía"...
Recuerdo que las prohibiciones, a mediados del pasado siglo, con "la otra dictadura", eran bastante más inocentes e ingenuas. Se limitaban a los trenes, tranvías y cines: "asomarse al exterior", "hablar al conductor", "por higiene, no escupir".
(En los cines Municipal y Gades de mi juventud gaditana, en las antesalas, junto a un desconchado escupidor de porcelana, se invitaba a no hacerlo "en el suelo"...En el Cómico, por el contrario, los escupitajos y gargajos llovían del cielo, desde el paraíso al patio de butacas...)
Estoy divagando.
Lo que quería decir es que ahora la "fiebre prohibitiva" ha entrado en los templos.
Por mor de una presunta pandemia de gripe A, los autoritarios sanitarios o las autoridadas sanitarias pretenden impedir, controlar, dictar normas, regular los besos en mejillas, manos y pies...
Se ha escrito sobre "la actitud abierta de los rectores de la Iglesia de Cádiz y su capacidad para amoldarse a las necesidades y requerimientos de la sociedad civil". (?)
Y, por contra, de "la triste postura adoptada por otros miembros de esta comunidad, curas y feligreses, que se enfrentsron sin ningún decoro al propio obispo"...(???)
Pues eso.Que por encima de sugerencias, orientaciones, insinuaciones o prohibiciones, presuntamente higiénicas, asépticas, preventivas, prefiero el consejo del apóstol Pedro: "Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno, con el ósculo de la paz".
Lo dicho. Misas y besos.
DÍA DEL NIÑO POR NACER.
DÍA DEL NIÑO POR NACER.
Para el calendario litúrgico de la Iglesia, hoy conmemoramos la Anunciación a María. Dios le pide a la Virgen de Nazaret, por medio del Arcángel Gabriel, que se convierta en Madre del Mesías, el tan esperado salvador de su Pueblo.
María, acepta inmediatamente y el Espíritu Santo la fecunda: el Verbo Eterno de Dios se hace hombre en su vientre. Misterio maravilloso de amor entre Dios y la humanidad.
Por este mismo motivo, hoy queremos recordar a todos aquellos niños que están por nacer, es decir, que se están gestando en el seno de sus madres, aguardando el día en el que puedan ver la luz de este mundo.
Cada vida humana es absolutamente sagrada para los ojos de Dios, cada ser humano es único para Él. A veces nos contempla nacer felizmente, otras… simplemente no irrumpe en la libertad del hombre cuando éste quiere impedir que un nuevo ser venga a este mundo. Gran misterio de la Providencia Divina, la libertad del hombre, el pecado y la Gracia…
Por todos los niños que aguardan el día de su nacimiento, por los que se les es negado el derecho a la vida, por las madres y padres que forman parte de este milagro, oremos al Señor, a la Virgen Santísima, Ella, que a pesar de todas las dificultades luchó por dar a luz a su Hijo, que siga protegiendo la vida humana.
CREDO DE LA VIDA
Creo y amo a Dios, Uno y Trino, que es Amor y Vida.
Creo y amo a Dios, nuestro Padre, fuente del Amor y de la Vida.
Creo y amo a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.
Creo y amo al Espíritu Santo, Señor y dador de Vida.
Creo y amo la vida como un regalo de Dios: se recibe gratuitamente para ser donada gratuitamente.
Creo y amo la belleza y la bondad de la vida.
Creo y amo la belleza e igual dignidad de ser hombre y mujer, diferentes y complementarios.
Creo y amo el matrimonio y la familia que tienen a Dios por Autor.
Creo y amo la sexualidad humana como un don de Dios para ser vivido en el matrimonio.
Creo y amo a la familia, santuario de la vida.
Creo y amo la vida, la cual es sagrada desde el momento de la fecundación.
Creo y amo la vida y me comprometo a protegerla, promoverla y defenderla en todos sus momentos y formas.
Creo y amo la naturaleza, don confiado por Dios al cuidado del hombre y la mujer.
Creo y amo la verdad de la ciencia, la cual es iluminada por l

Manolo Argumedo.
(La flor adjunta es para todas y todos los que creen en la belleza y en el amor.)
sábado, 10 de octubre de 2009
La tentación del optimismo
José Antonio Hernández Guerrero
Permítanme que, en esta ocasión, caiga en la tentación del optimismo y declare mi confianza en que los implicados estudiarán detenidamente cada uno de los doce puntos incluidos en el documento de trabajo Bases para un pacto social y político por la educación. Me conformo con que, al menos, coincidan en la necesidad de reencontrar unos procedimientos eficaces para potenciar el esfuerzo de los alumnos, para mejorar la financiación de los centros, para aumentar el reconocimiento del papel de los profesores y, por supuesto, para lograr la excelencia en las actividades investigadoras, docentes y culturales de la universidad.
Me llama la atención el escaso eco mediático que ha tenido la reunión celebrada por el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal. Con esta entrevista se abre la ronda de contactos con los partidos políticos para abordar ese Pacto de Estado Social y Político por la Educación que hemos demandado los ciudadanos durante los últimos años. Como ha señalado el Ministro, en esta ocasión, la voluntad política coincide con la voluntad ciudadana y pretende evitar que la interpretemos como un “brindis al sol” o como una estrategia partidista que busca votos en unos momentos de depresión psicológica, social y, por supuesto, económica.
En medio del estruendoso ruido provocado por el proyecto de Presupuesto de Estado y por la presunta corrupción del PP de la Comunidad de Valencia, recibimos como una bocanada de aire saludable la noticia de que los dos partidos mayoritarios, tras una reunión de apenas 28 minutos, hayan llegado a la conclusión de que un pacto educativo es “viable”.
En mi opinión es positivo que, a pesar de que Ángel Gabilondo es Catedrático de Filosofía, en su tarea como Ministro haya evitado la tentación profesional de gastar tiempo en discutir los principios en los que, según cada partido, se ha de apoyar la acción subsidiaria del Estado en la enseñanza y en la educación de los ciudadanos. Los propósitos que él formuló en el acto de toma de posesión se han transformado en planes y éstos se han traducido en el hecho de la reunión y en el calendario de nuevos encuentros con los demás colectivos responsables. Otro síntoma alentador es que ambos políticos hayan reconocido la “buena voluntad” del interlocutor y la disposición favorable para llevar a cabo “cambios normativos” pero, sin llegar a afirmar que se proponen elaborar una nueva Ley de Educación. Ya se han promulgados excesivas leyes que, sin corregir los principales fallos, han aumentado la confusión entre los profesores, el descontento de los padres y la ignorancia de los alumnos.
Otro dato positivo es la decidida voluntad de llegar a acuerdos entre todas las fuerzas políticas y las instituciones sociales, entre las comunidades autonómicas, profesores y asociaciones de padres de familia. Estoy convencido de que todos los que han mostrado su preocupación por el deterioro de la enseñanza tal como lo reflejan de manera continuada los diferentes informes, recibirán la invitación con agrado y aportarán sus ideas con responsabilidad. Elaborar un diagnóstico no les resultará difícil ya que pueden apoyarse, al menos, en los informes de la OCDE, del Consejo Escolar del Estado y de los consejos autonómicos.
Permítanme que, en esta ocasión, caiga en la tentación del optimismo y declare mi confianza en que los implicados estudiarán detenidamente cada uno de los doce puntos incluidos en el documento de trabajo Bases para un pacto social y político por la educación. Me conformo con que, al menos, coincidan en la necesidad de reencontrar unos procedimientos eficaces para potenciar el esfuerzo de los alumnos, para mejorar la financiación de los centros, para aumentar el reconocimiento del papel de los profesores y, por supuesto, para lograr la excelencia en las actividades investigadoras, docentes y culturales de la universidad.
Me llama la atención el escaso eco mediático que ha tenido la reunión celebrada por el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal. Con esta entrevista se abre la ronda de contactos con los partidos políticos para abordar ese Pacto de Estado Social y Político por la Educación que hemos demandado los ciudadanos durante los últimos años. Como ha señalado el Ministro, en esta ocasión, la voluntad política coincide con la voluntad ciudadana y pretende evitar que la interpretemos como un “brindis al sol” o como una estrategia partidista que busca votos en unos momentos de depresión psicológica, social y, por supuesto, económica.
En medio del estruendoso ruido provocado por el proyecto de Presupuesto de Estado y por la presunta corrupción del PP de la Comunidad de Valencia, recibimos como una bocanada de aire saludable la noticia de que los dos partidos mayoritarios, tras una reunión de apenas 28 minutos, hayan llegado a la conclusión de que un pacto educativo es “viable”.
En mi opinión es positivo que, a pesar de que Ángel Gabilondo es Catedrático de Filosofía, en su tarea como Ministro haya evitado la tentación profesional de gastar tiempo en discutir los principios en los que, según cada partido, se ha de apoyar la acción subsidiaria del Estado en la enseñanza y en la educación de los ciudadanos. Los propósitos que él formuló en el acto de toma de posesión se han transformado en planes y éstos se han traducido en el hecho de la reunión y en el calendario de nuevos encuentros con los demás colectivos responsables. Otro síntoma alentador es que ambos políticos hayan reconocido la “buena voluntad” del interlocutor y la disposición favorable para llevar a cabo “cambios normativos” pero, sin llegar a afirmar que se proponen elaborar una nueva Ley de Educación. Ya se han promulgados excesivas leyes que, sin corregir los principales fallos, han aumentado la confusión entre los profesores, el descontento de los padres y la ignorancia de los alumnos.
Otro dato positivo es la decidida voluntad de llegar a acuerdos entre todas las fuerzas políticas y las instituciones sociales, entre las comunidades autonómicas, profesores y asociaciones de padres de familia. Estoy convencido de que todos los que han mostrado su preocupación por el deterioro de la enseñanza tal como lo reflejan de manera continuada los diferentes informes, recibirán la invitación con agrado y aportarán sus ideas con responsabilidad. Elaborar un diagnóstico no les resultará difícil ya que pueden apoyarse, al menos, en los informes de la OCDE, del Consejo Escolar del Estado y de los consejos autonómicos.
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