jueves, 16 de octubre de 2008

De Paco Melero

EL LOCO DE LA SALINA

¡HAY CADA ELEMENTO!

Decían los antiguos que el mapamundi y el resto del universo cosmos se compone de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Yo no estoy muy de acuerdo. He visto muchos más elementos de carne y hueso paseando por la calle, pero, si los antiguos lo dicen, será así. El sábado pasado pudimos comprobar en nuestras propias carnes que no hay cosa peor que el agua, cuando se pone patosa y pertinaz. En todo caso, cualquiera de esos cuatro elementos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Y yo, que no tengo otra cosa que hacer en el manicomio más que comerme el tarro, he pensado los brillantes pensamientos que siguen.
La tierra, por ejemplo, sirve para plantar las flores y para mantener firmes los árboles. Incluso algunos la emplean para echársela encima a algún asunto turbio. También se ha dicho siempre que los errores de los médicos los tapa la tierra. Sin embargo, tiene el inconveniente de que, cuando se mueve a lo bestia, nos mete el susto en el epicentro del cuerpo. De ella sabemos que al final va a ser empleada en darnos cristiana sepultura en nuestro entierro, palabra que nunca entenderé, pues debería ser “entierra”. Cambiemos de tema y dejemos tranquilos a los muertos, que ya tendremos tiempo de sobras el dos de noviembre y hasta entonces no vamos a estar tocando madera.
El aire es bueno, cuando está tranquilo, angelito. Es el padre directo de la sal y, si no fuera por el levante, nos comían a besos los mosquitos. Sin embargo el aire es capaz de despeinar a todos los que se le ponen por delante, excepto a los calvos. Lo mismo hincha las velas que sube las faldas.
El fuego es horroroso. No en vano, a la hora de inventarse un lugar jodido donde se pueda sufrir de verdad, los curas inventaron el infierno y además nos colaron de matute el Purgatorio, lugar de paso pero al parecer allí se disfruta de un fuego más llevadero. Otra cosa que escapa a mi cerebro. Aquí todos los incendios, duren más o duren menos, se apagan. Por lo visto allí en la otra vida el fuego del infierno no hay quien lo apague, de lo que se podría deducir que los bomberos no van al infierno. Sin embargo también el fuego tiene sus ventajas. Lo mismo sirve para hacer el puchero que para encender un cigarrillo.
El agua es para darle de comer aparte. A Dios el sábado se le fue la mano. Y mira que el agua tiene sus ventajas. Te quita la sed, te regala la playa y con ella lo mismo te puedes duchar que te puedes hacer el té de las cinco. Sin embargo, aunque aquí en el manicomio la vimos caer a chorros por las ventanas, no pasamos lo que padecieron el sábado muchas criaturas que se ven ahora en la calle por culpa de ella.
Por eso creo que el mundo está mal hecho, aunque la Biblia diga que Dios vio que todo era bueno. Y yo no tengo más remedio que preguntarme. ¿Todo esto ha sido por culpa de comerse una manzana Adán y Eva? ¿Con toda el agua que ha caído no se podría haber apagado el infierno para los restos? ¿Acaso no cayó agua para apagar incluso parte del Purgatorio? Después de lo visto el sábado ¿no será mejor amenazar a los malos con un infierno en el que hubiera agua en lugar de fuego? O en todo caso ¿no sería más justo darles a los malos la doble opción de quemarse o de ahogarse? Para volverse loco. Vamos a terminar pasando de la crisis bursátil a la crisis de los principios en los que nos hemos criado.

viernes, 10 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

A VER SI NOS ACLARAMOS

Tengo un lío en el coco que no me aclaro. El que comparte habitación conmigo en el manicomio es un picado de la astronomía y siempre tiene volando la imaginación.
El otro día me dijo que nosotros, los humanos, funcionamos de una forma muy rara y que hemos echado a perder la realidad a base de decir pamplinas.
Afirma con rotundidad que en el espacio exterior no existen los conceptos de arriba y abajo por mucho que se empeñen los dibujitos animados con tanto detrás-delante, cerca-lejos, arriba-abajo. Y pone un ejemplo para ilustrar su idea. Si uno mira hacia arriba por la noche puede ver la Luna en todo lo alto, pero si uno estuviera en la Luna, satélite que aquí frecuentamos por razones obvias, vería la Tierra también arriba. Para volverse loco. Dice que en el espacio todo es relativo y que todo depende de donde te coloques, con lo difícil que es buscar un trabajo.
Llevo varias semanas dando vueltas por el patio masticando esa idea y ya comienzo a poner cierto orden en mis escasas células grises. Por resumir he llegado a la conclusión de que, si no existe el arriba ni el abajo, tampoco debe existir la izquierda ni la derecha. Por supuesto que el centro se va directamente al agujero negro del cielo, que debe ser algo así como el culo del universo. Entonces me pregunto: ¿Puede decir alguien alegremente que es de izquierdas o de derechas? Evidentemente y, según mi amigo, puede decirlo, pero no respondería a la cruda realidad.

La verdad es que yo tengo amigos fuera de este manicomio que se atribuyen el ser de izquierdas o de derechas, porque el papel del carnet lo aguanta todo y la lengua es capaz de muchas cosas, sin especificar. Dentro de mis pocas luces me parece que se puede ser presentable o impresentable independientemente de que se esté a la izquierda o a la derecha. ¿Estaba el buen ladrón a la derecha o a la izquierda de Cristo? Depende. Para Cristo estaría a la derecha, pero para el que mira la estampita seguro que está a la izquierda. Sin embargo muchos están empeñados en que se distinga quién es de izquierdas o de derechas y cuanto más empeño ponen más me lío yo.
Unos defienden que los que están a la izquierda son progresistas y los de la derecha son conservadores. Esto no lo acabo de entender, porque todo el que progresa tiende a conservar lo que consigue y todo el que conserva algo es porque le sirve para progresar. Hasta el más tonto del pueblo, aunque se diga de izquierdas, tiene en la despensa de su cocina unas cuantas latas de conserva que no regala ni a tiros.
Otros dicen que la izquierda es pobre y que la derecha es rica. Pregunto: Y el que dice que es izquierdas toda la vida de Dios y de golpe le toca el Euromillón ¿de dónde es después del pelotazo? Otros dicen que la izquierda es honrada (la verdad es que cada vez lo dice menos gente) y que la derecha se lleva bien todo lo que haya que llevarse. La honradez no es de quienes se la atribuyen por la cara. Creo que para ser un chufla, un miserable o un cantamañanas lo mismo da que uno sea de izquierdas o de derechas. Algunos se presentan como presuntos revolucionarios o como salvadores de la tradición y ponen en ello más saliva que ejemplo. En fin, que Dios los cría y ellos se juntan, pero a mí me están volviendo majara del todo.

Por eso ya lo tengo claro. Cuando alguien me diga que es de izquierdas o de derechas, le voy a preguntar si ha ido alguna vez a la Luna. Aunque, si no hay izquierda ni derecha, tampoco debería hacerse la distinción entre locos y cuerdos, por lo que pido que me dejen salir ya de este manicomio y que metan aquí dentro a perpetuidad a unos cuantos que yo me sé y ellos también.

sábado, 4 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

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NO SÉ CÓMO DECIRLO

Acabo de abrir el primoroso sobre que todos los años por estas fechas me envía el Corte Inglés para felicitarme por mi santo.

Deberán emplear mucho esfuerzo, pues los Pacos abundan más de lo deseado. Dentro del sobre, en una cartulina candorosa, están mi nombre, dos apellidos y dirección presidiendo la fantástica carta.
Me felicitan efusivamente, hasta el punto de que tanta euforia me mosquea y me pone a la defensiva. Mañana es 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, y mucho me temo que, sabiendo de la total pobreza de este santo, hayan decidido ahorrar conmigo a base de escritos, cuyo infalible destino es la papelera, lo que se van a ahorrar con un simple regalo.
“En este día tan señalado para usted y los suyos, me es grato poder acompañarle en su alegría, expresándole mi más cordial y sincera felicitación. Reciba al mismo tiempo, un afectuoso saludo”.

Agradezco ese acompañamiento y esa cordialidad, aunque ya les he dicho por activa y por pasiva que no me manden papeles por muy bonitos que sean. En realidad a mí me llama más la atención el día del cumpleaños, porque siento mejor en mis carnes el paso del tiempo, pero el santo no me dice casi nada, porque hay tanto trabajo en la Tierra, que los santos deben estar muy ocupados y ninguno se va a acordar de mí y menos en época de crisis.

Si quieren felicitarme y que yo salte de alegría, lo tienen muy fácil. Yo me conformo con poca cosa. No soy de los agonías que quieren un carrito lleno y gratis. Por ejemplo, ya que San Francisco de Asís era el amigo de los animales, entre los cuales se encuentra el cochino, me podrían obsequiar uno de esos jamones tan fantásticos que cuelgan a racimos contra la pared de la carnicería o apilados en algún pasillo central. Son tantos los que tienen allí expuestos, que quién iba a notar la ausencia de uno cualquiera de ellos. Tampoco hace falta que sea de bellotas. Eso sí, que no sea un hueso con carne salada. Aunque este loco no es delicado, el paladar lo conserva intacto.

Pues nada, no escarmientan. Tampoco le haría asco a una cajita de botellas o a un simple bolígrafo.
Allí nadie echaría de menos cualquiera de estas cosas y además quedarían divinos, pues parece que su lema es tener satisfechos a los clientes. Que sepan que yo así me quedaría gratamente impresionado y más satisfecho que el Cádiz cuando gana fuera, e incluso cuando gana dentro. Sin embargo son duros, me mandan la cartita de siempre, como si los locos careciéramos del sentido del gusto.

No sé si estas líneas caerán en manos de algún ejecutivo del Corte Inglés. Tampoco sé si las partirán cuando vean el remite del manicomio. Sin embargo guardo la firme esperanza de que alguno decida seguirme la corriente por aquello de la locura y comprenda mi punto de vista.

Por si faltara algo, mi santo no es el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, sino el 2 de abril, día de San Francisco de Paula. Ambos eran más pobres que las ratas, pero esto no debe ser una excusa, porque eran tíos muy espléndidos. De hecho San Francisco de Paula era de familia acomodada y se cuenta que un día le dio su lujosa capa a un pobre. ¿Le servirá esto de ejemplo al Corte Inglés?

Lo dicho, gracias por la carta, pero que conste que no me quedo satisfecho y que, si doy saltos en el patio del manicomio no es por la alegría, sino por funcionarme esta cabeza como me funciona.


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DE JOSE ANTONIO HERNÁNDEZ.

Palabras pasadas de moda

José Antonio Hernández Guerrero

Las mismas razones que provocan que, en un momento determinado, algunas palabras irrumpan en nuestro vocabulario y las repitamos sin cesar, influyen para que, de pronto, otras desaparezcan de la circulación y, a veces, hasta se borren de los diccionarios. Y es que las vicisitudes de nuestro lenguaje dependen, como es natural, del rumbo y del ritmo de la vida, de la evolución de los gustos y, en cierta medida, de los "caprichos" de la moda.

La moda se define -como es sabido- por su radical transitoriedad, por la rapidez con la que surge y se esfuma, por la aceptación entusiasta con la que, ilusionados, la acogemos y por la fría displicencia con la que, aburridos, la rechazamos. Si es cierto que todas las modas son pasajeras, también es verdad que, a veces, regresan mostrando nuevos alicientes.
Seguimos la moda para expresar nuestra disposición de conectar con el momento presente, para mostrar que seguimos estando vivos y coleando, pero hemos de evitar que, con la obsesión de cambiar para seguir siendo los mismos, corramos el riesgo de desechar unos objetos o unos usos que son valiosos, y los sustituyamos por otros que carecen de utilidad y, quizás, de belleza.

Este fenómeno, que es tan frecuente en el ámbito de los vestidos y del glamour, también lo observamos en el terreno de la literatura y del lenguaje en general. Fíjense cómo, por ejemplo, una buena promoción publicitaria convierte en best-seller cualquier novela, con independencia de su valor literario.
Éste fenómeno es tan frecuente que muchos lectores han llegado a creerse que un libro, por ser el "más vendido", es una obra que está dotada de calidad. Con las palabras nos ocurre algo parecido: algunos cambian el léxico impulsados por el deseo vehemente de mostrarse modernos, o movidos por el comprensible temor de que, el simple hecho de pronunciar un vocablo algo desfasado les pueda granjear la etiqueta de persona que no está "al loro", o mejor dicho, que no está al día, al corriente de las modas actuales.
Pero aunque es cierto que algunos hablantes emplean palabras insólitas por el simple deseo de llamar la atención, también es verdad que los cambios léxicos son inevitables, debido a causas lingüísticas, históricas, sociales y psicológicas, o, dicho de otra manera, por la permanente evolución de la vida y por la aparición de realidades nuevas. Por esta razón, opinamos que nos puede resultar interesante repasar esas palabras que hace escaso tiempo empleábamos.
De esta manera podremos comprobar cómo, efectivamente, el mundo de hoy es muy diferente al de hace escasos años.
Con esta intención -y a propuesta de algunos lectores adictos- en este espacio, que lleva por título genérico "Del Puente a la Alameda ", podremos recordar ese pasado nuestro que, aunque haya transcurrido escaso tiempo, se ha separado notablemente de nuestra actual manera de pensar, de hablar y de actuar. Es una forma fácil de advertir la extraordinaria capacidad que poseemos para adaptarnos de manera casi insensible a situaciones nuevas.
Si prestan atención, ya verán como ustedes mismos se sienten sorprendidos al comprobar cómo, casi sin advertirlo, el vocabulario que emplean en la actualidad para designar, por ejemplo, los vestidos, las viviendas, los muebles, las herramientas, las profesiones o los cosméticos, han cambiado en una proporción bastante mayor de la que podrían imaginar y cómo algunos términos que muchos de nosotros empleábamos con relativa frecuencia, en la actualidad, son desconocidos por los más jóvenes.

sábado, 27 de septiembre de 2008

DE PACO MELERO

EL LOCO DE LA SALINA

PEDAZO DE DÍA

Mis amigos de la capital no paran de meterse conmigo, porque el San Fernando ha perdido en su casa con el Cádiz, pero sorprendentemente ninguno me ha llamado para felicitarme en estas fechas por haber nacido un servidor en La Isla, cuna de la Constitución y lugar sin el que Cádiz no hubiera podido alimentar a su querida Pepa. Las cosas como son. Yo quiero que viva la Pepa, pero que nadie olvide el humilde rincón donde la parieron. El mundo está lleno de desagradecidos.

En todo caso, después hablaremos del partido.
Hasta el Director del manicomio ha tenido en cuenta la importancia de estas fechas y me ha dado unos cuantos días de permiso.
El miércoles 24 de septiembre estuve en La Isla y me lo pasé bomba, aunque esta palabra no es de mi agrado, ni por las que siguen poniendo los descerebrados, ni por las que tiró aquí un tal Napoleón, a quien Dios tenga en su gloria aunque bien controlado por mucho que se golpee el pecho con la mano pidiendo perdón.
Amaneció un buen día gracias a que los hombres del tiempo habían pronosticado lluvia por un tubo. Sonaban trompetas y tambores, pero yo fui a lo mío. Tenía una invitación para ir a ver a los Príncipes de España y no quise faltar a la cita. El Real Teatro de las Cortes estaba a tope. Después de esperar un buen rato aparecieron Felipe y Leticia. Les cuento mi impresión. Felipe es muy alto; más alto todavía. Cuando mira hacia abajo nos ve allí con las cabezas levantadas intentando verle la cara. Yo conocía a su padre, no solo por haberlo visto en los euros, sino porque ya vino por aquí hace un par de años.
Sin embargo el personal quería sobre todo ver a Leticia, entre otras cosas porque Felipe también estuvo aquí antesdeayer. Y sinceramente Leticia parece que no estaba. No sé si era por el contraste con la altura de Felipe o por la dieta a que debe estar sometida. Yo, sin ser endocrino, puedo afirmar a bote pronto que un gotero de garbanzos en vena podría sentarle maravillosamente, aunque con la máxima urgencia la obligaría a comer una cuantas tortillitas de camarones.

El acto fue cortito y, cuando nos fuimos a dar cuenta, ya los Príncipes habían desaparecido. Lo consideré normal, pues imaginé que habían ido a cambiarse para asistir al partido de fútbol que era lo realmente importante.
Vamos a dejarnos de pamplinas. Donde se ponga un San Fernando-Cádiz no se puede poner un choque entre la guardia salinera y la vanguardia napoleónica. De modo que aquí en La Isla se esperaba el encuentro con más ilusión que si hubieran resucitado los diputados de aquel 1810, convertido hoy en turrón del bueno.
La Historia lo transforma todo. Hoy el enemigo de La Isla era el Cádiz y el peor enemigo de Cádiz era La Isla, cuando hace doscientos años más o menos el enemigo común de las dos era Napoleón. Nunca digas de esta agua no beberé. Pero yo me fui de tapitas a la ruta del tapeo y por la tarde quedé con unos cuantos amigos para ver el partido. Medio Cádiz se dio cita en Bahía Sur y el otro medio se quedó pendiente de noticias. Cuando terminó la primera parte, llamé a mi hijo a Londres, porque, si aquí no te enteras del resultado hasta dentro de unos días, imagínese allí con el Liverpool, el Manchester, el Chelsea y compañía. Le dije: Oscar, vamos ganado tres a dos. El tres a dos se convirtió al final en un tres a cuatro, pero ya no lo he vuelto a llamar, porque las conferencias cada vez están más caras.
Hemos perdido. ¡Y qué! Se veía venir comparando los presupuestos de ambos equipos.
Como dijo García Lorca: “Y aquí pasó lo de siempre, murieron cuatro romanos y cinco cartagineses” Se equivocó por muy poco.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA



LAS INYECCIONES

Siempre que el médico, sin levantar la vista de la receta, pregunta a bocajarro si preferimos para el niño jarabe o inyecciones, todos lo tenemos bastante claro y elegimos el jarabe por no escuchar al niño, aunque haya que dárselo contándole la última filigrana de Spiderman. Hay un temor enorme a las inyecciones por aquello de que el culito tiene una sensibilidad especial, lo cual está más que demostrado, y no está pensado para que lo pinche cualquiera que pase por allí, teniendo además en cuenta que el culo no suele ser el culpable directo de la calentura. Además los jarabes de hoy, menos el de palo, tienen un sabor tan estupendo, que los niños llegan a cogerle afición y cariño, lo cal facilita enormemente la tarea.

Todavía recuerdo de pequeño aquella fascinante ceremonia con que el practicante realizaba su trabajo. Al final terminaba pinchando con sabiduría el correspondiente culo entre el alivio de los no afectados y las lágrimas de dolor del pinchado. El hombre llegaba a mi casa con la sonrisa dibujada en el rostro, como diciendo por la cara que el que bien te quiere te hará llorar. Se sentaba rodeado de mis curiosos hermanos, cuya primera intención era asistir al espectáculo sin sospechar siquiera que al terminar aquella liturgia uno iba a ser llamado al patíbulo y pinchado sin compasión. El practicante sonreía, sacaba sus avíos con mucha parsimonia, los ponía ordenados en la mesa y para empezar llenaba de alcohol una de aquellas diabólicas y alargadas cajitas de metal que tenían más tiros dados que los patos del parque. Con una pinza sujetaba la tapita, en cuyo interior lleno de agua había depositado la fatídica aguja. El momento más emocionante era cuando prendía fuego al alcohol. Todos clavábamos la vista en aquella tierna e incolora llama, mientras que el practicante suspendía la tapita con la aguja a dos dedos del fuego y esperaba tranquilamente. Ya sabíamos que cuanto antes se apagara aquello, antes llegaba la hora de la verdad para uno de nosotros. En ese momento mi madre agarraba firmemente al señalado por la mala fortuna de la enfermedad y los demás ya podíamos respirar y disfrutar sin coca-cola de la chispa de la vida.
Para el enfermo ya era tarde poder elegir entre inyección y jarabe. Entonces los jarabes eran más fuertes y además abrían las ganas de comer, lo cual, unido a la situación en que se encontraba el patio en aquella España para olvidar a pesar de lo de la memoria histórica, hacía que se uniera el hambre con las ganas de comer, nunca mejor dicho.

Bueno, y ¿por qué estoy contando estas cosas? Esta cabeza cada día me funciona peor. ¡Ah, por lo de los bancos! Por lo visto ahora los bancos se están poniendo inyecciones unos a otros a ver si se curan. Difícil, aunque con inyecciones de euros me curo yo también mañana mismo y me largo de este manicomio para los restos. El problema es que los bancos suelen tener los culos a su entera disposición y ya veremos quién sufre más por los pinchazos, porque yo nunca he visto cómo llora un banco, pero sí cómo llora cualquiera de los que se sientan en él. Por lo visto, hace unos días recibieron los bancos una inyección de un montón de euros, ahora están recibiendo otra inyección de otro montón de dólares y mañana ya veremos. Muy malito debe estar el enfermo, porque en estos casos ni se le ha preguntado si prefiere jarabe o inyección.

En todo caso, a mí que me den jarabe, que por estar sentado tantas horas en el patio no tengo yo el culo para muchas alegrías. ¿De qué estaba yo hablando?

Paco Melero


martes, 23 de septiembre de 2008

MIS RECUERDOS. Ernesto Caldelas Lobo


MI IMPRESIÓN DE LA SEGUNDA QUEDADA

Llegamos a Cádiz como si fuera principio de curso y puntualmente a las doce. Ahora íbamos sin el colchón y realizamos una hojeada a la puerta principal, por si acaso, efectivamente estaba cerrada a cal y canto y no había ningún compañero. Nos dirigimos a una de las tres puertas de la calle Magistral Cabrera, no llegué a llamar porque una señora en el balcón del primero, seguramente familia o vecina de la famosa “Loli,” que muchos recordarán, me tuvo que ver cara de seminarista todavía pues me dijo: “Para entrar en el Seminario es por aquella puerta y llame varias veces porque tardan mucho en abrir.” Por ello quiero hacer especial mención a esta señora y agradecerle el gesto amable porque, si no es por ella, muchos de nosotros no hubiésemos podido entrar.

Nos abrió el antiguo compañero y hoy superior del Seminario Antonio Torrejón, serio y amable. La entrada al edificio no se puede describir, me abrumaban los recuerdos después de 43 años, en mi caso, el patio del cuchillo, la noria con los azulejos, la vetusta campana que tocaba Lorenzo el portero ahora sin cuerda, las escaleras que tantas y tantas veces teníamos que subir o bajar por ellas recogiéndome la sotana que usaba con los calcetines y zapatos negros que yo, desde entonces, conservo y nunca he podido utilizarlos de otro color, la capilla con el sillón de Ferry y el órgano que tocaba Mañé, el salón con el púlpito donde hacíamos los actos de la academia o las obras de teatro al final de curso, el mismo comedor con sus mesas de mármol donde repartíamos la comida, la biblioteca donde colocábamos los instrumentos de la rondalla, una vez afinados, para despertar “dulcemente” a los demás al día siguiente, las habitaciones con sus ventanas en alto para que no pudiésemos mirar a la calle, etc.

Dentro nos esperaban los demás y el encuentro con los antiguos compañeros fue súper emocionante, después de tanto tiempo, con los misterios de la memoria haciendo de las suyas: recordaba la cara de Antúnez pero no me acordaba de su nombre, Vicente Pecino me recordaba a mí por la voz, que decía “Es inconfundible,” a Jesús Guerrero Amores le reconocí por sus gestos, a Paco Cianca me lo tuvieron que decir y le recordé, a su vez, cuando en el comedor tenía que pedir a través del torno: “¡La comida blanda para Cianca!” El se rió a mandíbula batiente y otro compañero le dijo: “¡Oye Paco! ¿eso es verdad?” y el contestó cuando pudo: ¡Si es verdad!, claro, si yo tenía el estómago hecho polvo por el stres.” La alegría característica de Basallote, las bromas de Rafael Pozo, etc.

El detalle de Luis Suárez que nos zampó una pegatina conmemorativa del acto y nos entregó una foto dedicada con el mayor cariño. He visto los recuerdos que hemos llevado entre todos, principalmente los libros que estudiábamos y hemos podido comer en las mismas mesas. La satisfacción fue enorme y un día de los más felices de mi vida.

He sabido de otros compañeros que al comentarles estos encuentros uno ha dicho que “¿esto para qué sirve?” y otro ha dicho que para qué va a asistir si él no es “nostálgico.” Pues yo lo siento pero si a algunos de nuestros antiguos amigos, después de los años vividos juntos, con estos actos y estos encuentros no sienten nada dentro, a estas alturas de la vida ni puedo ni quiero explicárselo.
Hasta la próxima.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...