sábado, 19 de diciembre de 2009

Una Iglesia del pueblo y para el pueblo

Encuentro del FORO andaluz DIAMANTINO GARCÍA
“Una solución a la escasez de vocaciones al sacerdocio”

El tema ha saltado a los medios de comunicación en estas últimas semanas: la alarmante falta de sacerdotes. Somos muy pocos y muy viejos. Más de la mitad de las parroquias de nuestro país no tienen cura fijo. He conocido en el Pirineo oscense un solo cura con 15 parroquias. Entre ellas la otrora sede episcopal Roda de Isabena en el medieval condado de Ribagorza. Los seminarios y noviciados están vacíos. Conozco un seminario andaluz que se construyó para albergar a cien seminaristas y en la actualidad tiene sólo cuatro. Se ven pocas perspectivas de que esto cambie. Por eso el Papa ha establecido un Año Santo Sacerdotal para que toda la Iglesia reflexione sobre el significado del sacerdocio y sobre la falta de vocaciones. Ante esta situación, ¿qué podemos hacer: lamentarnos, rezar o además buscar nuevos caminos, buscar alternativas? Son muchos los que optamos por esto último. Es más, pensamos que el Espíritu nos invita a la búsqueda de nuevos modelos, a la creatividad, a la audacia. Tal vez con nosotros va a morir un modelo de Iglesia y hemos de alumbrar otro. Pero más que mirar al futuro hemos de mirar al pasado, como nos aconseja el teólogo Castillo. En este caso, como se verá a continuación, el pasado, el primer milenio de nuestra Iglesia, nos ilumina .

La estructura de la Iglesia católica no ha sido siempre como hoy la conocemos. La Iglesia ha echado mano de estructuras, principios y formas de la sociedad y del estado secular de cada época. Así, por ejemplo, con la palabra presbítero se designaba a los senadores o ancianos consejeros en la asambleas civiles, la palabra episcopo designaba a los inspectores que garantizaban el orden correcto entre la ciudadanía, lo mismo puede decirse de los diáconos o camareros, esto es, los servidores de las comunidades. Hasta la palabra iglesia (asamblea de hombres libres) fue tomada del lenguaje laico de la época. Todas estas palabras pasaron pronto a las comunidades cristianas, pero no con el carácter que hoy tienen de autoridad y soberanía sino de servicio humilde a los hermanos. El término sacerdote no se usa en la iglesia hasta comienzos del siglo tercero, quizás por influencia del judaísmo y de las llamadas religiones paganas. Por este motivo hemos de ser conscientes que un cambio en la organización de la Iglesia no sería ninguna revolución, sería más bien una manera razonable de retomar una antigua tradición eclesial: aprender de la sociedad civil. Indudablemente la Iglesia de hoy tendríamos muchas cosas que aprender de la sociedad en la que estamos inmersos. Una sociedad cada día menos monárquica, menos piramidal, más democrática, dialogante, sinodal y solidaria. Por ejemplo, uno de los elementos más importantes de un estado de derecho es que el poder judicial sea independiente del resto de los poderes. El trato que la Congregación para la Doctrina de la fe da a los teólogos sospechosos es un gran escándalo. Y lo seguirá siendo mientras se reúnan en una sola figura (Congregación para la Doctrinad de la fe) el policía, el abogado del estado y el juez. Pero el miedo a lo nuevo nos impide avanzar.

Para dialogar en torno a estos temas, cerca de un centenar de laicos y curas, pertenecientes al Foro andaluz Diamantino García, nos hemos dado cita en Antequera hace unos días. Nos acompañó el prestigioso teólogo José M. Castillo quien, con su habitual lucidez y esmerada documentación, nos aseguraba que la tarea principal de Jesús de Nazaret no fue divinizar al mundo, como tantas veces se ha dicho, sino humanizar la religión. Por eso muere asesinado por lo dirigentes religiosos de su época, a los que no le interesaba humanizar sus prácticas religiosas, perder sus privilegios. Como Jesús pretendía lo contrario, no tuvieron más remedio que eliminarlo. Por tanto, hemos de tomar conciencia que en Jesús Dios se hace hombre para que nosotros sus seguidores, curas y laicos, nos esforcemos por humanizar nuestra sociedad: la religión, la política, la economía, la convivencia, las relaciones sociales, la familia, la empresa, la educación, etc. Hasta los curas, obispos, cardenales, monjas y frailes tenemos que esforzarnos por humanizarnos cada día más.

Según el teólogo Castillo, para renovar y vitalizar los ministerios o servicios en la comunidad tendríamos que volver a la Iglesia del primer milenio. Entonces no había falta de vocaciones. En los inicios del cristianismo el centro era la comunidad, y el quehacer fundamental del misionero o evangelizador era crear y animar comunidades cristianas. La comunidad elegía a sus ministros o servidores de modo democrático. Y para un periodo determinado (ad tempus). El elegido era una persona de la comunidad, hombre, mujer, soltero o casado. Los responsables nunca eran tenidos como jerarquía, palabra que como se sabe, significa poder sagrado. Ese poder sólo pertenece a Dios, ningún ser humano puede ostentarlo. Los responsables o dirigentes (como les llama el segundo Pablo), democráticamente elegidos y para un tiempo concreto, eran los servidores de la comunidad al estilo de Jesús.

No había problemas a la hora de celebrar la Eucaristía, pues eran conscientes de que quien celebra es la comunidad, si no hay ministro ordenado es toda ella la que celebra y recuerda el memorial de Jesús, como ya se hace en muchos lugares, pues el derecho de la comunidad a celebrar el recuerdo del Señor está por encima de que haya o no ministro ordenado. De manera parecida tendrían que nombrarse a los obispos, volviendo al sistema que instituyó uno de los mayores papas de la historia, San León Magno (Siglo V) Que cada Obispo sea elegido por el clero, aceptado por los creyentes de su comunidad diocesana y consagrado por los obispos de la provincia eclesiástica. Nos unimos a las reivindicaciones de los curas donostiarras al rechazar un pastor impuesto y no consensuado por las bases. Lo que ellos pretenden es establecer una disciplina muy antigua y que en la actualidad sigue en vigor en algunas diócesis de Suiza y Alemania. Habría que llegar a establecer periódicamente ( cada cinco años) sínodos regionales con un papel muy importante en la configuración de la doctrina y de la disciplina de la Iglesia.. En fin, necesitamos un nuevo modelo de organización eclesial. Mientras tanto, necesitamos laicos, obispos, curas y diáconos que sean capaces de oír, escuchar, convivir y compartir con todos, pero especialmente con las victimas del sistema, como lo hizo el cura Diamantino. ¡Sólo la compasión salvará a nuestro mundo y a nuestra Iglesia!

José Sánchez Luque

Foro andaluz Diamantino García

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