domingo, 13 de diciembre de 2009

La habilidad de leer

José Antonio Hernández Guerrero

Los recientes informes emitidos por los organismos europeos y por las instituciones españolas responsables de la enseñanza coinciden en que una de las deficiencias más graves de nuestro sistema educativo es la escasa habilidad de los alumnos para leer. Resulta una paradoja injustificable que, después de haber cursado largos años de Lengua Española, nuestros estudiantes carezcan de la destreza suficiente para enterarse, criticar y asimilar los escritos periodísticos, históricos, científicos o literarios. Tras estudiar múltiples definiciones de “las partes de la oración”, han hecho análisis gramaticales, pero cuando leen un editorial o un comentario de opinión son incapaces de extraer su sustancia y de valorar sus contenidos.

Aunque nos parezca una impertinente exageración, hemos de reconocer que, durante la segunda mitad del siglo pasado, era frecuente que los profesores de Lengua Española partieran del supuesto de que era más “científico” y más “moderno” explicar nociones complicadas de “Lingüística”. Nuestros alumnos conocían a la perfección las definiciones de Saussure, de Hjemsvlef, de Alarcos o Lázaro Carreter pero tropezaban con serias dificultades para resumir con sus propias palabras las ideas principales y los mensajes más importantes de las páginas que leían.

Estamos convencidos de que, para mejorar la calidad de nuestra enseñanza, más que dictar nuevas normas, hemos de cambiar las actitudes de los profesores: hemos de partir del supuesto de que, además de conocimientos, hemos de desarrollar destrezas, además de información hemos de proporcionar pautas para que los alumnos aprendan las habilidades de hablar, de escuchar, de comprender, de leer y de escribir. Lo mismo que se hace con el inglés o con el francés, las metas de las clases de español han de ser que los alumnos pronuncien, entiendan y escriban con mayor claridad, precisión y belleza.

Algunos profesores se sorprenden cuando escuchan que el objetivo común de los diferentes niveles de la enseñanza es lograr que los alumnos profundicen en los sucesos, que se adentren en sí mismo y que se acerquen a los otros; que escuchen y hablen con el fin de que se pongan en el lugar de los otros sin dejar de ser ellos mismos. Todas estas ideas me han acudido tras leer un atractivo libro que, titulado La comprensión lectora: propuestas para la atención a la diversidad en el aula, está sólidamente apoyado en las investigaciones realizadas por un equipo de coordinado por el profesor Antonio de Gracia. El cuaderno de prácticas es una amable invitación para que los alumnos, siguiendo el ritmo pausado de la tortuga de la fábula de Esopo, recorran “despacito, despacito”, un poquito cada día, el apasionante camino de la lectura comprensiva.

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