martes, 21 de abril de 2009

EL ABORTO

El 21 de abril de 2009 20:04, Argumedo <argumedodelolmo@yahoo.es> escribió:
Querido Juan:

Te adjunto un artículo, por si te parece oportuno publicarlo en el blog.
Un abrazo, Manolo.

Queridos caballeros y caballeras de San Bartolomé: En relación con comentarios aparecidos recientemente en nuestro Blog, transcribo seguidamente un artículo del farmacéutico Don Emilio Jesús Alegre del Rey sobre el aborto, aparecido en la página web del "Centro Laico de Información Católica" de Cádiz.
Permítanme el atrevimiento, a continuación, de expresar mi modesta opinión sobre este tema.
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Aborto ilegal en el Hospital “Punta Europa” http://www.centrocatolico.com/node/52
Tenía veinticuatro semanas y media de vida, y quiso vivir. A cada pinchazo de cloruro potásico que recibía, dice su madre que la notaba saltar en su vientre, quejándose, defendiéndose, llamando a las puertas de la conciencia de sus verdugos y de su propia madre. ¿Sólo eso? No puedo creerlo. No quiero creerlo. Debe haber una salida, una esperanza. Miremos en nuestras raíces, ya olvidadas; raíces que hablan de perdón, de liberación, de que Cristo cargó con nuestros pecados para que no nos aplastasen.
Y entonces, pienso que esa madre que no quiso serlo, aún puede ser madre, madre de su hijo o de su hija, como son madres también –y padres- aquellos que han perdido a sus hijos por una enfermedad o accidente, porque les aman y volverán a encontrárselos en el Cielo.
También tienen otra oportunidad los cientos de miles de chicas que no han querido ser madres, y que se han acercado a esos técnicos de la muerte, enfundados de blanco, pero carcomidos de podredumbre moral... hasta ellos tienen otra oportunidad.
Y aún puede ser madre esta sociedad que no quiere ser madre, que mata a sus hijos por millares, mientras pretende construir la paz. Es absurdo.
Un país que masacra a sus hijos no puede construirse, se está autodestruyendo. Pero tiene cura: tomemos conciencia, reconozcamos con dolor nuestro pasado desprecio, respetemos la vida humana prenatal, y pongamos el amor a todo ser humano como fundamento de nuestra sociedad, como cimiento sobre el que construir la justicia, para que Dios nos dé la paz.
Tenía veinticuatro semanas y media... y nos ha dado una lección a todos: quiso ayudarnos a despertar. ¡Gracias!
Emilio Jesús Alegre del Rey Farmacéutico de hospital Cádiz (España)
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Si saco a la luz este artículo es porque sé que no son solamente los obispos de la conferencia episcopal los que están en contra del aborto. Son muchos, muchísimos millones de españoles los que comulgan con esta misma doctrina.
Y, aunque yo mismo pueda no estar de acuerdo con sus ideas, es en nombre de estos millones de españoles, de los obispos y de los farmacéuticos de turno, por los que levanto mi voz, pidiendo respeto.
La Iglesia es una institución doctrinal, como cualquier otra, con sus virtudes y sus defectos, con sus errores y sus aciertos. Y, como tal, en un estado democrático y de derecho, ella y sus representantes tienen todo el derecho a expresar su opinión, estén o no estén equivocados.
Y lo mismo que pido respeto para cualquier persona cual fuere su ideología, también para la iglesia reclamo respeto, respeto y respeto.
Si digo esto es porque en mi querido blog de Compañía19, en más de una ocasión, he leído artículos en los que se critica con dureza a la Iglesia.
Se critica con dureza y hasta me atrevería a decir, que es lo que más me molesta e indigna, con un cierto tufillo de resentimiento y desprecio hacia todo lo que se refiere a esta entidad.
Y lo hacen, o al menos a mí me lo aparenta, revestidos de una seudo ilustración, adornada con sinónimos de Word, que les hace creerse el ombligo del mundo y poseedores de la verdad absoluta.
Tengo que confesar que soy católico, pero no del todo practicante y que yo mismo discrepo de muchas de sus teorías. Pero lo mismo que digo esto, también digo a boca llena que tengo mucho que agradecer a la Iglesia.
Agradecimiento por la cultura que me dio, agradecimiento porque me proporcionó la ocasión de amar el arte, la música, la poesía y agradecimiento por haberme cobijado y alimentado durante seis maravillosos años. Quizás también debido a que, sin su mediación, yo no hubiera podido estudiar. Y, como de bien nacido, es ser agradecido: “gracias”
Nunca podré olvidar a los Guerrero, Arroyo Barberá, Hernández, Fuentes, Marcelino, Castro, Ángel (merci, mon père, par m’avoir fourni l’occasion d’apprendre et d’aimer le français et sa culture), José Manuel, Luís, el ingenuo tocapelotas, Cejudo, Regordán, Charlo, Marcos, Brajones; mis inolvidables compañeros, como Cepero, Muriel, Cascado, Bustamante y en especial ese chiclanero de oro que es mi querido Juanito Martín.
Por eso me pregunto: ¿En qué clase de democracia nos hallamos?, ¿En nombre de qué dogma moral o ético nos permitimos la libertad de mandar a callar a un obispo, una costurera o un farmacéutico, porque discrepa de nuestras propias doctrinas y creencias? ¿Hasta dónde vamos a llegar?, ¿en qué mierda de país vivimos donde los padres y los hijos, y los propios hermanos de sangre entre sí se desprecian mutuamente porque son de ideologías políticas diferentes? Ésta sí que debería ser la auténtica razón del sustento y el reconocimiento de la “memoria histórica”.
Una “memoria histórica” que nos haga recordar y reavivar lo atroz que fue el enfrentamiento entre hermanos, que, afortunadamente, ninguno de nosotros vivimos, para que no vuelva a suceder. Y no una “memoria histórica” que sólo sirva para desenterrar los muertos del pasado, los muertos de ambos bandos, los muertos del odio y de la autodestrucción, clamando reparación y deseando venganza.
Hago desde aquí un llamamiento a la reflexión y que nos preguntemos mirando a los limpios, inocentes y felices ojos de nuestros nietos, que qué sería de nosotros, si, en algún momento de su gestación, alguien hubiera decidido que no debería nacer. Sus palabras, las palabras de este farmacéutico, recubiertas de dolor e indignación, son claras y están exentas de odio y rencor hacia los demás. No hace falta saber latín para entenderlo. Yo no necesito que me lo traduzcan, ni me ha hecho falta leer ningún libro para comprender lo que quiere decir: “Respeto por la vida”. Porque si empezamos por respetar una vida que empieza, habremos aprendido a respetarnos a nosotros mismos, y por ende, a respetar a los demás. Y cada uno lo entiende, lo vive y lo expresa a su manera.
Aimez la paix, vivez en paix, et le Dieu de la charité et de la paix sera avec vous.
Que la paix soit avec vous et sur le monde.
Manolo Argumedo.

1 comentario:

luiyi dijo...

Sea bienvenida tu opinión, Manolo Argumedo, a este nuestro blog y quiero que sepas que siempre estará abierto a todos siempre que no aparezcan insultos personales.

Amigo Manolo, cuando llamo retrógradas e intrusivas a las palabras de un obispo, estoy dando mi opinión sobre las palabras de un obispo, y eso no es faltar el respeto. Y lo de copión, no creo que sea como para rasgarse las vestiduras.
En cambio, sí me siento aludido –que no ofendido- cuando ese farmacéutico –con cuya opinión tú te identificas- llama “verdugos, …técnicos de la muerte, enfundados de blanco, pero carcomidos de podredumbre moral...” a los que no están de acuerdo con él (ellos) y obran en consecuencia. Así que permíteme que tampoco esté de acuerdo contigo cuando dices que las palabras del farmacéutico “…están exentas de odio y rencor hacia los demás.”
Ni cuando dices que mi país es una mierda.
Manolo, pienso que en ningún caso deberíamos ponernos nerviosos. Los acaloramientos nos conducen a no ver con claridad. No lo digo sólo por ti, nos pasa a todos. Las verdad nunca es absoluta, la verdad absoluta es inalcanzable –el Sísifo castigo del científico es buscar incansablemente la verdad aún a sabiendas que nunca la alcanzará plenamente, siempre deberá contar con el error- y por eso creo que nos conviene lanzar nuestras ideas humildemente, sin ánimos de molestar y si le damos un tinte de humor, mejor. Lo de “ex cátedra” es, a mi juicio, un rollo papal.
Y sí, los obispos españoles que salen en la tele me caen mal y no estoy de acuerdo con casi nada de lo que dicen. Y con el este Papa me pasa lo mismo, pero nunca le llamaré verdugo o cosas así.
Ves tú, francés no sé.
Luiyi

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