viernes, 18 de septiembre de 2009

Telenseñanza

José Antonio Hernández Guerrero

La Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha informado que, entre las novedades que se han programando para este curso, destaca la incorporación de los ordenadores portátiles a la enseñanza. Concretamente, durante este curso, a partir de enero, todos los colegios públicos y concertados recibirán un ordenador portátil para los alumnos de quinto y sexto de primaria: 173.000 jóvenes podrán llevarse el ordenador a su respectivos hogares para hacer los deberes.
Celebramos esta generosa decisión de igual manera que también hubiéramos aplaudido regalos de libros, de cuadernos, de compases y de lápices de colores: todos estos artículos son herramientas que facilitan el duro y el largo trabajo de aprendizaje de las diferentes ciencias y artes. Reconocemos también las ventajas de los ordenadores que, como es sabido, son instrumentos –hoy imprescindibles- que nos proporcionan una amplísima y cómoda –aunque no siempre rigurosa- información, y nos ofrecen la posibilidad de escribir, corregir, mejorar y archivar los propios textos.
Pero hemos de tener en cuenta que la enseñanza -y mucho más la educación- es un proceso de comunicación interpersonal y un diálogo presencial cuya eficacia depende, sobre todo, de la influencia que ejerce el profesor y de la atmósfera que se respira en la escuela. No debemos olvidar que la enseñanza es una actividad delicada y compleja que abarca diversos ámbitos que, convergentes y complementarios, son imprescindibles: el profesor, además de una información actualizada, ha de proporcionar unos métodos de aprendizaje, ha de desarrollar diversas destrezas y, con sus actitudes y comportamientos, ha de estimular hábitos saludables y, sobre todo, ha de transmitir valores.
Ya sabemos que, con el ordenador, el alumno no sólo memorizará con mayor facilidad todos los ríos y afluentes de Europa, sino que, además, se paseará virtualmente por ellos, penetrará gratis en los principales museos, subirá a la Torre Eiffel, descenderá a las cuevas de Altamira e, incluso, podrá convertir su habitación en la mejor biblioteca, pero no estoy tan seguro de que, sólo con la ayuda de Internet, desarrolle, por ejemplo, su capacidad crítica, su sensibilidad estética y su destreza literaria.
Aprender no es sólo almacenar informaciones sino digerirlas jerarquizándolas, interpretando sus significados y valorando su importancia, su utilidad y su repercusiones en la vida individual, familiar, social y política. En resumen, podemos afirmar que la meta de la enseñanza y de la educación es ayudar al crecimiento humano de los alumnos. Como me comenta Antonio Cantizano, la mejora de las infraestructuras y de las herramientas pedagógicas, el perfeccionamientos de la metodología didáctica y la adecuada selección de los contenidos contribuyen de manera muy positiva a elevar la calidad de la enseñanza, pero hemos de reconocer que estas metas necesarias no son suficientes. En nuestra opinión, la inversión más rentable en educación es la dedicada a la selección, a la motivación y a la actualización permanente de los profesores. Estamos convencidos de que la reforma educativa se ha de cimentar en la calidad humana, en la vocación docente y en la preparación científica, lingüística, artística y pedagógica de los “maestros”. En ellos es donde las administraciones públicas, las instituciones privadas y los demás miembros de la sociedad hemos de concentrar nuestros esfuerzos.

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