viernes, 21 de noviembre de 2008

Falibilidad

Falibilidad
José Antonio Hernández Guerrero

Según la doctrina católica más ortodoxa, ni siquiera el Papa es infalible en todo lo que dice y en todo lo que hace, pero, sin embargo, si prestamos atención al tono categórico con el que hablan muchos cardenales, obispos, sacerdotes, laicos, políticos, profesores y periodistas, llegamos a la conclusión de que estamos rodeados por seres privilegiados que se consideran portadores y guardianes de las verdades más absolutas sobre cualquier cuestión humana o divina. Y esto lo hacen no sólo cuando hablan de sus asuntos, sino también, y sobre todo, cuando se refieren a temas alejados de su ocupaciones profesionales.
Por si quieres seguir leyendo

No me estoy refiriendo, por lo tanto, a la modesta expresión de opiniones formadas a partir de nuestras experiencias personales sino a la formulación solemne de verdades indemostrables. Menos mal que los hechos se encargan de poner las cosas en su sitio y de desmentir esas afirmaciones categóricas, contundentes y dogmáticas.
Un ejemplo actual lo tenemos en el ámbito de la economía: hay que ver cómo los grandes especialistas y los políticos más cualificados se han visto obligados a confesar que se equivocaron en sus pronósticos, que ignoran las causas reales de las súbitas y bajadas de las bolsas, de la galopante inflación, de la pérdida de puestos de trabajo y que desconocen qué va a ocurrir en las próximas semanas. Pero si somos capaces de escuchar los gritos de los tertulianos, llegaremos a la conclusión de que son muchos los que sí saben con toda seguridad el origen, la naturaleza y las consecuencias de la actual crisis económica, financiera e hipotecaria, y no escasean quienes afirman, con idéntica contundencia, que ellos ya hacía tiempo que habían anunciado el derrumbe inmobiliario y que, como consecuencia, ya conocían con exactitud el aumento de las filas de desempleados.
En realidad, esta manera de comportarnos tiene que ver más que con nuestros conocimientos, con nuestro talante y, paradójicamente, con nuestras inseguridades. Paradójicamente este dogmatismo tienen el mismo origen la esa duda radical y permanente, esa inseguridad temerosa de quienes no se atreven a afirmar ni siquiera su propia existencia, de quienes temen ser rechazados por todos: son eses “imbéciles” –recordemos la etimología- que carecen del bastón de las convicciones en las que apoyar sus afirmaciones.
Mientras que no reconozcamos que somos falibles, que podemos equivocarnos, aun cuando hayamos considerado la prueba con el mayor cuidado y hayamos aplicado nuestras más altas capacidades mentales. El falibilista sabe que no está exento de cometer errores en su apreciación de las cosas. Se forma opiniones y las toma en serio, pero siempre tiene en cuenta la posibilidad de que a fin de cuentas no esté en lo cierto. Por eso está permanentemente pendiente para aprender de los demás, por eso, antes, mientras, y después de hablar, escucha y piensa.
Pero, quizás, lo más sorprendente de estos momentos sea el aumento de adivinos, de videntes, de echadores de cartas y de lectores de las manos y, en consecuencia, la creciente clientela de quienes acuden para conocer el futuro económico, familiar, social y profesional de ellos y de sus parientes.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El vuelo del alcatraz

El vuelo del alcatraz
José Antonio Hernández Guerrero

Invitado por la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía, acabo de realizar un sorprendente vuelo al ritmo cadencioso de un alcatraz, uno de esos pájaros mezcla de pelícano y gaviota, que, desde tiempo inmemorial, decidieron que los lugares más adecuados para vivir, para trabajar y para disfrutar eran los bordes marinos. Este sorprendente viaje ha sido posible gracias a la exposición que “Tannhausser Estudio” ha montado en el Centro de Arqueología Subacuática situado en el antiguo y remozado Balneario de la Palma de nuestra Caleta.
Les confieso que, aunque he disfrutado de lo lindo contemplando las vistas panorámicas de Javier Hernández, un fotógrafo sevillano que durante varios años ha sobrevolado la franja marina de Andalucía a bordo de un paramotor, también he experimentado cierto preocupación y, en ocasiones, he hecho algunas reflexiones propiciadas por los comentarios que, elaborados por 37 escritores, periodistas y poetas andaluces, explican cada una de estas fotografías.
A lo largo del recorrido por esta sorprendente exposición que nos dibuja la sinuosa franja que armoniza los tres factores principales de nuestro paisaje natural -la tierra, el cielo y el mar-, he podido comprobar cómo los bordes marinos son unos de los emplazamientos más propicios para la vida humana: para el trabajo y para la diversión, para el negocio y para el ocio. Pero también he advertido que son espacios muy frágiles porque están amenazados por la acción corrosiva de la propia naturaleza y por la actividad devastadora de los comportamientos humanos. Sus múltiples alicientes, que atraen a los que buscan trabajo y a los que desean descanso, a los artistas que eligen ambientes plácidos y a los deportistas ansiosos de superar retos, también constituyen permanentes incitaciones para los especuladores que pretenden beneficios rápidos y suculentos.
En mi opinión, esta sugerente manera de llamar la atención a los ciudadanos es un complemento valioso –quizás imprescindible- para que todos adquiramos conciencia de la importancia ambiental, estética y económica de nuestras costas, y de la obligación que todos contraemos en su conservación. Las investigaciones que realiza, los cursos que desarrolla y los trabajos que publica el equipo universitario dirigido por el catedrático Juan Manuel Barragán Muñoz, las actividades que lleva a cabo la Estrategia Andaluza de Gestión Costera de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, e, incluso, la participación de los agentes que intervienen en el litoral andaluz serán insuficientes para evitar las amenazas que se ciernen debido al imparable aumento de la población, al crecimiento de las actividades económicas, al agotamiento de los recursos e, incluso, al cambio climático.
Para lograr el objetivo de la dinamización de la economía mediante un desarrollo sostenible es necesario –urgente- que, además de propiciar un cambio radical en las pautas trazadas por la administración que gestionan nuestro litoral, los empresarios y, en general todos los usuarios seamos plenamente consciente de que, para evitar su deterioro, hemos de cuidarlo con esmero. Es posible –seguro- que, si se deciden visitar esta exposición, experimenten unas sensaciones inéditas ya que, sin duda alguna, redescubrirán otro litoral mágico muy diferente del que ustedes conocen en el que luces y colores se funden con el lejano brillo de las olas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA

EL LOCO DE LA SALINA

ME TIENEN QUE MATAR PARA NO IR

No hay derecho. Se casan así de golpe y no han sido capaces de invitarme a la boda. No es que yo tuviera una especial amistad ni con él ni con ella, pero me ha dolido mucho el que ninguno de los dos se haya acordado de mí, aunque solamente fuera por cumplir conmigo y por guardar las formas. Deben saber que yo soy alguien. No en vano me tomé algunas copas con el novio y una vez me saludó la novia. Sin embargo se equivocan, si creen que me voy a dar por vencido y que voy a tirar la toalla así por las buenas. Yo estoy en la boda, cueste lo que cueste. Como no tengo otras cosas mejores que hacer, hoy mismo se pone en marcha la maquinaria. Hoy mismo voy a hablar con todo el que se ponga a tiro, porque yo voy a esa boda al precio que sea. Sé que él tiene amigos en Sevilla y lo primero que voy a hacer es colarme por allí y hablar uno por uno sobre el tema. Ella también tiene amigas que me pueden ayudar en la empresa. De mí no se pasa así alegremente. Cuando pienso que el cura les va a dar la bendición y que yo no voy a estar allí, me entran repelucos por el cuerpo y me pongo malo. Si se me viene a la cabeza el convite, ya es que me hundo en la miseria de pensar que yo no voy a brindar con los privilegiados asistentes que han recibido la invitación. Encima sé que han invitado al vecino del quinto, como si yo fuera menos que el desgraciado del quinto. Otra solución es colarme por la cara en la iglesia, pero no me parece bien, no me vayan a dar el corte de mi vida. De todas formas, si no me invitan, me lo pensaré, porque desde luego donde caben veinte, caben veintiuno.
Lo que más me duele es que han repartido invitaciones a gente que son menos que yo y que no tienen la categoría que yo tengo. Además debo tener cuidado, porque, basta que se entere el novio de que quiero ir a su boda, para que se emperre en que no. Y es que la última vez que le vi le faltó el canto de un euro para escupirme en la cara, porque le llevé la contraria al muy macarra.


No hay derecho, ¡mira que dejarme fuera por la misma cara! No es que yo me considere imprescindible, pero casi. Tampoco hace falta que me sienten en la mesa principal, ni que me den el mejor puro habano de la noche, ni siquiera que me den mi parte de la tarta. A mí me basta con sentarme en la última mesa y, aunque me pongan en un platito unas cuantas migajas, a mí no me importa, pero yo tengo que estar allí.
Tengo un sinvivir horroroso y no paro de dar vueltas nerviosas por el patio. Quizás no me han invitado porque saben que estoy loco, o porque para ellos soy un mojón pinchado en un palo. Se van a enterar de quién soy yo. Voy a dar tanto coñazo, que o me invitan o alguien va a acabar con los nervios de punta.

Desde aquí mismo, desde esta Información que llega a tantos lectores lo digo: que todos sepan que no me han invitado, pero que quiero ir a esa boda y que me tienen que matar para no estar allí con los demás comensales.

Bueno, me voy a tomar la pastilla y me voy a la cama antes de que se mosquee alguno y me perjudique en mis propósitos. ¡Vivan los novios! ¡Hijos de su madre!


jueves, 30 de octubre de 2008

Pensar en la muerte

Pensar en la muerte
José Antonio Hernández Guerrero

El filósofo vienés, Ludwig Wittgenstein, en un par de anotaciones de su Diario Secreto, tras confesar que siente cierta fascinación por la muerte, se lamenta de que, en la vida presente, no existe lugar para pensar en ella. Es posible que esta valoración –junto a motivaciones morales- le impulsara para que, a pesar de haber sido declarado inútil por problemas de salud, se alistara como voluntario en el ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial.


Nosotros, sin necesidad de recurrir a elucubraciones filosóficas, sabemos que nuestra existencia humana -ese entramado de recuerdos, de episodios y de deseos- es una ineludible convivencia con las muertes de los que nos han dejado la dolorosa huella de su ausencia y con el anticipo –más o menos consciente- de nuestra propia muerte.
Por mucho que pretendamos hacernos los despistados, la muerte es nuestro acompañante más fiel desde el instante del nacimiento. Hemos de reconocer, además, que, de la misma manera que los sufrimientos que acarrea -independientemente de sus circunstancias- pueden ser agravados por una inadecuada preparación, también, pueden ser suavizados por una oportuna preparación y por una correcta ayuda: igual que la zigzagueante ruta de la vida, el trance de la muerte puede ser bueno, malo y horroroso.

Es sorprendente, sin embargo, la coincidencia con la que, en la actualidad, desde sus respectivas perspectivas determinadas por sus diferentes intereses, los reclamos sociales y las propuestas culturales están logrando que, autoengañados, nos olvidemos totalmente de este ineludible y “vital” episodio.
El hecho cierto es que los pensadores, los periodistas, los educadores, los médicos y hasta algunos sacerdotes consideran este asunto como tabú y, sobre todo, que han perdido el sentido del valor de la muerte en su relación con las actividades diarias, y que no tengan en cuenta que es un componente esencial de la vida e, incluso, un factor que puede ayudar para que, aunque no prologuemos nuestro tiempo, sí intensifiquemos la conciencia de nuestra existencia.

La consideración de la brevedad de la vida y de la inevitabilidad de la muerte, en vez de paralizarnos y de diluir nuestro tiempo, debería estimularnos para que extraigamos de cada uno de nuestros episodios los jugos más esenciales y sustanciosos. ¿No creen ustedes que, en vez de agobiarnos negando la muerte, podríamos convertirla en un estímulo para aprovechar cada minuto de vida, para respetarnos, para querernos y para ayudarnos?

Es posible que –sin necesidad de recurrir a aquellas truculentas meditaciones sobre los novísimos- el pensamiento sereno sobre la muerte –sobre la nuestra y sobre la de nuestros seres queridos- nos empuje para que, de forma explícita, con amor y con respeto, hablemos de todas esas cosas buenas y bellas que, con demasiada frecuencia, sólo decimos en los funerales. Desde la perspectiva de la muerte vemos la vida de otra manera y, mientras algunas cuestiones pierden valor, otras por el contrario, recobran su importancia: hace posible un mirada distinta sobre la realidad, nos proporciona una claridad que disuelve esos ruidos que trivializan los asuntos que, reconsiderados, están llenos de sentido.

Si al pensar en la muerte miramos retrospectivamente a los momentos difíciles y soñamos ilusionados en un mañana mejor, es posible que intensifiquemos nuestro presente y prosigamos nuestra andadura liberados de lo peor de nosotros mismos y, quizás, nos ilusionemos con una convivencia más grata y más placentera.

lunes, 27 de octubre de 2008

EL LOCO DE LA SALINA



EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

He leído en la prensa que llega a cuentagotas al manicomio que el comedor
de “El pan nuestro” de La Isla cumple hoy 16 años de existencia. Además leo que la cifra de personas necesitadas que recurren a ese comedor social va aumentando cada vez más y veremos cuándo se detiene, si se detiene.
La crisis sigue dando que sufrir y el número de parados no hay quien lo pare. Nosotros aquí tenemos por lo menos un techo, un plato de comida y un patio donde pasear y sacar a ventilar nuestras difíciles ideas, pero hay gente que no tiene nada de nada. Los locos estamos locos, pero no somos insensibles a tanta pobreza y miseria como estamos viendo y tendremos que ver por desgracia. Por eso desde aquí, antes de que me pongan la camisa de fuerza por decir verdades, le quiero tocar unas palmitas al padre Juan Mariano Jiménez Zayas, porque este hombre sí está llevando a cabo simplemente lo que dicen que dice el evangelio. Ni más, ni menos. Lo demás son gaitas, pamplinas y excesivos golpes de pecho delante de cualquier imagen de las muchas que saturan este pueblo. Como comprenderán yo no he inventado el orden de prioridades que marcaron los evangelios hace ya algún tiempo. Eso de dar de comer al hambriento está por encima de misas, credos y salves.


Nunca se cerraron las puertas de ese comedor, así lloviera, nevara, hiciera calor o frío, fuera sábado, domingo, martes, día festivo o año bisiesto. Y eso tiene un mérito extraordinario en una sociedad como ésta que va a lo suyo exclusivamente y que se olvida de los más débiles, porque la cuerda se parte siempre por ahí.


Hay otras personas que renuncian a ir al comedor, porque van tirando con lo que piden en la calle, aunque de esto se podría hablar largo y tendido, nunca mejor dicho. Algunos de estos señores y señoras dan un espectáculo gratis y denigrante a los que pasan por su vera, sobre todo a los niños. Siempre se les ve con una litrona de cerveza en la mano, borrachos y borrachas, sucios y sucias…

Por cierto, al parecer aquí se puede beber en la calle a garganta libre sin que la policía local se quiera dar por enterada del asunto. Lo que cuento no es una calumnia, porque se puede comprobar a cualquier hora del día en el mismo centro a la vista del que acierte a pasar por allí. Y eso no es necesidad, sino otra cosa que también tiene nombre. Por lo menos es lo que he podido ver cuando he salido de este manicomio a pasar unos días en la civilización. Y ya no sé si eso es normal o el que no es normal soy yo.


El padre Juan ha pasado por muchos agobios viendo que no podía más, que la economía no es de chicle y que tiene unos límites claros. Tampoco ha recibido ningún tipo de inyección de ésas que ahora sacan a flote a los bancos. Solamente ha contado con las escasas ayudas que ha podido recibir y sobre todo con esa fuerza interior que da la lucha por los más desfavorecidos. Enhorabuena. Aquí en el manicomio lo comentamos muchas veces. ¿No tendrá La Isla algún detalle con este hombre que, aun siendo cura, tanto se está entregando por los pobres?


Ya mismo parece que va a iniciar la campaña de Navidad recogiendo víveres, porque este año pintan bastos. Desde nuestro manicomio deseamos que el “Pan nuestro” cumpla otro montón de años más y que nosotros lo veamos, aunque por favor fuera ya de estas cuatro paredes, que ahora les toca a otros más locos que yo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Club de Letras Algeciras

Supongo -querido amigo Luis- que no te habrá llegado la información sobre el posible creación de un CLUB DE LETRAS en Algeciras.
Es un proyecto del Vicerrectorado de Extensión Universitaria que funciona con "excesivo" éxito de público en Cádiz y en Jerez.
Me han aceptado la condición de que la inscripción sea gratis, pero el Vicerrectorado exige que, al menos se inscriban diez miembros.

Mucho me temo que, debido que allí soy un desconocido, no se llegue a ese número.
Si conoces a algún aficionado a la lectura o a la escritura -de cualquier género y estilo- puedes decirle que entre en la página del Vicerrectorado de Extensión y se inscriba. Si llegamos a ese número, tendremos la ocasión de reunirmos una vez al mes para conversar sobre libros y leer nuestros textos.
Las sesiones serían los terceros viernes de mes por la tarde y durarían dos horas.

Club de letras en Algeciras


Definición
El Club de Letras no es sólo un taller de escritura.
Evitamos una concepción estrecha de sus actividades y, sobre todo, rechazamos de manera categórica una noción simplista de la escritura: no existen fórmulas mágicas ni procedimientos rápidos para la adquisición de las destrezas literarias.
Las expectativas de remedios milagrosas entorpecen el desarrollo de un proceso que es apasionante y divertido pero, también, arduo, lento.
Posee todas las características del crecimiento físico, de la maduración intelectual y de la educación de la sensibilidad artística.
El Club de Letras de Algeciras no se limitará a proporcionar técnicas, a dibujar pautas y a proponer recetas para redactar de manera correcta un texto, sino que, además, orientará y estimulará la formación de profesionales que estén dispuestos a contemplar, analizar, valorar y crear la realidad. Escribir es una manera diferente de interpretar la vida, una forma crítica y profunda de ver y de recrear el mundo.

ObjetivosLas diferentes actividades se apoyan, desde el principio, en una reflexión seria sobre la naturaleza de la literatura que estimula, orienta y fundamenta los procesos de lectura y de escritura. A partir de esta "teoría", se propone alcanzar los siguientes objetivos concretos:
1. - Abrir un espacio de encuentro, de trasvase de informaciones, de contraste de opiniones, de reflexión y de debate sobre la lectura y sobre la escritura de textos periodísticos, ensayísticos y literarios de los diferentes géneros, estilos y corrientes.
2. - Proporcionar principios rigurosos, criterios válidos y pautas prácticas de lectura y de escritura de artículos de opinión y de composiciones literarias.
3. - Orientar y estimular la crítica rigurosa de obras literarias.
4. - Suministrar métodos, procedimientos y recursos variados que faciliten la escritura de obras de diferentes niveles, contenidos y estilos.


Método
Esta reflexión compartida se apoya en unos ejercicios escalonados que estimulan y encaminan una práctica progresiva de la lectura crítica y de la escritura creativa.
Nuestra concepción de la Literatura, por lo tanto, es vital, englobadora y totalizante. La definimos como "una manera más consciente, más intensa y más plena –más humana- de vivir la vida". En consecuencia, partimos del supuesto de que los principios básicos de las diferentes Ciencias Humanas -en especial de la Lingüística, de la Semiótica, de la Antropología, de la Psicología y de la Sociología- constituyen una base sólida e imprescindible para la adquisición y para el desarrollo de las difíciles y complejas destrezas de la lectura y de la escritura.
Si nos apoyamos en esta fundamentación teórica, estaremos en condiciones de seleccionar y de aplicar los criterios de análisis diferentes desde las distintas perspectivas interpretativas y valorativas de los textos de distintas épocas, géneros y corrientes.
Trazaremos unas pautas claras que nos permitan generar unos hábitos que estimulen el disfrute de la lectura y el placer del comentario riguroso.
Ofreceremos unos modelos de identificación, presentaremos unas propuestas de ejercicios y unos programas de actividades que despierten el interés alcanzar textos de calidad y, para lograr este fin, estimularemos la preocupación por cuidar el matiz, la inquietud por la búsqueda del adjetivo oportuno y la voluntad de lograr el procedimiento más original y expresivo, en cada uno de los escritos.
A manera de ejemplo, adelantamos que, para lograr textos interesantes, amenos y originales, aplicaremos algunas técnicas para desbloquear la imaginación utilizando los recursos de la realidad y del absurdo, y pondremos en marcha algunos mecanismos que faciliten la práctica de la concentración, del recuerdo, de la sensación y de la experiencia.
Provocaremos la invención a partir de las relaciones de palabras, estrategias de sustitución, eliminación, ampliación, descentrando los textos, etc.
Miembros de ClubDesde el primer momento, manifestamos una explícita voluntad de constituir un grupo relativamente homogéneo de escritores que participen en una concepción actual de la literatura, y una visión crítica y comprometida de la existencia humana.
Pretendemos crear las condiciones para que los miembros se sientan identificados con la creación de un proyecto común y para que intervengan de una manera activa en la generación de un ambiente de comunicación y de un clima de colaboración.
En resumen: puede participar todos los que -de cualquier edad y nivel de enseñanza- manifiesten amor a las letras, a la lectura y a la lectura

La vida empieza hoy

Mientras alentemos esperanzas, formulemos proyectos y miremos hacia el mañana, podemos decir con todo derecho que la vida empieza hoy, que tenemos toda la vida por delante y que lo mejor de la vida nos queda por vivir.

José Antonio Hernández Guerrero

LIBRO RECOMENDADO


Ensayo Título:

Ayudar a morir.

Con un prefacio y doce tesis de Jhon Berger
Autora: Dra. Iona Heath
Editorial: Katz, Buenos Aires


José Antonio Hernández Guerrero


Las propuestas que ofrece a sus colegas, los médicos, constituye, a nuestro juicio, oportunas, claras y prácticas


En la actualidad –debido a progreso de los procedimientos científicos y técnicos, y al ajetreo de la vida familiar, laboral y ciudadana-, corremos el riesgos de vivir el comienzo y el final de nuestra existencia temporal, aislados y alejados de esa atmósfera cordial imprescindible para, simplemente, morir en paz.


De igual manera que, para nacer, para sobrevivir y para crecer, necesitamos el servicio de unos profesionales expertos, para morir precisamos de la compañía alentadora y de la ayuda eficaz de otras personas que, además de respeto y de cariño, acierten con las expresiones y con los procedimientos adecuados. Lo mismo que anhelamos mejorar la calidad de nuestras vidas, hemos de aspirar a mejorar la calidad de nuestras muertes. Ésta es la razón por la que las diferentes civilizaciones han cuidado escrupulosamente las maneras de acompañar a sus seres queridos en esos difíciles momentos en los que afrontan este ineludible trance humano. No es de extrañar, por lo tanto, que esta cuestión haya sido objeto de serias reflexiones y de prolongados debates entre los que, profesionalmente, se dedican al cuidado de los enfermos.


Pero hemos de reconocer que, en la actualidad –debido a progreso de los procedimientos científicos y técnicos, y al ajetreo de la vida familiar, laboral y ciudadana-, corremos el riesgos de vivir el comienzo y el final de nuestra existencia temporal, aislados y alejados de esa atmósfera cordial imprescindible para, simplemente, morir en paz. Esta delicada cuestión cobra especial trascendencia en estos momentos, debido a la multiplicidad de las dimensiones médicas, éticas, religiosas y políticas que se imbrican. Por eso nos sorprende tanto la frivolidad con la que, con excesiva frecuencia, en los medios de comunicación se formulan unas afirmaciones categóricas carentes, en muchos casos, de fundamentos o apoyadas en prejuicios ideológicos apriorísticos.


El libro escrito por la doctora Iona Heath, médico generalista, miembro de la Real Comisión para el Cuidado de la Ancianidad, y de la Comisión de Genética Humana, directora del Grupo sobre Desigualdades de la Salud, responde a unas cuestiones que, a nuestro juicio, centran el actual estado de la cuestión: ¿Por qué son tan escasas las personas cuyas muertes podemos calificar de "buenas"? ¿Qué entendemos por una "buena muerte"? ¿Cómo es la muerte que queremos para nosotros y para nuestros seres queridos?


Tras constatar cómo en nuestras sociedades actuales, no sólo cerramos los ojos al hecho cierto de la muerte, sino también pretendemos negarlo, propone que consideremos este desenlace como un don, como una estimulante advertencia "que nos da el tiempo y su transcurso, sin el cual nos veríamos perdidos en un caos de eternidad, sin motivo alguno para actuar ni, de hecho, para vivir". Analiza las diferentes formas de morir y valora las ventajas e inconvenientes de las muertes repentinas y de las que acaecen tras un dilatado tiempo de progresivo agotamiento, entre los que fallecen anestesiados y los que se preparan de manera adecuada, entre los que se libran del sufrimiento y los que lo asumen con entereza y estoicismo.


Especialmente luminosas nos parecen sus reflexiones, sobre a dimensión trascendente de todas las vidas humanas, sobre el tiempo y la eternidad: sobre el presente, el pasado y el futuro, y, en especial, sobre la conexión –indispensable y alentadora- de cada una de las vidas humanas con los antepasados que la hicieron posible y con los herederos en los que pervivirán en el futuro. Las propuestas que ofrece a sus colegas, los médicos, constituye, a nuestro juicio, oportunas, claras y prácticas: les anima para que, además de los instrumentos terapéuticos, utilicen los ojos, "para ver la humanidad y la dignidad de nuestros pacientes y para evitar apartarnos del sufrimiento y de la angustia"; palabras, "para tratar de minimizar la inevitable soledad del que muere"; contacto físico, "para expresar un nivel más profundo de consuelo y de comunicación"; paciencia, para sincronizar con el ritmo de la muerte.


Es posible que la conclusión, apoyada en su dilatada experiencia y en sus múltiples lecturas a muchos resulte incongruente pero en nuestra opinión, es pertinente, valiosa e inevitable: los médicos –científicos y humanistas- necesitan la ayuda de los poetas.


John Berger, crítico, dramaturgo, guionista, novelista, ensayista y cuentista.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...