viernes, 29 de abril de 2011

NO TODO ES NORMAL: “CORRUPCIÓN DE VALORES”

La capacidad de asumir sorpresas está llegando a sus límites. Intentar defender comportamientos diciendo que la forma de contratar asesores es “práctica habitual, es situarse en un ambiente de niños pequeños rebeldes y muy mal educados que se dicen unos a otros “y tú más”. De personas adultas se espera otro tipo de actitudes y comportamientos. Mucho más si se trata de personas que quieren convertirse en representantes de los ciudadanos para desempeñar cargos de gobierno en la noble tarea de la política.
           Los políticos, según encuestas, se han convertido en la tercera preocupación más importante para los ciudadanos. La política se está proyectando a la sociedad como un espectáculo que, sin afrontar los problemas reales, sólo plantean discusiones y ofensas de unos contra otros pero que quedan la mayoría de las veces en brindis de amagos de denuncias de corrupción sin llegarlas a efecto. La crispación actual ciudadana es consecuencia de una política corrupta que desaparecería si los ayuntamientos dejasen de funcionar  como “cortijos propios de unos cuantos” que tienen capacidad incontrolada de ponerse los sueldos y dietas a costa del resto de los ciudadanos por no tener regulada de forma transparente el control de poderes. Ello desemboca en acciones con tintes de corrupción forjándose acuerdos que sólo benefician a ellos.
           La mayoría de los llamados “aparatos de partidos”  no se atreven a plantear el cambio de la Ley Electoral para avanzar en una línea de democracia efectiva, proponiendo las “listas abiertas”. Los ciudadanos están pidiendo poder elegir a los mejores para desempeñar los cargos representativos. Sin embargo, los políticos profesionales tienen verdadero pánico a perder el control absoluto de los recursos Si el derecho de participación ciudadana estuviera regulado por una ley orgánica que afectara directamente al funcionamiento del Régimen Local de las Corporaciones ni se harían reglamentos de participación sin la participación ciudadana ni se engañarían ellos mismos diciendo que han conseguido lo que han dicho pero no han hecho.
             Con razón los ciudadanos se escandalizan y pierden la confianza en los políticos por esos comportamientos que reflejan la politización de otros ámbitos de la democracia, sobre los que la política ejerce un control no reglado. Es muy grave, por ejemplo, que se sepa quién va a presidir el Consejo del Poder Judicial antes de que se elija a sus miembros porque así lo han pactado los principales partidos políticos. Lo verdadero normal sería elegir por los magistrados a los mejores profesionales solventes e independientes y que éstos decidan después quién los va a dirigir y cómo. 
          A pesar de las dificultades, todo tiene solución si exigimos y conseguimos ver como normal la justicia, la honradez, la sinceridad, el trabajo, el servicio y todo lo que son verdaderos valores. En definitiva, si se toma en serio la democracia. Para ello los partidos políticos deben ser canchas donde la gente pueda participar e intervenir y se cumplan en todos sus términos el artículo sexto de la Constitución. Y que los llamados consejos asesores y las agencias reguladoras sean en la práctica independientes y funcionen como tales debidamente.
           Aunque el ideal de vida de las personas lo tiene que lograr cada uno, la política debe contribuir a construir una sociedad decente, justa, democrática y habitable en la que todos los ciudadanos puedan desarrollar todas sus posibilidades y encontrar cauces de participación para poder aportar todas las iniciativas que puedan servir al bien común. Una sociedad con igualdad de oportunidades y que los puestos de responsabilidad y trabajo se puedan ocupar por la capacidad de méritos, sin necesidad ni admisión de enchufismo.
             
                                       Juan de Dios Regordán Domínguez
                                       juandediosrd@hotmail.com

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