jueves, 24 de julio de 2008

Sonidos y ruidos_sábado_26_julio

Sonidos y ruidos


José Antonio Hernández Guerrero

Cuando estamos a punto de iniciar un nuevo “veraneo”, me permito invitarlos –queridos amigos- para que me acompañen en este paseo semanal que realizamos “del Puente a la Alameda”. Les propongo que cambiemos el ritmo de nuestros pasos y que despleguemos las velas de nuestra imaginación.
El verano, como ustedes saben, es la época propicia para descubrir nuevas rutas y para leer nuevos libros, pero también nos proporciona una oportunidad para que volvamos a recorrer los caminos ya conocidos y para que adoptemos nuevas perspectivas con el fin de experimentar inéditas sensaciones y nuevas emociones. Los paisajes, igual que los libros, admiten múltiples lecturas.
En mi opinión, una de las maneras más fáciles de volver a disfrutar de nuestro paisaje gaditano es advertir cómo sus diferentes rincones alteran sus mensajes a medida en que cambian las luces del día y viran los vientos de las diferentes estaciones. Les propongo que, por ejemplo, escuchen los sonidos de los vientos en los diversos barrios, en las distintas plazas y en algunas de nuestras calles más transitadas como, por ejemplo, Corneta Soto Guerrero, Buenos Aires, San Francisco o Columela. Ya verán cómo esos elementos intangibles, etéreos y volátiles, silban de manera diferente, según sea su dirección y la esquina en la que los escuchemos.
Los vientos -los de la geografía y los de la historia- aunque de manera distinta a como influyen en nuestro organismo y configuran nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar, alteran los colores y los movimientos de nuestros mares, los olores de nuestras edificios e, incluso, modifican los ecos con los que las voces humanas resuenan en nuestras plazas.
Para volver a recrearnos con los alicientes de nuestro paisaje gaditano, hemos de prestar singular atención a las resonancias de las brisas que proceden de los diferentes puntos cardinales y descubrir las distintas maneras de soplar el levante o el poniente, el norte o el sur.
Para saborear con fruición, por ejemplo, las voces del viento del norte -claro y frío-, hemos de situarnos en la balaustrada de la Alameda Apodaca, junto al protector y cultural Baluarte de Candelaria, y allí, oliendo el suave perfume del refinado y seductor jardín que rodea al majestuoso Ficus, permanecer quietos durante un rato, escuchando los ecos de las olas que acarician la muralla.
Los mensajes de los vientos del sur -borrascosos y húmedos- los interpretamos mejor detrás del Baluarte de los Mártires, sobre todo, si observamos el suntuoso planear y los insistentes graznidos de las gaviotas. El lugar más adecuado para oír los cálidos y secos vientos del este es el paseo de la Barriada de la Paz: allí está el punto de partida de las cambiantes oleadas de rumores que se difunden por nuestras calles y plazas, y de los aromas que empapan el alma de los gaditanos.Quizás la perenne visión de este mar sea una de las claves para comprender el sentido de las actitudes públicas y para interpretar la singular filosofía de la vida de muchos gaditanos Las cambiantes brisas marinas nos han creado una especial atmósfera de libertad, un particular carácter lúdico, un agudo sentido del lugar y del tiempo, un concepto diferente del trabajo y del ocio. Reconozcamos, sin embargo, que, para escuchar con atención esos sonidos de los diferentes vientos y para saborear con fruición sus voces, hemos de pasear a esas horas matinales en las que el bullicio disminuye; hemos de cambiar nuestro horario con el fin de defendernos, en la medida de lo posible, de la creciente contaminación acústica, de esos molestos ruidos que producen las máquinas y de los desaforados gritos de nuestros conciudadanos.

1 comentario:

luiyi dijo...

Ya sé que este artículo no encaja bien en "Opinión". Pero ya crearé otros apartados
Paciendcia.
Luiyi

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