domingo, 24 de septiembre de 2017

¿DERECHO A DECIDIR?




Si por los sufragios u ordenanzas de la multitud fueran constituidos los derechos, habría un derecho al latrocinio o un derecho al adulterio. Pues, si tan grande potestad tiene la voluntad u opinión de los necios, como para que por sus sufragios sea subvertida la naturaleza de las cosas, ¿por qué no habrían de  decidir que lo malo y pernicioso es bueno y saludable? Sólo por la naturaleza de las cosas podemos distinguir la ley buena de la mala. Y pensar que todo se funda en la voluntad o la opinión y no en la naturaleza es propio de un demente’.
Así advertía Cicerón en su tratado  ‘De legibus’.
En muchas sociedades, países y gobiernos actuales, que presumen de ‘democráticos’, se pide, exige y hasta se concede, el falso ‘derecho a decidir’…
A ‘decidir’ sobre el cuerpo, propio o ajeno. Sobre la vida propia o ajena. Sobre el cambio de sexo. Sobre el cambio de género. Sobre el cambio de ‘nacionalidad’…
Son ‘falsos derechos’ fundados no en la naturaleza de las cosas, sino en la opinión de pocos o muchos ‘nescientes’.
Dos mil años después de Ciceròn, hemos ‘progresado’ algo. Hemos crecido en población y en Producto Interior ‘Bruto’. Y con ellos, en número de ‘necios’ y de ‘leyes dementes’.




                                                                               Luis J. Suárez Alvarez
                                                                                DNI 31062170

                                                                                 Cádiz.

martes, 19 de septiembre de 2017

ZANDER VENEZIA

La mar, que es mujer, ciega al caminar frente al este al amanecer. El sol la requiebra cuando el orto le hace emprender la marcha hacia el ocaso, llenándola de oro y plata, despilfarrando la luz del reverbero aunque la mire sesgadamente y se irriten con ella los hijos los hombres. La mar, que es mujer y ama a los hombres, los llama hacia su dentro, sin importarle el qué dirán los recatados, los pacientes, los sabios del vivir. A la mar, sus opiniones, le tienen sin cuidado. Solo anhela que le hagan imágenes de oro con marcas de plata mientras el sol está en el diván.

De niño la mar le robó el sentido. A los once años ganó en su natal Barbados, el campeonato nacional sub21 de surf. Al crecer y coger altura y cuerpo se creyó transformado en un mesoplodon misus, el cetáceo capaz de permanecer dos horas a tres mil metros de profundidad, que pasa la casi totalidad de su vida en aguas profundas.

Un gran promesa del surf. La tribu universal sin nacionalidad política ni económica, sin ethos que no sean la tabla, las bermudas, el agua, la arena y buscar de playa en playa un gran swell, el más grande, el más arriesgado, el que con la mar tendida forma las líneas de oleaje más puras que vienen de alta mar. 

Cuando los de Tordesillas gimen por su toro lanceado, y en Irún pasan revista a las cantineras de san Marcial y Madrid achulapa a su presidenta regional y Barcelona rinde honores con uniformes de guardias de campo en zapatillas de esparto y los jóvenes  almonteños se arraciman en torno a una imagen de Pastora medieval , miles de adolescentes y jóvenes, mujeres y hombres, que aman solo la mar y el viento, las olas y el sol, la arena y las nubes, recorren el mundo sin ser de ningún lugar y sin quedarse en ningún sitio de forma estable. Nómadas de la belleza del sol y del agua, solo tiene pasaporte porque lo piden los policías fronterizos de mil países.

Zander era de esa especie. Había ganado, con 16 años, júnior de la WSL, el campeonato de su división en el NNSA East Coats Championship a comienzos de este 2017. Un Kuros rubio, cual efebo heleno del 480 a.C., que con expresión melancólica y el pelo recogido, contempla el tiempo. 

Más allá de los estudios que incordian y del trabajo que ata, la tribu del surf busca solo la ola de su vida que siempre puede ser mayor que la de hoy. La exploradora Alexandra David-Ned opinaba que la obediencia es la muerte. Y Foucauld, hoy beato vaticano, ama la acción, creación posible a través de situaciones en que no haya nada previsto y mande lo desconocido. La mar, el viento, la arena, la nube, el huracán. 

La mar es celosa y fuerte, lo quiere todo para ella. Irma corre hacia otras islas y deja Barbados sin acercarse. La tribu aprovecha esa mar brava y alocada para buscar la ola de su vida el martes cinco de este mes de septiembre. Zander, que es blanco y rojizo, escogido entre diez mil, como el amante de la sulamita, cuya cabeza es oro purísimo y sus ojos son como palomas en la plenitud de las aguas, cuyas manos están talladas de audacia y sus piernas son columnas de mármol, no cuenta con la mar que lo envuelve en la ola de su vida, jala de él que solo acertó a gritarle a un compañero acabo de surfear la mejor ola de mi vida. La mar no le dejo salir y lo estrelló contra un arrecife. Un wipeout, en la jerga de la tribu universal. Aniquilación. 

Cuando exhale el día y sean venidas las sombras me marcharé al  monte del mirto y a la montaña del Líbano. La mar, como Zeus con Gaminedes, se enamoró de él y se lo llevó al Olimpo,  convirtiéndolo en su amante. 

Alberto Revuelta

miércoles, 6 de septiembre de 2017

GUARDADOR Y GUARDADORA

   

Allá por la década de los sesenta, del pasado siglo, cantaba el ‘Trío Guadalajara’.(Y también Juan ‘el Boca’ en aquellas entrañables veladas de Santa Catalina, Patrona de Filósofos,  en San Bartolomé, en Compañía 19) :‘La palabra más hermosa es papá, es mamá/ y si dices, padre o madre/ qué más da, es igual’
Y terminaban aconsejando: ‘No digas papi ni mami, ni papuchi ni mamuchi/ que es una barbaridad’….
Parece claro que aquellos ‘consejos’ no surtieron muchos efectos.
Porque, aquí y ahora, casi cincuenta años después, y sensu contrario, la Junta de Andalucía ‘obliga’ a sustituir lo de ‘padre y madre’ por  ‘persona guardadora 1’ y ‘persona guardadora 2’…
Esperemos que la ‘Reforma’ no llegue a la Copla. Ni que se ‘obligue’ a Pepe Pinto a cantar: ‘Que a una Guardadora no se encuentra, y a ti te encontré en la calle’.  Ni a Manolo Escobar: ‘Guardadorcita María del Carmen…’
Y, menos aún, a la ‘Reforma’ de los textos y parábolas evangélicas. Que el hijo menor, el hijo pródigo, cansado de algarrobas y jartito de ‘guardar’ cochinos, al regresar a casa (que ya no será ‘paterna’)  no se vea ‘obligado’ a exclamar: ‘¡Guardador! He pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme ‘`guardado’ tuyo’….
Y no digamos, si la ‘Reforma’ llega a los textos litúrgicos.  Y ya no va a ser posible el ‘audemus dicere’: Padre Nuestro que estás en los cielos.  Y nos vamos a ver ‘obligados’ a sustituirlo por un aséptico, laicista y ‘genérico’ : ‘Guardador , Guardadora, de todos y todas’….
Doña Susana, porfa.
Que usted ¡cariño trianero! ha sido catequista.





                                                                                              Luis J. Suárez Alvarez
                                                                                               DNI 31062170

                                                                                                Cádiz.

domingo, 14 de agosto de 2016

Claves del bienestar

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44.- El trabajo de la mujer
José Antonio Hernández Guerrero
Es cierto que tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de las vidas de las mujeres que hagan posible que -realmente y en todas partes- sean iguales que las de los hombres: que gocen de la misma libertad efectiva y que puedan ejercer eficazmente todos los demás derechos humanos. Pero, si pretendemos la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras “inconsciencias”.  
Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.
En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos.  

En mi opinión es necesario que tengamos en cuenta cómo, a partir de la presencia femenina, cambia el clima del espacio laboral: se alteran las relaciones, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad e, incluso, la concepción de la política y de la religión. Pienso que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política e, incluso, en la religión. Vamos a ver si las iniciativas del papa Francisco dan algunos frutos o si son frenadas por las resistencias de los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos ultra heterodoxos.  

lunes, 14 de marzo de 2016

Claves del bienestar: puente





21.- Contactar, conectar y comprometernos
José Antonio Hernández Guerrero
Nuestra existencia humana alcanza su bienestar pleno cuando orientamos nuestras actividades –los movimientos corporales y las operaciones mentales- hacia el establecimiento de contactos, de conexiones y de compromisos con los otros; cuando mantenemos un diálogo fecundo, una comunicación productiva y una solidaridad fecunda mediante palabras generosas y a través de hechos coherentes. Uno de los procedimientos más eficaces para sentirnos bien con nosotros mismos es tender puentes que unan esos márgenes culturales, económicos, sociales e ideológicos que, a veces, están excesivamente separados.
En este tiempo en el que abundan los constructores de barreras y de barricadas, hemos de tender puentes entre el pasado y el futuro, entre los jóvenes y los adultos, entre los que tienen ideologías de izquierdas y los de derecha, entre los que cultivan la cultura popular y los que prefieren la cultura más elaborada, entre los científicos y los literatos, entre los agricultores y los industriales, entre los administrativos y el personal de servicios, entre los creyentes y los agnósticos, entre los políticos y los ciudadanos, entre los homosexuales, los heterosexuales y los bisexuales, y, por supuesto, entre las mujeres y los hombres.
Hemos de partir del supuesto de que nuestra prosperidad sólo será posible cuando miremos más allá de los intereses personales y nos decidamos a la construcción de unos proyectos colectivos más amplios, integradores, llenos de sueños y de visiones comunes. Creo que, en estos momentos, todos tenemos el deber de -entendiendo las diferencias y aceptando las diversidades- instalar en el debate público la cuestión de la visión compartida y de las metas comunes.

A mi juicio, la única manera de solucionar muchos de los problemas que nos acucian es uniendo nuestros esfuerzos y colaborando solidariamente en proyectos comunes. No se trata, por lo tanto, de que renunciemos a las peculiaridades, sino de que, aunque transitemos en diferentes direcciones, nos paremos de vez en cuando para conocernos, para conversar, para deshacer malentendidos y para favorecer la búsqueda de una vida más humana. Es urgente que superemos la indiferencia y los enfrentamientos, y que colaboremos estimulados por propósitos compartidos. En esta encrucijada que nos ha tocado vivir, nadie sobra; tenemos que contar con todas las manos para que los esfuerzos converjan en el crecimiento individual y en el progreso social, económico y cultural.

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...