José Antonio Hernández Guerrero
No sé si seré capaz de cumplir mis propósitos pero, por primera vez, he decidido vivir este mes de agosto de una manera contraria a la que he pretendido en mis últimas vacaciones veraniegas. No he trazado programas ni me he fijado metas: no he proyectado viajes a lugares exóticos, no me he propuesto leer los libros que he adquirido a lo largo del año, ni visionar todas las películas que me han regalado los periódicos dominicales, ni darme un número determinado de baños en la playa, ni siquiera asistir a los espectáculos programados en la playa o en la plaza de la Catedral.
¿Qué piensas hacer este verano? -me pregunta mi amigo Cecilio-. Nada –le he respondido-. Me conformaré con contemplar desde la muralla del Campo del Sur los cambios que las mareas y los vientos generan en el movimiento de las olas y en el color del mar, leeré y releeré una y otra vez los mismos versos, volveré a ver las películas de Chaplin y escucharé algunas de las melodías y de los ritmos que me acompañaron durante la juventud. Buscaré espacios de silencio y dedicaré un tiempo sagrado a la conversación distendida e intrascendente con dos o tres amigos. Y todo lo haré despacio, muy despacio.
He llegado a la conclusión de que uno de los procedimientos más eficaces para aprovechar y para disfrutar de nuestro escaso tiempo humano –de los minutos, de las horas y de los días- es ralentizando el ritmo de nuestras acciones y deteniendo las pulsaciones de las sensaciones que experimentamos. Pretendo saborear los efímeros momentos de bienestar, evitar las prisas, desarrollar la habilidad de simplificar las actividades y, sobre todo, aprender el arte de prescindir de esos objetos que la publicidad me impone como imprescindibles. Vamos a ver si soy capaz de deshollinar mi mente de deseos y de limpiar los horarios de esos trabajos que ocupan hasta la saturación la mayor parte de mi tiempo. En contra de los mensajes que, en estos momentos de crisis, lanzan a una los políticos, los economistas y los empresarios, creo que el aumento del consumo no equivale al crecimiento de la felicidad personal ni al fomento del bienestar familiar.
Si prestamos atención al interior de nosotros mismos, a ese espacio íntimo en el que se aloja la felicidad, podemos constatar cómo esos bienes que invaden nuestros hogares y llenan nuestros bolsos contribuyen escasamente a que nos sintamos bien con nosotros mismos y a que alimentemos unas relaciones humanas intensas e íntimas. Como afirma Zygmunt Bauman, el crecimiento del producto interior bruto es un índice bastante pobre para medir el aumento de la felicidad. Estoy convencido de lo contrario: de que esos niveles económicos sólo son estrategias engañosas que sirven para engatusarnos y para aprovecharse de nuestra inevitable búsqueda de la felicidad.
Aunque todos sabemos que levantar nuestra débil voz contra los mensajes ensordecedores que nos lanza la ubicua publicidad es un ingenuo alarde de voluntarismo inútil, aunque estamos convencidos de que es imposible luchar contra la omnipotencia de los altavoces que nos convocan al consumismo, nos decidimos una vez más a expresar nuestra convicción de que la dirección que hemos de tomar es exactamente la contraria y preferir en vez de cantidad, la calidad; en vez de la rapidez, la lentitud
jueves, 6 de agosto de 2009
sábado, 25 de julio de 2009
EL LOCO DE LA SALINA
YO HAGO LO QUE ME DA LA GANA
Metí la mano en el bolsillo y me encontré de golpe con el clásico papel que nadie sabe cómo llegó a las interioridades de mi pantalón. Lo saqué a la luz y recordé que lo había guardado porque, cuando la memoria falla, no hay remedio mejor que escribir lo que se puede olvidar fácilmente. No era nada del otro mundo y ya se había convertido en un estorbo. Lo apreté entre los dedos y me dispuse a salir de él. Todo estaba tan limpio a mi alrededor, que era un crimen tirarlo al suelo. Busqué una papelera y mis ojos se dieron de frente con el policía de barrio. Muy amablemente me indicó el lugar de la papelera.
Naturalmente no estoy hablando de España, ni mucho menos de La Isla.
Al rato me crucé con un señor que llevaba un perro tirando de su mano derecha y en la izquierda una bolsita preparada por si acaso. El perro, como todos los perros del mundo, dijo que hasta aquí hemos llegado, se agachó y se puso a la faena de apretar. El señor no se inmutó, se detuvo, esperó con la bolsita abierta y, cuando la caca iba a tomar contacto con el suelo, se dio maña para recoger meticulosamente el material.
Naturalmente no estoy hablando de España, ni mucho menos de La Isla.
Esto es otra cosa. El país y el pueblo donde nos ha tocado vivir carece de ese sentido común que nos pide un respeto por los demás y por las cosas comunes. Con otras palabras, carece de educación. Esto es como la selva, pero sin Tarzán. Esto es otro mundo. Si un día tienen ustedes tiempo, pueden recorrer despacio el puente que va a Bahía Sur. Está de mierda que se puede caer.
Pasa un chaval terminando una coca-cola. Cuando le ha sacado las últimas gotas, la tira al suelo por toda la cara. Cuídese de no decirle nada, si no quiere escuchar palabras increíbles relacionadas con la democracia y con yo hago lo que me da la gana. Pringue seca de helados, bolsas de patatas tiradas, pipas por el suelo…
Ésa es la imagen que da La Isla al que se dispone a atravesar el estercolero en que se está convirtiendo el puente. Los cristales no hablan, pero cualquier día esos cristales que protegen los laterales del dichoso puente pueden salir gritando, porque todo tiene un límite y la mierda se los va a comer poco a poco.
Pasa un chaval con un perro. Va suelto por supuesto y dice el perro que no aguanta más. Tal como lo piensa lo hace y suelta allí sus buenas morcillas. Como si no fuera con él, el chaval lo llama con un tono de voz que parece dejar claro que los que vengan atrás que arreen. Le llamo la atención y me dice con malos modos que eso es lo que hay y que él no puede hacer nada para impedir que su perro haga caca donde le cuadre.
Hablando de cuadras, hay calles en las que la gente saca sus bolsas de basura a la una de la tarde y las deja en la calle. Tal como se lo estoy diciendo. Vaya por ejemplo a la calle Murillo, que es donde vivo, y verá que lo que digo no es una calumnia.
La policía al parecer no puede hacer nada, el servicio de limpieza parece animar a esos señores a que dejen sus mierdas allí, pues después manda un camión que las recoge. El Ayuntamiento envía un hermoso papel diciendo a los ciudadanos que colaboren y que La Isla camina hacia el diez. Yo creo que va todavía por el uno pelado.
Y que conste que el Ayuntamiento no es culpable totalmente de tan poca educación, pero uno no se va a estar peleando todos los días con aquellos vecinos incivilizados que impunemente tiran sus bolsas de basura delante de tus propias narices.
En fin, para qué seguir hablando. Esto no pasa ni en el manicomio.
Metí la mano en el bolsillo y me encontré de golpe con el clásico papel que nadie sabe cómo llegó a las interioridades de mi pantalón. Lo saqué a la luz y recordé que lo había guardado porque, cuando la memoria falla, no hay remedio mejor que escribir lo que se puede olvidar fácilmente. No era nada del otro mundo y ya se había convertido en un estorbo. Lo apreté entre los dedos y me dispuse a salir de él. Todo estaba tan limpio a mi alrededor, que era un crimen tirarlo al suelo. Busqué una papelera y mis ojos se dieron de frente con el policía de barrio. Muy amablemente me indicó el lugar de la papelera.
Naturalmente no estoy hablando de España, ni mucho menos de La Isla.
Al rato me crucé con un señor que llevaba un perro tirando de su mano derecha y en la izquierda una bolsita preparada por si acaso. El perro, como todos los perros del mundo, dijo que hasta aquí hemos llegado, se agachó y se puso a la faena de apretar. El señor no se inmutó, se detuvo, esperó con la bolsita abierta y, cuando la caca iba a tomar contacto con el suelo, se dio maña para recoger meticulosamente el material.
Naturalmente no estoy hablando de España, ni mucho menos de La Isla.
Esto es otra cosa. El país y el pueblo donde nos ha tocado vivir carece de ese sentido común que nos pide un respeto por los demás y por las cosas comunes. Con otras palabras, carece de educación. Esto es como la selva, pero sin Tarzán. Esto es otro mundo. Si un día tienen ustedes tiempo, pueden recorrer despacio el puente que va a Bahía Sur. Está de mierda que se puede caer.
Pasa un chaval terminando una coca-cola. Cuando le ha sacado las últimas gotas, la tira al suelo por toda la cara. Cuídese de no decirle nada, si no quiere escuchar palabras increíbles relacionadas con la democracia y con yo hago lo que me da la gana. Pringue seca de helados, bolsas de patatas tiradas, pipas por el suelo…
Ésa es la imagen que da La Isla al que se dispone a atravesar el estercolero en que se está convirtiendo el puente. Los cristales no hablan, pero cualquier día esos cristales que protegen los laterales del dichoso puente pueden salir gritando, porque todo tiene un límite y la mierda se los va a comer poco a poco.
Pasa un chaval con un perro. Va suelto por supuesto y dice el perro que no aguanta más. Tal como lo piensa lo hace y suelta allí sus buenas morcillas. Como si no fuera con él, el chaval lo llama con un tono de voz que parece dejar claro que los que vengan atrás que arreen. Le llamo la atención y me dice con malos modos que eso es lo que hay y que él no puede hacer nada para impedir que su perro haga caca donde le cuadre.
Hablando de cuadras, hay calles en las que la gente saca sus bolsas de basura a la una de la tarde y las deja en la calle. Tal como se lo estoy diciendo. Vaya por ejemplo a la calle Murillo, que es donde vivo, y verá que lo que digo no es una calumnia.
La policía al parecer no puede hacer nada, el servicio de limpieza parece animar a esos señores a que dejen sus mierdas allí, pues después manda un camión que las recoge. El Ayuntamiento envía un hermoso papel diciendo a los ciudadanos que colaboren y que La Isla camina hacia el diez. Yo creo que va todavía por el uno pelado.
Y que conste que el Ayuntamiento no es culpable totalmente de tan poca educación, pero uno no se va a estar peleando todos los días con aquellos vecinos incivilizados que impunemente tiran sus bolsas de basura delante de tus propias narices.
En fin, para qué seguir hablando. Esto no pasa ni en el manicomio.
viernes, 24 de julio de 2009
Aquellos “progres” de los años setenta
José Antonio Hernández Guerrero
La congoja, la amargura y la preocupación generadas por las noticias de las violaciones a dos niñas por adolescentes menores de 14 años en Baena (Córdoba) e Isla Cristina (Huelva) han sido generales. A todos nos han dolido y son muchos los que se han esforzado en identificar las raíces y en sugerir algunas propuestas que favorezcan la eliminación de estos comportamientos tan agresivos e inhumanos
No han faltado políticos de diferentes signos ideológicos ni responsables del orden público que han abogado por un cambio de la actual Ley del Menor, de acuerdo con las reformas que han adoptado algunos países europeos. “No podemos agarrarnos siempre a lo mismo para no intervenir aduciendo que no es oportuno legislar en caliente”, ha declarado el Secretario General de la Confederación Española de Policía, Ignacio López.
El defensor del Pueblo Andaluz considera, por el contrario, que, antes de reformar la Ley del Menor, "hemos de hacer un estudio pormenorizado de los diferentes casos imputables a menores, y, después de una seria reflexión, extraer las conclusiones pertinentes". Para José Chamizo dichas atroces violaciones nos remueven la conciencia, porque entendemos que “la formación de los menores es una responsabilidad que hemos de compartir los padres y los demás miembros de la sociedad".
El ministro de Educación también ha pedido una reflexión sobre los valores morales de los menores de edad y de toda la sociedad para evitar que estos graves atropellos se sigan repitiendo. Pero, en esta ocasión, Ángel Gabilondo, dirigiéndose a los periodistas en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial, donde ha inaugurado el curso titulado “Televisión, poder y audiencias”, ha declarado que es necesario que todos "analicemos a fondo qué ocurre en una sociedad donde los menores de edad tienen tan dislocados los valores como para cometer esos atropellos". El titular de Educación lamenta que la sociedad trate de exculparse de estos comportamientos y los atribuya sólo a la falta de valores en los menores agresores. A su juicio, "la educación y la sociedad no son dos ámbitos diferentes ya que quien educa, en realidad, es toda la sociedad".
Ha insistido en que es importante que los adultos identifiquemos nuestra escala de valores, las convicciones que nos orientan, el modelo de sociedad que estamos construyendo y los principios que estamos transmitiendo". En su opinión, esta situación sólo se soluciona si la afrontamos mediante un plan de educación del que nos corresponsabilicemos las familias, los colegios, los medios de comunicación, los servicios sociales y todos los que ostentamos responsabilidades públicas y políticas.
A mi juicio, hemos de hacer una seria autocrítica en especial aquellos “progres” de los años setenta que, para liberarnos de las represiones de la Dictadura, nos sacudimos de una manera radical e indiscriminada -y sin sustituirlas por otras- las pautas que, durante mucho tiempo, habían orientado nuestros comportamientos personales, nuestras relaciones familiares y nuestras conductas sociales. Aquella alegría con la que entonces banalizamos las relaciones sexuales, desacralizamos los principios éticos, desmitificamos las tradiciones milenarias y desacreditamos los valores cívicos sigue constituyendo, en la actualidad, el objeto de comentarios frívolos de unos “progres” trasnochados que ya lucimos canas o calvas.
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La congoja, la amargura y la preocupación generadas por las noticias de las violaciones a dos niñas por adolescentes menores de 14 años en Baena (Córdoba) e Isla Cristina (Huelva) han sido generales. A todos nos han dolido y son muchos los que se han esforzado en identificar las raíces y en sugerir algunas propuestas que favorezcan la eliminación de estos comportamientos tan agresivos e inhumanos
No han faltado políticos de diferentes signos ideológicos ni responsables del orden público que han abogado por un cambio de la actual Ley del Menor, de acuerdo con las reformas que han adoptado algunos países europeos. “No podemos agarrarnos siempre a lo mismo para no intervenir aduciendo que no es oportuno legislar en caliente”, ha declarado el Secretario General de la Confederación Española de Policía, Ignacio López.
El defensor del Pueblo Andaluz considera, por el contrario, que, antes de reformar la Ley del Menor, "hemos de hacer un estudio pormenorizado de los diferentes casos imputables a menores, y, después de una seria reflexión, extraer las conclusiones pertinentes". Para José Chamizo dichas atroces violaciones nos remueven la conciencia, porque entendemos que “la formación de los menores es una responsabilidad que hemos de compartir los padres y los demás miembros de la sociedad".
El ministro de Educación también ha pedido una reflexión sobre los valores morales de los menores de edad y de toda la sociedad para evitar que estos graves atropellos se sigan repitiendo. Pero, en esta ocasión, Ángel Gabilondo, dirigiéndose a los periodistas en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial, donde ha inaugurado el curso titulado “Televisión, poder y audiencias”, ha declarado que es necesario que todos "analicemos a fondo qué ocurre en una sociedad donde los menores de edad tienen tan dislocados los valores como para cometer esos atropellos". El titular de Educación lamenta que la sociedad trate de exculparse de estos comportamientos y los atribuya sólo a la falta de valores en los menores agresores. A su juicio, "la educación y la sociedad no son dos ámbitos diferentes ya que quien educa, en realidad, es toda la sociedad".
Ha insistido en que es importante que los adultos identifiquemos nuestra escala de valores, las convicciones que nos orientan, el modelo de sociedad que estamos construyendo y los principios que estamos transmitiendo". En su opinión, esta situación sólo se soluciona si la afrontamos mediante un plan de educación del que nos corresponsabilicemos las familias, los colegios, los medios de comunicación, los servicios sociales y todos los que ostentamos responsabilidades públicas y políticas.
A mi juicio, hemos de hacer una seria autocrítica en especial aquellos “progres” de los años setenta que, para liberarnos de las represiones de la Dictadura, nos sacudimos de una manera radical e indiscriminada -y sin sustituirlas por otras- las pautas que, durante mucho tiempo, habían orientado nuestros comportamientos personales, nuestras relaciones familiares y nuestras conductas sociales. Aquella alegría con la que entonces banalizamos las relaciones sexuales, desacralizamos los principios éticos, desmitificamos las tradiciones milenarias y desacreditamos los valores cívicos sigue constituyendo, en la actualidad, el objeto de comentarios frívolos de unos “progres” trasnochados que ya lucimos canas o calvas.
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Carta abierta al Iltmo. Sr. Alcalde de Algeciras.
Iltmo. Sr. Alcalde
Permítame, Sr. Alcalde, con todos los respetos, que le dé mi opinión personal y, al mismo tiempo, le traslade la opinión generalizada de la mayoría de los ciudadanos, en relación con la implantación de los nuevos horarios y trayectos en la línea de autobuses urbanos.
Durante muchos años, los algecireños hemos venido sufriendo el pésimo servicio que, con su consentimiento, la empresa C.T.M. ha venido dando en esta localidad con las líneas urbanas de autobuses.
Hemos tenido que soportar vehículos viejos, [en algunos casos, desechos de otras poblaciones], destrozados por dentro y que se averiaban constantemente.
Unido a su deplorable estado, había que sumarle el hecho de que técnicamente era imposible que una unidad, concretamente la del Rinconcillo, pudiera realizar el recorrido en los 30 minutos que tenía asignados. Y, como consecuencia de ello, irremisiblemente, se producían numerosísimas demoras.
Pero además había que añadir, que a los factores técnicos de mala conservación y problemas de tráfico, se le unía el factor humano.
Porque yo he vivido, he sufrido y he visto cómo en más de una ocasión, los mismos retrasos han provocado que dos autobuses coincidieran en su recorrido. Y en vez de esperar el segundo media hora para corregir el desajuste horario, ha proseguido su marcha detrás del primero.
Lógicamente, el resultado inmediato era, cómo mínimo, una hora de retraso.
Podría ocupar varias decenas de folios la descripción de los múltiples atropellos y anomalías que los algecireños hemos venido sufriendo en nuestras carnes durante tanto tiempo, como por ejemplo, la mala educación de algunos conductores.
He aquí, que de pronto, aparecen 21 nuevas unidades para cubrir las líneas de Algeciras.
Parecía un sueño irrealizable que, casi sin darnos cuenta, y después de más de un año de promesas, surgió de la nada. No me lo podía creer.
Pero la cruda realidad, desvaneció mis ilusiones y muy pronto nos dimos cuentas, que todo, no sólo seguía estando tan mal como antes, sino que además era mucho peor.
No sé qué mentes privilegiadas han intervenido en la elaboración de los horarios y en el ajuste de las líneas. Pero se han lucido. La cagada ha sido enorme!
Es cierto que los autobuses siguen siendo nuevos y que todos, aunque los asientos siguen estando igual de duros, tienen aire acondicionado.
Pero Don Tomás, lo que quiero, lo que pretende el empleado que va a trabajar, lo que desea el ama de casa que se desplaza al mercado a hacer la compra, es PUNTUALIDAD.
Mi vecina Pepi, o mi amigo Carlos, no pueden permitirse el lujo de esperar 45 minutos a que pase el autobús, o aguantarse una hora y cuarto en el terminal del puerto, o en la parada del Parque, como me ha pasado a mí más de una vez, para volver a casa.
Porque mi amigo tiene que llegar puntual a su trabajo y a su jefe no le vale con que le diga que los autobuses vienen con retraso. El jefe le dirá que coja el anterior, y él le contestará: No, es que también han suprimido el que antes salía a las seis de la mañana y hasta las siete no sale el primero.
A propósito del autobús que sale a las siete: A diario, pasa por delante de la Iglesia del Rinconcillo, a las 07,05, con destino a la parada inicial. Con lo que, de entrada, empieza su recorrido con 10 minutos de retraso.
Porque mi amiga Pepi, no está en el Rinconcillo de vacaciones. Ella, primero, tiene que hacer las camas, dar el desayuno a sus hijos, barrer, pasar la fregona y dejar la casa digna y aseada antes de irse al mercado a hacer la compra.
Y cuando termina de pelearse con el carnicero, el frutero o el pescadero para conseguir lo mejor para su familia y al mejor precio para poder llegar a fin de mes, no puede permitirse el lujo de esperar durante más de una hora a que pase su autobús para volver a su casa y tener la comida lista para cuando llegue su marido. Y mucho menos gastarse 5 o 6 euros en un taxi.
Sí, Sr. Alcalde, el descontento es general. No se tape los ojos. Es cuestión de acercarse a las paradas y oír a la gente. Mézclese con el pueblo y oiga sus problemas. Entonces conseguirá entender cuál el es el mejor método político para conseguir que todos tengamos una ciudad digna que merezcamos todos los algecireños.
No nos merecemos que se rían de nosotros en nuestras propias narices. Nos tapan la boca con autobuses nuevos, pero resulta que el servicio es pésimo y mucho más lento.
Hace dos o tres años pusieron una unidad más en el Rinconcillo, modificando las horas de salida, de manera que, en vez de media hora, el autobús pudiera realizar el desplazamiento en 45 minutos. Paralelamente pusieron dos vehículos más que pasaban por San José Artesano y llegaban hasta la rotonda de Brígida. Posteriormente se suprimieron estas modificaciones, con lo que volvimos a los mismos retrasos e inconvenientes.
Pues bien, en la actualidad, es cierto que se ha aumentado a tres el número de vehículos y que se ha restablecido el servicio de San José Artesano.
Pero, ojo, el autobús ya no llega hasta el puerto y después retorna. No!. Ahora sigue hasta la iglesia de San García y vuelve. No hay que ser ningún genio para entender que a desplazamientos más largos corresponden mayores demoras.
¿Cuánto tiempo necesita, Don Tomás, para darse cuenta que es imposible que ese recorrido se haga en 45 minutos? Y es que hasta los mismos chóferes lo reconocen. En cuanto al servicio de San José Artesano, solamente hay un autobús que pretenden que haga la ruta en tan sólo 20 minutos. Demencial!
Miré, el viernes, estuve desde las diez y media hasta las doce menos cuarto esperando a que llegara. Y ya desesperado, me decidí, con dolor de mi corazón, a coger un taxi.
Estuve llamando al teléfono de atención al cliente y no pude hablar con nadie, porque me salía la insoportable cantinela de “si quiere esto marque 1, si quiere lo otro, marque 2, etc.” Y cuando ya, por fin, pude coger línea, me sale un contestador automático para que dejara un mensaje.
Evidentemente colgué y no dejé ningún mensaje, porque mi educación me impidió expresar lo que, de buena gana, hubiera querido decir.
Por favor, no se rían más de nosotros.
Acérquese! Acérquese a las paradas. Súbase a los autobuses y oiga el comentario de la gente.
El comentario más apacible es “Esto es una poca vergüenza!”, o “no hay derecho que nos hagan esperar más de una hora!”
Esta mañana oía quejarse a un hombre que tenía que bajar de la barriada de la Granja hasta la parada del autobús del Rinconcillo, porque, si no lo hacía así, iba a llegar tarde.
Sería demasiado grosero reproducir en este escrito lo que salía por su boca.
Por otra parte, ¿qué hace un autobús de la Piñera en la plaza Alta? ¿Es que los que vivimos en otras barriadas no tenemos derecho a que nos lleven a la plaza Alta? ¿No es esto un agravio comparativo?
Y lo más vergonzante, es que, encima, vd. esté financiando a esta empresa con dinero de todos los algecireños.
Cuando perdió las elecciones, mi amigo Antonio Patricio se lamentaba diciendo “Hay que ver, con lo que yo he hecho por Algeciras, y así me lo pagan”
Sí. Es cierto, Antonio. Hiciste mucho por Algeciras, pero te olvidaste de estas y otras muchas menudencias que lleva en la mente el algecireño a la hora de votar.
Quizá te olvidaste también que muchísimos algecireños queremos una Andalucía unida y fuerte que nos represente a todos en el contexto nacional y no tengamos que conformarnos con las migajas que el gobierno de turno nos quiera dar.
Pero tú te empecinaste en desmembrar nuestra provincia en reinos de taifas, con nefastos, excluyentes y erróneos aires nacionalistas, emulando a tu admirado Almanzor, [por cierto,el sanguinario y asesino más grande y devastador que ha conocido nuestra ciudad].
Ahí lo tienes, presidiendo la principal arteria de acceso al centro de Algeciras.
Perdone el inciso. Siguiendo con el hilo y principal argumento de mi escrito, le diré, para concluir, que, ocupado por los múltiples problemas que asolan nuestra ciudad, a lo mejor aún no se ha percatado que el servicio de autobuses no es algo opcional que está a disposición del pueblo para cuando quiera usarlo como algo recreativo o para dar un paseo por otras barriadas.
No, Sr. Alcalde. Es una necesidad ineludible, inexcusable e innegable. El 90% de los residentes del Rinconcillo no estamos de vacaciones. Y necesitamos, reivindicamos y exigimos que, como mínimo, haya puntualmente un autobús cada media hora.
Sin más, aprovecho la ocasión para saludarle respetuosa y afectuosamente.
Fdo. Manuel Argumedo del Olmo
31.179.406P
Permítame, Sr. Alcalde, con todos los respetos, que le dé mi opinión personal y, al mismo tiempo, le traslade la opinión generalizada de la mayoría de los ciudadanos, en relación con la implantación de los nuevos horarios y trayectos en la línea de autobuses urbanos.
Durante muchos años, los algecireños hemos venido sufriendo el pésimo servicio que, con su consentimiento, la empresa C.T.M. ha venido dando en esta localidad con las líneas urbanas de autobuses.
Hemos tenido que soportar vehículos viejos, [en algunos casos, desechos de otras poblaciones], destrozados por dentro y que se averiaban constantemente.
Unido a su deplorable estado, había que sumarle el hecho de que técnicamente era imposible que una unidad, concretamente la del Rinconcillo, pudiera realizar el recorrido en los 30 minutos que tenía asignados. Y, como consecuencia de ello, irremisiblemente, se producían numerosísimas demoras.
Pero además había que añadir, que a los factores técnicos de mala conservación y problemas de tráfico, se le unía el factor humano.
Porque yo he vivido, he sufrido y he visto cómo en más de una ocasión, los mismos retrasos han provocado que dos autobuses coincidieran en su recorrido. Y en vez de esperar el segundo media hora para corregir el desajuste horario, ha proseguido su marcha detrás del primero.
Lógicamente, el resultado inmediato era, cómo mínimo, una hora de retraso.
Podría ocupar varias decenas de folios la descripción de los múltiples atropellos y anomalías que los algecireños hemos venido sufriendo en nuestras carnes durante tanto tiempo, como por ejemplo, la mala educación de algunos conductores.
He aquí, que de pronto, aparecen 21 nuevas unidades para cubrir las líneas de Algeciras.
Parecía un sueño irrealizable que, casi sin darnos cuenta, y después de más de un año de promesas, surgió de la nada. No me lo podía creer.
Pero la cruda realidad, desvaneció mis ilusiones y muy pronto nos dimos cuentas, que todo, no sólo seguía estando tan mal como antes, sino que además era mucho peor.
No sé qué mentes privilegiadas han intervenido en la elaboración de los horarios y en el ajuste de las líneas. Pero se han lucido. La cagada ha sido enorme!
Es cierto que los autobuses siguen siendo nuevos y que todos, aunque los asientos siguen estando igual de duros, tienen aire acondicionado.
Pero Don Tomás, lo que quiero, lo que pretende el empleado que va a trabajar, lo que desea el ama de casa que se desplaza al mercado a hacer la compra, es PUNTUALIDAD.
Mi vecina Pepi, o mi amigo Carlos, no pueden permitirse el lujo de esperar 45 minutos a que pase el autobús, o aguantarse una hora y cuarto en el terminal del puerto, o en la parada del Parque, como me ha pasado a mí más de una vez, para volver a casa.
Porque mi amigo tiene que llegar puntual a su trabajo y a su jefe no le vale con que le diga que los autobuses vienen con retraso. El jefe le dirá que coja el anterior, y él le contestará: No, es que también han suprimido el que antes salía a las seis de la mañana y hasta las siete no sale el primero.
A propósito del autobús que sale a las siete: A diario, pasa por delante de la Iglesia del Rinconcillo, a las 07,05, con destino a la parada inicial. Con lo que, de entrada, empieza su recorrido con 10 minutos de retraso.
Porque mi amiga Pepi, no está en el Rinconcillo de vacaciones. Ella, primero, tiene que hacer las camas, dar el desayuno a sus hijos, barrer, pasar la fregona y dejar la casa digna y aseada antes de irse al mercado a hacer la compra.
Y cuando termina de pelearse con el carnicero, el frutero o el pescadero para conseguir lo mejor para su familia y al mejor precio para poder llegar a fin de mes, no puede permitirse el lujo de esperar durante más de una hora a que pase su autobús para volver a su casa y tener la comida lista para cuando llegue su marido. Y mucho menos gastarse 5 o 6 euros en un taxi.
Sí, Sr. Alcalde, el descontento es general. No se tape los ojos. Es cuestión de acercarse a las paradas y oír a la gente. Mézclese con el pueblo y oiga sus problemas. Entonces conseguirá entender cuál el es el mejor método político para conseguir que todos tengamos una ciudad digna que merezcamos todos los algecireños.
No nos merecemos que se rían de nosotros en nuestras propias narices. Nos tapan la boca con autobuses nuevos, pero resulta que el servicio es pésimo y mucho más lento.
Hace dos o tres años pusieron una unidad más en el Rinconcillo, modificando las horas de salida, de manera que, en vez de media hora, el autobús pudiera realizar el desplazamiento en 45 minutos. Paralelamente pusieron dos vehículos más que pasaban por San José Artesano y llegaban hasta la rotonda de Brígida. Posteriormente se suprimieron estas modificaciones, con lo que volvimos a los mismos retrasos e inconvenientes.
Pues bien, en la actualidad, es cierto que se ha aumentado a tres el número de vehículos y que se ha restablecido el servicio de San José Artesano.
Pero, ojo, el autobús ya no llega hasta el puerto y después retorna. No!. Ahora sigue hasta la iglesia de San García y vuelve. No hay que ser ningún genio para entender que a desplazamientos más largos corresponden mayores demoras.
¿Cuánto tiempo necesita, Don Tomás, para darse cuenta que es imposible que ese recorrido se haga en 45 minutos? Y es que hasta los mismos chóferes lo reconocen. En cuanto al servicio de San José Artesano, solamente hay un autobús que pretenden que haga la ruta en tan sólo 20 minutos. Demencial!
Miré, el viernes, estuve desde las diez y media hasta las doce menos cuarto esperando a que llegara. Y ya desesperado, me decidí, con dolor de mi corazón, a coger un taxi.
Estuve llamando al teléfono de atención al cliente y no pude hablar con nadie, porque me salía la insoportable cantinela de “si quiere esto marque 1, si quiere lo otro, marque 2, etc.” Y cuando ya, por fin, pude coger línea, me sale un contestador automático para que dejara un mensaje.
Evidentemente colgué y no dejé ningún mensaje, porque mi educación me impidió expresar lo que, de buena gana, hubiera querido decir.
Por favor, no se rían más de nosotros.
Acérquese! Acérquese a las paradas. Súbase a los autobuses y oiga el comentario de la gente.
El comentario más apacible es “Esto es una poca vergüenza!”, o “no hay derecho que nos hagan esperar más de una hora!”
Esta mañana oía quejarse a un hombre que tenía que bajar de la barriada de la Granja hasta la parada del autobús del Rinconcillo, porque, si no lo hacía así, iba a llegar tarde.
Sería demasiado grosero reproducir en este escrito lo que salía por su boca.
Por otra parte, ¿qué hace un autobús de la Piñera en la plaza Alta? ¿Es que los que vivimos en otras barriadas no tenemos derecho a que nos lleven a la plaza Alta? ¿No es esto un agravio comparativo?
Y lo más vergonzante, es que, encima, vd. esté financiando a esta empresa con dinero de todos los algecireños.
Cuando perdió las elecciones, mi amigo Antonio Patricio se lamentaba diciendo “Hay que ver, con lo que yo he hecho por Algeciras, y así me lo pagan”
Sí. Es cierto, Antonio. Hiciste mucho por Algeciras, pero te olvidaste de estas y otras muchas menudencias que lleva en la mente el algecireño a la hora de votar.
Quizá te olvidaste también que muchísimos algecireños queremos una Andalucía unida y fuerte que nos represente a todos en el contexto nacional y no tengamos que conformarnos con las migajas que el gobierno de turno nos quiera dar.
Pero tú te empecinaste en desmembrar nuestra provincia en reinos de taifas, con nefastos, excluyentes y erróneos aires nacionalistas, emulando a tu admirado Almanzor, [por cierto,el sanguinario y asesino más grande y devastador que ha conocido nuestra ciudad].
Ahí lo tienes, presidiendo la principal arteria de acceso al centro de Algeciras.
Perdone el inciso. Siguiendo con el hilo y principal argumento de mi escrito, le diré, para concluir, que, ocupado por los múltiples problemas que asolan nuestra ciudad, a lo mejor aún no se ha percatado que el servicio de autobuses no es algo opcional que está a disposición del pueblo para cuando quiera usarlo como algo recreativo o para dar un paseo por otras barriadas.
No, Sr. Alcalde. Es una necesidad ineludible, inexcusable e innegable. El 90% de los residentes del Rinconcillo no estamos de vacaciones. Y necesitamos, reivindicamos y exigimos que, como mínimo, haya puntualmente un autobús cada media hora.
Sin más, aprovecho la ocasión para saludarle respetuosa y afectuosamente.
Fdo. Manuel Argumedo del Olmo
31.179.406P
domingo, 19 de julio de 2009
¿DÓNDE ESTÁ EL LEVANTE?
EL LOCO DE LA SALINA
Eso mismo me pregunto yo todas las mañanas, cuando asomo las narices por la ventana de mi habitación. ¿Dónde está el levante? Es como si se lo hubiera tragado la tierra, o el cielo. La verdad es que lo echamos de menos, porque el roce produce el cariño y teníamos con él una tradición de roce que rozaba límites cercanos a la locura. El levante ha desaparecido y La Isla entera se pregunta cómo es posible. La Feria se siente huérfana, y su albero, el mejor aliado del viento, ha sido innecesariamente humillado bajo el asfalto. La Isla contempla con estupor cómo el poniente y los frescos de sus amigos se han hecho con la situación y no dan tregua al pobre levante. Tampoco hay derecho. Todos lloran la inexplicable ausencia de nuestro acompañante de siempre: los papeles callejeros han perdido el rumbo y ya no se arremolinan como de costumbre haciendo interminables ruedas; las faldas de las mujeres ya no se levantan en la Cuestecilla provocando una gran decepción en los mirones de toda la vida de Dios; el humo de los churros se ha vuelto perezoso y se está viniendo abajo poquito a poco perdiendo la agilidad que siempre tuvo; los peines, impulsados más por la estética que por la necesidad, se están sintiendo poquita cosa y han perdido ya la autoestima al verse casi inservibles y relegados a peinar cabellos dóciles y ordenados. Ante tanto despropósito cabe preguntarse por qué. Algunos hablan del cambio climático y se quedan tan tranquilos, pero eso de los cambios es un tema muy manoseado y recurrente, que siempre está a cargo de unos cuantos para llegar ellos al sillón y vivir como nunca han vivido sin que después quieran hablar de más cambios ni tonterías. Ya he perdido la fe en los que quieren que todo cambie, menos ellos. Y lo de climático parece dar a entender que el clima vive en un ático y por eso nos viene impuesto desde arriba. Otros dicen que éste es un año de ponientes. Y lo dicen poniendo cara de adivino, como si ellos supieran los secretos que nos reserva el dios Eolo. También hay quien levanta sus ojos al cielo y bendice la ausencia de levante, pues consideran que el fresquito en pleno verano no tiene precio. Y no falta quien le eche la culpa a la crisis. Esto último pudiera ser, porque aquí el que no esté en crisis que tire la primera piedra y el levante no iba a ser menos.
Sin embargo yo mantengo teorías totalmente diferentes. Para mí La Isla lo está perdiendo todo. Ya perdió la sal hace tiempo, con lo cual no es sorprendente que ahora pierda al padre de la sal y a la madre que la parió si hace falta. También perdió la Bazán y la Escuela de Suboficiales y el pito de la Constructora…Todo se quedó en el aire para los restos. El futuro está con las carnes abiertas. La Isla ha perdido de momento la batalla del pequeño comercio con las grandes superficies y ha perdido tantas cosas que, aunque dicen que La Isla es una ciudad dormitorio, no me extrañaría que un día perdiese la cama e incluso el ropero empotrado. Para colmo La Isla ha perdido, aparte de la vergüenza, siete millones y pico grande de euros, sin que hasta el momento sepamos dónde están.
Finalmente, como decía, hemos perdido también el levante. Y no vayan a pensar que la cosa es normal. No. Algunos insensatos dicen que al levante ni lo nombre, pues están muy bien sin él. Perdónalos, Señor, porque no saben lo que dicen. Gracias al levante las cabezas de los que vivimos en este bendito manicomio se han vuelto locas y desde luego tenemos la preocupación de que no vuelva nunca más y cada vez nos tengamos que parecer más a los cuerdos de ahí fuera con la que tienen montada.
Eso mismo me pregunto yo todas las mañanas, cuando asomo las narices por la ventana de mi habitación. ¿Dónde está el levante? Es como si se lo hubiera tragado la tierra, o el cielo. La verdad es que lo echamos de menos, porque el roce produce el cariño y teníamos con él una tradición de roce que rozaba límites cercanos a la locura. El levante ha desaparecido y La Isla entera se pregunta cómo es posible. La Feria se siente huérfana, y su albero, el mejor aliado del viento, ha sido innecesariamente humillado bajo el asfalto. La Isla contempla con estupor cómo el poniente y los frescos de sus amigos se han hecho con la situación y no dan tregua al pobre levante. Tampoco hay derecho. Todos lloran la inexplicable ausencia de nuestro acompañante de siempre: los papeles callejeros han perdido el rumbo y ya no se arremolinan como de costumbre haciendo interminables ruedas; las faldas de las mujeres ya no se levantan en la Cuestecilla provocando una gran decepción en los mirones de toda la vida de Dios; el humo de los churros se ha vuelto perezoso y se está viniendo abajo poquito a poco perdiendo la agilidad que siempre tuvo; los peines, impulsados más por la estética que por la necesidad, se están sintiendo poquita cosa y han perdido ya la autoestima al verse casi inservibles y relegados a peinar cabellos dóciles y ordenados. Ante tanto despropósito cabe preguntarse por qué. Algunos hablan del cambio climático y se quedan tan tranquilos, pero eso de los cambios es un tema muy manoseado y recurrente, que siempre está a cargo de unos cuantos para llegar ellos al sillón y vivir como nunca han vivido sin que después quieran hablar de más cambios ni tonterías. Ya he perdido la fe en los que quieren que todo cambie, menos ellos. Y lo de climático parece dar a entender que el clima vive en un ático y por eso nos viene impuesto desde arriba. Otros dicen que éste es un año de ponientes. Y lo dicen poniendo cara de adivino, como si ellos supieran los secretos que nos reserva el dios Eolo. También hay quien levanta sus ojos al cielo y bendice la ausencia de levante, pues consideran que el fresquito en pleno verano no tiene precio. Y no falta quien le eche la culpa a la crisis. Esto último pudiera ser, porque aquí el que no esté en crisis que tire la primera piedra y el levante no iba a ser menos.
Sin embargo yo mantengo teorías totalmente diferentes. Para mí La Isla lo está perdiendo todo. Ya perdió la sal hace tiempo, con lo cual no es sorprendente que ahora pierda al padre de la sal y a la madre que la parió si hace falta. También perdió la Bazán y la Escuela de Suboficiales y el pito de la Constructora…Todo se quedó en el aire para los restos. El futuro está con las carnes abiertas. La Isla ha perdido de momento la batalla del pequeño comercio con las grandes superficies y ha perdido tantas cosas que, aunque dicen que La Isla es una ciudad dormitorio, no me extrañaría que un día perdiese la cama e incluso el ropero empotrado. Para colmo La Isla ha perdido, aparte de la vergüenza, siete millones y pico grande de euros, sin que hasta el momento sepamos dónde están.
Finalmente, como decía, hemos perdido también el levante. Y no vayan a pensar que la cosa es normal. No. Algunos insensatos dicen que al levante ni lo nombre, pues están muy bien sin él. Perdónalos, Señor, porque no saben lo que dicen. Gracias al levante las cabezas de los que vivimos en este bendito manicomio se han vuelto locas y desde luego tenemos la preocupación de que no vuelva nunca más y cada vez nos tengamos que parecer más a los cuerdos de ahí fuera con la que tienen montada.
martes, 14 de julio de 2009
Se presentó con éxito la revista 'Speculum'

José Antonio Hernández Guerrero: “¿Es la literatura una broma o, por el contrario, es un desafío?”
La literatura –como la fe, como los propósitos de enmienda, como el decálogo de valores del yo intransferible- mueve montañas. Francisco Umbral –nuestro dandi hispano de fluyente y confluyente prosa en requiebros metafricos- nos dejó dicho que la escritura no postula la verdad del mundo: sencilla y francamente la potencia. En efecto: la potencia, la promueve y promulga, la contrasta por exceso y por defecto, la entroniza como postulado desprovisto de ningún ardid semntico. Hete ahí el quid de la cuestión, el subrayado con enérgico trazo de carboncillo, la congónita identidad de la función literaria: suscribir en negros sobre blanco todo cuanto, instalándose supremamente sobre la dermis de la realidad, exige la interpretación o la reinterpretación de una mirada capaz de ver más allá de lo puramente visible. No por razones de narcicismo inveterado, sino por las superlativas analogías de la captación personalizada. La letra –recordémoslo sin aspavientos- con sangre entra. Y con brotes de confesionalidad sale. La literatura, en efecto, suele estar colgada en la pared de nuestra propia introspección y de nuestra misma retrospección. Como un espejo de cristal irrompible.
Toda esta suerte de conceptos –tanto lingüísticos como, tal pregonara el poeta, “fieramente humanos”- han sido tenidos muy en cuenta por el cualitativo, homogéneo, polifacético, cohesionado y preclaro grupo de amantes del nobilÃsimo arte de la escritura y de la balsámica dádiva de la lectura que, agrupados bajo el identificador título de Club de las Letras de la Universidad de Cádiz, no cesan en su luminoso empeño de abrir veredas, aunar criterios, unificar análisis, compartir pálpitos, colonizar territorios insospechados de una obra literaria sensu stricto, extender urbi et orbi las excelencias argumentales de determinadas novedades novelescas y no noveleras, salpicar y salpimentar de tertulia y crítica (constructiva, compartida, aprendida y aprehendida) los foros del más cenital intercambio intelectual.
El Club de las Letras de la Universidad de Cádiz no es grupúsculo asociativo de tres al cuarto. En su base, en su arquitrabe, en su busilis cultural, en su soldadura académica, en su engranaje participativo existe la sustancialidad de una de las tendencias menos asibles y preponderantes de la sociedad de hogaño: amor por el hecho lingüístico así como una fundada y fundamentada raigambre de otro valor en peligroso proceso de extinción: el manejo del criterio propio, del conocimiento de causa y de una ética y estética alteza de miras.
Pues bien: el Club de las Letras de la Universidad de Cádiz ha presentado en Jerez, concretamente en la sede de la Escuela de Hostelería, el número 0 de cuanto debiera catalogarse apriorísticamente como una plataforma de incentivación, promulgación, motivación y sustanciación literaria: la revista Speculum. Regresamos, originariamente, a la nada trivial razón de ser del espejo. Pero de un espejo de cristal de brillo que no deforma los directos reflejos de la cotidianidad como así reflectaran los célebres de la no menos celebérrima obra de Ramón María del Valle-Inclán. El espejo que paradigmáticamente presentan los integrantes de este Club no desdibuja imágenes ni distorsiona contornos. Porque es cristal de papel, nido de entrelazos, acudidero de alquimias (textuales, espirituales e incluso afectivas), sendero unidireccional, apoteosis de progresía, zurcido sin roturas, matraca de elegancia, taller de redacción, maestría de corrección, punto de encuentro.
La Escuela de Hostelería ha acogido este acto consagratorio: la fiesta de las letras también precisa a menudo del respaldo de las multitudes. Y precisamente multitud –que no muchedumbre- acompañaba, protegía y abrazaba el nacimiento de una publicación a la que, de entrada y de entradilla, auguramos larga y fructífera vida. Sus hacedores no manejan la temporalidad –la irregular periodicidad- de la inconstancia como divisa, sino muy al contrario, constituyen un grupo de intelectuales serios, tenaces, sensatos y, mayormente, contrastados de currículo y renombre. Verbigracia el mentor, el animador, el impulsor y el director de esta cofradía de escritores con fundamento y de lectores con predicamento: José Antonio Hernández Guerrero.
José Antonio Hernández Guerrero –entrañable catedrático, agudo articulista de prensa, hombre de afabilidad y magnanimidad ilimitada- nos explica a las claras la génesis intencional, el propósito primigenio, la idea primera de Speculum: “Con la incontrolable timidez de quienes se disponen a descubrir por primera vez las vibraciones íntimas que, en sus cuerpos y en sus espíritus, despiertan esos episodios cotidianos que de manera enmarañada se suceden en el correr de nuestros días, nos hemos atrevido a situarnos ante este espejo traslúcido y, sin duda alguna, empañado por el calor húmedo de nuestro aliento. Tras seis intensos años de intercomunicación oral, los miembros de este Club de Letras nos aventuramos a dejar constancia de nuestros irreprimibles afanes por alimentar el crecimiento de nuestra sensibilidad estética y por estimular el desarrollo de nuestra conciencia ética y por alentar la progresión de la solidaridad humana”.
“Partimos del supuesto –añade José Antonio Hernández Guerrero- de que la literatura es una lectura profunda de la vida y de que la vida, si la vivimos de una manera intensa, más consciente, más plena y más humana, constituye una manera de hacer literatura. Creemos que la literatura cumple su función saludable cuando se impregna de esa realidad compleja, cambiante y polivalente que es la vida humana. La base y el horizonte, el punto de partida y la meta de nuestros textos convergen en nuestro propósito explícito de averiguar el sentido de la vida y de investigar el significado de la existencia humana. Por eso nos esforzamos por escuchar, en el fondo de los textos las irreprimibles ganas de vivir y el clamor sordo de la exasperación que nos cuestiona el sentido último de este "circo", de esta "farsa" o de este "juego" de procedimientos: ¿es la literatura -nos preguntamos- una broma o, por el contrario, es un desafío?”.
El Club de las Letras de la Universidad de Cádiz cree a pies juntillas en el sentimiento de la literatura, en la literatura como generadora de sentimientos, en la sensibilidad de la argamasa que construye un idioma en marcha, en el énfasis del acento individualizado, en el idealismo nómada de todo párrafo que siempre regresa al campo de visión de nuestra mirada: “Ponemos especial énfasis –nos explica Hernández Guerrero- en el hecho de que la literatura, además de estudiada y disfrutada, puede ser sentida, experimentada y vivida. La vida tiene sentido para quienes toman su existencia en sus propias manos, para quienes hacen de ella, de algún modo, una obra literaria o, en general, una creación artística, en vez de abandonarse a sus ocupaciones vanas o fútiles. No dudamos que la vida se trasforma por la acción de las palabras ni que las palabras adquieren sus significados cuando conectan con la vida. Vamos a ver si somos capaces de lograr que el ritmo y la rima de nuestros versos transparenten la música dulce o amarga de nuestros zigzagueantes recorridos vitales”.
No albergamos ningún ápice de duda. No regateamos opciones a la contra. Speculum nace vigorosa de traza y heteráclita de significado. Plural y democrática. Ilustrada e ilustrativa. El movimiento se demuestra andando. Y los componentes del Club de las Letras de la Universidad de Cádiz avanzan (a paso de gigantes) mil leguas a cada golpe de tertulia, con la grandeza y con la certeza de un libro debajo del brazo. Ya así lo certifica un reconocible proverbio hindú: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.
domingo, 12 de julio de 2009
CRISIS Y CAPITALISMO
Se habla de gran crisis económica, pero en realidad se trata de una crisis global de la humanidad que no se resolverá con ningún tipo de capitalismos. Y ello por una simple y cruda realidad: porque nunca ha existido ni existe un capitalismo humano. El capitalismo sigue siendo homicida, destructor del ecosistema y suicida.
No se puede servir simultáneamente al dios del dinero, al dios de la banca y al Dios de la Vida. No se puede conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia pacífica y fraterna. Por ello, ante lo que se le llama crisis, hay que preguntarse si se trata de salvar el Sistema o salvar a la Humanidad.
Hay quiénes afirman que “a grandes crisis, grandes oportunidades”. Conviene recordar que en los momentos actuales la palabra crisis se puede desdoblar en dos sentidos:: “crisis como peligro y crisis como oportunidad.” Unos lo pasan muy mal y otros aprovechan la coyuntura para explotar cada vez más a los más débiles, haciéndoles indefensos.
La gente está harta de promesas incumplidas y de políticas sumisas. Y ello porque ya son muchos los que piensan y quieren ser libres de hipotecas ideológicas sin soluciones a los verdaderos problemas humanos. Del cansancio y de la pasividad se está pasando a la actitud de salir de la resignación y exigir a los políticos responsabilidades.
Ya el gran filósofo social norteamericano John Dewey nos advirtió de que “la política es la sombra que la gran empresa proyecta sobre la sociedad” Y así seguirá sucediendo mientras el poder resida “en los negocios para beneficio privado a través de un control sobre la banca, sobre el suelo y sobre la industria.” Un poder que se ve ahora reforzado por el control en los medios de comunicación.
No obstante, sin sentirnos “iluminados”, conscientes de la convulsa coyuntura actual, hemos de profesar la vigencia de muchos sueños y de que otro mundo es posible. Seguiremos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una gran mayoría de la Humanidad.
Según datos de la FAO somos 6.500 millones de personas, de los cuales la mitad vive debajo del umbral de la pobreza, y 854 millones sobreviven con hambre crónica. Y nada indica que se vayan a cumplir hasta el “tan pronunciado 20015”, las metas del milenio de la ONU, entre las cuales está la erradicación de la miseria. Seguirán habiendo crisis, pero no faltarán campañas universales de solidaridad hasta llegar a compartir con los más necesitados, con los sin techo y los sin tierras.
Hay quiénes dan como alternativa al hambre el control de la natalidad, incluso sin respetar la libertad y responsabilidad de las parejas. El hambre es un problema de justicia y de compartir. Si la Tierra produce lo suficiente para alimentar a 11 mil millones de personas, lo que falta es justicia para evitar la excesiva concentración de la riqueza en pocas manos. Y ya somos cada vez más los que nos negamos a renunciar al sueño de la solidaridad.
Juan de Dios Regordán Domínguez
D.N. I 31.158044J
No se puede servir simultáneamente al dios del dinero, al dios de la banca y al Dios de la Vida. No se puede conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia pacífica y fraterna. Por ello, ante lo que se le llama crisis, hay que preguntarse si se trata de salvar el Sistema o salvar a la Humanidad.
Hay quiénes afirman que “a grandes crisis, grandes oportunidades”. Conviene recordar que en los momentos actuales la palabra crisis se puede desdoblar en dos sentidos:: “crisis como peligro y crisis como oportunidad.” Unos lo pasan muy mal y otros aprovechan la coyuntura para explotar cada vez más a los más débiles, haciéndoles indefensos.
La gente está harta de promesas incumplidas y de políticas sumisas. Y ello porque ya son muchos los que piensan y quieren ser libres de hipotecas ideológicas sin soluciones a los verdaderos problemas humanos. Del cansancio y de la pasividad se está pasando a la actitud de salir de la resignación y exigir a los políticos responsabilidades.
Ya el gran filósofo social norteamericano John Dewey nos advirtió de que “la política es la sombra que la gran empresa proyecta sobre la sociedad” Y así seguirá sucediendo mientras el poder resida “en los negocios para beneficio privado a través de un control sobre la banca, sobre el suelo y sobre la industria.” Un poder que se ve ahora reforzado por el control en los medios de comunicación.
No obstante, sin sentirnos “iluminados”, conscientes de la convulsa coyuntura actual, hemos de profesar la vigencia de muchos sueños y de que otro mundo es posible. Seguiremos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una gran mayoría de la Humanidad.
Según datos de la FAO somos 6.500 millones de personas, de los cuales la mitad vive debajo del umbral de la pobreza, y 854 millones sobreviven con hambre crónica. Y nada indica que se vayan a cumplir hasta el “tan pronunciado 20015”, las metas del milenio de la ONU, entre las cuales está la erradicación de la miseria. Seguirán habiendo crisis, pero no faltarán campañas universales de solidaridad hasta llegar a compartir con los más necesitados, con los sin techo y los sin tierras.
Hay quiénes dan como alternativa al hambre el control de la natalidad, incluso sin respetar la libertad y responsabilidad de las parejas. El hambre es un problema de justicia y de compartir. Si la Tierra produce lo suficiente para alimentar a 11 mil millones de personas, lo que falta es justicia para evitar la excesiva concentración de la riqueza en pocas manos. Y ya somos cada vez más los que nos negamos a renunciar al sueño de la solidaridad.
Juan de Dios Regordán Domínguez
D.N. I 31.158044J
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