domingo, 5 de septiembre de 2010

JUVENTUD Y DEMOCRACIA

La juventud española ha nacido en democracia, pero habría que preguntarle si realmente viven en democracia. La cultura democrática supone potenciar una educación que forme una opinión responsable y que defienda los valores de la democracia comenzando por las libertades públicas. No obstante, en política no se ha aprendido a gobernar en minorías. Se pretende conseguir las “mayorías absolutas” aunque se tenga que negociar con la compra de votos. Estas mayorías han anestesiado al Parlamento en el control político y no han favorecido una sociedad dinámica y participativa,
Pretender alejar los intereses públicos de los ciudadanos, a los que sólo se les pide que participen emitiendo su voto, significa renunciar a un proyecto de democracia avanzada, donde haya una sociedad fuerte con un Estado fuerte. La sociedad debe potenciar al Estado y el Estado modular las quiebras y las desigualdades sociales. La juventud actual manifiesta que no acepta “la política del enchufe” y pide la valoración de los méritos personales a la hora de conseguir puestos de trabajo.
La política juvenil lleva un tiempo en situación de fracaso en los ámbitos socioeconómicos, paro y marginalidad. Se constata una absoluta descoordinación entre los distintos niveles de la Administración. Esto conlleva duplicidad de esfuerzos y pérdida de recursos. La promoción del asociacionismo juvenil se quiere desarrollar con subvenciones insuficientes adjudicadas con criterios injustos, poco transparentes y con control interesado. En realidad, los jóvenes se encuentran ante un mercado laboral precario, imposibilidad de acceder a una vivienda digna y de calidad, reparto de subvenciones primando a las entidades juveniles afines. La situación social no ha mejorado: más paro estructural, más droga, más miseria.
Sin despreciar los aspectos positivos de los Consejos de Juventud, hay que llamar la atención sobre dos problemas que se producen en la mayoría de los Consejos de Juventud, allí en donde existen. Por un lado, las asociaciones muestran un gran desconocimiento y falta de tratamiento adecuado de los temas y centros de interés dominantes de los jóvenes. Por otro, los Consejos en sí encierran poder de representación y de gestión de recursos económicos. Esto genera en su seno una lucha por ese poder, el enfrentamiento por el control de los órganos de representación y aparecen tutelas políticas, dando muestras, a veces, de absoluta falta de autonomía en la vida juvenil. Como resultado: la inoperancia de los Consejos de Juventud.

Es importante renovar y potenciar el tejido asociativo juvenil porque persigue como objetivo la participación y sin participación la democracia es una ficción. Participación no hay que confundirla con integración o absorción. Hablar de participación supone tomar parte de la vida social que a cada uno le corresponde. Eso es un derecho y además una aspiración y exigencias de las gentes responsables. Participar implica también informar, opinar, decidir y actuar. Esto es mucho más que delegar o representar. La política global que necesita la juventud supone una estrategia dinámica y progresiva con capacidad de insertar socioprofesionalmente a los jóvenes.. Para ello, la política juvenil ha de coordinar el conjunto de departamentos ministeriales en la acción de promoción juvenil, propiciando el apoyo de la sociedad civil organizada,
Para conseguir una democratización de la juventud habría que:
· Redefinir el papel de los Consejos de Juventud.
· Multiplicar los organismos juveniles con reconocimiento real.
· Proliferación de lugares de encuentro entre colectivos y entre estos y administración.
· Financiación de iniciativas y programas concretos, con criterios claros y justos, poniendo a disposición medios y locales polivalentes gestionados por los jóvenes asociados.
· Superación de la fórmula de subvención y promover posibilidades financieras que permitan niveles desarrollados de gestión y proyectos.
Juan de Dios Regordán Domínguez

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