viernes, 16 de abril de 2010

Candidato

José Antonio Hernández Guerrero

¿Por qué a los ciudadanos que aspiran a ejercer las delicadas tareas políticas no les exigimos que se preparen como lo hacen, por ejemplo, los médicos, los abogados, los profesores, los albañiles o los mecánicos? Mis amigos no comprenden que, para ocupar el puesto de concejal de cultura, de alcalde de su ciudad, de ministro de fomento o, incluso, de presidente del gobierno, sea suficiente con pagar la cuota de un partido, obedecer las consignas de las ejecutivas y adular a sus líderes.

En la presente situación –querido Enric-, me conformaría con que estos aspirantes hicieran un curso intensivo sobre “decencia, generosidad y austeridad”. Creo que, una elemental reflexión sobre el significado de la palabra “candidato”, nos podría ayudar conocer las condiciones –virtudes- que deberíamos exigir a todo el que pretende ser incluidos en las listas electorales. "Candidato" es un vocablo derivado de "cándido" que, como tú sabes, significa "blanco", como la leche o como la nieve; "simple", como el trigo "candeal" con el que se elabora el pan blanco; "sencillo", como el niño que desconoce los artificios engañosos de la vana palabrería; "noble" y de buena fe, "sin malicia" y "sin doblez", como el hombre bueno. El origen de esta palabra es el verbo latino "candere" que significa ser blanco y arder.

"Candidatos" deberían ser los hombres o las mujeres "cándidos" y "candorosos": esos seres humanos que, con generosidad, pretenden ser los portadores de la antorcha; son los ciudadanos que, con sus palabras sinceras, con sus gestos transparentes y con sus comportamientos coherentes, expresan que están limpios por dentro; proclaman que poseen candor y buena fe; muestran que no utilizan los juegos ventajistas ni los trucos. "Candidatos" son los ciudadanos audaces y valientes que difunden, como el fuego o la candela, el calor de la esperanza ilusionada, el vigor de la generosa entrega, la fuerza del amor entusiasta, -el entusiasmo de los amantes, de los héroes, de los mártires o de los poetas-. El "candidato" es ese candil que nos alumbra y nos calienta, el faro que nos orienta y nos estimula, el astro que, en las noches limpias, nos ilumina y nos empuja. En Roma, a los ciudadanos que pretendían ocupar los cargos o los oficios de la República, se les llamaban "candidatos" porque se presentaban ante el pueblo vestidos con una elemental y sobria toga blanca.

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