domingo, 19 de septiembre de 2010

UN MUNDO JUSTO Y HUMANO ES POSIBLE

En mi artículo del sábado pasado decía que vivimos en un mundo de desigualdades. Hoy afirmo que un mundo justo y humano es posible. No caben soluciones fáciles. Es necesario coordinar muchas piezas para que empiece a funcionar un nuevo sistema, con una racionalidad diferente.. Abrir cauces de participación, fomentar el sentido de responsabilidad, favorecerá la capacidad de relacionar unos casos y fenómenos con otros; saber en todo momento descubrir lo bueno y que es plausible y posible.
Con valentía hay que poner bases fuertes en las que edificar ese nuevo edificio en el que brille la justicia como madre de la paz. Para ello, se deben realizar contratos con los que se puedan ir comprometiendo ciudadanos, instituciones y organismos nacionales e internacionales, con la mirada puesta en la construcción de la Casa Común.
Si nos trasladamos a un tiempo imaginario, donde aún no hubiéramos nacido, estaríamos en condiciones, sin condicionantes, de pensar cómo debería ser ese mundo justo y humano para todos. Podríamos después nacer en cualquier lugar y encarnados en raza y sexo concreto. Situándonos en ese túnel del tiempo podríamos comprender mejor por qué comprometerse con unos contratos para que ese mundo sea posible. Erradicar la pobreza; conservar el medio ambiente; conseguir una educación para todos; un contrato ético que vuelva a dar sentido y perspectiva a la ventura humana.
Reinventar la palabra “servicio” para gobernar con justicia. Apostar por un sistema internacional consensuado, con redes de tratamiento de las grandes cuestiones mundiales; y cuyo pilar fundamental sea el ámbito de los valores para proporcionar referentes válidos para repensar los modelos políticos, económicos y sociales que ahora predominan.
La justicia ha de manifestar una actitud global del ser humano en relación consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y, si es creyente, con Dios. Una justicia que fecunde una libertad que tenga realización plena en su dimensión social.
La economía ha de ponerse al servicio del hombre y de sus necesidades reales. No es cuestión de repartir el excedente de lo que sobra, sino de organizarlo todo desde los derechos y necesidades de los más débiles y compartir con equidad. Hay que pasar a vivir con moderación como decía Gandhi: “Tenemos que aprender a vivir más sencillamente, para que los otros sencillamente puedan vivir”. He aquí el gran reto para el siglo XXI: promover una ética de lo suficiente que ayude a sentirse satisfecho con menos. La justicia ecológica implica una relación adecuada con el medio ambiente.
Cada vez es más necesario impulsar un diálogo de civilizaciones con carácter de igualdad, en el seno del cual debería tener un protagonismo importante de dialogo interreligioso hacia la cultura de la paz como base de una convivencia justa y humana.

Un nuevo orden mundial debería tener las siguientes características:

· Un orden mundial que fomente la resolución pacífica de los conflictos.
· Un orden mundial ecológico, y por ello necesita de seres humanos sensibles ante las necesidades de los otros, de la naturaleza y de todo ser vivo.
· Un orden mundial plural que reconozca el pluralismo de culturas, tradiciones y valores la riqueza que eso comporta.
· Un orden mundial donde las sociedades y pueblos valoren en términos de igualdad la aportación de las mujeres

Todo esto comporta una gran responsabilidad que exige llevar a cabo un nuevo paradigma de cooperación y de integración política, económica y cultural. Ahora bien, esta nueva gobernación debe ser un verdadero poder de alcance mundial que, si es democrático, debe ser al mismo tiempo descentralizado y permeable a lo que es particular.

Juan de Dios Regordán Domínguez

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