domingo, 19 de julio de 2009

¿DÓNDE ESTÁ EL LEVANTE?

EL LOCO DE LA SALINA

Eso mismo me pregunto yo todas las mañanas, cuando asomo las narices por la ventana de mi habitación. ¿Dónde está el levante? Es como si se lo hubiera tragado la tierra, o el cielo. La verdad es que lo echamos de menos, porque el roce produce el cariño y teníamos con él una tradición de roce que rozaba límites cercanos a la locura. El levante ha desaparecido y La Isla entera se pregunta cómo es posible. La Feria se siente huérfana, y su albero, el mejor aliado del viento, ha sido innecesariamente humillado bajo el asfalto. La Isla contempla con estupor cómo el poniente y los frescos de sus amigos se han hecho con la situación y no dan tregua al pobre levante. Tampoco hay derecho. Todos lloran la inexplicable ausencia de nuestro acompañante de siempre: los papeles callejeros han perdido el rumbo y ya no se arremolinan como de costumbre haciendo interminables ruedas; las faldas de las mujeres ya no se levantan en la Cuestecilla provocando una gran decepción en los mirones de toda la vida de Dios; el humo de los churros se ha vuelto perezoso y se está viniendo abajo poquito a poco perdiendo la agilidad que siempre tuvo; los peines, impulsados más por la estética que por la necesidad, se están sintiendo poquita cosa y han perdido ya la autoestima al verse casi inservibles y relegados a peinar cabellos dóciles y ordenados. Ante tanto despropósito cabe preguntarse por qué. Algunos hablan del cambio climático y se quedan tan tranquilos, pero eso de los cambios es un tema muy manoseado y recurrente, que siempre está a cargo de unos cuantos para llegar ellos al sillón y vivir como nunca han vivido sin que después quieran hablar de más cambios ni tonterías. Ya he perdido la fe en los que quieren que todo cambie, menos ellos. Y lo de climático parece dar a entender que el clima vive en un ático y por eso nos viene impuesto desde arriba. Otros dicen que éste es un año de ponientes. Y lo dicen poniendo cara de adivino, como si ellos supieran los secretos que nos reserva el dios Eolo. También hay quien levanta sus ojos al cielo y bendice la ausencia de levante, pues consideran que el fresquito en pleno verano no tiene precio. Y no falta quien le eche la culpa a la crisis. Esto último pudiera ser, porque aquí el que no esté en crisis que tire la primera piedra y el levante no iba a ser menos.
Sin embargo yo mantengo teorías totalmente diferentes. Para mí La Isla lo está perdiendo todo. Ya perdió la sal hace tiempo, con lo cual no es sorprendente que ahora pierda al padre de la sal y a la madre que la parió si hace falta. También perdió la Bazán y la Escuela de Suboficiales y el pito de la Constructora…Todo se quedó en el aire para los restos. El futuro está con las carnes abiertas. La Isla ha perdido de momento la batalla del pequeño comercio con las grandes superficies y ha perdido tantas cosas que, aunque dicen que La Isla es una ciudad dormitorio, no me extrañaría que un día perdiese la cama e incluso el ropero empotrado. Para colmo La Isla ha perdido, aparte de la vergüenza, siete millones y pico grande de euros, sin que hasta el momento sepamos dónde están.
Finalmente, como decía, hemos perdido también el levante. Y no vayan a pensar que la cosa es normal. No. Algunos insensatos dicen que al levante ni lo nombre, pues están muy bien sin él. Perdónalos, Señor, porque no saben lo que dicen. Gracias al levante las cabezas de los que vivimos en este bendito manicomio se han vuelto locas y desde luego tenemos la preocupación de que no vuelva nunca más y cada vez nos tengamos que parecer más a los cuerdos de ahí fuera con la que tienen montada.

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