domingo, 12 de julio de 2009

CRISIS Y CAPITALISMO

Se habla de gran crisis económica, pero en realidad se trata de una crisis global de la humanidad que no se resolverá con ningún tipo de capitalismos. Y ello por una simple y cruda realidad: porque nunca ha existido ni existe un capitalismo humano. El capitalismo sigue siendo homicida, destructor del ecosistema y suicida.

No se puede servir simultáneamente al dios del dinero, al dios de la banca y al Dios de la Vida. No se puede conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia pacífica y fraterna. Por ello, ante lo que se le llama crisis, hay que preguntarse si se trata de salvar el Sistema o salvar a la Humanidad.

Hay quiénes afirman que “a grandes crisis, grandes oportunidades”. Conviene recordar que en los momentos actuales la palabra crisis se puede desdoblar en dos sentidos:: “crisis como peligro y crisis como oportunidad.” Unos lo pasan muy mal y otros aprovechan la coyuntura para explotar cada vez más a los más débiles, haciéndoles indefensos.

La gente está harta de promesas incumplidas y de políticas sumisas. Y ello porque ya son muchos los que piensan y quieren ser libres de hipotecas ideológicas sin soluciones a los verdaderos problemas humanos. Del cansancio y de la pasividad se está pasando a la actitud de salir de la resignación y exigir a los políticos responsabilidades.

Ya el gran filósofo social norteamericano John Dewey nos advirtió de que “la política es la sombra que la gran empresa proyecta sobre la sociedad” Y así seguirá sucediendo mientras el poder resida “en los negocios para beneficio privado a través de un control sobre la banca, sobre el suelo y sobre la industria.” Un poder que se ve ahora reforzado por el control en los medios de comunicación.

No obstante, sin sentirnos “iluminados”, conscientes de la convulsa coyuntura actual, hemos de profesar la vigencia de muchos sueños y de que otro mundo es posible. Seguiremos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una gran mayoría de la Humanidad.

Según datos de la FAO somos 6.500 millones de personas, de los cuales la mitad vive debajo del umbral de la pobreza, y 854 millones sobreviven con hambre crónica. Y nada indica que se vayan a cumplir hasta el “tan pronunciado 20015”, las metas del milenio de la ONU, entre las cuales está la erradicación de la miseria. Seguirán habiendo crisis, pero no faltarán campañas universales de solidaridad hasta llegar a compartir con los más necesitados, con los sin techo y los sin tierras.

Hay quiénes dan como alternativa al hambre el control de la natalidad, incluso sin respetar la libertad y responsabilidad de las parejas. El hambre es un problema de justicia y de compartir. Si la Tierra produce lo suficiente para alimentar a 11 mil millones de personas, lo que falta es justicia para evitar la excesiva concentración de la riqueza en pocas manos. Y ya somos cada vez más los que nos negamos a renunciar al sueño de la solidaridad.

Juan de Dios Regordán Domínguez
D.N. I 31.158044J

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