domingo, 30 de mayo de 2010

Promesas, predicciones y previsiones

José Antonio Hernández Guerrero

Los amenazadores nubarrones que se ciernen sobre el sector industrial de la Bahía están sembrando de inquietud, otra vez más, a un número creciente de familias que comprueban cómo aquellos alentadores discursos de nuestros políticos eran sólo una hueca e interesada palabrería. La incertidumbre que vive el sector aeronáutico, la falta de carga de trabajo de los astilleros, el fracaso de la gestión tras el cierre de Delphi y la frustrada operación de Las Aletas constituyen mechas incendiarias que pueden hacer explotar esos globos multicolores con los que inconscientes e incompetentes gestores han pretendido decorar nuestro horizonte de expectativas.

Me lo decía ayer Juan: “A los candidatos que se presentan para gobernarnos deberíamos someterlos a un minucioso examen oftalmológico con el fin de comprobar si poseen esa visión larga, aguda y amplia que es indispensable para conducir vehículos públicos”. Estoy de acuerdo con él en que, al ritmo vertiginoso en el que discurren los cambios económicos, sociales y culturales, es una temeridad confiar la dirección de la política a unos conciudadanos miopes que sólo distinguen los objetos situados a escasos centímetros de sus ojos. En mi opinión, una de las razones del progresivo descrédito que, según las encuestas, sufren nuestros políticos es su escasa destreza para prever el futuro y, en consecuencia, el elevado número de veces que se ven obligados a corregir sus anuncios y a cambiar sus previsiones.

Desde el comienzo de la Retórica, hace ya veintiséis siglos, es sabido que el discurso de los políticos ha de versar sobre el futuro. Para lograr que los electores depositen su confianza en ellos, han de anunciar planes ilusionantes y proyectos atractivos que mejorarán sus condiciones de vida. Por eso las campañas electorales consisten, sobre todo, en hacer solemnes promesas, pero si éstas una y otra vez no se cumplen son interpretadas como burdos trucos de trileros. Tengo la impresión de que muchos de nuestros dirigentes aún no se han dado cuenta de que cada vez que repiten que no fueron capaces de hacer pronósticos pierden muchos grados de la credibilidad que necesitan para ser elegidos. Prever el futuro es la única manera de proveer de los medios y de los instrumentos que permiten afrontar los problemas con ciertas garantías de éxito. Para gobernar, como decía Cicerón, no es suficiente conocer la Gramática y el Diccionario, sino que, además, es imprescindible saber plantear y resolver los problemas de los ciudadanos.

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