martes, 4 de mayo de 2010

VALORES ANTE LA CRISIS

Juan de Dios Regordán Domínguez

Tal vez sorprenda el título de este artículo. Me imagino esta crisis como una convulsión social de crecimiento. Todo en la vida, una vez analizado con serenidad, tiene sus valores, si aprendemos a sacar lo positivo. Con la crisis actual, los sistemas económicos y productivos están entrando en una dinámica que están poniendo a prueba la capacidad de los gobernantes a nivel mundial. Estamos comprobando que les está costando afrontar el equilibrio necesario que pide la justa distribución de la riqueza.

No obstante, a pesar de las dificultades, hay que vivir esta situación con confianza porque, desde el punto de vista de la revisión de los modelos de desarrollo, es una oportunidad para llegar a una renovación de lo existente y la posibilidad de llegar a una organización justa del mundo de las finanzas. Estamos en un momento propicio para que todos los gobernantes tomen conciencia de que son representantes y al servicio del pueblo a nivel mundial y todos hagan una profunda reflexión para poner en el centro de la economía y de las finanzas a la persona humana.

Ha llegado el momento de afianzar las relaciones humanas con ordenamientos jurídicos y políticos internacionales para que la política, como acción noble al servicio de los ciudadanos, deje de estar subordinada a los mecanismos financieros y así poder conseguir más eficazmente el bien común. Bien común que, en los momentos actuales, debe reflejarse en el aumento de empleo juvenil, la seguridad en el empleo de todos los trabajadores y el mantenimiento en el mercado de la propia empresa “como comunidad de personas” que produce bienes, riqueza y servicios y que, por tanto, no tiene como único fin el provecho propio.

Para sacar verdaderamente provecho de las dificultades de la situación actual de crisis, es urgente luchar contra la mentalidad individualista y materialista que sugiere eliminar las inversiones de la economía real para privilegiar los propios capitales en los mercados financieros, obteniendo rendimientos más fáciles y rápidos, volviendo a los sistemas anteriores de esclavitud. Los cambios deben enfocarse para mejorar, no para volver a lo mismo. Por ello, ningún político ni gran empresario debe considerarse dueño del mundo ni aspirar a que todos sean sus súbditos esclavos.

Toda empresa será vital y producirá riqueza social si los empresarios, los dirigentes políticos son previsores y prefieren la inversión a largo plazo rechazando el provecho especulativo; si promueven la innovación en vez de pensar sólo en acumular riquezas para sí mismos. En una dimensión solidaria y justa, todo empresario, atento al bien común, está llamado a considerar la propia actividad siempre en el marco de un todo plural. Esta actitud generará, mediante la dedicación personal y la fraternidad vivida concretamente en las decisiones económicas y financieras, un mercado más competitivo y más humano, animado por el espíritu de servicio.

Hay que recalcar que el desarrollo, en cualquier sector de la existencia humana, implica apertura a lo trascendente, a la dimensión espiritual de la vida, a la acogida fraternal, a la justicia, a la paz, al amor y a la confianza en Dios.

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