sábado, 20 de noviembre de 2010

DE DEMOCRACIA REPRESENTATIVA A DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

Muchas veces hay que luchar contra corriente. Todavía son bastantes los que piensan que la democracia es sinónimo de votaciones cada cuatro años. Aunque normalmente sigo sus consejos, en otras ocasiones discrepo de las opiniones de amigos economistas. Sigo afirmando que la “economía” está marcando el paso a la sociedad y sobre todo a la política y mucho más en estos momentos en los que nos ha cogido de las manos y se nos ha metido en un mundo en el que es difícil vislumbrar el horizonte. Todo se controla, hasta lo que hay que decir y quién lo debe decir. Si la eco­nomía va bien, la política va bien. Si la eco­nomía va mal, la política será la culpable y caerán sus responsables. El principio rector de la economía es la ganancia. El éxi­to de un proyecto económico no se mide por la mejora de las conductas y el bienestar de los ciudadanos, sino si produce ganan­cias. Los criterios de la distribución de los beneficios económicos les interesan a los gestores de la economía sólo si de ese reparto se van a conseguir mayores ganan­cias. La economía no se rige por criterios éticos, sino por el interés de la ganancia.

Un proyecto político, que hoy quie­ra triunfar, tiene que echarse en brazos de la economía y de la gente que vive bien. Y esto, no sólo por razón económica, sino porque hoy cual­quier aspirante a gobernar sabe que la franja más ancha de electores pertenece a la clase media acomodada, a los grandes capitales y a los altos cargos de la administración. Los que viven bien van más a votar que los que necesitarían el cambio. La política actual está pensada para los que viven bien, no para solucionar los problemas de los que viven mal. Por ello, quien hable de reformas fiscales y sociales, encaminadas a repartir los beneficios económicos de una manera justa, difícilmente ganará las elecciones a nos ser que se tome conciencia de la necesidad de una democracia participativa. ¿Es posible una política económica que contemple la justa redistribución de la riqueza? Es posible siempre que se cambie de una “democracia representativa a una democracia participativa”.

En España tenemos, ahora en la práctica, una democracia representativa y son los partidos polí­ticos los que deciden quiénes representarán a los ciudadanos. Pero la experiencia demuestra que esos “representan­tes’, en lugar de representarnos y defender nuestros intereses, representan los intereses del partido. Funcionan como máquinas de sus dirigentes y los ciudadanos ven reducida su capacidad real de cambio a la posibilidad de votar cuando pasen cuatro años. Si de verdad se quiere el bien de todos es urgente en España conseguir un sistema verdaderamente ‘participativo”. Un sistema que contemple la participación, como dice la Constitución, en el que todos podamos participar también en la toma de decisiones en todo aquello que afecta directamente a los ciudadanos

Pero ¿por qué no se arbitran mecanismos para que todo el que quiera, pueda emitir su voto y que éste tenga las debidas consecuencias en la resolución a tomar? Todas las dificultades se pue­den resolver, siempre que haya voluntad política de resolverlas. Pero si se llegara a esta democracia participativa ¿a dónde irían los que hoy viven de la política? Taz vez lleven algo de razón quiénes piensan que la defensa de la participación en la toma de decisiones es propio de idealistas utópicos, pero es preferible que nos tachen de utópicos a permitir y alabar a quienes dicen querer salvarnos, cuando en realidad lo que parece que quieren es vivir bien sólo ellos.
Juan de Dios Regordán Domínguez
junadediosrd@hotmail.com

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