viernes, 28 de agosto de 2009

CARTA DE VARELA AL ALCALDE

.
EL LOCO DE LA SALINA

Todo tiene un límite y hasta aquí hemos llegado. Le ordeno, o mejor, me dirijo a usted a ver si acabamos con esta situación que me tiene totalmente desesperado. En su día, hace más de sesenta años, cuando me levantaron el monumento en plena Plaza del Rey, yo estaba muy contento, porque era una manera de que mi recuerdo permaneciera para siempre entre los cañaíllas. ¡Qué ajeno estaba yo al tema! Ya sabía que poniéndome a mí allí en medio, se cargaban ustedes la Plaza que con tanto esmero diseñó Torcuato Cayón, pero es que un servidor había hecho muchos méritos y el que vale, vale. Ha pasado el tiempo y no se puede usted hacer una ligera idea de los malos ratos que paso sentado aquí arriba del caballo señalando con mi dedo hacia no se sabe dónde. Por lo menos antes señalaba a un freidor que pusieron enfrente, pero ahora ¿dónde señalo?
Desde arriba sufro viendo a la gorda que come pipas y tira todas las cáscaras al suelo. Veo al niñato que le pega la patada a la papelera y esparce la basura. Veo al viejo que escupe sin miramiento. Veo a todo el mundo bebiendo y a mí no me suben ni una coca-cola. Los niños juegan entre la mierda que se desparrama por el suelo y yo sin poder señalar a los culpables. Menos mal que me pusieron de espaldas al Ayuntamiento, porque así me ahorro tener que contemplar cómo se va cayendo poco a poco.
Encima se va acercando el 2010 y a mí me han dejado los albañiles a un lado, mientras que me han dicho que a la Alameda la han preparado como Dios manda. ¿Qué tiene la Alameda que no tenga la Plaza del Rey? Iban ustedes a hacer un parking y no sé cuántas cosas más. Nada de nada. Aquí estoy yo entre las dos eternas palmeras a verlas venir.
Le escribo esta carta, porque lo que me ha puesto como una moto es que usted no haya aprovechado la obra del tranvía para quitarme ya de la Plaza a mí, al caballo, a la piedra sobre la que figuramos, al estanque lleno de agua podrida que nos circunda y a las marchitas flores que padecen todos los días el asalto de los niños. Por favor, quíteme ya de allí. Mándeme a la estación, o al sitio que usted prefiera, pero tal como estoy soy el cachondeo de la infancia y el hazmerreír de los adultos. Tanto mi caballo como yo hemos sido muy pacientes. Las palomas han hecho filigranas con nosotros. Tengo el abrigo que ya usted lo habrá visto. De pena. Me han quitado muchas letras de la dedicatoria que me hicieron y ya no se entiende ni la mitad de la mitad. Si es verdad que soy Hijo Predilecto de La Isla, demuéstrelo llevándome a un lugar más discretito y donde no haya palomas, por favor.

En mis buenos tiempos ya hubiera tomado severas medidas, pero ahora estoy en sus manos. Por otra parte, no tiene que tener miedo a que los fachas critiquen la medida de cambiarme de lugar. Aquí nadie protesta por nada. Pagan en silencio los abusivos impuestos que se imponen, soportan callados ese invento de las insaciables zonas azules, miran para otro lado viendo como ven tanta suciedad por las calles…
Anímese y cualquier noche me bajan del caballo y me llevan donde ustedes quieran. Desde luego, si llego a saber esto, no me hacen ustedes el maldito monumento. Me he enterado también de que ha desaparecido un montón de dinero de la caja del Ayuntamiento. ¿Es posible que aquí todo pueda desaparecer de la noche a la mañana menos yo? Para estar como estoy yo también quiero desaparecer. A ver si puede ser.
Le daría un abrazo, pero me lo va a tener que dar usted a mí, si no le da asco.

.

No hay comentarios:

Sortear la vejez y vivir la ancianidad

José Antonio Hernández Guerrero El comienzo de un nuevo año es –puede ser- otra nueva oportunidad para que re-novemos nuestr...