jueves, 29 de julio de 2010

CONFESIONES A MI PÁRROCO Y OTRAS YERBAS

EL SACRISTAN, DE MOMENTO, DE SANTA ANA

Mi querido y nunca suficientemente bien ponderado ex-párroco: TURURÚÚÚÚ!
Ahora se va a enterar de quién soy yo y cómo me las gasto. Y ya que no tiene jurisdicción jerárquica sobre mí, me voy a vengar de todos los malos ratos que me ha hecho pasar, desde que entré de monaguillo, hasta que, gracias a unos enchufillos que tengo en el Obispado, pude ascender a sacristán.
¿No se acuerda que me hacía tocar el órgano y cantar las misas de difuntos para ahorrarse un dinerito con que comprar el abono del concurso del Falla?
No, no me diga que me daba alguna entrada. Bueno, sí, es verdad, pero para las preliminares, cuando no cantaba ninguna agrupación de Cádiz, o para la fase clasificatoria de los romanceros.
¿Y las bodas? ¿Ya se le borró de la memoria? ¿También me va a negar que me hacía recoger el arroz de la puerta de la iglesia para después hacer una paella para Vd. y sus coleguillas?
Mucho presumir de tocar-pelotas, y ahora qué? Ahora le veo con un pie en Santa Ana y el otro en La Bolera, jugando al mus con Don Máximo.
Es que Vd. presume de tenerlos bien puestos, y no me refiero a la perpendicular de la carretera general, sino a lo que Vd. muy bien define en su libelo “de parrocorum economorumque” del pasado 25 de Junio, refiriéndose, en un símil taurino, a esas protuberancias óseas huecas en forma de conos doblados en espiral, formados de queratina.
Sí señor, ahora me voy a vengar y va a enterarse de lo que vale un peine.
Y es que don Luis, hablando de peines, a nos se nos cae el pelo, pero siempre nos cabe la esperanza de encontrar algún remedio cosmético o crece-pelo milagroso que oculte nuestras carencias. Y si no que le pregunten a Bono la maravilla que le han implantado en su alopécica calavera
Y si cogemos algunos kilillos de más en Navidad por aquello de los pestiños, turrones o fantasías diabéticas, sabemos que con un buen régimen después de Reyes, todo solucionado. Fíjese que antes del verano, estuve un mes a dieta para poder lucir mi cuerpazo en la playa del Rinconcillo, y he perdido 30 días!!!
Pero hay cosas, y voy al caso, que, por muchas vueltas que le demos al coco, al final, por muy optimistas que seamos, siempre llegamos a la conclusión de que ya ni existe reparación que lo remedie, ni tiene solución.
Permítame que me explique: Hace diez años, después de una incansable batalla dialéctica y burocrática con facultativos e inspectores de la administración de la Seguridad Social, conseguí que me operaran los dos ojos. Y es que si no lo hacía, me quedaba ciego, como se han quedado muchos esperando que lo llamaran, debido a la escasez de especialistas (tres en toda Andalucía) y a la enorme lista de espera existente.
Llegué a ser tan pesado y machacón que, un día, una Inspectora, harta de oírme, me dijo muy altanera: “Pues si no está conforme, formule una hoja de reclamaciones” Ja, ja, ja! A mí!, a Manolo Argumedo!, a mí que no me gusta escribir, ni sé qué hacer con un bolígrafo en la mano.
Inmediatamente le contesté: “Deme, por favor, unos cuantos folios y un lugar donde apoyarme, que el boli lo pongo yo.”
No recuerdo textualmente el contenido completo del escrito, pero sí recuerdo que, en uno de los pasajes les dije que, si, motivado por las demoras en la intervención quirúrgica, me quedaba ciego, no dudaría en ningún momento hacer las demandas que fuesen necesarias, responsabilizándoles a ellos por no haber puesto los medios necesarios en su momento y no haber acudido a tiempo.
No sé si fue casual o no, pero a la semana me llamaron del Hospital de Puerto Real, y en tres meses estaba operado de los dos ojos, uno en Cádiz y otro en Puerto Real. Esa es la triste realidad. La mayoría de “pacientes” se hubieran dado la vuelta, hubieran agachado la cabeza y se hubieran marchado sumisos e impotentes a sus casas esperando resignados a que se les cerraran los ojos para siempre.
Esto viene al hecho de que, a pesar de las intervenciones practicadas, al poco tiempo, se me produjo el desprendimiento de la retina de mi ojo izquierdo y perdí la visión. Pero, a pesar de todo, nunca se disipa la esperanza, y, aunque yo sabía sobradamente que, en el fondo, aquello era irreversible, al menos el ojo permanecía aún en su sitio.
El problema surge cuando, debido a problemas colaterales y a la disminución de su tamaño causado por la hipertrofia, decido meterme de nuevo en un quirófano para extirparlo.
Pero no era un problema de origen fisiológico, sino un problema psíquico. Y es que, leche!, me han sacado un ojo! Y de la categoría de “ciego de un ojo” paso al estatus de tuerto.
Ciertamente traumatizante.
Pero ya pasó todo. Me ha costado trabajo, lo he asimilado y lo he superado. Además mi amiga, la Seguridad Social, me ha regalado un ojo de pega, y ahí ando la mar de chulo luciendo mi nueva imagen. Ya le mando una foto para que vea lo bien que he quedado. Estoy hasta más guapo, dicen las mujeres, si cabe.
Esa es la razón de mi silencio, el porqué de mi ausencia en muchos actos y eventos, el motivo de haberme encerrado en mí durante todo este tiempo, y es más, incluso teniendo que soportar críticas y reproches por mi actitud poco social.
Aquí estoy de nuevo. Amárrese bien los machos, Don Ingenio, que no estoy para bromas.
En breve, retomaré temas pendientes que quedaron en el tintero.
Hasta la próxima. Y para que vea que no soy rencoroso, le mando un disciplinado y litúrgico beso. O como dirían los franceses “un gros bisou”.
Manolo Argumedo.

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