El cristal del pequeño café forradas sus paredes de paneles de madera oscurecida por millones de cigarros encendidos, aspirados, delectados y expirados durante decenas de años, asoma mesas, clientes, mozos y dueña a la plaza sombreada por las altas ramas de castaños de Indias plantados en 1912, uno de ellos por mándame Poincaré, a la sazón esposa del entonces presidente de la República.
Ha llovido esta madrugada, el ambiente es fresco y el sol enfermo de ictericia cósmica permite calentarse de ilusión y helarse de realidad. La taza con logo de marca conocida invita a poner el cuenco de las manos en ella y hacerse idea de hogar y calma invernal en este otoño de un pueblo cercano a París en la banlieu poblada de magrebies y negros de mil lugares de la francófona africana.
Pasa un anciano bereber alto, espigado, enjuto, tocado con taqiya. Me llama la atención que calza un zapato de un modelo y otro de otro, sin calcetines. En la mano un periódico de distribución gratuita. Cruza delante del ventanal, va a sentarse en el banco donde - cuando venimos a visitar nuestra hija - suelo leer El País, al sol como los gatos de este parquecito que acechan a los gorriones, sin mucho éxito como cazadores.
Las nueve y media. Despliego el diario y leo, tras el saludo a mi vecino de banco que mira al suelo con la cabeza inclinada.
- ¿Español?
- Sí, español.
- Yo moro de Franco.
- Soldado en la guerra del treinta y seis?, no es usted tan viejo….
- No, soldado de la guardia moro (sic) del generalísimo, después de la guerra….
- Vivía en El Pardo?, soldado raso?
Había ascendido hasta el empleo de sargento y después de dejar la Guardia Mora se había incorporado a la Capitanía general de la VII Región militar, acompañando al teniente general Mohamed ben Mizzian que la mandó hasta 1957. Cobra una pensión española de cien euros al mes después de ir a juicio con un abogado contra el ministerio de Defensa. Vive solo, es viudo, sin hijos. No tiene para calcetines. Si para el te. Tomamos te. No me deja pagar.
A las doce seguía hablando. Choucrane.
Alberto Revuelta
6 comentarios:
Mucho mejor tu 'Guardia moro de Franco', tu 'Choucrane', en 'Compañía', que tu 'Dirse' en 'Atrio'.
Resulta algo más realista, histórico y descriptivo este relato del viejo soldado bereber sin calcetines.
Y hasta más creíble.
Amigo Alberto,
El ingenuo comentario del anónimo Luis, sobre tu "Dirse" en Atrio, me ha despertado la curiosidad y llevado a buscarlo, leerlo y leer también los 40 comentarios que tu "Dirse, coño, dirse de una puta vez" ha suscitado entre los "contertulios" habituales de dicho foro... ¡Joder, Alberto, la tangana que has organizado entre algunos de los citados contertulios...!
Visto esto, se me ocurre preguntarme si no le daría vidilla a la Compañía-19, de vez en cuando, una tangana similar, aunque sin tener que llegar a las manos, como casi ha pasado en Atrio.
Saludos.
Una vez más, amigo Miguel, me alegra coincidir en la conveniencia de darle 'vidilla' a 'Compañía-19'. Los silencios prolongados no son siempre 'saludables'. Y sin necesidad de 'tanganas'. joderes, coños, 'dirses' ni 'putas veces'.
Este 'ingenuo comentario lo firma, cordialmenre...Anónimo Luis.
Y gracias. Merçi. Chourkrane.
De las cuatro 'r' sobra la penúltima. O sea: gracias, merçi, choukrane. (O sukrane).
O 'Choucrane', 'Shukrane' que canta y baila Alabina.
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