lunes, 20 de noviembre de 2017

BARRIGUITA EL BOLICHERO




El alazán empenachado lleva el ronzal negro brillante. El dorado freno le hace babear mientras piafa agobiado por el calor de julio, las moscas y los perros que se acercan a sus patas.


Es el caballo enjaezado a la federica que tira del carro  fúnebre de buena planta acristalado en los laterales y la puerta de atrás por donde se mete el ataúd. Biselados los laterales ornados con cruces, ciriales y ángeles alados que sueñan con volar pronto del sofocante calor de un mediodía con levante junto al Mediterráneo en la playa del Castillo de La Línea, el Peñón cortado a pico, blanquecino, con la moña del morrión en la montera de la roca de Gibral Tarik, hoy speak english.


Siete u ocho kilómetros cuadrados de oscura arena con el sol en su vertical que reverbera el silicio como diamantes empobrecidos sin uso ni disfrute que  acogen cerca de mil barracas de madera, papel y cartones, hojalatas y uralitas.


Tres mil?, cuatro mil almas?. Nadie lo sabe. No hay censo ni padrón. Solo hay censo de veintiún leprosos que viven en unos u otros de los recovecos que entre si dejan escapar las barracas. Se vive, como siempre en La Línea, de milagro. Matuteo, contrabando, hurto al menudeo, trile, chuleo de las mujeres de la calle Gibraltar, aligerar los dólares o las libras de los de la Royal Navy o los de la Sexta Flota cuando atracan en el Irredento y vienen aquí en busca de mujeres o llevándolos a las timbas del paseito Fariñas, de la calle Teatro, o detrás de la casa del gobernador por la plaza de toros. O emborrachándoles en el Moderno, en el Disloque, en la Esquinita y luego dejándolos sin carteras, dinero, relojes o cadenas en un rincón a la espera de la policia militar o la ronda de los civiles.


El alazán mueve los jaeces con parsimonia. Sabe que los muertos nunca tienen prisa por salir de casa. Conoce al Barriguita y comprende que su oficio no tiene hora de reloj ni jamelgo que lo saque de su muermo. El Barriguita es su jefe, su amigo, su hermano, su padre.


El Barriguita es - era cuando esto que describo era presente de indicativo - el bolichero que se encargaba de que cuando moría una persona, en su casa claro pues la bárbara e impía costumbre de que la gente se muera en los hospitales es posterior, se instalara la capilla ardiente, fuera el coche de caballo a recogerlo, se llevará con cruz alzada por las calles y se le diera sepultura en el Huerto de los Callaos allá por el Zabal.


El boliche es arte real, es la jábega que desde los romanos y antes, permite coger los peces jalando cabo desde la orilla y una red saco de arrastre botada al mar desde una barquilla. En los archivos linenses se encuentra una copia de la real cédula de Felipe IV, por la gracia de Dios señor de estos reinos, en la que se le dice al duque de Medina Sidonia que la jábega era arte real y no pagaba gabelas, ni portazgos, ni alcabalas al ducado. Era un arte de pobres. Y sigue. Otro día contaré cómo la jábega y el boliche ha quitado el hambre en la costa desde Málaga a Algeciras.


Barriguita ese día de julio, de los mil novecientos sesenta y tantos,  va a sacar de su barraca el cuerpo de Rosa, 86 años, viuda de guerra, de la zona roja, cuatro hijos muertos, ella sola desde entonces, viviendo del aire, con enfermedades miles y medicinas de la parroquia de Santiago, donde los curas nos turnamos por días para recorrer las barracas del Castillo contando las pastillas, separándolas por colores, vertiendo las gotas de los tubicos de cristal con un pulsador en lo alto, porque los enfermos y los moribundos no saben contar, no ven, no distinguen unas píldoras de otras, no saben leer y no entienden cómo se maneja el cuentagotas.


Rosa tiene una barraca de cartón y uralita, de metro y medio por dos con un tablero que hace de puerta, una manta sobre la arena y otra para taparse. Un cajica de zapatos hace de mesilla. Y un cubo para las necesidades que una vecina o los curas tiramos a la mar.


La tarde antes Rosa ha confesado sus pecados, ha recibido el viático, le hemos puesto la extremaunción y las vecinas han contestado al rosario que he rezado por ella y con ellas. De madrugada ha muerto. El Barriguita ha ido con su boliche invisible para llevarla en el coche a la federica y darle tierra en el Zabal.


El boliche del Barriguita recorre los arenales de la playa de Levante y los de La Atunara, las calles empedradas del centro del pueblo y las del Junquillo y su red de saco arrastra hacia el Hades a unos, a la barca de Caronte a otros, al seno de Abraham a los más. Rosa no. Rosa ha ido desde su barraca a la vera del Padre Eterno, gracias a la Inmaculada de la Iglesia mayor.


He recordado hoy el boliche y el carricoche a la federica de los arenales linenses, con roquete, estola y pluvial negro, al leer que ha jalado el Barriguita nada menos que del señor fiscal general del Estado y a la misma vez de tres inmigrantes negros ahogados al intentar llegar a Ceuta, y quince marroquíes niños y mujeres en las montañas de sureste de Casablanca en una estampida al intentar coger alimentos en un reparto humanitario, y de Malcolm Young guitarrista rítmico y fundador de AC/DC y del triple campeón olímpico de halterofilia, turco, Naim Süleymanoglu, y de diez y nueve ahogados y arrastrados en las inundaciones en Atenas en el miserable y gran suburbio al oeste de la capital.


El Corán en la azora del Hierro dice: “Sabed que la vida de este mundo no es más que juego y frivolidad”. El salmo 49 recuerda “¿se van a quedar sin ver la fosa?. No, la verán todos: los sabios mueren lo mismo que los necios y los tontos y dejan a otros sus riquezas….El hombre en su riqueza no comprende que es igual que las bestias que perecen”.


En las arenas de levante con la mar a la derecha, tras la cruz alzada, delante del alazán del Barriguita, canto para Rosa “et expecto resurrectionem mortuorum” pensando  “Desde las profundidades del abismo a ti clamo, Señor: ¡Señor, escucha mi voz". No suenan las 18 maderas, los 16 metales y los 3 percusionistas de la composición por esos mismos años de Olivier Messiaen. Suena el rebalaje de la mar.


Me apena que los muertos del bolichero de hoy no tendrán entierro como el de Rosa. ¿Solo poesía y nostalgia?.

Alberto Revuelta

4 comentarios:

Anónimo dijo...

'Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá. Y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre'.
¿Sólo poesía y nostalgia?
'Bolicheros' y 'curas', al margen.

Anónimo dijo...

Y, al margen también, los diez y nueve 'abogados' (que no 'ahogados') arrastrados en las inundaciones en Atenas...

Miguel Guerrero dijo...


Amigo Alberto, entro en el blog y me encuentro con tu artículo. Y, después de leerlo y
saborearlo, me resulta difícil no decir algo. Me parece magistral la forma de describir lo que cuentas.
Conocí y pateé los arenales del Castillo de España y la Atunara. Y conocí al Barriguita, que, por aquellos sesenta y tantos del siglo pasado, vivía, junto a sus caballos, carrozas y un amplio stock de ataúdes, en los almacenes de Pompas Fúnebres que había, aislados, en medio del pequeño desierto de arena entre el Hogar de la Concepción y la carretera del cementerio
Incluso me tocó, en más de una ocasión, acompañar al Padre Galindo en algunos entierros, vistiendo sotana y roquete y portando el acetre con su correspondiente hisopo.

En fin, recuerdos.

Anónimo dijo...

Al margen, bolicheros, curas y 'abogados'
Sin 'marginarlos'.
Y un recuerdo agradecido al buen Padre Galindo. Y al monaguillo de 'sotana, roquete, acetre e hisopo'. Amen.

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